REALIDADES Y FICCIONES
—Revista Literaria—
Nº 26 – Septiembre de
2016 – Año VII
ISSN 2250-4281
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LA NOCHE NO TIENE BRAZOS, solamente espuma
Aproximarse al “yo poético” implica hablar de un aliento de
vida que en la escritura se manifiesta como nuestra voz. El poeta es poseído
por voces inasibles en el espacio de lo real que se manifiestan en el texto poético. En él dominan las marcas culturales del tiempo de la escritura. La carrera vertiginosa e inagotable que el yo poético realiza como mediador entre la voz del poeta que escribe y las otras voces
que resuenan en él despiertan —ya sean ruidos, música, cantos, imágenes pictóricas
y del pasado, memorias de viajes, de otras culturas, memorias fantasmales y más— palabras, que en su encadenamiento, otorgan ritmo y belleza al canto de la poesía.
Siempre he supuesto, en medio de las dudas y de los diversos criterios que me han proporcionado las distintas lecturas, que los nombres en la poesía no tienen un significado definido ni pertenecen a un tiempo o a un espacio histórico determinado.
Estos nombres son polisémicos y están cargados
de sentido. Recuerdo las palabras de Jorge Boccanera en sus ensayos sobre la
poesía de Juan Gelman cuando hace referencia al poeta Ezra Pound que dice: “la
mejor escritura, es nada más y nada menos que lenguaje cargado de sentido al
máximo posible” [1].
En el engranaje de
los nombres poéticos, en la masa rítmica de los versos que forman un poema no
tiene importancia su autor; no es importante que exista una singular poesía o
una singular novela o un singular ensayo; da lo mismo que exista o que no
exista tal singularidad. La prueba de mi afirmación la dan los trabajos
literarios anónimos; como ejemplo tenemos a la poesía goliarda. La obra es lo
que queda; en ella surgen voces y estas pueden ser femeninas o masculinas y no
tienen un tiempo y un espacio prefijado. El yo poético se desmiembra y se une
al escribir el poema. Creo haber leído en el Libro del desasosiego de Fernando Pessoa esta sentencia que me parece maravillosa “cada uno de nosotros es varios, es muchos, es una prolijidad de sí mismos”.
Así es. La biblioteca de Alfredo y sus pequeñas lechuza son
la mejor metáfora de lo que considero que son mis principios epistemológicos.
El historiador francés Fustel de Coulanges, en su hermoso
libro La Ciudad Antigua , hace una exposición muy clara del
significado del fuego, la casa y el culto familiar a los muertos en los tiempos
más arcaicos de Grecia, Roma y otros pueblos.
Creonte ha asumido el poder de la ciudad. Es él quien ha
dictaminado los honores póstumos de Eteocles y la deshonra eterna para
Polinices, dejándolo insepulto.
Quiero advertirles que no podremos seguirla en toda su
extensión, ya que por su desarrollo minucioso sería imposible hacerlo dentro de
este espacio limitado. Hegel trata este tema en su Estética y en su Fenomenología
del espíritu, principalmente. Solo tomaremos los puntos esenciales, pero
creo que serán suficientes para su comprensión.
Escribió su Antígona
en 1942 que fue estrenada en 1944 en plena ocupación de Francia por los
alemanes. Por este motivo algunos creyeron que su personaje era el símbolo de
la lucha contra el nazismo, pero un análisis más profundo y detallado puede
demostrar que no es así.
LA
FILOSOFÍA SIMBÓLICA
Por mi parte a esta forma
eurocéntrica de entender la filosofía la he llamado filosofar logocrático, por
primar el concepto. Efectivamente, en mi estudio Filosofía
mitocrática y mitocratología (FMM) he
sostenido que el hombre de todos los tiempos es un ser lógico, solo varía el
orden de los principios lógicos, así la filosofía logocrática —surgida en
Grecia— está presidida por el principio lógico de identidad, pero anterior a
ésta se dio otra forma de filosofar, propia de las culturas míticas
ancestrales, o también mal llamadas pre-filosóficas. Se trató del filosofar
mitocrático, que se manifiesta a través del símbolo, la metáfora y la analogía,
presidida por una lógica inconsistente o de armonía de contrarios. Y aun cuando
el ejercicio del pensar filosófico en el mundo ancestral no se haya conocido
por el nombre griego de “filosofía”, sin embargo, se trató del mismo fenómeno
de comprender las causas, alcanzar una concepción del mundo y lograr un saber
de la vida. En otras palabras, no se trata de descubrir los equivalentes
homeomórficos en cada cultura —como cree Panikkar—, ni de darle un valor transcultural
al término griego “filosofía”, sino de lo que se trata es de reconocer si la
filosofía tiene un carácter multívoco y no unívoco, y en este sentido no
siempre es un saber teórico y crítico frente a la religión, y sí, más bien, un
saber de salvación y de carácter teológico.
Con cuánta razón, entonces,
interpreta su santidad Benedicto XVI, en su libro La Infancia de Jesús, a los reyes magos como: “sabios; representaban el dinamismo inherente a las religiones de ir más
allá de sí mismas, un dinamismo que es búsqueda de la verdad, la búsqueda del
verdadero Dios, y por tanto filosofía en el sentido originario de la palabra” (p.101). Los magos representan el anhelo interior del
espíritu humano, la marcha de las religiones y de la razón humana al encuentro
con Cristo.
Kant en el parágrafo 59 de la Crítica del Juicio escribe que los conceptos de
Razón (Ideas) no tienen realidad objetiva ni intuición que le sea adecuada. Solo
es simbólica, esto es, conforme no a la intuición sino a la reflexión. Lo
intuitivo es opuesto a lo discursivo, no a lo simbólico. Lo simbólico y lo
esquemático son modos de lo intuitivo, no son meras características sino
exposiciones. Todas las intuiciones que se ponen bajo conceptos a priori son
esquemas (exposiciones directas de conceptos) o símbolos (exposiciones
indirectas). El símbolo es una exposición indirecta del concepto por medio de
una analogía, también utiliza intuiciones empíricas. Todo el conocimiento de
Dios es simbólico y no esquemático. Lo bello es símbolo del bien moral, es lo
inteligible hacia donde mira el gusto, no es naturaleza ni libertad pero está
enlazado con lo suprasensible. El símbolo sería, pues, una idea como
representación del objeto según la analogía.
De manera que el símbolo no solo
da que pensar —como afirma Paul Ricoeur— sino que se trata de un pensar
legítimamente filosófico tanto por su forma como por su fondo. Por su forma,
porque mediante lo analógico es capaz de comunicar realidades suprasensibles,
que son indesarraigables a la condición humana. Y por su fondo, porque es capaz
de pensar las cuestiones últimas de la realidad y de su propia existencia. Para
comprender la filosofía simbólica es necesario superar la hermenéutica
desmitologizante, que empieza con Jenófanes y llega a una de sus cúspides en la Ilustración , y abrazar
una hermenéutica remitizante, que no solo rehaga el mito-símbolo y deshaga el
mito-explicación, sino que ilumine el pensar simbólico como el acto originario
del pensar filosófico ancestral, que incluso hace posible el mito mismo.
El famoso Apéndice de la CJ ilumina aun más sobre las
posibilidades del filosofar simbólico. La
CJ en su parte teleológica culmina con este Apéndice en que
con el mayor énfasis sostiene que se tiene que admitir la existencia de un ser
creador moral del mundo, de los fines físicos y los fines morales, todo lo cual
expone que la realidad objetiva de la idea de Dios y la inmortalidad del alma
tienen realidad objetiva en sentido práctico, no teórico (por eso rechaza la
prueba ontológica de Dios, que se remonta a San Anselmo, y la prueba
cosmológica de santo Tomás de Aquino). Es decir, Dios tiene realidad objetiva
por fe, porque la fe es el modo moral de pensar de la razón. En consecuencia, solo
hay prueba moral de la existencia de Dios y así se completa la prueba
físico-teleológica de un creador inteligente del mundo. La teología moral
conduce a la teleología. Y todo esto significa que solo por analogía Dios es
pensable.
La filosofía simbólica
discurre sobre el substrato suprasensible de la humanidad por exposición
indirecta de un concepto a través de la analogía. Sus ideas son símbolos para
la reflexión con valor objetivo en sentido práctico-moral. No es que la
realidad objetiva de la idea de Dios y de la inmortalidad carezca de dimensión
ontológica, sino que según Kant, para nuestras capacidades cognoscitivas dicho
acceso teórico nos está vedado, y por lo cual nada podemos decir sino tan solo
en sentido moral-práctico. La intuición simbólica para Kant accede al substrato
suprasensible de lo real solo en sentido práctico, por la fe, y la fe resulta
tan ser indispensable que es fundamento moral de la prueba físico-teleológica
de un creador inteligente del mundo. En otras palabras, para Kant la metafísica
tiene una justificación moral, más no teórica, que se explaya por el pensar
intuitivo simbólico del pensar analógico.
Esta aproximación entre la
figura del chamán con la del filósofo simbólico nos recuerda a Pitágoras y a
Empédocles, personajes cuasi-místicos y taumatúrgicos entre los presocráticos
dentro de la filosofía griega. Pero el filosofar simbólico no pertenece
solamente al ámbito de la filosofía mitocrática, sino que también está presente
en la filosofía logocrática porque es posible en cualquier grado de
civilización y situación religiosa. Paracelso, Weigel, Telesio, Agripa, Boheme
y Giordano Bruno son especialmente un buen ejemplo de ello.
Por tanto es falso que la
metafísica esté en disolución y, por eso, la hermenéutica posmoderna del hombre
sin absolutos, es en realidad el predominio de la exacerbación de la metafísica
subjetiva, donde el ego único ha derivado hacia una nihilista multiplicación de
mónadas relativistas con su propia voluntad de verdad. La hermenéutica de la
facticidad desde la ontología fundamental de la finitud, es decir que solo toma
en cuenta lo inmanente y descarta la dimensión trascendente del hombre, o sea
caracterizada por la renuncia al ser y el triunfo del para-mí, por parte de Heidegger,
Gadamer, Rorty, Vattimo y compañía, es tan solo un episodio antimetafísico
intermedio dentro de la historia misma de la metafísica de la modernidad.
Por tanto aquellas palabras
tan descaminadas, estrechamente positivistas y carentes de perspectiva
histórica de Sigmund Freud no tienen futuro: “Probablemente
no se imagina Usted cuán lejos me siento de todos estos rodeos de los
filósofos. La satisfacción que me procuran es el hecho de no participar en este
lamentable despilfarro de la capacidad intelectual. No hay duda de que los
filósofos creen contribuir al desarrollo del pensamiento humano, pero detrás de
todo esto hay siempre un problema psicológico o incluso psicopatológico”. Al contrario, el propio psicoanálisis sería objeto de
duros ataques de conductistas y empiristas, que lo acusaban de hacer
presuposiciones metafísicas y con lo cual sería desahuciado de su estatuto
científico.
La autora S. K. Langer
consideró en su libro Philosophy in a New Key, que la concepción de los datos de los sentidos como
símbolos y la manipulación simbólica lógico-matemática de lo real, ha permitido
que el conocimiento humano se presente como una estructura de hechos que son
símbolos y de leyes que son sus significaciones. Así, lo propio del hombre
sería su notable poder de simbolización, que empezaría con la palabra y
concluiría con una simbolización general en todos los órdenes para tratar con
lo real.
Ya Cassirer en su teoría del
hombre como animal symbolicum había sentado las bases de esta interpretación,
pues el concepto de símbolo permite abarcar la totalidad de los fenómenos en
los cuales se presenta un cumplimiento significativo de lo sensible, donde lo
sensible se manifiesta como encarnación de lo sentido (Filosofía de las formas
simbólicas).
La analogía es correlación
entre órdenes diversos. La relación entre lógica y realidad no es una relación
entre cosas sino entre órdenes distintos de la realidad, relación que puede ser
reproductivo, analógico o simbólico. Pero en el carácter esencial del símbolo
primario no solo reluce la unidad oscilante entre lo intuitivo y lo formal,
como señalan Ogden y Richards en El significado del
significado y Wilbur M. Urban en Lenguaje y realidad, sino la
pulsión estética del libre juego de las facultades representativas humanas. Por
lo tanto, el símbolo no solo es la coincidencia entre el objeto intuíble y la representación
simbólica, o la analogía entis tan bien desarrollada durante la escolástica,
sino que contiene a la vez el principio estético de un ente racional cuya
dinámica creadora encuentra su principal resorte en la analogía y la
simbolización metafórica.
Habría entonces una
prehistoria de la analogía del ente antes que Aristóteles la sistematizara en
el campo ontológico y que culminara con la analogía de la proporcionalidad en
el tomismo. Pero la noción analógica del ser, que como problema capital entre
el Creador y los entes creados aspira ser resuelta por la teología escolástica,
es en realidad herencia remota de la dialéctica del filosofar simbólico. No
obstante, tal herencia es interrumpida durante la filosofía moderna para
referirse a la analogía en términos metafóricos, nada metafísicos y
sustancialistas, sobretodo en las tendencias fenomenalistas y funcionalistas.
Pero como hemos visto la metafísica no solo perdura durante la modernidad, sino
que los ataques contra ella son fases intermedias de su propio avance.
Luis Benítez (poesía)
La Plata (Pcia. Buenos Aires), Argentina
La Habana , Cuba / Miami (Florida), Estados Unidos
“Sófocles”
Mónica Villarreal (2016)
(Técnica mixta sobre papel,
30 cm x 23 cm)
Serie
“Poetas Clásicos Griegos” |
Sumario:
• “La Muertita ”, de Susana
Szwarc: Un libro para el asombro. (Luis Benítez)
• Narrativa:
Nazismo con piel
de democracia. Friedrich Christian
Delius, “Mi año de asesino”. (Anna Rossell)
• Poesía: Una península en continuo
desarrollo literario. Primera parte. (Adán Echeverría).
• Ensayo:
—El yo poético. (Estela Barrenechea)
—Las Antígonas y La Verdad. (Agustín Romano)
• Y algo más…: La filosofía simbólica. Gustavo Flores
Quelopana
• Nuevos currículos
para Realidades y Ficciones:
—Adán Echeverría,
Mérida (Yucatán), México
—Agustín Romano,
Ciudad de Buenos Aires, Argentina
“LA MUERTITA ”, DE SUSANA
SZWARC: UN LIBRO PARA EL ASOMBRO
Luis Benítez ©
¿Nouvelle? ¿Prosas poéticas? Es dificultoso y hasta inútil
imponerle una definición al último libro de Susana Szwarc, La muertita o la novela que,
publicado recientemente en Buenos Aires por Editorial La Mariposa y la Iguana. Cuando la
frontera entre los géneros hace tiempo se ha licuado —del mismo modo que tantas
otras cosas— es de señalar que este trabajo de la talentosa autora argentina
posee, entre otras virtudes, la de aludir a ese proceso de licuación de las
certezas hasta que se convierten en algo líquido, lábil, autodeslizante y
actual. ¿Una metáfora de lo contemporáneo? Primariamente, este libro no aspira
a tanto o en todo caso, le deja eso al lector. En sí, el texto suscita dudas a
cada paso, desde las más ingenuas —“¿está viva la muertita?”— hasta
desasosiegos más complejos e interesantes que este.
Si fuera efectivamente una novela esta obra, le cabría el
sayo tan socorrido de “novela coral”: múltiples personajes, innumerables
situaciones e interacciones, en un discurso donde los caracteres parecen
encontrarse en callejones y pasadizos donde se topan o tropiezan el uno con el
otro a cada paso: un Marcelo suicidado; un muchacho chino llamado Juan Tsé;
chicos que son chinos y otros chicos que parece que no; María Marina, la mujer
del lavadero; detectives; cobradores; multitudes bajo la lluvia; un cadáver,
este sí genuinamente muerto...
Lo invariable —y lo incrementado a cada página— es la
condición de humanidad estanca, separada, de la protagonista, esa muertita que
lo observa todo como desde detrás de un vidrio muy grueso, a punto tal de que
parece tener una relación más cercana con los objetos que se atraviesan en su
camino que con lo animado, tal vez a causa de su misma condición intermedia, a
mitad de camino entre un estado y el otro. Mas, fundamentalmente, la muertita
es alguien que va perdiendo sucesivamente, de a jirones, no la carne, sí el Dasein, ese “ser-allí”
heideggeriano, ese modo de ser determinado, finito y temporal, posiblemente
como intento de relacionarse con el resto de los vivientes: dado que no puede
hacerlo por la vía directa y habitual, parece precisar disgregarse en los otros
para acceder a alguna suerte de contacto más convincente, al menos para ella,
quien —como bien manifiesta este texto y su contexto— tiene por actividad
principal el “mirar”: una mirada a mitad de camino entre lo vivo y lo muerto,
que ve para no verse desaparecer y está “viviendo”, como lo hace, en un
sugestivo espacio subterráneo.
Interesante apuesta de la autora el poner todo esto en unas
pocas pero muy densas páginas, empleando un lenguaje engañosamente simple y
apelando continuamente a la alusión y la elusión, una de las marcas de pluma de
Susana Szwarc.
SUSANA
SZWARC nació en Quitilipi, provincia del Chaco, Argentina, en
1954. Obra narrativa: Trenzas (novela, 1991), El artista del sueño y otros cuentos (1981), El azar cruje (2006), Una felicidad liviana (2007). Obra
poética: En
lo separado (1988), Bailen las estepas (1999), Bárbara dice (2004; traducido al francés,
París, 2013), Aves
de paso (2009); El ojo de Celan (2014). Narrativa infantil: Había una vez una gota,
Había una vez un circo, Salirse del camino y otros cuentos (1996,
1997); Tres
gatos locos (2010). Antología personal: La mesa roja (2012). Sus piezas teatrales
Paisaje después
de los trenes, Trenzas, el secreto robado, Justo en lo perdido, fueron
representadas entre 1985 y 2003 en Buenos Aires. Cuentos y poemas de su autoría
se tradujeron al alemán, inglés, catalán, chino-mandarín, rumano, polaco,
portugués y francés.
Entre otros reconocimientos ha recibido el Primer Premio
Nacional Iniciación de Poesía (1987), el Premio Unesco (Buenos Aires, 1984),
Premio Antorchas a la
Creación Artística (Buenos Aires, 1990), Premio Único de
Poesía de la
Municipalidad de la
Ciudad de Buenos Aires (1998), Premio de Honor en la
categoría Libro para Niños, otorgado por la Municipalidad de San
Miguel de Tucumán (1996). Fue becaria del Fondo Nacional de las Artes (1995) y
recibió el Subsidio Fondo Creadores del Gobierno Autónomo de la Ciudad de Buenos Aires.
Currículo de Luis Benítez en:
http://colaboraciones-literatura-y-algo-mas.blogspot.com.ar/2015/03/suplemento-64-realidades-y-ficciones-en.html
(Suplemento RyF Nº 64)
Email: lb20032003@gmail.com
Narrativa
NAZISMO CON PIEL DE
DEMOCRACIA
Anna Rossell ©
Friedrich Christian Delius, Mi año
de asesino.
Traducción de Lidia Álvarez Grifoll,
Sajalín Editores, Barcelona, 2013, 330 págs.
No defrauda esta novela del autor alemán Friedrich Christian
Delius (Roma, 1943) —galardonado en 2011 con el prestigioso premio Georg
Büchner—, ni la última traducción de este escritor, a quien sigue de cerca el
sello editorial Sajalín, que también ha publicado El paseo de Rostock a Siracusa (2010) y Retrato de la madre de joven (2011). Como las anteriores, también
esta aborda un tema histórico que, más allá del interés que suscita su glosa,
trasciende el marco concreto de los acontecimientos narrados y plantea
cuestiones universales fundamentales.
Friedrich Christian Delius |
Delius sabe bien de lo que habla: publicada en Alemania en 2004, Mi año de asesino es una novela de
impronta autobiográfica, que narra los sucesos en torno al grupo “Unión
Europea”, en el que se constituyeron un puñado de resistentes contra Hitler,
cuyos nombres más conocidos fueron Robert Havemann, Paul Rentsch, Herbert
Richter y Georg Groscurth, con la idea de combatir el totalitarismo en Europa a
favor de la verdadera democracia. Consecuentes con su ideal, sus componentes
arriesgaron la vida ayudando a perseguidos en los terribles años del nazismo.
El eje central de la acción se sitúa en 1968, cuando se da a
conocer la noticia real de la absolución de R. (Hans-Joachim Rehse), un ex juez
nazi responsable de doscientas treinta condenas a muerte, entre ellas la del
padre de un amigo de infancia de Delius, Georg Groscurth, guillotinado en 1944.
De la mano de un personaje ficticio con quien el autor empatiza —un joven
estudiante de filosofía de su propia generación, que indignado por la noticia
se propone asesinar al liberado y escribir un libro que será su confesión—,
Delius desvela pormenorizadamente los entresijos de la guerra fría y el
calvario que habrá de soportar la viuda, Anneliese Groscurth, quien, terminada
la guerra, se ha propuesto reparar la memoria de su marido. Si bien el grueso
de la novela focaliza con mayor intensidad la época de la posguerra inmediata
hasta los años setenta, la narración imbrica, en retrospectiva y avanzando,
tres momentos temporales: de la posguerra en adelante, los años de nazismo y
resistencia, y el presente desde el que narra el protagonista.
La verdadera heroína de la novela es Anneliese Groscurth,
que por su honradez, su humanidad, su valentía, su consecuencia y su
perseverancia merece la simpatía del autor. Ella, que, como su marido, actuó
contra el nazismo no por razones políticas sino por principios humanitarios;
ella, que sigue fiel a los mismos principios, se encuentra después de la guerra
tan fuera de lugar como durante los años del nacionalsocialismo. Su historia de
larga resistencia en la posguerra pone de relieve que el fin de la contienda
bélica no supuso el comienzo de la democracia en el oeste —defender los valores
del humanismo democrático y actuar según ellos suponía en aquellos años ser
acusada de comunista y de poner en peligro la convivencia constitucional— ni la
justicia igualitaria en el este, y que quien no hiciera el juego al discurso de
uno u otro lado quedaba fuera del mundo y sin lugar. Pero la narración de
Delius incide sobre todo en la República Federal Alemana y no tanto en la República Democrática.
El estudio histórico de Delius nos recuerda hasta qué punto en Alemania
occidental altos cargos nazis, muchos, siguieron en sus puestos y hasta
prosperaron, sobre todo en el ámbito de la aplicación del derecho, y que no es
lo mismo aplicar el derecho vigente que administrar justicia. Por ello mismo el
libro plantea también la cuestión fundamental de si es lícito condenar a
alguien que aplica la ley, incluso cuando esta vulnera los derechos humanos.
Delius, que se documentó con entrevistas y estudió a fondo
las actas de los procesos en los que se vio envuelta Anneliese Groscurth,
rehúye las ideologías y las tomas de partido interesadas, no elude temas
espinosos que en su país aún levantan ampollas y le han valido críticas
negativas ajenas a criterios literarios, como la caracterización del
carismático Robert Havemann o la de la generación del 68 a la que él mismo
pertenece, pero lo hace sin ira, sopesando sus afirmaciones y solo en la medida
en que el contexto lo requiere.
Sin duda una novela muy recomendable, tanto para amantes de
la historia como de la literatura.
Currículo de Anna Rossell en:
http://revista-realidades-y-ficciones.blogspot.com.ar/2012/12/blog-post.html
(Revista RyF Nº 11)
Poesía
UNA PENÍNSULA EN CONTINUO DESARROLLO
LITERARIO
Adán
Echeverría ©
PRIMERA PARTE
"MPL —Cómo es ahora tu perspectiva
de la poesía mexicana y en especial
de la yucateca, luego de tu estadía en
el extranjero?
—(…) En Yucatán no está pasando nada
que me llame la atención,
está igual que cuando lo dejé en 2013,
hace no mucho (…)
MPL —Entiendo. ¿Entonces cómo concibes
ahora el futuro de la escena literaria yucateca?
—Me parece que por el momento seguirá
igual: la generación de los ochenta ya hizo lo suyo en Yucatán y ya están dados
los nombres de los que están trabajando constantemente, que son los que
aparecen en la antología Casi una isla, que se publicó el año pasado (2015).
Estos autores, sin embargo, muy poco pudieron hacer por Yucatán (o acaso sea
mejor decir: quisieron hacer). Muy poco, porque, a pesar de que el resto de la República conoce el
nombre de uno o dos poetas yucatecos, no se interesa y desconoce realmente el
panorama estatal."
De una entrevista a Marco Antonio Murillo (nacido en Mérida, Yucatán,
1986)
¿Qué nos ha dejado la lectura de estos doce autores nacidos
en el sureste de este ombligo de la luna entre 1975 y 1996? Esperanza,
libertad, diversidad, pluralidad. Un espacio para el reconocimiento de
compartir las existencias. Reconocer al otro en el texto creativo. Porque es en
la expresión escrita en donde la palabra dejará pasar el tiempo. Y es el tiempo
el que al final pondrá en su lugar a todos los autores.
La península yucateca, es una planicie kárstica resultado de
la meteorización de estas rocas calcáreas en que se sitúa el verde espacio de
la selva subtropical. Los climas que nos brindan la vegetación permite que la
mirada en una época viaje sobre paisajes verdes, lo mismo que para el espacio
de los amarillos, cafés, y cálidos naranjas en que nos vamos presintiendo. Y
desde Palizada, en lo más occidental de Campeche, hasta Chetumal, bajando por
el Mar Caribe, y en aquellas islas que rodean la península, el universo es
vasto. Sobre esta vastedad miran los ojos de los autores que nos abren el pecho
y la pluma en esta ocasión. Y desde esa riqueza en que se distribuyen plantean
sus esperanzas de comunicar el pensamiento, mediante la palabra escrita.
En este documento hemos agrupado a doce autores situados en
estas regiones kársticas. Los paisajes, las esperanzas, las melancolías de sus
espacios vitales. Voces frescas y llenas de novedad en las que pueden, queridos
lectores, ir descubriendo qué cosa es Yucatán, cómo se mira Campeche, cómo se
descubre Quintana Roo. Porque en estos autores, cuyas edades fluctúan de los 41
hasta los 20 años, se miran los espacios de comunicación en que pueden
descubrir sus necesidades de comunicación que nos ayuden a descubrir ¿para qué
están escribiendo?
El escritor necesita recrearse en su entorno, alimentarse de
él, y conocer el pasado mediante sus lecturas. Esta dualidad experiencial es la
que le impulsa a escribir, para llenar aquellos espacios de la literatura que
le gusta abrevar. Para los autores nacidos en la década de los 80, encontramos
la voz de cinco mujeres, cada una con sus búsquedas propias de voz y
realidades. Para las mujeres nacidas en la década de los ochenta, Ángel Nimbé es la más joven. Nace en
Campeche, y actualmente radica en Cancún, Quintana Roo, como una clara muestra
de la continua movilidad existente en la península de Yucatán, y desde ese
recorrer kilómetros de selva define su palabra poética: “Yo, Dios y soy gusano, tecla y tinta de otro dios más fuerte”. En
una antología apenas accedemos a un fragmento de la obra de un escritor. Justo
es que los antologadores y los autores vayan poniéndose de acuerdo con qué
fragmento podría ser representativo de su obra, porque el trabajo literario de
los escritores evoluciona con el paso del tiempo, y las lecturas. Abrevan en la
vida cotidiana, como en los libros que comparten, esa búsqueda de la felicidad
como derecho inalienable en el cual parpadean los instantes de sus lecturas. En
el fragmento que expone Ángel Nimbé se observa el trazo de posibilidades
artísticas con los que se mira a la sociedad y la percibe. El sentir el
abandono y la búsqueda interior que no termina de fracasar. El desahuciado
hablante lírico de Nimbé no logra salir de la depresión que el mundo le impone:
la niñez, la familia, los amigos, los otros, la vida toda: “Este recinto blanco me sofoca. Debe tener el sabor del abandono. Con
esta esclavitud deben vivir los muertos.” La fallida esperanza que narra en
sus poemas Nimbé, huele a derrota, a miseria, al abandono en el que uno se
nutre cuando quiere llegar a lo más hondo de la tristeza. Uno percibe esa
presencia marina, ese olor oceánico que rodea a la península. El espíritu de
mar en el que la autora ha crecido, mar y religión como un viaje que se
complementa en la actualidad de su mirada: “Vengo
a ti como el rey de los ejércitos, para enfermarte como enfermé estas olas,
provocar un nuevo amanecer aún más oscuro. Hay otro mar allá, tras esas
sombras. Hay otro mar allá, cae en picada sobre la arista del cuadrado mundo.”
Habrá que evidenciar que la literatura no tiene genitalidad.
El género del autor no debe seguir siendo una validación para la creación
literaria. Toda vez que la literatura tiene como primer objetivo la
comunicación de ideas; con base en la estética, que cada quien determinará por
su habilidad lectora y su experiencia como creador, asimilando las estructuras
que mejor impulsen sus creaciones. Lo cierto es que, el género es una creación
social determinada con base en las significaciones de cada persona sobre los
infantes. El desarrollo de la literatura actual, contempla la validación de
dichos pulsos sociales, y no es sino la capacidad de asumir esa postura, como
cada autor se nutre de su entorno, y puede desarrollar su actividad creativa y
creadora.
Lo importante en este ejercicio antologador que hoy tiene
usted entre las manos, es el mostrar el trabajo de estos 12 poetas, afincados
en la península de Yucatán. Las diferentes posturas que cada uno recrea
mediante su intelecto, su capacidad para asumir sus lecturas, y la asimilación
del trabajo creativo en el que logra plasmar su pensamiento. La antología
Karst, solo aspira a reunirlos, a entregar parte de su obra ante los ojos
censores de amantes de la literatura. No tiene mayores pretensiones que validar
a los autores como escritores actuales de esta sociedad que hoy convive en la
conjunción de tres entidades federativas diferentes. Autores que se conocen
entre sí, y que caminan un tiempo y que por medio de este trabajo ha sido
posible retratar.
Abrimos con la excelente muestra poética de Daniel Medina, autor de capacidades
claras para la metáfora y la construcción del significante en cada verso.
Daniel Medina marcha atento sobre su voluntad creativa, diferenciando en el
oficio de escritor el momento justo para la lectura pausada, y para la escritura
como reflejo de la reflexión. Enseguida Ariel
López nos narra la contemporaneidad con esa soltura con que todo joven
platica hoy sobre las drogas, la muerte, la violencia como un juego de niños. Y
así mismo presenta en sus poemas esa fresca voz juvenil que tiene mucho de
grito, y esperanza a través de saber resistir y levantar la voz cuando hay que
hacerlo: “Voltéate periodista de arena, /
La playa se tiñe del calor de la tarde / y eres el ojo carnoso cuya pupila
absorbe”. Melbin Cervantes es el
poeta que canta, el poeta que cuenta, el poeta que continúa su búsqueda por un
lenguaje como persiguiendo al dios que hay dentro de las palabras, con la
finalidad de encontrarlo y ser así mismo dios. Con la fatalidad asombrosa de
matar al dios para ocupar su lugar como creador. La batalla que Melbin ha
comenzado se puede paladear en sus textos: “Sobre
ríos que no cesan / viaja el lenguaje.” El autor sigue sobre ese río, no
navega en él, se deja arrastrar e incluso nada entre esas aguas buscando las
orillas, buscando asentar el pie firme en la ribera. Ese perseguir el silencio
que todo autor requiere, esa búsqueda que jamás cesa: “Apagada lámpara, / en el olvido de la noche, / es la esperanza”.
Pasamos la hoja, y llegamos a la poesía de Ángel Fuentes Balam. Con dos obras en
su haber, Fuentes Balam ha demostrado que la poesía es material para la fuerza
del espíritu. Si alguien pretendiera decir que la poesía no sirve para nada,
Fuentes Balam le escupiría al rostro porque para eso igual sirve el poema. Para
escupirlo, para gritarlo, para golpear en la cabeza. Los poemas de Ángel
Fuentes Balam nacen de la certeza de tener los pies claramente asentados en el
suelo. Fuera los disfraces, fuera los trajes de corbata, hay que sangrarse los
músculos, lastimarse los nudillos en la construcción del verso, así, con esa
rabia: “Entre sombras / intento asir el
volumen de una garganta que siembra / un antiguo horror entre los hombres con
su grito / de impiedad y lumbre.”
La otra cara de la moneda poética la leemos en la obra de Ángel Augusto. Si Fuentes Balam es el
fuego que todo lo consume, Ángel Augusto es la flama que sabe moldear el acero.
Los poemas de Ángel Augusto son cantos y melodía, la mano que abre la bruma
para dejar que la luz llegue a los jardines. Sus poemas son la naturaleza, la
primavera que derrite las nieves e invita a la reflexión. Uno puede ver al
poeta caminando en los jardines, junto a los riachuelos, con el pincel en la
mano, dando color a toda la oscuridad que pudiera presentarse en el camino. El
hablante lírico que Augusto construye, no solo porta la luz, es la luz que hace
vivir a la rosa, la que hace brotar el agua de la roca. Y hasta de las
tinieblas de la tradición y el erotismo, el autor enmarca la claridad de su
espíritu: "Mi sexo soporta el peso
abrumador de tus caderas / Como el peso del mundo / Como el peso de todo lo
obsceno / Como el peso del gozo"
Damos vuelta a la hoja para entrar al mundo poético de Alejandra Sustersick. El trabajo de
Sustersick planea entre el amor, el desamor, el erotismo, y la amistad
inquebrantable. Las preocupaciones literarias de la poeta se perciben en la
autoconstrucción del Yo. Cada parpadeo-poema es un espacio físico y lírico para
que la imagen sea una parte del cuerpo. Su anatomía se encuentra desperdigada
entre los versos de su obra, haciendo de cada poema una estructura corporal
independiente en el que la autora enhila sus espacios vitales. La casa, la
ciudad, el espacio abierto, el paisaje, los elementos de la naturaleza: fauna,
flora, aire, agua, la energía se percibe en el trabajo que Sustersick nos
presenta.
Manuel Crespo nos recuerda la voz poética de
Fuentes Balam, al menos en la energía con la que se construye el discurso. En
el poema de Crespo vemos otro espacio mental creativo. Como escondiera la mano
izquierda mientras escribe el poema con la mano derecha, dejando la izquierda
para nuevas oportunidades literarias de sacar el aullido. Crespo es un autor
empeñado en que la literatura sea balsa para sortear el río de la vida. Leer a
Crespo es abrir el refrigerador, tomarse una cerveza, y leer con calma. Luego
tirarse sobre la pareja y llenarla de besos y mordidas al por mayor.
Para entrar al trabajo de Daniela Eugenia debemos permitirnos la ensoñación. Desde su primer
texto titulado 'Matices' la autora hace de la imagen su herramienta que invita
a mirar con los ojos de la poesía el caminar del hablante lírico a través de la
ciudad. Daniela podría situar su verso entre la poética de Ángel Augusto y
Melbin Cervantes. La suavidad y la cadencia del verso se palpan y en ese vaivén
prosódico se construye el sentimiento que termina por derramarse en la lectura.
La generación de nacidos en los ochenta cierra con el
trabajo de Anel May y de María Jesús Méndez. Los temas de
actualidad se presentan en ambas autoras. Los textos intimistas y confesionales
de Anel, brincan en la crudeza de la sociedad que se retrata. ¿Qué somos los
humanos sino los parásitos y la ruina de las demás especies? Aquello que no
queremos ver terminamos por espantarlo de nuestro camino. Y desde ese espanto
es de donde se convoca la realidad de la mirada de la autora. María Jesús
Méndez en cambio intenta conciliar su individualidad con una sociedad en la que
se sabe centrada. Busca dentro de su verso esquivar el encono social para
caminar con la cabeza en alto sobre el discurso de su voluntad: “Por momentos, ingenua / me visto de
sobreviviente.”
Esta reunión termina con el trabajo de Roberto Cardozo, un autor que usa el texto poético de manera más
coloquial. Aunado a sus influencias literarias, se ocupa de la actualidad, de
los problemas y dramas cotidianos: “La
noche te despedaza / te va desmembrando poco a poco.”
La constante en este grupo de autores acá reunidos es la
libertad, la multiplicidad de pensamientos y la diversidad de ideas. La flama
que no se extingue en la renuncia a lo establecido, a las autoridades. En Karst
se deja constancia de esa muerte de dios, que es la muerte de todo aquello que
pretende ser norma causadora de culpas, y se rompe con eso que busca doblegar a
los espíritus. Los autores antologados, parecen renunciar a ser víctimas y a
ser participes de odios. Se muestran resueltos a vivir y dejar vivir, a leer y
dejar leer. No intentan establecer fricciones insanas de valores arquetípicos,
sino que soslayan la imprecación del tiempo, sobre los pasados errores y se
ríen de todo aquello que intente limitarlos. Tal cual lo ha apuntado Mario
Pinda en su poema 'Discurso de un
ciudadano más': "Camaradas /
hermanos de huella / las calles nos pertenecen / Sangre quién sangre / (…)
Basta de resistir / es momento de avanzar a la victoria de pasos interminables
/ No vamos a respetar los semáforos que impusieron los invasores / patadas al
rojo hasta que sea verde / verde de nosotros // Camaradas / Descalzos y
valientes / aplastemos las banquetas de los invasores / el asfalto es de
nosotros / Recibamos el sol de la mañana caminando / ni un paso atrás / Sangre
quién sangre." El espíritu combativo es el que permea en las hojas de
esta antología, ese mismo espíritu que se narra en la aulas, que se dibuja en
el consumo de libros, obras de arte, filmes. Y sangre quien sangre, hay que
seguir caminando, sin más temores a la noche y a la oscuridad. Los autores
convocados en esta antología lo han ido descubriendo. Llevan el parásito de la
literatura metido entre los ojos, contaminando su sangre. Y solo el empeño
podrá decir a dónde habrán de llegar con este impulso que ahora se les brinda
al reunirlos y sacarlos a la luz de otros lectores. Porque en Yucatán las
antologías no han sido pocas. Las más recientes se pueden nombrar a partir de La voz ante el espejo, para continuar
con Nuevas voces en el laberinto, y llegar hasta el trabajo de Casi una isla, para ceder paso a la que
hoy tenemos ante nuestras manos.
La literatura en la península de Yucatán es de alta calidad
y tiene exponentes tenaces y de gran constancia. Por ello podemos establecer
que la década de los nacidos en los sesenta está representada en la poesía por Jorge Lara, José Díaz Cervera y Álvaro
Chanona Yza. En la narrativa por Carolina
Luna y Carlos Martín Briceño. La
década de los setenta en poesía está representada por Lourdes Rangel y Ena Evia,
y en narrativa por Will Rodríguez y Roberto Azcorra. Los nacidos en los
ochenta están representados en poesía por Manuel
Iris e Ileana Garma. Autores
cuya obra poco a poco irá formando parte del corpus de la literatura yucateca.
Y hay muchos más nombres a los que usted puede acceder con calma, y que nombrar
nos llevaría algunas cuartillas.
Alzan la mirada, y frente a ellos se vislumbra el camino de
una carrera literaria que tiene que ser recorrida. Ser escritor no es cosa
fácil. Ser escritor no es un disfraz para agradarle a un selecto grupo de
personas. Ser escritor es tener conciencia de la creación de personajes,
historias que formarán un mundo diferente, a donde viajarán aquellos lectores
que habrán de consumir un trabajo, en busca de hallarse a sí mismos. Ser
escritor es una gran responsabilidad que tiene miles de recompensas diarias, en
el conocimiento y la experiencia que implica la calma observación del mundo que
nos rodea. Ser escritor es, incluso, una gran carga que pocas veces deja
descansar. ¿Estás preparado para serlo? ¡Que el tiempo ponga en su lugar a los
poetas!
Poetas de la Planicie Kárstica :
Escritores de la Península Yucateca
en 2016 / Antología Reunida por: Adán Echeverría y Mario Pineda / 12 autores
nacidos entre 1975 y 1996
1. Daniel Medina. Mérida, Yucatán, 1996.
2. Ariel López. Guatemala, 1992.
3. Melbin Cervantes. Cancún, Quintana Roo, 1991.
4. Ángel Fuentes Balam, Mérida, Yucatán, 1988
5. Ángel Nimbé. San Francisco de Campeche, 1988.
6. Ángel Augusto Uicab. Mérida, Yucatán, 1988.
7. Alejandra Sustersick. Mérida, Yucatán, 1985.
8. Jesús Manuel Crespo Escalante. Temax, Yucatán, 1984.
9. Daniela Eugenia. Mérida, Yucatán, 1980.
10. Anel May Salazar. Mérida, Yucatán, 1980.
11. María Jesús Méndez. Mérida, Yucatán, 1980.
12. Roberto Cardozo. Yucatán, México, 1975.
Daniel Medina. Mérida, Yucatán, 1996. Cursa
estudios de licenciatura en Literatura Latinoamericana por la Universidad Autónoma
de Yucatán (UADY). Ha publicado Mímesis
para Gusanos (LCE, 2015). Premio Nacional de Poesía Joven Jorge Lara 2014
por Templo de la fiebre; Mención de
Honor en Premio Internacional Caribe-Isla Mujeres de Poesía 2015 por Casa de las flores (publicado en
colectivo junto a José Landa, Françoise Roy y Raciel Manríquez). Mantiene el
blog: ensayoprimitivo.blogspot.com
BREVE ESTUDIO SOBRE UN POEMA DAÑADO
y vemos que todo lo ya
visto
no era nada.
Miguel González Gerth
a)
Dejo caer
este poema
entre los pies
de los que ya no vuelven.
Lo dejo correr
como agua picada en la lengua
de los muertos: lo libero.
Olvido su nombre
y relación con la materia.
Él no busca la luz
ni la floristería;
prefiere a los parásitos.
Teme regresar
a la misma orilla en que
lo hallé mendigando,
teme los bautizos y las siembras.
Este poema
—potro desbocado,
gota de tumba,
tierra en embriaguez—
no sabe de vocablos.
Dice nunca haber oído sobre dioses,
mucho menos de pájaros.
Dice no conocer a los poetas.
b)
La luz no cae sobre este poema.
Hace mucho
que no llueven gotas de maná
por los rumbos:
árboles secos,
tesitura de ángeles
y rocas.
Una música de tundra
agita los pinos entumecidos.
La primera
raíz del verso
es herencia de un barco roto;
Barco débil que es montaña y desnudez,
barco que es una mujer dentro de otra.
c) interrupción
Este poema
toma muchas libertades:
ha drenado la médula
de esta página
—la preñez del verbo—,
ha incinerado la columna vertebral
de estos apuntes.
La idea inicial de este poema
ya no es clara.
Por tanto
debo destruirlo.
Ariel López. Guatemala, 1992. Licenciatura en
Biología por la
Universidad Autónoma de Yucatán. Con Violeta Azcona y
Fernando Vázquez fundó el taller literario Espías
de la interzona.
UN TRAZO DE MUERTE:
Allá viene lucifer,
cayendo con toda su orquesta iracunda.
Allá viene la carcajada repleta de dientes,
herido de guerra apunta en el delirio,
anciana derrumbando muros con un mazo
desnuda al fin sobre penumbras.
Allá viene la corrupción con su mano erecta
rosando las cuerdas que nos sostienen.
Gritaron todos el coro de la caída,
una lengua de fuego nos aplasta.
EL ARQUERO
Sus manos se tensan en
posición caligráfica,
sostiene el arco una vida
intermitente
en el horizonte.
Al destrabar el cerrojo
de llaves fugaces
la voluntad dispara
de los músculos un rayo.
Eriza el celeste en
ardiente silencio,
escapan los últimos
alientos de sus
jaulas rotas.
Calor derramado
en que descansa
la pluma,
su tintero de
corazones atravesados.
EL SACRIFICIO
para Mateo Peraza
Voltéate periodista de arena,
la playa se tiñe del calor de la tarde
y eres el ojo carnoso cuya pupila absorbe.
El que nota las marcas de grilletes en el cielo.
Voltéate periodista que se desmorona en la claridad teñida,
porque seguir esa mancha rojiza es seguir una senda hacia el
vacío.
Allá solo un tráfico fantasma de ficciones,
palabras malditas moviendo las olas y la espuma.
Es tu voz periodista de los miedos
la que fuerza el mecanismo del silencio,
amarre de los pueblos a su tumba despicada.
Voltéate y devuélvenos la sonrisa,
porque las miradas son tendones amarrados a barrotes.
Tus puños son de saliva y no de huesos molidos.
Abandona la caldera donde cocinan el destino de los hombres.
Allá dentro no hay horizonte sino muros de hierro y plomo.
No son de arena los gritos que hierven a fuego lento,
ni las carcajadas que machacan institutos y prisiones.
Son plumas que sobrevuelan el papel en blanco,
tinta roja, libre de la agonizante mezcla: agua salada.
Voltéate periodista de arena.
Más allá del sol abierto como costra, aureola de las almas
en pena,
hay un cuchillo dentando sobre tu cuello.
Esa playa de huesos molidos es una mano empuñando tus alas.
ELLOS ME VIERON A LOS OJOS:
Ese chico de allá vive a unas cuadras, vende chicharra.
Habla de los días perdidos en el pozo del tedio,
de abandonar el tiempo para dar más espacio a la luna,
lámpara que fisura los murmullos en el barrio.
Un deforme se tira en la calle 60 todos los fines.
Hace tiempo dejó de interesarse en el hambre.
Ahora su mirada vuela hacia destellos,
piernas bronceadas, faros anclados en manos sonámbulas.
Se dedica a navegar el calor que fluye sobre la brisa,
aliento de una ciudad que lo digiere.
Dos vagabundos en una banca intercambian sonidos que
podrían ser mero lenguaje.
Nosotros, los pájaros sin alas,
retenemos sus manos con la mirada.
Puede que no estén ahí realmente y solo queden sombras.
En aquella casa una santa bendice
el derrumbe constante de peatones sin mapa.
Delante de ella un templo gigante de barrotes y alabanza,
cuartel del cielo que impide migrar el cansancio a su reino.
La santa detrás de una reja, detrás de la noche.
Astillas, lanzas de precisión asceta.
Estacas de luz clavadas en la piel escamosa
del centro de una ciudad.
Trozos de vida mancillada que se mueven
en la marea de sudor.
Jinetes perdidos atravesando avalanchas
con el filo de su semblante.
Melbin Cervantes. Cancún, Quintana Roo, 1991. Ha colaborado en
revistas literarias digitales como Sak-ha
de la Escuela
de Escritores de Yucatán, Bistró
Magazine, literatura y poesía y Válvula
Magazine. En 2015 obtuvo mención honorífica en el concurso de poesía Flores
a Cozumel, y en 2016 segundo lugar de Narrativa Memorias de Una Isla. Autor de Las huellas que dejó el silencio (2016).
Actualmente radica en Cozumel.
EL LENGUAJE DE LA
PIEDRA
Sobre ríos que no cesan
viaja el lenguaje.
El castigo Agamenón es vestir de culpa.
Empapar nuestra frente de hiel
empujados por el frío de la noche
a un acantilado de pesadillas.
Comer el pan de la gangrena,
el beso árido
de la mortandad.
El jadear de los caballos es fuego latente.
Nos persiguen. Los jinetes y sus espadas.
¿Somos cobardes?
¿Habrá defensa para nuestras faltas?
El lenguaje de esta piedra que tenemos
por corazón: sólo sabe nombrar
vitupera lo sagrado.
El castigo Agamenón es ser nuestra propia ruina.
SIGO LAS HUELLAS QUE DEJÓ EL SILENCIO
atiendo en suspenso las voces de la playa
que llamean entre el fuego líquido del Caribe.
Leviatán desea jugar en estas aguas,
trayendo cantos y sollozos.
La gran serpiente baja sofocada de los muros
blanquecinos del cielo,
conmueve la marea; en su vientre,
nacen de espuma: golondrinas blancas.
Veo caras en la linfa agitada de los cangrejos de pardo
flabelo,
devorados por la clara serpiente.
Soy tan solo un rostro de brillo que dura el instante
vientre azul vertido al mar.
Entre piedras y silencios, la oscura noche vuelve,
paseando su vestido de marismas y vientos,
la marea me regresa a los restos calcinados de la playa.
Puedo seguir buscando, el cuerpo del silencio.
Lo encuentro agitando, borrando, las huellas,
repartidas en la médula de la arena.
PRIMERA NOTA
Un rayo para destellar el horizonte
enciende este poema
que está colgándose del cielo
Mira la redondez del mundo
entre la cálida cortina de la lluvia.
El mar está tranquilo, y te dice: «Detente».
Te detienes y me detengo.
La espuma brinca hacia nosotros
bañando nuestros muslos
presas de los pantalones color caqui
del trabajo nocturno en el centro comercial.
Queremos desnudarnos, pero no nos creemos tan libres.
Mis manos atrapan el canto de gaviotas,
lo guardan en tu templo de mármol
entre gritos que laten y golpean mis costados,
donde caen sobre la cama acuática
sin chapotear.
Hay algo demasiado confuso,
niebla,
en el vaivén de los botes,
está dentro de mí
y no deja iluminarme.
Me miras y me tomas de la mano:
«Algún día te compraré
un candelabro más hermoso
que la luna y las estrellas».
Hoy ya no estás más junto a mí.
EN MI CASA HAY UNA ZANJA CAVADA
para enterrar al mundo.
Para protegerlo de sí mismo.
Las pupilas no pueden mirar
más allá del abandono.
Solo se retuercen mirando
a la luna blanca sabotear
el baile de las estrellas.
Adelanto unos pasos con miedo
y trato de tomar al mundo
pero es imposible moverlo,
de su trono de muerte
y de su sueño de guerra y profecías.
En mi casa hay una zanja cavada
llena de lágrimas.
Ángel Fuentes Balam. Mérida, Yucatán. 1988. Director de
teatro, escritor y actor. Egresado de la Licenciatura en
Teatro de la Escuela
Superior de Artes de Yucatán. Autor de los poemarios: Melodía tu engranaje quieto, y Cruóris o la rabia que fuimos. Ha
publicado en las antologías “Pyramid”
U.S. Poets in México, NYC., “Small Claim
of Bones” Cindy Williams, University of Southern Maine, “Cuéntanos tu locura” Ediciones Arriba
del Pegaso, “La memoria de los días”
Ediciones O, “Dramaturgia Express I”
SEGEY. Ha sido colaborador de cuento, dramaturgia y poesía en revistas como “delatripa”, “JUS”, “Almiar”, “Sinfín”, “El
mollete literario”, “Círculo de poesía”, “Río Arriba”, “Ariadna-rc”,
“Morbífica”, entre otras. Ha trabajado como maestro en artes en escuelas
privadas y públicas, así mismo como profesor de teatro y creación literaria en
el CEAMA Yucatán.
que arrastra las últimas vacilaciones de mi cuerpo;
soy ola que golpea el gran peñasco de la soledad,
erosionando su piel, su angustiosa capa de caídos
dientes que recogió de mis soñares hoscos.
La noche no tiene brazos que sujeten mis hombros ni mi
nombre,
carece de manos que acaloren mi pelambre. Entre sombras
intento asir el volumen de una garganta que siembra
un antiguo horror entre los hombres con su grito
de impiedad y lumbre.
La noche no tiene brazos que sostengan el mundo,
ni dedos para hacer la cruz.
La noche no rodea, materna, mi espalda rota.
Los perros aúllan plegarias para extinguir la luna.
Entre amasijo de uñas y arena conservo las caricias de la
noche.
Nadie rasga los vidrios de mi habitación o mi opaca faz.
Yo recuerdo cuando le amputé los brazos: quiso amarme.
PESTILENCIA
Álgida penitencia tendrán los amorosos,
caracoles en cuyo laberinto sufre hambre
los niños del sueño,
cuando el aliento del diablo reconstruya la arboleda muerta,
desde sus sangrientas raíces hasta el fruto del saber.
Las estrías de la tierra son canales donde violenta pasa el
agua,
arrastra pueblos y héroes, canciones fundacionales y
encíclicas,
animales domesticados, huertos, corazones que anochecen…
Y en esa inexorable furia los cuerpos
luchan para no decirse
adiós.
¡Malditos los que se funden en secreto!
En vano intentarán resistir la tormentosa vejez.
Esta vida ruge como perra pariendo camadas de alfileres,
debería arrebatarlos en un torbellino de vergüenza y sal,
caracoles en cuyo laberinto sufren hambre
los
niños del tiempo.
Entre serpientes y lenguas nuestra piel madura,
sólo para cubrirnos de la miserable llama
que nos habría convertido en dios.
ARIADNE OCEÁNICA
A mi hija, Luz Ariadne
Fuentes Leyva.
Caí en el mar con las alas chamuscadas por el sol,
y profundo laberinto de ojos, me hizo hombre.
Una estampida de blancos elefantes
se extendía arriba del océano, surcando las montañas;
allende brillaba la ciudad fantasma que yo era,
vibrando hasta el infierno con sinfonía furiosa
que ninguna oreja oyó.
Y podía tocar las bestias de vapor, soplar la niebla
que se surge del aliento en los amantes rotos,
subiendo a la estratósfera e infectando el mundo;
amasar la campesina tierra cual si fuese barro simple,
curar la verde herida
de la madre, destrozar al antojo cada reino
en este valle
sin eco.
Todo fue minúsculo. Fui aquel dios que juega
a matar sus criaturas y reír al acto
para no llorar de soledad.
Navegando las constelaciones de la sangre,
de la ira y el amor, fruto de silencio
vuelto carne adusta que en el vientre se revela,
naciste con la muerte del invierno:
el frio has erradicado,
colocándote en lugar del astro rey.
Será entonces que podrán sobrevivir mis alas,
ya que tu calor
anima;
vierte en la naturaleza un hálito de magia
desde las microficciones de las mariposas hasta
la gran cumbre del Vesubio que extraña a su Pompeya.
Sé que mi corazón es un volcán
al que tus olas apagan dulcemente;
bastaría una gota de tus ojos
para extinguir mi sed, hasta que muera.
Respiras…
respiro…
Tu madre emocionada nos escucha.
Sabe que inhalamos el goce perpetuo de la lluvia,
que exhalamos nuestra pena para distender la piel;
ella y yo
somos manecillas de un reloj divino
cuya última hora
serás tú.
Endeble Atlas, cargo el mundo:
los árboles me susurran en la nuca
canciones que entonaré para que duermas;
los ríos escurren por mi espalda
y se evaporan al contacto
con las ardientes alas que me regalaste
luego de caer.
Me ofreciste un esqueleto nuevo y tibio,
músculos resistentes a las dentelladas de la vida
y este par de alas de fuego.
En ti convergen estrellas meridionales y boreales,
la energía de los polos, hielo eterno y magma puro;
además en tu saliva nadan las ballenas,
los gigantes calamares
que se tragaron mil antiguos barcos,
las tortugas de caparacho diamantino,
algunas sirenas del tamaño de mis dientes,
que, dentro de un nautilus,
edificaron un castillo en espiral.
Eres el centro de los centros ceremoniales,
el núcleo que regula el giro del planeta
—eres el agua en el cuerpo de sus pobladores—,
y la inmensa luz que hoy lo recubre.
Acaricio el lomo de aquellos blancos elefantes,
participo de tu grande estancia, de tu primacía;
me conviertes en dueño de la nueva creación:
este sublime sostener el universo
con mis dedos de niño atribulado
y —felizmente— en lacrimoso acto
alzar el vuelo, rebasar el laberinto,
fundirme, hija, en tus radiantes olas,
besar tu frente y con dolor paterno
hacerme, en la caída sin fin: hombre.
Ángel Nimbé. San Francisco de Campeche. 1988.
Poeta, periodista y promotora cultural. Estudió Literatura en la Universidad Autónoma
de Campeche. Actualmente cursa la maestría en Creación y Apreciación Literaria
en el Instituto de Estudios Universitarios. Becaria Pecda en su emisión 2012.
Autora de Las danzas de la serpiente,
premio estatal de poesía 2015.
LEPTOMAR (LAS BITÁCORAS DEL DESAHUCIADO)
DÍA PRIMERO. EL DOLOR Y LA LUZ
Me interno en un recinto blanco parecido al insomnio. Hay
brújulas que apuntan a mis venas. Me entierro en una leche espesa, papilla que
mis tías, con rostro informe y gris, servían de alimento.
Tengo el cuello rígido, congelado en un gesto hacia las
nubes. A qué sabrá la luz sobre lo blanco. Al tocarla con la lengua me derrite.
Tengo fija la mirada en las paredes y no consigo ver afuera
de mí mismo. Con esta luz deben vivir los condenados.
Recuerdo a medias, un relato de mi infancia, sobre monstruos
que poblaban los abismos, pero en éste solo habitan los espejos, ninguna cara
entre esas sombras reconozco.
Este recinto blanco me sofoca. Debe tener el sabor del
abandono. Con esta esclavitud deben vivir los muertos.
Antes de aquél entierro era octubre. Recordaba a mis muertos
con las velas que otros me enseñaron a encender. Estaban ahí los diablos a los
que me encomendó la abuela ─con sus colgajos rojos─ desde antes de mi
concepción.
Me pregunto si soy el único maldito de mi estirpe.
DÍA TERCERO
Salta el pez de la fiebre en los canales de las arterias.
Debería ser un celacanto, monstruo de épocas extintas atorado en los capilares,
rompiéndolos de uno en uno.
Mi cráneo ya no soporta su contenido. Más de un siglo de
antibióticos me duelen.
He decidido acabar conmigo. Me arrojaré en el siguiente
risco al estómago del mar. Busco ahora un precipicio entre las sombras. Tal vez
el pez interior, rabioso por la sangre, anhela la inquietud del agua.
Suero.
Reposan un instante las arterias, antes que un nuevo latido
las sacuda.
Debí hallar el mar hace mucho y destruirlo. Intentar beberlo
o vaciarlo en otra parte, como tratamos de exorcizar los miedos de la infancia,
el terror que nuestra casa se destruya y nos devore el fuego uno a uno, o que
acaso nos invadan otros rostros.
Así cómo intentamos vaciar esos miedos en los años para que
los olvidemos, aunque sepamos que siempre tememos la finitud, perder lo amado,
aunque tenga ya otro nombre.
Sueño.
Alguna vez mi madre dijo que debí matarla en su vientre. Que
fui como esos niños casi engendros de monstruos que aparecían en el insomnio.
Nunca creyó, hasta no verlo, que devorara las cabezas de las
aves, cuyas alas aún se agitaban en mi boca.
Mi mejor amigo tenía el cuerpo diminuto y delgado. Era un
niño blanco como solían ser las princesas de los cuentos. Tal vez cuando crezca
halle un hada y se case. Tal vez se acuerde de mí, que solía devorar los
corazones de los lobos.
Mi mejor amigo de la infancia se desmayaba a ratos. Mucho
tiempo bajo el sol le hacía desvanecerse. Solía cargarlo y correr hasta ponerlo
a salvo de las patadas de los otros que hacían leña del caído. Aunque su cuerpo
era extrañamente resistente.
Mi amigo solía saltar de los techos de las casas y siempre
caía de pie. Cobraba por el show lo que un paquete de galletas o un juguito.
Estoy seguro que de haberlo yo intentado algo en mi interior
se hubiera perdido. El pez de mis arterias no está hecho para soportar el duro
embate del asfalto.
Cómo arde.
Duele abrir los ojos, contemplar en un instante todo el
cauce de la vida, como dicen los creyentes que miran a los desahuciados.
En alguno de esos viajes veo las paredes de mi infancia, los
troncos rotos de árboles donde solía enterrar a los conejos.
Trato de repasar mi vida en un intento de convencerme que no
siempre fui un monstruo. Que alguna vez olí una flor para apreciar más sus
contornos, no para rellenar la piel de aquellos seres que se pudrían en el
patio.
Creo que mis intentos de felicidad ya fracasaron, murieron
desde la primera vez que abrí los ojos.
CUENTOS DE HADAS DESGRACIADOS
I
Mamá me dijo que el hombre de arena no es real,
que no morderá mis juguetes,
ni jalará mis pies si resbalo
cuando juegue en el columpio a medianoche.
No me arrastrará a su reino de morfinas
debajo de la cama
ni me convertiré en una de esas niñas
a las que a veces se les caen los ojos
que los rincones devoran.
Mamá me contaba cuentos
pero nunca creí en ellos demasiado
ni alcancé a oír uno con verdadero final.
Pero en mi sueño los caballeros morían
y otras batallas quebraban a las princesas.
Por la noche me despierto y pregunto por mamá.
Y no la encuentro.
La bruja gana, indefinidamente.
II
Ella había dicho que no temiera al rayo
ni a la oscuridad, que no vendrían
soldados a incendiar la casa,
ni los entes deformes
saldrían de los charcos de agua sucia.
Ella mentía.
III
Mamá me dijo que un día a todos nos llegaría la muerte.
Que un día ella, papá y el gato cerrarían los ojos.
me habló del último destino,
pero nunca mencionó el abandono.
Ángel Augusto Uicab. Mérida, Yucatán; 1988. Fue
incluido en la antología #ESCRIVIVE-PLAYA
(Greca, 2016). Ha publicado en revistas como: Revarena, Factum, Monolito, Cirrosis, Bitácora de Vuelos. Desde
marzo de 2016 participa en revista delatripa:
narrativa y algo más con su columna Koo´ten
Xook (Ven a leer).
PLENILUNIO
Sentado
en la cornisa
del tiempo
miro la flor
plateada
que se abre
en la noche.
EN DEFENSA PROPIA
Aclaro que maté a la rosa
no por sus espinas sino por bella
Tanta belleza
no cabe en las manos
ni en los ojos
Tanta belleza
a veces duele
Duele en los pétalos
en las manos
en las pupilas
Por eso
la estrujé entre mis dedos
con toda la fuerza
con todo el amor que puedo dar
Lloré
lo juro
y en el llanto
brotaron pétalos
espinas
hojas
el sentimiento de alivio
que solo la muerte
de algo que amas
y duele
y se duele
puede provocar.
X-TABAY
Al caer la noche
la cigarra canta
un fuego baila lento
una botella de licor
X-Tabay, mujer hermosa
tu piel de lirio
tu pelo como la noche acaricia tus pies
tus pechos cerros voluptuosos
Siento el deseo ilícito de tomar tu carne
siento tus manos descubriéndome
siento tu olor a x´tabentún que me embriaga
Los tecolotes que tienes por ojos se reflejan en mis ojos
Mi sexo soporta el peso abrumador de tus caderas
como el peso del mundo
como el peso de todo lo obsceno
como el peso del gozo
Tus cabellos, látigos que surcan mi espalda
tus uñas, espinas que se clavan en mis hombros
tus dientes, pencas de henequén atraviesan mis labios
La noche me aplasta
deja caer su obscuridad sobre mí
Por la mañana
por la mañana el rocío de la ceiba
hormigas rojas brotan de mis llagas.
CUANDO SE ACEPTA AMAR, SE ACEPTA SUFRIR
El amor:
son tus lágrimas
pétalos de rosa
atardecer
que llenan el cuenco
que forman mis manos.
LIBÉLULAS
Alguien viene de noche
y reemplaza mis ojos
por un par de libélulas
Las libélulas
mis ojos
mis oji-bélulas
besan el reflejo de la luna
en los espejos de agua
Y los cuencos donde pertenecen
mientras tanto
quedan vacíos
Mis oji-bélulas
no regresan
hasta que el frío matutino
casi congela sus alas
Cuando retornan
se posan pétreas
entre mis párpados
como si nada pasara.
(Continuará)
Currículo de Adán Echeverría en esta misma revista
Realidades y Ficciones Nº 26.
Email: adanizante@yahoo.com.mx
Ensayo
EL YO POÉTICO
Lo que está en la voz
Estela
Barrenechea ©
Soy otra como parte de las gemas de
sangre pisoteada
que oxidan la intemperie.
Voces de la vergüenza dentro de mí.
E.B.
Jorge Boccanera |
Siempre he supuesto, en medio de las dudas y de los diversos criterios que me han proporcionado las distintas lecturas, que los nombres en la poesía no tienen un significado definido ni pertenecen a un tiempo o a un espacio histórico determinado.
Juan Gelman |
Ezra Pound |
Cuando he pensado en el arte poético, me ha obsesionado la idea de que este
trasciende el tiempo y se instala en el antes, en el presente y en el después
del que escribe. Ocultas en el interior del poeta circulan desencajadas voces.
Él, al escribir sus versos y darles forma, sin lugar a dudas transmite el
secreto de su mismidad. Mismidad que trasunta el deseo que habla en la
escritura. Tal vez sea por las múltiples influencias que el autor literario
recibe a lo largo de la vida que, en el momento de la escritura, la voz poética dibuje una sinfonía hecha de palabras que manifiestan la tensión que sufre el yo poético al saberse en su singular multiplicidad; él no es un sólo yo sino varios. Pensar que el yo no es el mismo
de un momento a otro nos sumerge en el abismo de la creación; su secreto radica en que la obra de arte no pertenece a un solo e identificado autor. Este no cobra importancia como personaje real de un
tiempo histórico determinado, sino que sólo su nombre queda pegado a la obra.
¿Qué sería Madame Bovary sin el nombre Flaubert? ¿Qué sería En busca del tiempo perdido sin el nombre Proust? ¿Y qué sería La metamorfosis sin el nombre Kafka? A partir de esta idea, no creo que sea extravagante pensar como no importante al autor de poesía incluyendo a la poesía en un todo literario.
“La obra que tenía el
deber de traer inmortalidad recibe ahora el derecho de matar, de ser asesina de
su autor. Vean a Flaubert, a Proust, a Kafka. Pero hay algo más: esta relación
de la escritura con la muerte se manifiesta también en la desaparición de los
caracteres individuales del sujeto escritor; mediante todos los ardides que
establece entre él y lo que escribe, el sujeto escritor desvía todos los signos
de su individualidad particular; la marca del escritor ya no es más que la
singularidad de su ausencia.”
¿Qué sería Madame Bovary sin el nombre Flaubert? ¿Qué sería En busca del tiempo perdido sin el nombre Proust? ¿Y qué sería La metamorfosis sin el nombre Kafka? A partir de esta idea, no creo que sea extravagante pensar como no importante al autor de poesía incluyendo a la poesía en un todo literario.
Quisiera poner en palabras y hacer míos los dichos de Michel Foucault en la
conferencia dictada ante la Sociedad Francesa de Filosofía (“¿Qué es un
autor?”) de fecha 22 de febrero de 1969:
Michel Foucault |
Gustave Flaubert |
Marcel Proust |
No quisiera soslayar en este pequeño trabajo la obra de Borges, que, a lo largo de sus cuentos, cuestiona a la figura del autor como un yo que no cambia. Para no extenderme, me refiero a El hacedor (1969) donde en su trabajo “Borges y yo” aparece el
problema del desmembramiento del yo. Veamos las últimas
líneas del cuento:
No sé cuál de los dos escribe esta página. [2]
No me gusta pensar el origen de la creatividad ni de las
voces que surgen en el poema, puesto que creo que lo azaroso de la vida es lo
determinante en el tramado de los nombres poéticos. Distintas situaciones a
nivel mundial, como guerras, pestes o pobreza extrema, son efectos
determinantes en cualquier humano que hacen a la escritura de este. Ahora bien,
para aclarar este pensamiento que no pretendo afirmar como una verdad absoluta,
sino que simplemente es parte de las creencias que sustento relacionadas con la
creación, me atrevo a decir que el que se dedica a cualquier arte y en el caso
que nos ocupa, a la poesía, escribe versos inmerso en la época
histórico-cultural en la que vive, y esto es también puro azar como que tenga o
no dones creativos. El misterio radica en que nunca el creador sabe por qué un
torrente de voces, colores, sonidos y más hablan en él y se desprenden de él
generando forma en la obra de arte.
Fernando Pessoa |
Si regreso al trabajo poético concerniente a esta mínima exposición,
la presencia de lo que hay o de lo fáctico (el hecho real) está mediada por el
sentido que le damos a las cosas vividas y estas no escapan al imaginario
social de la época en la que el poeta vive. El personaje escritor tiene
importancia por su búsqueda de un nuevo sentido, pero no la tiene como hombre
real de su tiempo. Es la partitura del alma del poeta, con sus conmociones, emociones, sentimientos, ideas y pensamientos, la que otorga una dimensión trascendente y que hace a la esencia de la obra poética. El alma (llamémosla psiquis,
espíritu o como queramos llamarla) se hace letra en el poema y produce diversas
y múltiples connotaciones. Como ya dije al comienzo de mi exposición, siempre
me ha alentado pensar que el significado de cada palabra es polisémico y tiene
como su mejor posibilidad el sentido que cada lector le confiere.
El diálogo que
el poeta establece con un posible lector enriquece la obra y esta se desprende
del autor. La obra habla por sí misma. El propio personaje literario, sea
poeta, narrador o lector como diría Borges, dialoga con una voz siempre
misteriosa y ajena para poner en forma escritural sus deseos; y su escritura
está formada no solamente con la forma y el ritmo que esta le exige, sino
también por las manos que delinean en la tinta su propia carne, sus propios
huesos, todo su ser convertido en palabras que mientan sensaciones,
sentimientos, sueños, experiencias y deseos.
Arturo Carrera |
Arnaldo Calveyra |
El hilo que une al poeta con el mundo, su poesía, lo ata con
las cosas y también une las cosas con sus palabras. Esta conexión produce el
hecho artístico. La creación es, a mi entender, la fuerza de una pasión
transmutada que, instalada en el creador, provoca instantes singulares que
penetran en el cuerpo-memoria del que escribe. Arturo Carrera, en su trabajo Ensayos murmurados, evoca las palabras
del gran poeta argentino Arnaldo Calveyra, diciendo que la poesía es, sin duda,
también la memoria: “memoria de una
intensidad perdida” [3]. También dice Carrera que “el poeta habla en su yo poético de un
presente inmemorial: el presente” [4].
¿Qué es lo que le ocurre entonces al poeta? Él se encuentra
tomado todo entero por la intensidad de la experiencia de un tiempo pasado que
regresa al presente y que absorbe junto a su propia voz las voces de otro
tiempo y de su tiempo. A mi entender, el yo poético vuelve su rostro hacia el
pasado y, en los instantes en los que escribe, recompone las voces que crecen en
él en forma desmesurada, provocando que el escritor roce el mundo que lo rodea
y que con sus palabras escriba el poema. ¿Estas no son acaso una red táctil de
ideas y sensaciones puestas en un lenguaje que es indiferente al que lo
escribe? El poeta tanto como el filósofo tienen su destino afectado por el
asombro de un universo que no conocen, pero que es su primera guía. De este
asombro tal vez salga su don poético que nos va a hablar de su deseo y de la
pasión que lo domina en la aventura de vivir.
Franz Kafka |
Lo notable es que el poeta no sabe nada de su profunda
mismidad, se pierde en lo cotidiano para lanzarse hacia el misterio del mundo.
Él, al extraer del silencio nombres, conjura lo que niega, la fuerza del dolor
y el hermetismo de la tragedia, para dar lugar al deseo de vida que se abre en
él para romper un tiempo de dolor y de muerte con la siembra de un nuevo
sentido en los nombres poéticos.
La escritura se convierte, entonces, en un gesto de
resistencia al intentar ofrecer un vuelo de luz para mitigar la angustia de la
finitud y salir de la oscuridad. No interesa que las formas poéticas, rítmicas
en sí mismas, sean bellas o no bellas, comprensibles o no; lo importante es que
manifiesten un sentido ante una realidad que se presenta dislocada. El gesto
sublime de la poesía da una impronta revolucionaria al trabajo del poeta y
también al que lo lee, puesto que el poema deja una huella formal que se abre a
un nuevo universo de sensaciones.
Pienso que el lenguaje en la escritura huye del que
escribe y no deja de perseguir al que lo lee. El poeta forcejea entre las imágenes de su tiempo y su traslado al papel; son obsesiones que se organizan en la letra. Aún cuando al escritor lo sobrevuele un universo de dolor y esté inmerso en el mundo de la vida, cada poema escrito en la fugacidad de la existencia es parte de una práctica sublime que templa su estar en la tierra.
[1] Boccanera, Jorge, Confiar
en el misterio. Viaje por la poesía de Juan Gelman, Editorial Sudamericana,
Buenos Aires, 1994, p. 234.
[2] Borges, Jorge Luis, edición dirigida y realizada por
Carlos V. Frías, “Borges y yo” en Obras
completas de Jorge Luis Borges, Emecé Editores, Buenos Aires, 1974, p. 808.
[3] Carrera, Arturo, Ensayos murmurados, Mansalva, Buenos
Aires, 2009, p. 48.
[4] Op. cit., p. 56.
Currículo de Estela Barrenechea en:
http://revista-realidades-y-ficciones.blogspot.com.ar/2015/12/en-breve-revista-literaria-realidades-y.html
(Revista RyF Nº 23)
Email: estelabarrenechea@gmail.com
LAS ANTÍGONAS Y LA VERDAD
PRIMERA PARTE
Queridos amigos:
Quiero comenzar esta exposición recordando algo de mi
juventud. Allá por la década del ‘60 tuve la suerte de frecuentar la casa de un
excelente escritor argentino, hoy muy poco recordado. Alfredo, que así se
llamaba, poseía una hermosa biblioteca en donde los más variados temas estaban
presentes.
Aparte de los libros, lo que daba un tono muy especial al ambiente
era una colección de pequeñas figuritas que estaban distribuidas por todo el
lugar, especialmente en los bordes de los estantes de los libros. Según supe,
mi admirado escritor, las había ido encontrando a lo largo de sus viajes por el
mundo. Las había, según nos contó a un grupo de muchachos amigos, japonesas,
rusas, españolas, alemanas, americanas y de países de los que yo, por aquel
entonces solo tenía escasos conocimientos. Lo mismo que hoy.
Antígona de Frederic Leighton (1882) |
Las pequeñas figuritas eran de madera, plástico, cerámica y
de los más insólitos materiales que no pude ni puedo identificar. Lo cierto es
que a pesar de su pequeñez y tal vez por su cantidad le daban a la biblioteca
de Alfredo un aire encantador, con un cierto toque de misterio. Eran pequeñas lechuzas.
Para los que tenemos el hábito de frecuentar la filosofía,
nos resulta sumamente simpática esta noble ave después que Hegel la
inmortalizara diciendo que el pájaro de
Minerva solo alza el vuelo al atardecer. Desde entonces este símbolo de la
sabiduría ha pasado a ser algo así como el logos,
sino de nuestra profesión, por lo menos de nuestras aspiraciones.
Algunos ya se estarán preguntando a qué viene todo esto.
Otros seguro que sospecharán que algo me traigo bajo el poncho.
Antígona y Polinices de Nikiforos Lytras (1865) |
Los libros de Alfredo, como los de cualquier biblioteca, nos
dan una versión de la realidad, siempre parcial. También nos transmiten los
deseos y las esperanzas que se han ido forjando a lo largo de los siglos. Es
frecuente que lo que dice uno sea negado o corregido por otro. En fin…
No existe ningún libro que nos dé la totalidad de la Verdad (con mayúscula),
únicamente tenemos pequeñas zonas de probables verdades (con minúsculas),
representadas por la pluralidad de las pequeñas lechuzas de Alfredo.
Si tomamos, por ejemplo, los mitos, esta afirmación se torna
más que evidente.
Los mitos son relatos de orígenes antiquísimos que, si los
sabemos interpretar, suelen darnos versiones de la realidad asombrosas. De
ellos solo diré que siempre son funcionales a los grupos que los adoptan. Es
frecuente, entonces, que de un mismo mito existan versiones diferentes o con
significados que alcanzan su sentido solo a partir del grupo que lo ha
adoptado.
Lo mismo que mi admirado escritor, también me constituí en
un coleccionista. Desde hace un tiempo colecciono Antígonas.
Mi propósito manifiesto es mostrar cómo el mito de Antígona
alcanza significaciones diferentes a través de los tiempos o de distintas
interpretaciones. Mis otros propósitos los dejo liberados a la buena voluntad
de los que me lean.
La primera fuente que tengo en mis manos es Los siete contra Tebas, de Esquilo. Se
cuenta aquí la lucha desencadenada por los hijos de Edipo, quienes se disputan
el mando de la ciudad.
Esquilo Mónica Villarreal (2016) |
Es mostrada desde el punto de vista de Eteocles que, atacado
por su hermano Polinices, pretende asumir el mando de la ciudad, que según
habían convenido después del exilio de Edipo, sería ejercido en forma rotativa.
Pero al cumplirse el plazo en que debía ceder el trono a su hermano, Eteocles
se lo negó, Por lo cual Polinices tuvo que huir. Pero gracias a que consiguiera
casarse con la hija del rey de Argos pudo regresar a Tebas para reclamar lo que
era su derecho. Las siete puertas de la ciudad son atacadas en forma denodada
hasta que ambos hermanos deciden enfrentarse en singular combate. La lucha
concluye con la muerte de ambos. El Consejo de Tebas decide que Eteocles sea
enterrado con honores, no así Polinices, cuyo cadáver permanecerá insepulto.
Sin embargo, Antígona (hermana de ambos) toma la firme decisión de darle
sepultura. El coro de mujeres tebanas que ha acompañado toda la acción se
divide. Una parte acompaña a Antígona a enterrar a Polinices; la otra asistirá
a los funerales de Eteocles. Hasta aquí Esquilo.
Conviene en este momento, pacientes amigos, aclarar algunos
significados que nos serán muy útiles dentro de poco.
Numa D. Fustel de Coulanges |
Para los griegos antiguos, la casa no era solo el lugar
donde vivir sino, también, el ámbito sagrado por excelencia, donde se oficiaban
todos los ritos dedicados a los antepasados y dioses familiares. El lugar en
donde debía arder permanentemente un fuego sagrado en su honor.
En cuanto a los ritos fúnebres nos dice:
“Es corriente ver en
los antiguos escritores cuánto atormentaba al hombre el temor que después de su
muerte no se observase bien los ritos funerarios. Era esto origen de constantes
inquietudes, y más que la muerte se temía a la privación de sepultura, porque en
ello iba el descanso y la felicidad eterna.”
Quien retoma la acción es Sófocles, en Antígona.
Sófocles Mónica Villarreal (2016) |
Es su hermana Antígona, quien, asumiendo la ley arcaica y no
escrita, realiza, aunque de un modo precario, el rito fúnebre. Ante esta
desobediencia, el nuevo mandatario, la condena a ser encerrada de por vida en
una cueva.
Antígona, ante la frustración de su destino de casarse y
tener hijos, se ahorca con su propio velo. Hemón, su novio e hijo de Creonte,
entra en la cueva y se mata con su propia espada. Su madre, Eurídice, esposa de
Creonte, al contemplar a su hijo muerto, también se suicida.
Una pregunta que me parece pertinente que nos hagamos es la
siguiente: ¿Qué enseñanza o mensaje quería transmitir Sófocles a los
espectadores atenienses de su época?
Para entender esto tomaremos dos conceptos propios de la
cultura griega: Sophrosyne y Hybris.
Sophrosyne significa el orden, o cuando todo está en su
sitio; Hybris, es la desmesura o el estar fuera de lugar. Ambos conceptos
juegan tanto en el sentido individual como en el social.
De acuerdo a estas categorías quien está obrando con
Sophrosyne es Antígona, dado que respeta los mandatos de las antiguas leyes,
Creonte, en cambio, es quién obra con Hybris, dado que, no solo las ignora,
sino que crea un nuevo orden.
Interpretado de este modo, resulta clara la intención de
Sófocles de mostrar a sus conciudadanos las terribles consecuencias que traen
las innovaciones o las alteraciones sociales. Así se lo hace saber Tiresias, el
adivino ciego, quien le vaticina los terribles males que sucederán si persiste
en su actitud.
El gran Eurípides en Las
fenicias retoma casi toda la historia de la familia de los Ládbacos y
altera mucho de los acontecimientos. En esta versión, Antígona no cumple la
tarea de enterrar a su hermano, por lo tanto el conflicto que nos preocupa no
se da.
¿Cabe, sin embargo, interpretar de otro modo o desde otra
perspectiva los acontecimientos que venimos reseñando? Creemos que sí. Esto es
fundamental, no solo para la interpretación, sino también para todas las
reelaboraciones que se puedan dar a posteriori en distintos ámbitos o culturas.
Recordemos que Aristóteles trata el tema moral entre otras
obras en su Ética Nicomaquea. Aquí,
al hablar de las virtudes, las divide en éticas y dianoéticas. Estas últimas
son el más alto desarrollo intelectual desde donde se fija el bien supremo para
el hombre que es el placer que da la contemplación de las verdades cósmicas.
En cuanto a las virtudes éticas, este es el plano de las
virtudes que se logran mediante el ejercicio del hábito y la educación y que
están destinadas a controlar los excesos de los deseos corporales o las malas
disposiciones del espíritu. Es aquí donde Aristóteles establece el principio
del término medio
Así, en una situación de peligro, por ejemplo, el estallido
de un incendio, unos, pensando tan solo en su seguridad huirán: son los
cobardes; otros, tratarán de salvar los bienes en peligro, pero sin tener en
cuenta su propia vida: son los temerarios.
Para Aristóteles ninguna de estas dos actitudes tiene valor
ético. La que sí lo tiene es la de aquellos que tratan de salvar lo que se
pueda, pero sin poner en peligro la propia seguridad: son los valientes
En este caso, cuando se trata del nivel de lo individual,
preservar la vida es un valor fundamental.
Pero, cuando lo que está en juego es la seguridad de la
colectividad, como en el caso de una guerra, debe ser un honor estar dispuesto
a morir en defensa de la ciudad.
Si evaluamos con estas categorías a los principales
personajes de esta tragedia encontraremos que Creonte, al no permitir que
Polinices sea enterrado, obra con desmesura y sin tener en cuenta los males que
esta medida traería como consecuencia: es el temerario. Ismene, la otra
hermana, no quiere hacerse cargo del mandato familiar: es la cobarde. La única
que lo asume es Antígona. Es ella la que comprende que no solo está en peligro
el alma de su hermano, sino que también están en peligro los principios de la
familia: es la valiente.
Amigos, entraremos ahora a considerar otra interpretación
filosófica, la que Hegel hace de la
Antígona , de
Sófocles.
Georg W.F Hegel |
Como todo el mundo sabe, su filosofía consiste en mostrar el
desarrollo dialéctico que parte del estado de abierto propio del hombre, es
decir de su posibilidad de percibir el mundo, que se va desplegando a través de
distintas formas de la conciencia, hasta llegar a integrarse en el Espíritu
Universal, único y supremos sujeto de su sistema.
A lo largo de este camino, en un momento dado, la conciencia
se descubre a sí misma, es decir se transforma en autoconciencia. De las
múltiples consecuencias de esto tomaremos algunos elementos fundamentales que
Hegel describe con respecto a las relaciones establecidas en la familia
arcaica. Divide el desarrollo de la autoconciencia: por un lado la de la mujer
y por otro la del hombre. Para él el ámbito de la mujer es el de la casa y está
apegada al culto de los dioses lares y al respeto de sus leyes. Su desarrollo
se concreta en el amor y la piedad. El ámbito del hombre, en cambio, es el de
la polis y su desarrollo, en tanto
autoconciencia, se plasma en el dictado de leyes destinadas al bienestar de la
ciudad.
Dado el desarrollo dialéctico de todo, estas dos maneras de
organización (el de la familia y el de la polis) van a entrar en conflicto.
Dice Hegel en su Estética:
“[Antígona es]... una de las más sublimes obras de todos los tiempos,
primorosa bajo todos los aspectos. En esta tragedia todo es consecuente: están
en pugna la ley pública del Estado y el amor interno de la familia y el deber
para con el hermano. El pathos de Antígona, la mujer, es el interés de la
familia; y el de Creonte, el hombre, es el bienestar de la comunidad.
Polinices, luchando contra la propia ciudad patria, había caído ante las
puertas de Tebas; y Creonte, el soberano, a través de una ley proclamada
públicamente, amenaza con la muerte a todo el que conceda a dicho enemigo de la
ciudad el honor de los funerales. Pero Antígona no se deja afectar por este
mandato, que se refiere solamente al bien público de la ciudad; como hermana
cumple el deber sagrado del sepelio, según la piedad que le dicta el amor a su
hermano. A este respecto apela a la ley de los dioses; pero los dioses que ella
venera son los dioses inferiores del Hades, los interiores del sentimiento, del
amor, de la sangre, no los dioses diurnos del pueblo libre, consciente de sí, y
de la vida del Estado".
Lo trágico para Hegel que tanto Antígona como Creonte tienen
un ámbito racional que los avala. Ambos son héroes.
En los dos puntos anteriores hemos visto dos
interpretaciones de carácter filosófico que tratan de descifrar el sentido del
mito, veamos ahora cómo en distintas épocas y circunstancias ha sido utilizado.
La versión que trataremos ahora es la de Jean Anouilh.
Debemos tener presente que desde el día de su estreno ha sido ampliamente
discutida. Personalmente creo que lo que la hace interesante es su ambigüedad,
muy parecida a la ambigüedad que caracterizaba a su autor. Anouilh no parece no
haber apoyado al gobierno pro alemán de Pétain pero tampoco apoyó el llamado de
De Gaulle a la resistencia. Esto le trajo inconvenientes luego del fin de la
guerra dado que se empeñó en vano en salvar al Robert Brasillach, un escritor
fascista, fusilado el 6 de febrero de 1945 por colaboracionista.
Jean Anohuil |
El concepto más importante para entender su obra es el de
teatralidad. Su formulación es sencilla: Todos tenemos que cumplir un rol. A
medida que vayamos entrando en su obra podremos ir desentrañando su significado.
Como en la tragedia de Sófocles, su Antígona realiza el rito
funerario de su hermano Polinices. Cuando Creonte se entera, a pesar de la ley
que él mismo ha establecido, trata de salvarla. Le pide que no diga nada y está
dispuesto a hacer desaparecer a los guardias que la han capturado. Ante esta
propuesta, ella se niega
Creonte entonces le explica la inutilidad de su sacrificio.
No se trata de que uno sea un héroe y el otro un traidor. Los dos fueron dos
crápulas que vivían sin importarle nada de los demás. Su pelea no fue para
defender a la patria o reivindicar un derecho. Simplemente fue un ajuste de cuentas
personales. Además, no existe ninguna certeza de que el cadáver inhumado sea el
de Eteocles, ya que el que él eligió para la ceremonia era el que estaba menos
destrozado. Todo no ha sido más que “teatro” para conformar al pueblo.
Aquí es donde la figura de Creonte parece estar inspirada en
Pétain ya que muchos piensan que su colaboracionismo era en realidad un plan
estratégico para salvar a Francia de la destrucción o que el poner la economía
al servicio de los alemanes estaba destinado a evitar las deportaciones de
miles de obreros.
Es decir, Creonte es un político y como tal se ve en la
obligación de crear ficciones para que la vida parezca tener algún sentido. Sin
embargo, lo que le está mostrando a Antígona es el revés de la trama. En la red
de esas tramas es en donde cada cual debe desempeñar un rol. Alguien debe
empuñar el timón y reinar, aunque no le guste. Así es que, a Antígona, mediante
las palabras de Creonte, se le revela lo que será su vida futura. Las
maravillas que vivió cuando niña, se irán transformando en cosas horribles y
los seres que amaba en verdaderos monstruos. El mismo amor que ahora siente por
Hemón, su novio, se irá desgastando por la indiferencia. Y todo rol que deberá
encarnar en lo sucesivo será una mentira. Esto lo vive Antígona como una
radical falta de libertad que transforma la vida en algo sin sentido. Es por
eso que elige el suicidio.
Para estos años el existencialismo francés estaba naciendo.
Camus había publicado El mito de Sísifo
donde plantea el suicidio como una de las posibilidades de escapar al absurdo
que es la vida. También Sartre había publicado La náusea, en donde la vida se presenta también como un absurdo.
Pero la diferencia fundamental de Sartre es que el hombre está condenado a la
libertad. Desde esta perspectiva, Antígona estaría atrapada por la mala fe con que Creonte trata de justificar sus
acciones.
Digamos que para Sartre la mala fe consiste en evadir las
decisiones que tomamos mediante el uso de nuestra libertad buscando causas
externas que las justifiquen y nos eximan de nuestra responsabilidad.
Queridos amigos, en una próxima publicación veremos otras
versiones de Antígona.
Bertolt Brecht, Leopoldo Marechal, Griselda Gámbaro y Lacan
serán nuestros invitados.
Hasta la próxima.
Currículo de Agustín Romano en esta revista Realidades y
Ficciones Nº 26.
Email: polis_literaria@yahoo.com.ar
Y algo más…
Gustavo Flores Quelopana ©
Una buena filosofía
comienza con la duda
y nunca termina con la obstinación.
Abate Galiani
¿Es posible una filosofía simbólica?
¿Solamente mediante el concepto se ejerce el filosofar? ¿Acaso en toda
representación no está presente el símbolo? ¿Se puede filosofar mediante el
simbolismo poético y el metaforismo radical? ¿Si lo que asedia a la existencia
humana es más grande que lo conocido, no le está más cercano a lo desconocido
el símbolo? ¿Nace la filosofía simbólica de la incertidumbre de la existencia
humana? ¿Está el símbolo vinculado al comienzo mismo de la filosofía que nace,
antes del asombro, de la conciencia desgarrada de la realidad? ¿Nace la
filosofía de la necesidad de simbolizar un estado de ánimo de separación
respecto a la naturaleza y a lo divino? ¿No es acaso el filosofar mismo un
símbolo primordial de una criatura que siente su propia nada ante esencias
finitas e infinitas? ¿Acaso no entra en su eclipse más hondo el simbolismo
primordial o filosófico cuando la conceptolatría de la razón culmina en un
inmanentismo relativista y nihilista? ¿Sin embargo, no es acaso el símbolo y la
metáfora el mejor modo de filosofar por cuanto hay que nombrar lo innombrable,
y porque la filosofía no puede partir de lo obvio sino que tiene que
justificarse? ¿Cómo excluir el símbolo del filosofar cuando la filosofía no es
un asunto exclusivo de los conceptos, sino que tiene mucho de empresa personal,
dramatismo, novela y angustia existencial?
Estamos acostumbrados a
pensar que la filosofía es un ejercicio eminentemente conceptual, haciendo casi
una identificación entre la filosofía y el concepto. En la concepción
occidental de Filosofía ésta es aquella que nace en Grecia, es racional,
metódica y separada de la religión. A esta forma de definición se la ha llamado
definición monocultural de filosofía, a saber, la filosofía es la filosofía
occidental. En esta concepción queda excluida la filosofía china, hindú y de
otros orbes culturales antiguos. En la concepción posmoderna la filosofía es un
metarrelato occidental, que perpetua el paradigma del Viejo Mundo al declarar
inconmensurables a las culturas. La definición intercultural de la filosofía
denuncia como ideológico la universalización de la filosofía occidental, pero
la reduce a una experiencia viva, inculturada, propia de la experiencia vital.
Es decir, la confunde con la cosmovisión o el impacto psicológico-emotivo del
mundo.
Raimon Panikkar |
En otros términos, la
palabra “filosofía” es de origen griego, esto es, no es un término
transcultural, pero existe un sentido intercultural del fenómeno antropológico
de la filosofía que atiende al quehacer filosófico mismo y que va más allá del
descubrimiento de los equivalentes homeomórficos en cada cultura. A mi modo de
ver tal sentido intercultural está relacionado con una situación antropocósmica
singular, a saber, el quehacer filosófico está relacionado antes que con el
asombro, con la conciencia desgarrada de la realidad, con la conciencia de
nuestra situación finita y de separación respecto a la naturaleza y a lo
divino. El filosofar sería así un símbolo primordial de una criatura que siente
su propia nada ante esencias finitas e infinitas.
Benedicto XVI |
¿Cuándo comenzó todo esto?
Yo me atrevo a pensar, según los testimonios de la arqueología y de la
antropología, que el oscuro origen se remonta cuando el homo sapiens honró a
sus muertos, es decir vamos hacia a la prehistoria de la humanidad. En otras
palabras, el hombre es una criatura filosófica no por un accidente cultural,
sino por la constitución misma de su ser, que siente la oquedad desconcertante
de su existencia en medio de la oquedad del mundo que lo asedia y no cesa de
interrogarlo. De modo que en la noche de los tiempos el origen humano de las
preocupaciones religiosas, por ejemplo, estaría la especulación filosófica
nacida de la incertidumbre de la existencia misma. En FMM a esta experiencia
radical del vivir humano su desgarramiento existencial lo llamó la condición
ontológica del filosofare.
Pero ¿cómo puede servir lo
simbólico al reflexionar de la filosofía? ¿Cómo operan sus mecanismos
gnoseológicos y qué influencia tiene en una teoría epistémica general? En este
punto la filosofía crítica de Kant nos brinda reflexiones muy valiosas.
Inmanuel Kant |
Las consideraciones
kantianas nos permiten afirmar que una filosofía simbólica sería eminentemente
intuitiva antes que discursiva, estaría llena de expresiones sin esquema para
el concepto, sino sólo opera con símbolos para la reflexión. Es decir, que una
ancestral filosofía simbólica sería una exposición indirecta de conceptos por
medio de la analogía y de intuiciones empíricas. Todo el conocimiento de la
filosofía simbólica en el mundo mítico sería analógico y no esquemático, es
decir, intuitivo. Dios, el alma, lo bueno, lo bello, es lo inteligible hacia
donde mira la filosofía simbólica, no tiene realidad objetiva conforme a leyes
pero está enlazado con la finalidad y el fin final suprasensible. La filosofía
simbólica sería, entonces, ideas que representan el objeto según la analogía.
Esto es, el mito no precede ni está en el origen del filosofar sino al revés,
es la filosofía simbólica la que está en el origen del mito. La mirada
simbólica es el originario vistazo filosófico del hombre que da cuenta de lo
inefable e incognoscible mediante las reglas de la analogía.
Paul Ricoeur |
Sin embargo, esta reasunción
de la hermenéutica remitizante no un retroceso hacia los dioses astrales del
mundo pagano porque reconoce el Plan Pedagógico de Dios en la progresión de la Revelación. Pues
el Dios único desmitifica a los dioses del paganismo y revela que venerar lo
divino no equivale necesariamente venerar a Dios.
En este sentido se comprende
de suyo que la hermenéutica remitizante no busca alentar un nuevo sincretismo y
pluralismo religioso, lo cual es un peligro serio para la fe, sino que busca
subrayar la presencia del misterio en el mundo y que el pensamiento
analógico-simbólico responde a ese impulso del hombre hacia lo eterno. El
filosofar simbólico tan solo vislumbra lo divino en el logos participativo o
analógico pero ese vislumbre es la recuperación de lo más hondo de la condición
humana, ser seres finitos plantados en lo Absoluto. Si el concepto es unívoco y
el mito es multívoco, pero el símbolo es la forma más primigenia que tiene la
razón de responder al profundo e indefinible entramado entre lo divino y lo
profano, lo humano y lo divino, el ser y el devenir. Por tanto la profunda
comunidad entre concepto y mito se halla en la naturaleza simbólica de la razón
misma. El concepto es verdad por identidad y el mito es verdad por
participación, pues la razón incluye a la vez doxa y episteme, se basa en la fe
pero necesita de la episteme. La situación de la razón humana es enormemente
paradójica: sin la fe es ciega y sin el concepto es cojo. En este sentido lo
simbólico es el heraldo indicador de una criatura racional que está requerido
de la revelación para su progresión en la verdad. Por el símbolo y a través de
él se trasluce que en el hombre hay algo más que el hombre. El hombre es la
única criatura natural que percibe lo inconmensurable, y sobre todo lo
inconmensurable de Dios que rebasa toda comprensión humana. Por eso el hombre
no puede desprenderse de Dios, del símbolo y de la fe. El hominismo
naturalista, objetivista, inmanentista y relativista que recorta la dimensión
metafísica del hombre siempre termina en dañino cinismo ético y relativismo
ontológico.
Esto es, la cuádruple
función del mito (universaliza la experiencia, establece una tensión entre el
comienzo y el fin, investiga y explora la relación y ruptura entre lo
arquetípico ontológico y lo histórico, y prepara la especulación conceptual) no
sería posible sin el simbolismo filosófico ancestral. Que no se le haya llamado
“filosofía” a este modo de pensar, se le haya confundido con el “mito” y que
hoy se pueda ampliar el horizonte del origen mismo del filosofar hacia la penumbra
de lo ancestral, no es más que la superación del episodio conceptolátrico
dentro la historia de la razón humana.
Esto implica que no es que
la función simbólica sea condición de posibilidad del yo, sino todo lo
contrario. Es porque el yo está consciente de la condición ontológica de su
nihilización permanente en el mundo, por lo que se siente impulsado a
simbolizar lo amenazante de su existencia. La pregunta filosófica en tiempos
arcaicos no nace de la calmada contemplación, sino de su originaria constitución
de su ser en el mundo, como un yo enfrentado y amenazado por lo objetual y
subjetual. El lenguaje simbólico cotidiano no es el lenguaje simbólico del
filosofar ancestral, porque la función de éste último es promover sentido a una
vida desprovista de sentido. El sentido del filosofar ancestral no es un dato
ni punto de partida, es más bien un resultado y punto de llegada. Es por eso
que el punto de partida del filosofar es tan antiguo como el hombre, y cambia
su abordamiento conforme cambia el hombre.
Mientras tanto el núcleo
permanente del filosofar está encerrado en la propia condición humana, y por
eso mismo no se trata de una cuestión subjetiva, sino que tiene validez
universal. Y porque pertenece a la estructura permanente de la existencia humana
el filosofar simbólico no es un fenómeno muerto, que pueda ser fácilmente
sustituida por el filosofar conceptual, sino, por el contrario, es un portento
imborrable y continuo en la historia misma de la humanidad. Su enfoque ya no
tiene la hegemonía mental que tuvo en tiempos inmemoriales, y subsiste como un
saber subordinado o perteneciente más a la tradición nativa, teúrgica,
teosófica o esotérica, pero tomarla en cuenta es importante y crucial para
comprender la relación de la filosofía con la ontología de lo finito, donde el
símbolo es la clave de la consideración del hombre como criatura filosófica. Lo
vivo del símbolo no es tanto la lógica analógica que emplea, sino la aparente o
real falta de lógica que presentan las cuestiones cruciales de lo real y del
existir.
Por lo demás, el predominio
actual de la forma conceptual de la filosofía sobre su forma simbólica no
significa necesariamente un progreso (sobre todo por el caos ecológico, las
posibilidades perversas de la tecnociencia y lo destructivo de la racionalidad
capitalista), porque puede más bien ser el camino dialéctico para alcanzar una
nueva síntesis entre el concepto y el símbolo. Pues así como la filosofía no
tiene fronteras en sus géneros literarios (poema, discurso, prosa, diálogo,
disertación, tratado, comentario, meditación, questa, Summa, autobiografía,
ensayo, sistema, aforismo, novela), tampoco conoce límites para expresar su
verdad (desde la inferencia cuasimatemática del análisis lógico, dato inmediato
de la reflexión fenomenológica hasta el modo cuasisentimental del pensar
simbólico y la exhortación moral) y método (análisis conceptual, lógico,
lingüístico, trascendental, fenomenológico, histórico-existencial,
hermenéutico, intuitivo, inductivo, directriz, etc.). Igualmente la relación
entre filosofía y religión no siempre es antagónica, por el contrario, Platón y
Aristóteles son considerados sin problemas como los fundadores de la teología
natural, en la filosofía helenístico-romana estuvieron presentes las filosofías
religiosas (Filón de Alejandría, neoplatonismo, apologética y patrística), la
escolástica medieval, la filosofía del romanticismo, el existencialismo
creyente, el personalismo.
Filón de Alejandría |
Pero Kant desde el parágrafo
76 de la CJ nos
insiste en que las ideas de Razón son regulativas y no constitutivas, son ideas
trascendentes sin valor objetivo, y sin embargo son válidas universalmente para
el sujeto. El principio subjetivo y regulativo de la razón vale para el juicio
humano como si fuera un principio objetivo. De esta forma el fundamento
subjetivo del juicio reflexionante permite suponer un Dios inteligente en la
base de los fines de la naturaleza. El parágrafo 77 vuelve a subrayar la
importancia de Dios o de la inteligencia arquetípica como causal final del
mundo. La razón humana necesita pensar en un fin de la naturaleza cuyo
fundamento esté en un entendimiento originario como causa del mundo. Pero Kant
añade algo crucial: el entendimiento humano es discursivo, necesita de
imágenes, pero la idea de un entendimiento arquetípico no tiene nada de
contradictorio. Es decir, el filosofar simbólico extrae ideas que por sí mismas
no son contradictorias según las reglas de la analogía. Así puede afirmar: tras
lo fenoménico es posible poner una intuición intelectual como fundamento
suprasensible de la naturaleza y del hombre.
Anselmo de Aosta |
Tomás de Aquino |
Esto explica cómo en el
parágrafo 80 vuelve a insistir en la necesidad de suponer una sustancia
inteligente propia del Creador divino. Solo suponiendo la sustancia inteligente
del creador divino se puede dar cuenta cabalmente de la relación causal. Pero
tiene cuidado y aclara que no se trata de la sustancia simple del panteísmo ni
del espinosismo. En el parágrafo 81, Kant critica la teoría de la epigénesis de
su época porque no explica cómo de lo inanimado puede surgir lo animado. En el
83 ve al hombre como el último fin de la naturaleza, y la cultura es el último
fin del hombre, capaz de elevarlo sobre los sentidos, hacia la razón y poner un fin a la naturaleza. Esto es que la razón
tiene fines suprasensibles. Así en parágrafo 84 afirmará que el hombre es el
fin final de la creación como ser moral. Solo la teología moral corrige la
teología física. Ella conduce al concepto de seres del mundo bajo leyes
morales. El fin final de Dios es el hombre bajo leyes morales (parágrafo 86).
Esta profunda verdad ha
estado presente en las milenarias tradiciones religiosas y es resultado de la
intuición analógica del filosofar simbólico. Pero Kant es más agudo y señala
que la teología física por sí sola solo conduce a la demonología o al
chamanismo. Y cuando enfrenta la necesidad de la idea de Dios afirma: No es por
temor sino por la razón que se piensa la causa suprema como divinidad. Por la
exigencia moral de la razón pura práctica es posible representar un legislador
moral fuera del mundo. El hombre necesita de una inteligencia moral que le
proporcione ser para el fin de su existencia. Pues la ley moral se desploma sin
suponer la existencia de un creador moral del mundo. Esto es la prueba moral de
la existencia de Dios (parágrafo 87).
Con su probidad
característica Kant culminará las ultimas páginas de la CJ sosteniendo: 1. La
limitación al uso práctico de nuestras ideas suprasensibles nos evitan caer en
la teosofía, demonología, teúrgia e idolatría; 2. La idea de libertad es el
único concepto suprasensible que demuestra su realidad objetiva en la
naturaleza, amplía la razón más allá de los límites teóricos de la naturaleza y
da esperanza en lo suprasensible; 3. Dios es impredicable, por eso no se le
puede conocer lo que sea en absoluto teóricamente, solo por analogía es
pensable; y 4. Por el fin final que presenta le ética-teológica se demuestra
que la ética no puede existir sin teología.
Las disquisiciones kantianas
nos permitan sostener que el hombre a través del pensar analógico del filosofar
simbólico ha pensado en Dios no por temor sino por la exigencia misma de la
razón, y lo ha pensado porque la gran finalidad del mundo obliga a cavilar la
causa suprema para ella. Entonces es posible un filosofar simbólico que se
plantea el conocimiento de Dios y de lo suprasensible mediante las cualidades
de su causalidad, pensadas solo por analogía.
El filosofar simbólico es
posible, ¿pero representa una prueba de la existencia de un filosofar mitocrático
ancestral? Todos los hombres sin ser filósofos pueden llegar a pensar la idea
de un ser suprasensible cavilando por la causa suprema del mundo, pero no todos
los hombres se plantean un conocimiento de Dios y de su existencia (teología),
pero el hecho es que no se puede hacer teología sin hacer filosofía simbólica.
Es decir, el conocimiento de la causa suprema del mundo obliga a pensar que no
puede existir sin filosofía simbólica. En consecuencia, la posibilidad del
filosofar simbólico demuestra la posibilidad de un filosofar mitocrático
ancestral. Así como es necesario tener una teología para la religión, es decir,
para el uso moral o práctico, del mismo modo es necesario tener un filosofar
simbólico para la teología, es decir, para el uso especulativo y práctico sobre
el ser suprasensible.
Efectivamente, el caso es
que en el mundo ancestral mística, magia y religión se mezclan, por tanto el
conocimiento teológico de aquellos tiempos se presenta como éxtasis chamánico
que se repite por miles y miles de años, pero que tiene de elemento
transhistórico el filosofar simbólico. Esto es, que en el filosofar mitocrático
la filosofía simbólica no es mera especulación teórica, sino ascensión al mundo
de lo místico por técnicas alucinógenas, ejercicios somáticos o facultades
paranormales. En realidad, y como lo ilustra Mircea Eliade, el filosofar
simbólico en el mundo ancestral se ejerce por reclutamiento, transmisión
hereditaria, vocación mística y adquisición de poderes chamánicos. Y esto se da
así entre los tunguses, manchúes, ostiacos, buriatos, araucanos, siberianos,
esquimales, amazónicos, budismo, tantrismo, lamaísmo, etc. De ahí el carácter
iniciático y secreto del ancestral filosofar simbólico, caracterizado por la
radical separación entre lo profano y lo sagrado que pertenecen a los pueblos
llamados “sin historia”.
En este sentido la historia
de las religiones presta un gran servicio a la indagación del filosofar
simbólico, pero no puede reemplazarlo porque, en última instancia, la filosofía
mitocrática busca revelarnos la morfología y la historia de este complejo
fenómeno filosófico que está detrás de todos los fenómenos religiosos, y que
nos revela quizá la verdadera situación del hombre en el cosmos. En realidad,
el estudio del fenómeno del filosofar simbólico nos remite a un núcleo de
difícil explicación porque está referido a una situación-límite del hombre.
Por eso cuando los hechos
religiosos muestran un eterno retorno a un instante intemporal lo que está
detrás es la visión simbólica de la “forma divina”. La admiración por la forma
divina y la emoción que la acompaña no es por completo asimilable al hecho
religioso, pues exige reflexión simbólica e intuición analógica para elaborar
su idea. Y en esto consiste precisamente el modus operandi del filosofar
mitocrático.
Pitágoras |
En cambio el idealismo
alemán, con Fichte, Schelling y Hegel, llevó al idealismo moderno a conciliar
ciencia y religión, a armonizar el substancialismo cristiano con el mecanicismo
materialista y metafísico de las ciencias naturales, pero dentro de un esquema
especulativo y predominantemente logocrático. Así es comprensible encontrar en
Hegel, el pináculo de la filosofía idealista, un historicismo donde el
logicismo se amalgama con el misticismo. Esto permite decir que el filosofar
simbólico es inherente a la situación límite de la condición humana. Es más, es
posible admitir sin problemas lo afirmado por Heimsoeth (La metafísica moderna),
respecto a que la conciencia científica no va unida a la disolución del pensamiento
metafísico. Por el contrario, el espíritu antimetafísico positivista de los
siglos XVIII-XIX son simples periodos intermedios en medio de la perduración
constante de la metafísica en la modernidad. La metafísica sigue siendo la raíz
de novedades y descubrimientos más importantes de la vida cultural y es el
punto nodal donde confluye lo simbólico con lo conceptual, la milenaria
tradición mitocrática y la ática tradición logocrática.
Empédocles de Agrigento |
Sigmund Freud |
Al parecer el propio genio
de Freud no llegó a comprender todo el alcance epistemológico de su teoría
psicoanalítica, tan necesitada de presupuestos metafísicos. En cambio en el
psicoanálisis jungiano los símbolos y los arquetipos cobran un rol protagónico,
y en general todo el psicoanálisis será un esfuerzo de desciframiento de
símbolos del inconsciente. Así el psicoanálisis lacaniano (artículo de J. Lacan
“Ciencia y Verdad”, incluido en Escritos I) se reconoce abiertamente subjetivo,
parte de las lógicas inconsistentes que suprimen la contradicción, no impone,
sino escucha y capta la subjetividad, no ocupa el lugar de Dios, no es ciencia
ni lo no es. Con lo cual la metafísica se vuelve a mostrar fecunda para el
propio desarrollo de la ciencia.
Consideraciones
epistemológicas y filosófico-religiosas están relacionadas con el auge logrado
en los últimos tiempos por el símbolo, hasta el punto de ser vista como la
nueva clave de la filosofía.
Del símbolo se han hecho dos
tipos de usos: el epistemológico y el filosófico religioso. En el
epistemológico el símbolo es el modo como se expresa una realidad a través de
notaciones conceptuales, lingüísticas o significativas, que no corresponden a
un universo inteligible y substante. Así, el símbolo es una notación útil
(criticismo regulativo, operacionalismo, pragmatismo, fenomenismo). En el
filosófico-religioso el símbolo es considerado como algo que expresa una
realidad inaccesible teóricamente (Schleiermacher, Sabatier, Le Roy, Klages).
Sussane K. Langer |
Ernst Cassirer |
Sin embargo, para Cassirer
el símbolo tiene valor metodológico-cognoscitivo más no ontológico, esto es,
que no describe las cosas como son sino que es un instrumento del conocimiento,
una convención apriórica. En buena cuenta esto lleva hacia un solipsismo
cultural, pues el hombre no trata con la realidad sino con sus símbolos. Al
reconocerle solo la función de objetivar pero no de intuir ideas y esencias, lo
que hace es encerrar al animal simbólico en sus propias abstracciones. Su
mérito estriba en reivindicar junto a la definición clásica del hombre como
“animal racional”, la nueva definición de “animal simbólico”. El hombre es
superior a las demás especies por su espacio simbólico, pero el símbolo humano
no solo es ideal y relacional-abstracto, sino que son ideas intuitivas que
exponen indirectamente un concepto por medio de la analogía.
Es decir, dentro de todas
las abstracciones humanas el símbolo es lo más cercano al ser que al conocer, a
la existencia que a la esencia. El símbolo es el testimonio más cercano que el
conocer no es la causa del ser y que se trata más bien de lo contrario, a
saber, que el Ser se antepone al conocer, lo ontológico a lo epistemológico y
asume como evidencia primera que las cosas son, se basa en el objeto y la
certeza sensible. El símbolo, junto a las emociones, es lo más próximo al
realismo, porque intuye que el ser es lo previo e indemostrable a la razón y
que el ser no se encuentra en el pensamiento. En el símbolo se reconoce que el
ser sobrepasa al pensar, que éste es falible y auto corregible y permite
postular desde la existencia de las cosas a un ser supremo, que está más allá
de lo temporal, es creador y eterno. En una palabra. El símbolo ayuda al hombre
de todas las edades a escapar del cientismo, escepticismo, la increencia y el
nihilismo, a superar la metafísica inmanente del hombre posmoderno y dar
fundamento concreto a la metafísica trascendente. Pero obviamente el símbolo no
lo es todo y el concepto, su contrapartida, es también indispensable.
El pensamiento simbólico es
lo que está detrás de la explicación mítica, metafísica y pragmática. Pues, la
generalización simbólica de la ciencia con su manipulación lógica y matemática
posee funciones metafóricas, porque no vemos en absoluto electrones, corrientes
eléctricas, los campos, los bosones y la partícula de Higgs, sino más bien
mediciones de entidades inobservables que para su comprensión exige la metáfora
de hacer corresponder a la teoría física la existencia ontológica de dicha
entidad. En otras palabras la generalización simbólica de la ciencia nos lleva
de manera ineliminable hacia la metáfora. Por tanto, la ciencia exige en su
análisis e interpretación un modelo heurístico que hace uso de la metáfora para
poder dar cuenta del modelo ontológico. Es más, sin el uso metafórico que
implica la generalización simbólica no hay posibilidad de manipulación
instrumental y aplicativa de la ciencia. En otras palabras, la interpretación
comienza donde acaba la percepción. Ser no es percipi.
Pero el pensamiento
simbólico contiene en su parte medular una filosofía simbólica, como aquella
que lleva al pensar concreto no a cualquier pensar abstracto, sino al pensar
abstracto por excelencia, como es el pensar lo divino por analogía. En el
pensar concreto las reglas de la analogía sirven para su potenciación máxima,
pero en el pensar lo divino las reglas de la analogía demuestran su limitación.
Es casi como decir que el hombre es por excelencia un animal analógico antes
que simbólico, porque mediante la analogía lleva lo abstracto hacia una visión
más amplia del mundo. Pero lo analógico como carácter esencial del símbolo
primario muestra una dinámica creadora de índole estética, lo cual es casi como
afirmar que el hombre es una criatura estética porque estructura el universo
mediante formas. Esto hace del acto estético el acto primario del universo
cultural humano, explayación de lo puramente intuitivo, y la primera expresión
de lo universal y espiritual o de la subjetividad universal.
Charles Kay Ogden |
Wilbur M. Urban |
Entonces, y para concluir
—en un asunto tan inconcluso—, volvemos a la pregunta del inicio: ¿es posible
la filosofía simbólica como filosofar arcaico y precursor del filosofar
logocrático? Como acto primario del libre juego de las facultades creadoras de
la representación humana todo indica que es posible.
Currículo de Gustavo Flores Quelopana en:
http://revista-realidades-y-ficciones.blogspot.com.ar/2012/06/inscripcion-gratuita-como-lector-si.html
(Revista RyF Nº 8)
Email: gus_floque@yahoo.com
Nuevos currículos
ADÁN ECHEVERRÍA
Premio Estatal de Literatura Infantil Elvia Rodríguez
Cirerol (2011), Nacional de Literatura y Artes Plásticas El Búho 2008 en
poesía, Nacional de Poesía Tintanueva (2008), Nacional de Poesía Rosario
Castellanos (2007). Becario del FONCA, Jóvenes Creadores, en Novela
(2005-2006).
Ha publicado en poesía El
ropero del suicida (2002), Delirios
de hombre ave (2004), Xenankó
(2005), La sonrisa del insecto
(2008), Tremévolo (2009) y La confusión creciente de la alcantarilla
(2011); el libro de cuentos Fuga de
memorias (2006), y las novelas Arena
(2009) y Seremos tumba (2011).
Aparte de su actividad literaria, es biólogo con Maestría en
Producción Animal Tropical por la Universidad Autónoma
de Yucatán (UADY).
AGUSTÍN
ROMANO
Ensayista, narrador, estudioso del teatro, profesor en
Filosofía y conferencista. Investigador de la obra borgeana, docente filosófico
y literario.
Ha sido jurado junto a María Rosa Lojo y Marta Braier del
Primer Certamen Nacional de Novela “Municipalidad de General San Martín”.
Ha dictado cursos sobre Borges y Cortázar en la Asociación de
Magistrados de la Nación
y conferencias y seminarios en el Palacio Municipal de San Martín, el Museo
Rosas y la Casa
Universitaria de General San Martín, entre otros. Ha dirijo
seminarios en la Asociación Mutual
de Profesionales del Hospital Italiano (AMPHI) durante varios años y colaborado
en su revista.
En el año einsteniano (2005) disertó como panelista en la Universidad Nacional
de San Martín. Y ha dado diversas conferencias en la Asociación Dante
Alighieri de San Martín y en la Asociación Amici della Cultura Italiana de
Vicente López, ambas de la
Provincia de Buenos Aires, entre otras.
En colaboración, fue coordinador del Taller Literario Abierto
SESAM y presidente de esa institución de escritores, así como director de su
revista. Durante varios años, condujo programas culturales en emisoras de San
Martín y la Ciudad
de Buenos Aires (FM Cultura y AM Tradición).
Ha publicado “La letra
que faltaba” en la revista Para
entender a Borges. Otros ensayos que se fusionan con la ficción han sido
publicados en Dialogantes (revista de
psicoanálisis): “Confesiones de un lector
de Borges”; “Una rosa es igual a otra rosa, a otra rosa, a otra rosa...”; “La patria
kafkiana”; “El tiempo cero, algo de historia y un poco de Joyce”. Por otra
parte ha publicado ensayos en diversas revistas como la de la AMPHI , Realidades y
Ficciones, etc. Tiene inédita una novela.
REALIDADES Y FICCIONES
—Revista Literaria—
Nº 26
— Septiembre de 2016 — Año VII
ISSN 2250-4281
Exp.
5259276 del 21/10/2015, Dirección Nacional del Derecho de Autor / República
Argentina.
Av.
Libertador 6039 (C1428ARD)
Ciudad
de Buenos Aires, Argentina
(currículo
en http://colaboraciones-literatura-y-algo-mas.blogspot.com/
- Suplemento Nº 56)
Colaboradores
Resistencia (Chaco),
Argentina
(currículo en revista
Realidades y Ficciones Nº 13)
Mónica Villarreal
Scottsdale (Arizona),
Estados Unidos
Monterrey (Nuevo León),
México
@mon_villarreal
(currículo en revista
Realidades y Ficciones Nº 17)
Luis Benítez (poesía)
Ciudad de Buenos Aires, Argentina
(currículo
en http://colaboraciones-literatura-y-algo-mas.blogspot.com.ar/2015/03/suplemento-64-realidades-y-ficciones-en.html
- Suplemento Nº 64)
Agustín
Romano (ensayo)
Ciudad de Buenos Aires, Argentina
(currículo
en Realidades y Ficciones Nº 26)
Anna
Rossell
Barcelona
(Cataluña), España
(currículo en Realidades y Ficciones Nº
11)
Tomás
Stefanovics
Montevideo,
Uruguay / Münich, Alemania
(currículo
en Realidades y Ficciones Nº 7)
Gustavo Flores Quelopana
Lima, Perú
(currículo en Realidades y Ficciones
Nº 8)
María Isabel Amor Illanes
Las Condes (Santiago),
Chile
(currículo
en Realidades y Ficciones Nº 9)
Liliana
Lapadula
San
Martín (Pcia. Buenos Aires), Argentina
(currículo
en Realidades y Ficciones Nº 9)
Agustín
Arosteguy
Balcarce
(Pcia. Buenos Aires), Argentina / Bilbao (País Vasco), España
(currículo en Realidades y Ficciones
Nº 10)
Francisco Angulo Lafuente
Madrid, España
(currículo en Realidades y Ficciones
Nº 10)
Felipe
Acuña Lang
Santiago,
Chile
(currículo en Realidades y Ficciones
Nº 11)
María
del Carmen Castañeda Hernández
Tijuana
(Baja California), México
(currículo en Realidades y Ficciones
Nº 12)
Santiago
Sevilla Vallejo
Madrid,
España
(currículo en Realidades y Ficciones
Nº 12)
Lidia
Morales Benito
Salamanca
(Castilla y León), España
(currículo en Realidades y Ficciones
Nº 13)
Patricia
Eguiguren E.
Quito,
Ecuador
(currículo en Realidades y Ficciones
Nº 14)
María
Amelia Díaz
Castelar
(Pcia. Buenos Aires), Argentina
(currículo en Realidades y Ficciones
Nº 15)
Vivina
Perla Salvetti
Porlamar
(Isla de Margarita, Nueva Esparta), Venezuela / Villa Ballester (Pcia. Buenos
Aires), Argentina
(currículo en Realidades y Ficciones
Nº 15)
Reneé
Acosta
Chihuahua
(Chihuahua), México
(currículo en Realidades y Ficciones
Nº 16)
Marcos
Rodrigo Ramos
Moreno
(Pcia. Buenos Aires), Argentina
(currículo en Realidades y Ficciones
Nº 16)
Pablo
Cassi
San
Felipe (V Región), Chile
(currículo en Realidades y Ficciones
Nº 16)
Daniel
Abelenda
Carmelo
(Colonia), Uruguay
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Nº 16)
Lucero
Balcázar
México
D.F., México
(currículo en Realidades y Ficciones
Nº 16)
Asmara
Gay
México
D.F., México
(currículo en Realidades y Ficciones
Nº 17)
Cristian
Emanuel Vitale
(currículo en Realidades y Ficciones
Nº 17)
Peter
Tase
Berat
(Albania) / Milwaukee (Wisconsin),
Estados Unidos
(currículo en Realidades y Ficciones
Nº 17)
Josep Anton Soldevila
Barcelona
(Cataluña), España
(currículo en Realidades y Ficciones
Nº 18)
Goya
Gutiérrez Lanero
Castelldefells
(Barcelona, Cataluña), España
(currículo en Realidades y Ficciones
Nº 18)
Alberto
Ramponelli
Buenos
Aires, Argentina
(currículo en Realidades y Ficciones
Nº 18)
Miguel Ángel Galindo Núñez
Guanajuato
(Guanajuato), México
(currículo en Realidades y Ficciones
Nº 18)
Leo
Castillo
Barranquilla
(Atlántico), Colombia
(currículo en Realidades y Ficciones
Nº 18)
María
Eugenia Caseiro
(currículo en Realidades y Ficciones
Nº 19)
Jorge
Aloy
Buenos Aires, Argentina
(currículo en Realidades y Ficciones
Nº 19)
Fernando Sorrentino
Buenos Aires, Argentina
(currículo en Realidades y Ficciones
Nº 20)
Fernando Chelle Pujolar
Mercedes,
Uruguay / Cúcuta (Norte de Santander), Colombia
(currículo en Realidades y Ficciones
Nº 20)
José
Francisco Sastre García
Valladolid
(Castilla y León), España
(currículo en Realidades y Ficciones
Nº 20)
Joaquín
Pi Yagüe
Madrid,
España
@jjoapi
(currículo en Realidades y Ficciones
Nº 21)
Pablo
Andrés Villegas Giraldo
Caldas
(Antioquia), Colombia
(currículo en Realidades y Ficciones
Nº 21)
Enrique
Jaramillo Levi
Panamá,
Panamá
(currículo
en Realidades y Ficciones Nº 22)
Ángel
Gavidia Ruiz
Trujillo,
Perú
(currículo
en Realidades y Ficciones Nº 22)
Estela
Barrenechea
Ciudad
de Buenos Aires, Argentina
(currículo
en Realidades y Ficciones Nº 23)
Alberto
Julián Pérez
Rosario
(Pcia. Santa Fe), Argentina / Lubbock (Texas), Estados Unidos
(currículo
en Realidades y Ficciones Nº 23)
Maximiliano
Reimondi
Mar
del Plata (Pcia. Buenos Aires), Argentina
(currículo
en Realidades y Ficciones Nº 23)
Livia
Díaz
Xalapa
(Veracruz), México
(currículo
en Realidades y Ficciones Nº 24)
Pablo
Romero García
Montevideo,
Uruguay
(currículo
en Realidades y Ficciones Nº 25)
José
Antonio Cedrón
Buenos
Aires, Argentina / Cuernavaca, México
(currículo
en Realidades y Ficciones Nº 25)
Adán
Echeverría
Mérida
(Yucatán), México
(currículo
en Realidades y Ficciones Nº 26)
@RyFRevLiteraria
@RyF_Supl_Letras
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opiniones vertidas en los artículos de esta publicación son de exclusiva
responsabilidad del autor pertinente.
Me resultó imposible encontrar mi ensayo "El juego neurótico", cuyo vínculo quiero compartir de nuevo en mis Redes.
ResponderEliminarEstimado Leo Castillo
ResponderEliminarSu ensayo "Ludopatía, el juego neurótico" está en Nº 18 – Septiembre de 2014 – Año V. Saludos.