—Revista Literaria—
Nº 25 — Junio de 2016 — Año VII
ISSN 2250-4281
Inscripción
gratuita como LECTOR
si
escribe a zab_he@hotmail.com
indicando
nombre y apellido, ciudad y país
(se le
avisará cada nuevo número trimestral).
“Esquilo”
Mónica Villarreal (2016)
(Acrílico sobre papel, 30 cm
x 23 cm)
Serie
“Poetas Clásicos Griegos” |
Sumario:
Poesía
• Jorge Leónidas Escudero: el poeta que encontró oro. (Luis
Benítez)
• Petraq Risto: poesías desde Albania (Peter Tase)
Narrativa
• El cólera en la ficción de García Márquez. (Ángel Gavidia Ruiz)
•
Biografía breve y obra de Gabriel García Márquez.
Ensayo
• Humanizar la educación. (Pablo
Romero García)
Y algo más…
• En busca del leguaje único. El
luto de los colores & Metáfora en busca del lenguaje único. Bluesía.
Oxímoron. (Anna Rossell)
• Información versus Comunicación
– La imaginación liquidada. (José Antonio Cedrón)
Nuevos
colaboradores de Realidades y Ficciones (currículo):
• Pablo Romero García, Montevideo, Uruguay
• José Antonio Cedrón, Buenos Aires, Argentina – Cuernavaca, México
Poesía
JORGE LEÓNIDAS
ESCUDERO: EL POETA QUE ENCONTRÓ ORO
Luis Benítez ©
La escueta biografía no lo dice todo. Jorge Leónidas Escudero nació en San Juan, Argentina, en 1920. Abandonó sus estudios de agronomía para dedicarse a la minería. Durante años buscó oro en las montañas de su provincia. Comenzó a publicar a los 50 años. Editó sus poemas en diarios y revistas del país y del exterior. Obtuvo primeros premios en varios concursos y distinciones de entidades culturales cuyanas. Fue incluido enla Antología de la Poesía Argentina
publicada por Raúl Gustavo Aguirre en 1979. Su obra fue antologada en México
por el poeta y profesor de la
Universidad de Guanajuato, Benjamín Valdivia, en 1990. Editó
los poemarios: La raíz en la roca
(1970), Le dije y me dijo (1978), Piedra sensible (1984), Los grandes jugadores (1987), Basamento cristalino (1989), Umbral de salida (1990), Elucidario (1992), Jugado (1993), Cantos del
acechante (1995), Viaje a ir
(1996), Caballazo a la sombra (1998),
Aguaiten (2000), Senderear (2001), Le dije y
me dijo (antología editada en México por Ediciones Azafrán y Cinabrio,
2006). En Ediciones en Danza publicó los siguientes títulos: A otro hablar (2001), Verlas venir (2002), Andanzas mineras (2004), Endeveras (2004), Divisadero (2005), Tras la
llave (2006), Caza nocturna
(2007) y Dicho en mí (2008).
Ediciones en Danza publicó en 2011 su Poesía
Completa. Dos veces, en 2011 y en 2015, le fue negado el Premio Nacional.
Murió el 10 de febrero de 2016.
La escueta biografía no lo dice todo. Jorge Leónidas Escudero nació en San Juan, Argentina, en 1920. Abandonó sus estudios de agronomía para dedicarse a la minería. Durante años buscó oro en las montañas de su provincia. Comenzó a publicar a los 50 años. Editó sus poemas en diarios y revistas del país y del exterior. Obtuvo primeros premios en varios concursos y distinciones de entidades culturales cuyanas. Fue incluido en
¿Es todo lo anterior lo que queda de un hombre como
Escudero, sus libros y otros datos? Definitivamente no, porque estamos hablando
de alguien extraordinario, de uno de los mayores poetas de América latina, pero
que cometió dos involuntarios “errores”: tener un originalísimo talento y nacer
en el interior de un país que establece un canon literario regido por las
conveniencias del marketing y las influencias de los medios de comunicación. Un
canon que no contempla tanto los logros de un autor como su afiliación a las
capillas de turno. Un canon que, como tan explícitamente lo declaró uno de sus
máximos impulsores actuales, funciona como un “sistema de exclusiones”, en vez
de servir como un dispositivo de inclusión. Es cierto que tardíamente —muy
tardíamente— Escudero tuvo que ser admitido, celebrado y legitimado, mal que
les haya pesado a los académicos y periodistas canonizantes que durante décadas
le negaron al maestro sanjuanino el espacio que tan notoriamente le pertenecía.
Que no sean hipócritas: ese espacio en la poesía argentina se lo dimos sus
lectores, no los medios, no la academia, no el marketing que tantas veces
consagró y consagra a figuritas cuyos textos, al leerlos, “no nos mueven un
pelo”, como seguramente diría nuestro homenajeado, tan diestro manejando la
expresión coloquial. Fuimos nosotros los que lo descubrimos, lo seguimos y lo
consagramos, porque el oro que Escudero no halló en la tierra, sí lo encontró
en las palabras.
El oro puro de la poesía genuina, que siempre está más allá
de los premios y las distinciones, fuera de la prensa y las luces de los
estudios de televisión, que hoy se prenden y mañana se apagan. Allí, en la
obra, está el oro de la poesía argentina que descubrió Jorge Leónidas Escudero
y que, como su ejemplo, se queda para siempre. Su brillo permanente: ese es su
mejor homenaje.
POEMAS DE JORGE LEÓNIDAS ESCUDERO
Jorge Leónidas Escudero ©
Viene de antes que vos y sorpresivamente
a veces te habla.
Mientras tanto el artista hace
garabatos y cree
gobernar la manija creativa.
A veces se te asienta
el pájaro famoso de la inspiración
y otras un sapo intuitivo
salta en tu pecho y caza hermosa mariposa.
Creíste ser el creador de eso
cuando era el otro,
el que está escondido siglos y siglos atrás
y te habló porque estabas propicio a escucharlo.
Pero vos creíste ser el fabricante de crear
cuando más bien agradecé
porque te arrojaron desde lejos, si acaso,
un pedazo de verdá.
Porque antes de eso
cuántas veces creíste que sí,
que eras vos el creador y al intentar
hacer arte sólo hiciste
palos de ciego, merdosidá.
Luego si nadie es creador ¿qué pasa? Nada,
porque todo es garabatear mientras se espera
que desde lejos, de alivio,
se te asiente un pájaro hermoso
o el sapo intuitivo te entregue una mariposa.
LO INESCRUTABLE
Jorge Leónidas Escudero ©
Si usted toma la punta de un conocimiento
y empieza a tirar el hilo
va a sacar una sombra.
Es tremendo y espanta,
porque si todo está unido a todo
uno piensa extraer un pez gordo
y termina vencido con la boca gusto a nada.
Mi caso es el de siempre, siempre el mismo.
Ya no puedo callar y más tranquilo
vivir sino que indago e inmerecidamente
caigo en la oscuridad.
Tras el fuego sagrado a si pellizco
me levanto alta noche y sigiloso
pongo la caña de pescar en vano.
Sin embargo insisto.
Currículo de Luis Benítez en:
http://colaboraciones-literatura-y-algo-mas.blogspot.com.ar/2015/03/suplemento-64-realidades-y-ficciones-en.html (Suplemento RyF Nº 64)
PETRAQ RISTO: POESÍAS
DESDE ALBANIA
Peter Tase ©
Petraq Risto nació el 9/6/1952 en la ciudad de Durres, Albania. Hizo estudios de licenciatura en periodismo y de postgrado en crítica teatral. En 1990 fundóla Editorial
“Globus R”, donde ha publicado más de quinientos libros de escritores europeos,
entre los que se encuentran también albaneses.
Petraq Risto nació el 9/6/1952 en la ciudad de Durres, Albania. Hizo estudios de licenciatura en periodismo y de postgrado en crítica teatral. En 1990 fundó
Es autor de numerosos volúmenes de poesía, novela, historias
y cuentos.
Sus libros mas distinguidos en poesía fueron publicados en
albanés: La manzana desgastada por la
tormenta (Mollë zhvirgjëruar nga rrufetë), Juego de ajedrez en el siglo XXI (Lojë shahu në shekullin XXI), El ángel con el virus H5N1 (Engjëlli me
virus H5N1), Aleluya (Hallelulja), El lector de los labios: la Ra-zon (Lexuesi i
buzëve: ar+sy+eja!), Apocalipsis
(Apo-ka-lypsi); Amigos de la sospecha
(Miq të dyshimit). También publicó el volumen Pasajero con el polvo del infierno (Udhëtar me pluhur ferri), y las
novelas El avión Madame Butterfly; La hermosa fantasma y yo, el Sr. Toco y
muerte; Una mujer con el orden del
lobo. También, dos volúmenes de cuentos: La muerte del payaso, Prohibido
la matanza de lobos.
Sus libros de poesía fueron traducidos en varios países del
mundo, como ser: Francia, México, Macedonia, Estados Unidos, Rumania, Italia. En
Éditions L'Harmattan: Amer est le miel
des tombes (I hidhur mjalti i varreve), Paris , 2009. En México: El
guardián de las golondrinas (Kujdestar i dallëndysheve), publicado en los
dos idiomas español y albanés en el Géiser & Toshka, México, 2008. En
Rumania: Vânatul câluţilor de mare
(Gjuetia e kuajve të detit), traducido por Kopi Kyçyku y publicado por la
editorial Librarium Haemus, Bucarest, 2008. También el libro Chess match in the XXI Century (Lojë
shahu në shekullin XXI) en los Estados Unidos, publicado en el sistema e-book
en Kindle y en Amazon.com (2011).
Las poesías de Petraq Risto fueron recogidas en revistas y
en varias antologías en los Estados Unidos, España, Italia, Inglaterra, México,
Macedonia, Rumania y otros países. Su poesía tiene valores excepcionales por su
figuración deslumbrante, la fina sensibilidad, la decepción, el dolor y también
porque siempre muestra al ciudadano rebelde.
ENCONTRÉ UN PEQUEÑO
PLANETA
Petraq Risto ©
Encontré un pequeño planeta herido por la tormenta
Lo mantuve cerca de mi pecho y me dijo: soy el corazón
Encontré un planeta tan pequeño hasta lo podría abrazar con
los brazos
Me dijo: soy el amante.
Encontré un pequeño planeta grande como el puño
Me dijo de transformarlo en una mano
Le abrí los dedos uno por uno
Y el planeta se devolvió en flor.
Encontré un planeta pequeño, un poco rayado
—No tengas miedo no soy viejo todavía
Lo acaricie un poco mientras rogándole
Se volvió en una mujer de fuego...
Cuidado, cuando encuentran planetas de pecado.
ESCRITO EN LA PARED.. .
Petraq Risto ©
Cuando encontrarás el libro viejo escribe en la pared
No te olvides de mirar el otro lado de la pared
Leer el mismo libro de otro punto de vista
Y entender por qué la pared no se puede destruir.
Después puedes sostenerte en la pared
Trascender suavemente los golpes del corazón
Y las palabras pesadas escritas en la piedra
Y dibujarlas en las formas de las ventanas
Así la pared se puede leer por los otros.
FALTA DE HAMBRE
Petraq Risto ©
Me llamo Eva.
Quiero comer solo manzana
En la mañana: amarillas
En el almuerzo: verdes
Las rojas: por la noche
En la ciudad de Edén
Cada día viene y se va
El único médico Adán.
No quiero comer otra cosa, solo manzana
Y el médico Adán se siente mal mirando:
Mis pechos se vuelven más pequeños
Las velas de mis manos y pies
Estás derritiendo
Bajo la sombra del árbol
Como una sombra me vuelvo más flaco.
Cada vez aparece el comerciante Satanás:
Si no tienes manzana
Comí a Adán...
Le mato a Adán
Le corto la manzana de la garganta
Y camino por las calles
Comiendo al mismo tiempo
Las tres manzanas de los semáforos...
SOLO EN EL DESIERTO
Petraq Risto ©
Solo en el desierto con la sombra escondida en los agujeros
de los zapatos: cucaracha
Se puede dar cuenta cuando se ríe, como la sombra la risa no
se puede ver
Solo en el desierto... la pequeña sombra lucha con los
zapatos que le pisan.
Solo en el desierto. Un insecto me invita en su fiesta de
arena
Tomo un trago de tiempo, me dice y ríe, el insecto con la
sombra en forma insoportable
Solo en el desierto, en este cielo azul: una barba de
beduino
Con algunos gritos de guerra donde las balas no son de arena
Una rana verde me dice: no soy soldado y como soldado hace
el juramento.
Yo doy la vuelta y veo las palmas con rayos
El desierto con sed me mira: toma los ojos y cámbialos en
pozos.
La pequeña sombra lucha con los zapatos que le pisan.
Solito con un insecto que juega con la rana verde
Y con la densa sombra bajo el zapato: cucaracha
La rana inventa algo para la sombra de cucaracha
Y la cucaracha inteligente deja su dueño, salta arriba
Y el tiempo se confunde con la noche oscura
En vivo te entienden cuando te ríes, como la sombra la risa
no se ve
Quién eres me pregunta la sombra destruida de la luna
Y yo me atrevo a decirle: soy soldado – huérfano de
desierto.
EL TRIÁNGULO DE
BERMUDA
Petraq Risto ©
Un triángulo hace un Pitágoras.
En un triángulo se puede colgar una persona
Él puede servir como un péndulo por una hora
Que puede hacer historia.
Un círculo dentro del triángulo hace unas esposas
Las esposas no pueden funcionar sin manos...
Abrí el puño del globo con cinco dedos
Abracadabra el negro triángulo
Dos triángulos hacen una estrella de David
En una esquina están tres judíos
En tres esquinas tres camicaces
(Una triste propuesta: Es posible que el cinto de Gaza
Se pueda usar como el cinto de la mano,
Sin esposas, obviamente.)
Tres triángulos hacen una pirámide
Dentro de las mismas duerme un faro
Están durmiendo millones de esclavos
Golpe de estado
Palmas de sangre
Mares de veneno
Y sobre todas: eternidad del cuerpo
Entre los vehículos blindados: Belén
Cuatro triángulos hacen tres tumbas
Y una pistola. Una chacra de marihuana
Y tres policías. Tres ricos y un jache
Una prostituta y tres hombres. Tres ríos
Y un océano: Belén
Entres los tanques
Cinco triángulos hacen una nave
Y cuatro puertos. Cuatro respiros y un tiburón.
Una llamada y cuatro “SOS”
Y todos: Pitágoras
David
Judíos
Los Camicaces
El cinto de Gaza
Reloj
Las esposas
El colgado
El globo
Faro
Los esclavos
Belén
Marihuana
La pistola
Las tumbas
Policía
Gente rica
El jache
La prostituta
Y puede ser YO
Entramos en la trampa con el nombre exótico
BERMUDA
Petraq Risto ©
Viene un tiempo y cada generación
Se siente perdida
Quiere decir: enfrente del mar
Naves viejas
Con el reumatismo de la oxidación en su borde
Enfrente de la montaña: techos viejos
En espera de la tormenta.
Cuando aparecen los amores, desaparecidas
Cubiertas con el talco antiarrugas
Lloran como el pasajero cansado
En un cruce
En donde aparte de la Cruz
No se encuentra ningún camino.
Traducción en
castellano: Peter Tase
Currículo de Peter Tase en:
http://revista-realidades-y-ficciones.blogspot.com.ar/2014/06/realidades-y-ficciones-revista.html
(Revista RyF Nº 17)
Narrativa
EL CÓLERA EN LA FICCIÓN DE GARCÍA
MÁRQUEZ *
Ángel Gavidia Ruiz © **
—No hay en mis novelas una línea que no esté basada en la
realidad —le dijo Gabriel García Márquez a su amigo y compatriota Plinio
Apuleyo Mendoza.
—¿Estás seguro? —retrucó Plinio—. En “Cien años de soledad”
ocurren cosas bastante extraordinarias. Remedios, la bella, sube al cielo.
Mariposas amarillas revolotean en torno a Mauricio Babilonia…
—Todo ello tiene base real —contestó el Nobel, y siguió
conversando [1].
Pocos años después de esta conversación, en 1985 aparece “El amor en los tiempos del cólera”, y
en esta historia de amor, de amor trascendente, aparece también, a manera de
palpitantes hitos, una (iba a decir exótica) epidemia de cólera [2].
Muchos médicos peruanos vimos al cólera, hasta antes de ese
fatídico 23 de enero de 1991, como una patología ajena a la patria y, por
extensión, a América. Una infección con connotaciones al Islam y a los ríos
sagrados de la India
cuya relación con nosotros escapaba, acaso ingenuamente, a nuestra propia
retina. Por eso iba a calificar de exótica a la enfermedad que García Márquez
coloca desde el título en la novela que pretendemos comentar.
EL COLERA EN LOS TIEMPOS
Sin embargo, ya en el siglo XIX, siguiendo las rutas del
comercio, el cólera había desbordado varias veces sus linderos asiáticos. Seis
grandes oleadas azotaron al mundo, y el coletazo de cuatro de ellas tocó
trágicamente el continente americano. La Organización Panamericana
de la Salud
(OPS) refiere la ocurrencia de cólera en casi la totalidad de países de nuestro
continente [3]. No se sabe, por otra parte, cuando el cólera
abandonó América. Pudo ser entre 1880 y 1885 [4]. Es decir cien años
antes de su devastador retorno y, esta vez, desde Chancay, en el Perú. Debemos
anotar, sí, que desde 1973 vienen ocurriendo casos esporádicos y muy
localizados de cólera en Luisiana y Texas, al parecer, sin relación con la
tragedia de 1991 [5].
La novela de García Márquez se ubica entre las últimas
décadas del siglo XIX y las primeras del siglo XX. Transcurre fundamentalmente
en los tórridos parajes del caribe colombiano. La historia termina unos años
después de 1924 y termina en el mar, cerca de la desembocadura de La Magdalena. El cólera
pasa de ser el recuerdo de una hecatombe —que en dos semanas llenó los
cementerios y en once tenía en su haber las más grande mortandad que haya visto
esa región— a ser durante más de cincuenta años de trajines de amor, más que
una comprobación, una sospecha: todo cadáver, todo malestar por mínimo que
fuera, convocaba relaciones con esta enfermedad. Cuando el doctor Juvenal
Urbino, distinguido médico formado en Francia y en otras escuelas de Europa,
retorna a su ciudad natal: “Su padre, un
médico más abnegado que eminente, había muerto en la epidemia de cólera
asiático que asoló la población seis años antes”. Y el flamante doctor
Urbino tiene que afrontar al poco tiempo de su arribo un aumento de los casos
de cólera “pero al término del año se
consideró que los riesgos de una epidemia habían sido conjurados”. “Desde entonces —dice el narrador—, y
hasta muy avanzado este siglo, el cólera fue endémico no sólo en la ciudad sino
en casi todo el litoral del Caribe y la cuenca de La Magdalena , pero no
volvió a recrudecer como epidemia”.
Según la OPS ,
Colombia fue visitada por el cólera en varias oportunidades a partir de 1848.
Parece ser que el último caso aconteció en 1859 [6]. Es decir, la
tierra de la cumbia soportó algo más de una década la presencia de esta
enfermedad. Todos coinciden, por lo demás, que América inicia el siglo XX sin
cólera. Sin embargo, en la obra de Gabo aparecen, de trecho en trecho, a lo
largo de más de cincuenta años, cadáveres o vomitadores agonizantes o
simplemente temores cuyo origen es el cólera. El autor costarricense Leonardo
Mata, comentando la epidemia que asoló su país en 1856, dice: “La experiencia debió dejar profundas
huellas en la salud, bienestar, estructura poblacional e incluso estilo de
vida, afectándose el contrato social las uniones matrimoniales, la relación
entre padres e hijos, y la percepción del cólera y de la muerte que a ella se
asocia. Su huella es el terror trasmitido de abuelos a nietos hasta nuestros
días…” [7]. “El amor en
los tiempos del cólera” no podía esquivar esa huella. Esa huella de miedo.
Gabriel García Márquez se detiene en varias oportunidades a
describir las condiciones sanitarias de “la ciudad”: “En invierno —dice—, unos
aguaceros instantáneos y arrasadores desbordaban las letrinas y convertían las
calles en lodazales nauseabundos”. “Al anochecer, en el instante opresivo del
tránsito, se alzaba de las ciénagas una tormenta de zancudos carniceros, y una
tierna vaharada de mierda humana, cálida y triste, revolvía en el fondo del
alma la certidumbre de la muerte”. “Las casas coloniales bien dotadas tenían
letrinas con pozas sépticas, pero las dos terceras partes de la población
hacinada en barracas a la orilla de las ciénagas hacía sus necesidades al aire
libre”. El mercado “Estaba asentado
en su propio muladar, merced de las veleidades de mar de leva, y era ahí donde
los eructos de la bahía devolvían a la tierra las inmundicias de los
albañales”. Por otra parte, el agua que bebían las personas más acomodadas
provenía de “aljibes subterráneos donde
se almacenaban bajo una espesa nata de verdín las aguas llovidas durante años”.
El escritor revela con precisión el deplorable estado de salubridad que, dígase
de paso, era común en la mayoría de las ciudades del mundo durante el siglo
XIX. El Vibrio cholerae tenía, pues
aquí, en esta ciudad hecha de páginas, un poderoso y a su vez acogedor
referente de la realidad donde vivir.
LOS SÍNTOMAS Y SIGNOS
Los síntomas atribuidos al cólera ocupan en la novela
escasas y dispersas líneas. Florentino Ariza, el gran enamorado de Fermina
Daza, sufre, esperando una carta de la amada, diarrea y vómitos verdes, además
de pérdida de la orientación, desmayos repentinos, “pulso tenue, respiración arenosa, y los sudores pálidos de los
moribundos”. Su madre piensa que ha contraído el cólera; pero un médico
homeópata descarta esta posibilidad porque no tenía fiebre ni dolor en ninguna
parte y “le bastó un interrogatorio
insidioso, para comprobar una vez más que los síntomas del amor son los mismos
del cólera”. En otra oportunidad el mismo Florentino Ariza, navegando por
el río La Magdalena ,
estuvo “tiritando de calentura” por
lo que es aislado en el camarote de cuarentena por el médico de a bordo
temiendo que fuera un caso de cólera. En otra parte se describe a un hombre
procedente de Curazao “un enfermo de caridad
que tenía coloración azul en todo el cuerpo”: “el enfermo murió a los cuatro días, ahogado en un vómito blanco y
granuloso”. En otro momento, Fermina Daza, probablemente la mujer más amada
en la literatura mundial, encuentra cadáveres “achicharrados al sol” con grumos blancos en la boca.
Gabriel García Márquez |
El narrador recoge, pues, varios síntomas compatibles con el
cólera: diarrea, vómitos, respiración arenosa (¿acidótica?), cianosis,
diaforesis, desmayos, pulsos tenues. Estos últimos son signos de pacientes que
han perdido grandes volúmenes de líquidos. Los vómitos son descritos como “blancos y granulosos”. Las
deposiciones, sorprendentemente, son referidas en menos ocasiones que los
vómitos y solo son enunciadas sin detenerse a describir sus características,
tan llamativas en esta enfermedad, como particulares. La fiebre y los dolores
son referidos, en la novela, como síntomas muy importantes. A tal punto que la
ausencia de fiebre aleja en una oportunidad la posibilidad de cólera y en otra
su presencia induce a pensar en él. En realidad la fiebre es sumamente rara en
esta entidad, sin embargo, entre los viejos nombres que recibió el cólera, se
halla el de “fiebre álgida grave”. Quizá la explicación que nos da el doctor
Mata con respecto a la epidemia costarricense sirva para justificar al Nobel
colombiano (si es que caben justificaciones en literatura): “Es bastante probable que la disentería
precedió al cólera traslapándose ambas epidemias”. Este mismo autor,
analizando la información de otro médico, testigo de la epidemia mejicana,
concluye “algunas personas tuvieron
diarrea con fiebre, retortijones y dolores abdominales, síntomas que son
típicos de la disentería y no del cólera” [8]. En efecto, los
dolores abdominales son muy infrecuentes, no así los calambres que tanto
torturan al enfermo.
ENFRENTANDO AL CÓLERA
El novelista sintetiza así la participación de los dos
médicos que enfrentaron el cólera: “Apenas
terminados sus estudios de especialización en Francia, el doctor Juvenal Urbino
se dio a conocer en el país por haber conjurado a tiempo, con métodos novedosos
y drásticos, la última epidemia de cólera morbo que padeció la provincia. La
anterior cuando él estaba todavía en Europa, había causado la muerte de la
cuarta parte de la población urbana en tres meses, inclusive a su padre, que
fue también un médico muy apreciado”. “El
doctor Marco Aurelio Urbino, padre de Juvenal, fue un héroe civil de aquellas
jornadas infaustas, y también su víctima más notable. Por determinación oficial
concibió y dirigió en persona la estrategia sanitaria, pero de su propia
iniciativa acabó por intervenir en todos los asuntos del orden social, hasta el
punto de que en los instantes más críticos de la peste no parecía existir
ninguna autoridad por encima de la suya”.
No está claro qué hizo Marco Aurelio en su fallido intento
por detener la epidemia. Sólo figura un “bando del cólera” en el que se imponía
a la guarnición local disparar un cañonazo cada cuarto de hora, de día y de
noche, “de acuerdo a la superstición
cívica de que la pólvora purificaba el ambiente”. Esta práctica es
coherente con la teoría de los “miasmas” que dominó buena parte del siglo XIX.
La teoría de los miasmas sostenía que el contagio se daba por el aire. Era éste
el que transportaba descargas de contagio desde los cadáveres y las materias
putrefactas. No obstante que ya en 1849 el médico inglés John Snow publica su
clásica obra “Sobre el método de
transmisión del cólera” en la que establece el papel protagónico del agua,
un grupo importante de autoridades médicas seguía sosteniendo que el cólera era
una materia que se difundía por el aire y también era distribuida y diseminada
por la interacción humana [9]. Volviendo a la novela: “Años después, revisando la crónica de
aquellos días, el doctor Juvenal Urbino comprobó que el método de su padre
había sido más caritativo que científico, y que de muchos modos era contrario a
la razón, así que había favorecido en gran medida la voracidad de la peste”.
En cambio Juvenal Urbino, que citaba a Charcot y a Trusseau “como si fueran sus compañeros de cuarto”
y que “mandó para el desván los tratados
de ciencia virreinal y de la ciencia romántica” de su padre y puso en los “anaqueles vidriados los de la nueva escuela
de Francia” se movía por los tiempos del cólera con pasos firmes y precisos:
1. Apeló a las instancias más altas para que cegaran los
albañales españoles y construyeran en su lugar alcantarillas cerradas cuyos
desechos no desembocaran en la ensenada del mercado, si no en algún vertedero
distante.
2. Trató de imponer en el cabildo un curso obligatorio de
capacitación para que los pobres aprendieran a construir sus propias letrinas.
3. Luchó para que la basura no se botara en los manglares y
para que se recogiera por lo menos dos veces por semana y se incinerara en
despoblados.
4. Consciente de la acechanza mortal de las aguas de beber y
de la falsa seguridad que daban los filtros de piedra de los aljibes, pensó en
construir un acueducto e inclusive en mineralizar el agua de dichos depósitos,
aunque para ello tuvo que luchar con enraizadas supersticiones.
5. Cambió de lugar el mercado y lo construyó cerrado y lejos
del muladar en el que estaba.
6. Alertó a sus colegas y a las autoridades de los puertos
vecinos a fin de poner en cuarentena a las embarcaciones contaminadas.
7. Sometió, igualmente, a cuarentena individual y barrial a
las personas de los lugares donde se presentaran casos de cólera.
8. Consiguió imponer la cátedra obligatoria de cólera y de
fiebre amarilla en la escuela de medicina.
Casi la totalidad de sus propuestas, más temprano que tarde,
se llevaron a cabo. En menos de un año los riesgos de la epidemia fueron
conjurados y “Nadie puso en duda que el
rigor sanitario del doctor Juvenal Urbino, más que la suficiencia de sus
pregones había hecho posible el prodigio”. Desde nuestro escritorio y en
los albores del siglo XXI, imaginando a Juvenal Urbino y con él a la formidable
ficción del escritor de Aracataca, decimos: Efectivamente, fue el rigor
sanitario, pero fue también la inmunidad que seis años atrás había dejado el
cólera en la población sobreviviente.
Al contrario de las enérgicas y variadas medidas de
prevención, nada hay en la novela de la terapéutica en los casos de cólera. El
pasaje aquel cuando enferma el doctor Marco Aurelio ilustra esta ausencia: “Cuando reconoció en sí mismo los trastornos
irreparables que había visto y compadecido en los otros, no intentó siquiera
una batalla inútil, sino que se apartó del mundo para no contaminar a nadie”.
Tampoco se dice nada del enfermo cianótico que venía de Curazao pese a que
permaneció cuatro días en el Hospital de la Misericordia en donde
laboraba Juvenal Urbino. Hay escondida en una línea, la referencia a una “buena carga de bromuro” en una persona
sospechosa de cólera que presentaba fiebre y escalofríos. Y nada más.
Llama la atención que el autor haya omitido, casi
desperdiciado, este “suculento” aspecto que en la historia de esta enfermedad
es frondoso y hasta estrambótico. En el año 1832, por ejemplo, el presidente de
la Sociedad Médica
del Estado de Nueva Cork, Estados Unidos, al parecer muy frustrado por los
resultados, aconsejó el taponamiento del recto de los enfermos con linóleo y
cera de abeja. En Costa Rica, en la epidemia de 1856, el doctor Carl Hoffman
recomienda utilizar en los pacientes que presentan enfriamiento, frotaciones
con sustancias irritantes y si esto no fuera suficiente, aplicación de
ladrillos calientes o “paños de agua hirviendo hasta levantar ampollas”. Otro
intento por calentar el cuerpo era tomar “de media a media hora una cucharada
de aguardiente alcanforado hasta que se desvanezca el hielo del cutis y se
produzca un sudor caliente” [10]. En otros lugares, comentaba el
profesor Carpenter, se aconsejaba transfusiones de leche para combatir la
cianosis. Con razón Bushman se queja desde Londres, en 1850, que en los dos
brotes epidémicos de los que fue testigo, los médicos no hayan reducido un
ápice la mortalidad. “La mortalidad en
cualquier parte de Europa y bajo cualquier variedad de tratamiento médico, de
empleo común, ha sido la misma”, decía [11]. Y es que la
solución de Perogrullo de reponer líquidos a quienes los están perdiendo no
halló en el siglo pasado el camino correcto. O, si es que lo encontró, solo fue
para extraviarse rápidamente de él. Porque Latta en 1932 introduce el empleo de
líquidos intravenosos, pero los pacientes que al principio experimentaban
mejoría terminaban siempre sucumbiendo: “un
caso de demasiado poco, demasiado tarde” dice Gerald Keusch, tratando de
encontrar una explicación [12]. La rehidratación oral también fue
intentada (Marsde, 1834) [13] con éxitos modestos y abundantes
fracasos. Por lo tanto, estos procedimientos fueron desalentados hasta su
“redescubrimiento” un poco más allá de mediados de este siglo. El conocimiento
de la composición de la diarrea que en el cólera es muy semejante al del plasma
sanguíneo y la observación trascendental de Phillips y sus colaboradores que la
adición de glucosa en la solución hidratante aumenta la absorción de agua y
electrolitos en quienes la beben [13], permitieron establecer
conductas terapéuticas de cuyo éxito todos somos testigos, todos menos los
abnegados médicos del “El amor en los
tiempos del cólera” que no tuvieron la vida suficiente para conocerlo. [14]
En la historia del cólera a nivel mundial se tienen
registradas siete pandemias que se iniciaron en los años 1816, 1829, 1852,
1863, 1881, 1889 y la actual iniciada en 1961 [15].
Teniendo en cuenta la edad de los protagonistas y otros
acontecimientos que en la ficción les tocó vivir, la epidemia de “El amor en los tiempos del cólera”
sería parte de la cuarta pandemia. Es decir de aquella que se inicia en 1863 y
que se extiende por el mundo, sea por tierra o por mar, durante diez años. El
Boletín Epidemiológico de la OPS
no se refiere explícitamente a Colombia como país involucrado en esta cuarta
pandemia como sí lo hace en las dos anteriores; sin embargo por lo extenso del
territorio americano que esta pandemia tomó (Estados Unidos, Canadá, Nicaragua,
Belice, Paraguay, Argentina, Brasil, Bolivia e incluso Perú) es probable que
Colombia también haya sido tocada.
El cólera en la novela se presenta en dos ondas claramente
establecidas. La primera, se produce seis años antes de que el doctor Juvenal
retornara de Europa. Y fue la más grande: “había
causado la muerte a la cuarta parte de la población urbana en menos de tres
meses”, las “primeras víctimas
cayeron fulminadas en los charcos del mercado” y “en once semanas había causado la más grande mortandad de nuestra
historia”. Por otra parte, “El cólera
fue más encarnizada en la población negra, por ser la más numerosa y pobre,
pero en realidad no hubo miramientos de colores ni linajes”. Hay otra
curiosa característica: “Cesó de pronto
como había empezado”.
En la ficción, la segunda onda aconteció seis años después
de la primera. Una persona que había llegado aparentemente sana de Curazao
falleció en el hospital de la ciudad. Después de varias semanas unos niños
hicieron cólera y hubo once casos más en tres meses. En el quinto mes se
presentó “un recrudecimiento alarmante,
pero al término del año se consideró que los riesgos de una epidemia habían
sido conjurados”. Por lo demás “todos
los casos habían sido en los barrios marginales, y casi todos en la población
negra”. Dice la novela también que “desde
entonces y hasta muy avanzado este siglo el cólera fue endémico en casi todo el
litoral del Caribe y en la cuenca de La Magdalena ”.
A esta altura del camino yo no sé si es el zapato de la
ficción el que calza mejor en el pie de la realidad o viceversa; pues el
comportamiento de una epidemia de cólera es así: su primer ingreso es
devastador y compromete preferentemente a la población expuesta, ¡y qué mejor
lugar de comienzo que el mercado! (¡y ese mercado!). El segundo episodio es más
atenuado y esto tiene que ver con el grado de inmunidad que alcanzan las
personas, ya que no todas las que hacen contacto con el Vibrio cholerae hacen la enfermedad y no todos los que hacen la
enfermedad mueren; pero, sí, adquieren un grado de respuesta inmune,
protectora; sin desmerecer, obviamente, los denodados esfuerzos de Juvenal
Urbino. Por otra parte, son los niños los que inician el segundo episodio en la
novela, como si se hubiera tratado de una infección intradomiciliaria, aunque
era una pequeña de cinco años y su hermano que, acaso, ya podían salir de su
casa y jugar en los charcos de la calle. Sin embargo, la presencia de niños en
el segundo episodio es una anotación muy interesante. Por lo demás, en el
cólera, los sectores más pobres son los mayormente afectados por el
hacinamiento y la ausencia de agua y desagüe que propician una cohabitación
mayor entre el ser humano y sus excretas.
El brusco final del primer episodio no es infrecuente: “duran varios años y luego desaparecen
inexplicablemente”, dice Wallace [16]. Mucho más si el Vibrio cholerae de esa pandemia fue el
biotipo clásico que tiene menos capacidad de adaptación al medio y por lo tanto
de sobrevivencia que el biotipo El Tor
responsable de la pandemia actual.
El cólera se hizo endémico en el litoral del Caribe y en la
cuenca de La Magdalena
permaneciendo así hasta muy entrado el siglo XX, dice el narrador. El
continente americano quedó libre de cólera a fines del siglo XIX, dicen los
textos que tratan el tema. He ahí una controversia. Punto.
LOS DOS MÉDICOS
—¿Es cierto que ella descubre fácilmente la clave de tus
novelas? —preguntó Plinio Apuleyo Mendoza, refiriéndose a doña Luisa Santiaga,
la madre del escritor, en la misma conversación con la que iniciamos este
ensayo.
—Sí —contestó el Gabo—, de todos mis lectores, ella es la
que en realidad tiene más instinto, y desde luego mejores datos para
identificar en la vida real a los personajes de mis libros. No es fácil, porque
casi todos mis personajes son como rompecabezas armados con piezas de muchas
personas distintas y por supuesto con piezas de mí mismo. El mérito de mi madre
es que ella tiene en este terreno la misma destreza que tiene un arqueólogo
cuando logra reconstruir un animal prehistórico completo a partir de una
vértebra encontrada en una excavación… [17].
El cólera era, en los tiempos que de la novela, una
enfermedad mortal en alto grado. El cólera era en el mundo, en esos mismos
tiempos, escenario de grandezas y mezquindades, territorio de sacrificios y
renuncias, privilegiado espacio de pasiones, de muchas pasiones, en fin, campo
de batalla de inteligencias lúcidas y obnubiladas. Por esos tiempos, John Snow,
el primero en administrar anestesia a la reina de Inglaterra, logra, en base a
cuidadosas observaciones, concebir y postular que el cólera se trasmitía por el
agua contaminada [18], pero el prestigioso Colegio Real de Cirujanos
rechazó esta afirmación. Unos años más tarde, Koch consigue en Egipto,
examinando el contenido intestinal de personas que habían muerto por cólera,
visualizar por primera vez el inimaginable Vibrio;
poco después, su obstinado opositor y coterráneo von Petterkofer se traga
temerariamente, y previo bicarbonato, el cultivo fresco y letal de esta
bacteria… ¡y no le pasó nada! Los caricaturistas, también en estos tiempos,
ilustran jocosas fugas de médicos dejando tras ellos a multitudes reclamantes
de enfermos de cólera. Pero, por este tiempo, también, y aun más atrás,
aparecieron médicos como el guatemalteco Nazario Toledo batiéndose en el Estado
de Chiapas (México), sí, el mismo estado de los zapatistas con su subcomandante
Marcos de hoy, entonces azotado por la peste. El mismo doctor Toledo aparece,
luego, asesorando al gobierno de Costa Rica en la confección de los decretos
“para preservar al país de los estragos del cólera” poniendo énfasis especial
en la higiene personal, en la de la vivienda y de los alimentos (y esto… ¡en
1836!). [19]
Gabriel García Márquez construye, para esos tiempos, dos
personajes a la altura de las circunstancias. Aurelio y Juvenal son médicos,
para decirlo en una palabra, dignos.
Aurelio, limitado por los conocimientos de la época, lucha y
muere por sus enfermos. Es más, muere “Encerrado
solo en un cuarto de servicio del Hospital de la Misericordia , sordo
al llamado de sus colegas y a la súplica de los suyos”. Muere escribiendo “para la esposa y los hijos una carta de
amor febril, de gratitud por haber existido, en la cual se rebelaba cuánto y
con cuánta avidez había amado la vida”. Su mujer no perdonaba el hecho que “se hubiera sacrificado a conciencia por una
montonera de negros”. Aurelio es un médico de su tiempo ante el que no
puedo evitar un sentimiento de admiración pero también de solidaria congoja.
Juvenal, por otra parte, constituye la llegada a esta
provincia del Caribe de lo más adelantado del conocimiento europeo de la
segunda mitad del siglo XIX. No solo en el campo médico sino también en la
literatura, la música, el teatro, etc. Juvenal llega, además, poseído de un
gran amor por su ciudad natal y una obsesión por la epidemia del cólera, cuya
inminencia pronostica. Pronostica y enfrenta lúcida y responsablemente,
saliendo victorioso.
Un comentario aparte merece la relación de estos dos médicos
con el poder político. Juvenal Urbino, como su padre, tiene acceso directo al
poder. Acceso logrado en función a su prestigio y ascendencia. Es una relación
que va más allá de la asesoría, es capaz de cambiar el rumbo de los
acontecimientos. De otro modo no podría explicarse las obras de infraestructura
sanitaria, entre otras, en su lucha contra el cólera.
En resumen, “las vértebras” que encontramos sugieren
pertenecer a excelentes especímenes de la familia humana y por ende de la
profesión médica.
“En ‘Funerales de Mamá Grande’ —dice
García Márquez a su amigo Plinio Apuleyo Mendoza— cuento un inimaginable viaje del Papa a una aldea colombiana. Recuerdo
haber descrito al presidente como calvo y rechoncho, a fin de que no se
pareciera al que entonces gobernaba el país, que era alto y óseo. Once años
después de escrito este cuento, el Papa fue a Colombia y el presidente que lo
recibió era calvo y rechoncho. Después de escrito ‘Cien años de soledad’, apareció en Barranquilla un muchacho
confesando que tiene una cola de cerdo” [20].
“El amor en los
tiempos del cólera”
fue publicada por primera vez en 1985. En la novela, cuando Juvenal Urbino
volvió a su tierra “sintió desde el mar
la pestilencia del mercado, y vio las ratas en los albañales y los niños
revolcándose desnudos en los charcos de las calles”, entonces “no sólo comprendió que la desgracia hubiera
ocurrido, sino tuvo la certeza que iba a repetirse en cualquier momento”.
Pero estos sucesos que en la ficción ocurren en las últimas décadas del siglo
XIX, volvieron a repetirse más de un siglo después. La certeza de Juvenal
Urbino, a manera de un extraño anfibio, vivió oculta en el tiempo de la ficción
y la realidad hasta el 1º de marzo de 1991 en que saca la cabeza con el primer
caso de cólera que aparece en Colombia, el mismo que un mes después asciende a
112 [21] y en seis meses a 5.477 casos con 115 fallecimientos.
Transcurridos los años, la convicción de Juvenal Urbino nos
sorprende mucho menos. Es el huevo de Colón que nadie (o muy pocos) imaginó;
pero huevo de Colón al fin y al cabo: la extrema pobreza, la educación
precaria, la ausencia o mala calidad de los servicios básicos hacían previsible
por no decir inevitable el retorno del cólera. Y aquí está ahora entre
nosotros, poniendo el dedo en la llaga, evidenciando la desidia del pasado, la
baja prioridad concedida a la salud y al saneamiento y la gestión deficiente de
los escasos recursos existentes [22]. El pronóstico de Juvenal
Urbino mantiene su vigencia terrible, porque está vigente también, esa “deuda
social” impaga desde siempre a nuestros pueblos.
COLOFÓN
“El amor en los tiempos
del cólera” es,
repitámoslo, una larga historia de amor donde el cólera es apenas una sucesión
de hitos espaciados.
Quise confrontar la huella de esos hitos con la que dejó la
realidad o algo oficialmente parecido a ella (para ser más exactos).
Y he constatado que la mayoría de las veces el cólera pasó
dejando por la realidad y la ficción un rastro semejante.
Sin embargo hay detalles que hacen pequeñas diferencias. Los
hemos señalado.
Por lo demás, creo que he concluido a tiempo. Justo en el
momento donde aparece el riesgo a las complicidades.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
[1] García Márquez, Gabriel y Mendoza Apuleyo, Plinio: El olor de la guayaba. Editorial La Oveja Negra , Perú,
1982, p. 37.
[2] García Márquez, Gabriel: El amor
en los tiempos del cólera. Editorial La Oveja Negra , 1ª
Edición, Colombia, 1985.
[3] OPS (Organización Panamericana de la Salud ): Antecedentes
históricos del cólera en las Américas. Boletín Epidemiológico, 1991;
Volumen 12, Nº 1, p. 10-12.
[4] González Saldaña, Napoleón y Saltigeral Simental, Patricia: Cólera Conceptos Actuales.
Interamericana. McGraw-Hill, México, 1992, p. 2.
[5] Benenson, Abram S.: El control de
las enfermedades trasmisibles en el hombre. OPS, 14ª Edición, Washington,
1987, p. 48.
[6] OPS: óp. cit., p. 11.
[7] Mata, Leonardo J.: El cólera
historia, prevención y control. Editorial de la Universidad de Costa
Rica. Costa Rica. 1992, p. 55.
[8] Mata, Leonardo J.: óp. cit., p. 60.
[9] Mata, Leonardo J.: óp. cit., p. 9.
[10] Mata, Leonardo J.: óp. cit., p. 77.
[11] Keusch, Gerald T.: Cólera. En:
Feigin, Ralph David y Cherry, James D.: Tratado
de enfermedades infecciosas pediátricas. WB Saunders Company. España, 1981,
p. 500.
[12]
Keusch, Gerald T.: óp. cit., p. 501.
[13] Mata, Leonardo J.: óp. cit., p. 23.
[14] Mata, Leonardo J.: óp. cit., p. 13.
[15] Kumate Rodríguez, Jesús; Gutiérrez, Gonzalo; Muñoz Hernández, Onofre y
Santos Preciado, José Ignacio: Manual de
Infectología. Méndez Editores. México, 1992, p. 76.
[16] Wallace, Craig K.: Cólera.
En: Fraude, AI: Enfermedades Infecciosas.
Editorial Médica Panamericana. Buenos Aires, 1984, p. 288.
[17] García Márquez, Gabriel y Mendoza Apuleyo, Plinio: óp. cit., p. 36.
[18] Guerrero, Rodrigo; González, Carlos Luis y Medina, Ernesto: Epidemiología. Editorial Addison-Wesley
Iberoamericana. México. 1986. p. V.
[19] Mata, Leonardo J.: óp. cit., p. 12-17.
[20] García Márquez, Gabriel y Mendoza Apuleyo, Plinio: óp. cit., p. 36.
[21] OPS: óp. cit., p. 9-10.
[22] Boletín de la
Oficina Sanitaria Panamericana: 110 (6), 1991, p.i.
* Este ensayo fue escrito en 1994, tres años después que la
epidemia del cólera entrara por el Perú a América del Sur y a nueve años de la
sorprendente aparición de “El amor en los
tiempos del cólera” en 1985. Fue publicado en el Boletín de la Sociedad de Medicina
Interna (Perú).
** Médico Internista asistente en el Hospital Belén y
profesor de la
Universidad Nacional de Trujillo, Perú.
Currículo de Ángel Gavidia Ruiz en:
http://revista-realidades-y-ficciones.blogspot.com.ar/2015/09/realidadesy-ficciones-revista-literaria_1.html
(Revista RyF Nº 22)
Email: agavidiar@gmail.com
GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ
(Aracataca, Colombia, 6/5/1927 – Ciudad de México, 17/4/2014)
Novelista, cuentista, guionista, editor y periodista
colombiano. En 1982 recibió el Premio Nobel de Literatura. Su estilo enmarcado
dentro del realismo mágico ha quedado plasmado especialmente con su novela Cien años de soledad, considerada una de
las grandes obras literarias de todos los tiempos.
• Novelas: La
hojarasca (1955), El coronel no tiene
quien le escriba (1961), La mala hora
(1962), Cien años de soledad (1967), El otoño del patriarca (1975), Crónica de una muerte anunciada (1981), El amor en los tiempos del cólera (1985),
El general en su laberinto (1989), Del amor y otros demonios (1994), Memoria de mis putas tristes (2004).
• Libros de cuentos: Los
funerales de la Mamá
Grande (1962), La
increíble y triste historia de la cándida Eréndira y de su abuela desalmada
(1972), Ojos de perro azul (1972), Doce cuentos peregrinos (1992).
• Reportajes: Relato
de un náufrago (1970), La aventura de
Miguel Littín clandestino en Chile (1986), Noticia de un secuestro (1996).
• Teatro: Diatriba de
amor contra un hombre sentado (1987).
• Memorias: Vivir para
contarla (2002).
• Obra periodística: Textos
costeños (1948-1952, 1981), Entre
cachacos (1954-1955, 1982), De Europa
y América (1955-1960, 1983), Por la
libre (1974-1995, 1984, 1999), Notas
de prensa (1961-1984, 1991, 1999). El
amante inconcluso (2001), Gabo
periodista (2013).
• Entrevista: El olor
de la guayaba (1982, con Plinio Apuleyo Mendoza).
• Discurso: Yo no
vengo a decir un discurso (2010).
• Talleres de cine: Cómo
se cuenta un cuento (1995), Me
alquilo para soñar (1995), La bendita
manía de contar (1998).
Ensayo
HUMANIZAR LA EDUCACIÓN
Pablo Romero García ©
La principal reforma que debe realizarse en el sistema
educativo, particularmente en el ciclo básico, es la inclusión de espacios
curriculares dotadores de sentido (¿el por qué?, ¿el para qué?) y generadores
de reflexión, preámbulo para que se pueda trabajar luego sobre cualquier otro
contenido disciplinar, incluyendo el que remite a las hoy consideradas materias
"básicas y elementales" como Matemáticas e Idioma Español. Hay que
volver a apuntalar fuertemente el lado humanista de la educación, fortalecer el
capital cultural desde la formación humanística, que es propedéutica a la formación
en otras áreas del saber. Así, por ejemplo, deberían apoyarse fuertemente
planteos como los de Filosofía para niños, que se imparten solo en algunas
escuelas o colegios privados, llevándolos a la educación pública,
universalizando su presencia en los últimos años de la escuela pública. E
incorporar horas de Literatura y Filosofía desde el primer año del liceo (con
abordajes y temáticas adecuados a ese momento vital de la adolescencia); sería
realmente apostar a renovar con atino y fuerza el sistema educativo. Desde esos
espacios se podrían tocar fibras que son vitales "tocar" a esa edad y
que supone una instancia previa —porque son generadoras de un sentido que es
elemental: comenzar por construir— a que puedan comprender, por ejemplo, por
qué es importante el estudiar, el formarse intelectualmente, o por qué es
deseable reflexionar sobre nuestros actos y sus consecuencias o incluso —algo
más concreto— el escribir sin faltas de ortografía. O saber pensar
matemáticamente. O comenzar a hallar esos sentidos —que son múltiples y que
irán variando con los años— que tanto buscan para su existencia y ponerlos en
juego con sus pares.
Seguiremos fallando si no entendemos que el problema está en
la falta de sentido reinante y la baja capacidad de reflexión, asociada a una
drástica disminución del capital cultural, que aqueja particularmente a los
adolescentes del ciclo básico. Pero, sin embargo, son seres
"filosofantes" espectaculares, justamente en una edad donde comienza
a ser central la búsqueda del sentido y el dejar volar la imaginación. Al
contrario de lo que se insiste desde hace años (y desde todas las tiendas
políticas y desde cuanto “técnico especializado en educación” ha aparecido en
el escenario público), creo que hay que apostar fuertemente al área humanística
en el ciclo básico y fortalecer —insisto— sobre todo esa búsqueda de sentidos
que el adolescente de hoy día necesita más que nunca. Necesitan más Filosofía y
Literatura y menos supuestos de que la educación tiene que estar en consonancia
con el mundo del mercado laboral y las nuevas tecnologías o ser simplemente
algo “divertido”, que “atraiga a los chiquilines” (en ese caso, deberíamos
simplemente montar un cybercafé y listo). En tanto docente de Filosofía y de
Informática, mi experiencia de campo me ha permitido verificar el supuesto de
que la herramienta tecnológica de poco sirve si no hay un sujeto pensante
utilizándola como es debido. Cuando se comprenda cabalmente esto —que
probablemente a casi todos nos resulta de sentido común—, se comprenderá
también en qué estamos fallando en el sistema educativo y se fortalecerá
—quizás— desde el arranque del ciclo liceal (o aún mejor, desde los últimos
años escolares) las áreas humanísticas, hoy en amplia desventaja frente a otros
espacios del saber.
Por supuesto, esto no significa crear falsas dicotomías,
falacias de falsa oposición que tanto mal ya han hecho al sistema educativo,
pero sí supone el planteo de una necesidad curricular que hoy se da justamente
a la inversa, en tanto las disciplinas humanísticas son clave para el
fortalecimiento del pensamiento en esos primeros años básicos de formación
intelectual del sujeto adolescente y, sin embargo, los alumnos suelen tener un
mayor contacto posible recién a partir del bachillerato, siendo que una amplia
mayoría ni siquiera alcanza ese nivel de estudios. O sea, muchos de nuestros
jóvenes ni siquiera pasan por un curso que los ponga decididamente en juego con
la rica tradición del pensamiento crítico de su propia cultura. Hay que
brindarles esas herramientas reflexivas muchísimo antes, hay que brindarles una
impronta humanística muchísimo antes en el sistema educativo. E incluso,
brindarles talleres de Argumentación sería central. Siendo chicos que en muchos
casos están a dos o tres años de ejercer sus derechos ciudadanos, es
preocupante la falta de capacidad discursiva y de cultura del debate de ideas
que tienen, reflejo justamente de la ausencia de espacios curriculares que
apunten a trabajar directamente sobre esa falencia, que tanto perjudica —a la
larga— al mejor desempeño de nuestra democracia.
Y no hay que subestimarlos, sino darles la formación que
realmente están necesitando estos adolescentes. Hay que enseñarles a pensar
reflexivamente, incluso mucho antes —también insisto en este punto— de que
aprendan —cosa que también deben hacer, claro— las reglas ortográficas o a manejar
fórmulas matemáticas o físicas. Hay que traer a escena del espacio educativo
del ciclo básico las materias que justamente se especializan en formar en el
área del pensamiento reflexivo. Hace años comenzamos un proceso justamente
inverso y hoy —justo hoy, donde ya de por sí la formación humanística está en
declive en todos los sectores de la sociedad— vemos las consecuencias de ese
repliegue del área de las disciplinas críticas.
Es central trabajar sobre el capital cultural de alumnos y
familiares, y recobrar el sentido respecto del saber (que no es, ciertamente,
el de hacer cosas "divertidas" para los alumnos o prepararlos
únicamente para el campo laboral, porque incluso para “generar” un buen
trabajador de lo que sea, es fundamental formar un sujeto pensante y un sujeto
cargado de eticidad, que no sea indiferente, que no esté vacío de valores y
sentidos).
El que las Humanidades estén de retiro, en casi todo el
mundo a nivel de los sistemas educativos de enseñanza media básica, es un
problema que refleja no solo el rumbo que el mundo ha tomado (y así estamos,
con sociedades contemporáneas deshumanizándose cada vez más), sino que debería
indicarnos claramente la necesidad de recobrar la presencia de las disciplinas
dotadoras de sentido en los sistemas educativos que forman a nuestras nuevas
generaciones. Lo básico y elemental, digamos.
Currículo de Pablo Romero García en esta misma Revista RyF Nº
25.
Email: pablor7@montevideo.com.uy
Y algo más…
EN BUSCA DEL LENGUAJE
ÚNICO
Metáfora en busca del
lenguaje único,
CD: Bluesía,
La Náusea Records ,
Monistrol de Montserrat, 2012-2013.
Oxímoron (Marian Raméntol, Jaume Vendrell, Cesc
Fortuny i Fabré)
http://www.facebook.com/OximoronPoesia
Dividido en cuatro partes: Metáfora, en busca del lenguaje único, El luto de los colores, Galería y Biografías, los tres componentes de este
grupo pictórico-poético-musical llamado Oxímoron —Marian Raméntol, Jaume
Vendrell y Cesc Fortuny Fabré—, nacido oficialmente en 2012, nos ofrecen un
conglomerado artístico polifacético en cuantas vertientes son capaces de
manifestarse. El conjunto pretende alcanzar, como ya intentara Wagner, una
Gesamtkunstwerk —una obra de arte total—, en la que todos los elementos que
intervienen buscan el equilibrio y se hibridan entre sí, evitando que cualquiera
de ellos esté al servicio del otro. Así, exceptuando Biografías, que da cuenta del perfil artístico-cultural de cada uno
de los miembros de Oxímoron, las otras tres partes participan de esta idea
común y están hilvanadas por un hilo conductor, que las unifica más allá de las
características propias que las diferencia como parte.
Jaume Vendrell Ginell |
Como anuncia el título del videolibro, Raméntol, Vendrell y
Fortuny construyen una Metáfora en busca
del lenguaje único, a partir de una performance, filmada en los bellos y
sugerentes jardines de asilvestrada decadencia e interiores del edificio de El
Konvent de Cal Rosal (Berga, Barcelona, España). Estas instalaciones de Movimentpuntzero, salpicadas de objetos
artísticos y esculturas, nos sumergen en un ambiente de naturaleza y artificio.
Ellos lo llenan de voz, movimiento, impacto visual y color, hasta formar un
todo artístico integral, integrado y orgánico, en tanto que su concepción
supera la duración limitada de su obra, sugiriéndonos la idea de arte no tanto
como producción artística sino como un modo de vivir, una concepción que
determina absolutamente la vida de los implicados.
Cesc Fortuny i Fabré |
El oidor-visionador del videolibro goza de la imagen de
Marian Raméntol moviéndose por el bellísimo espacio del Konvent a la vez que
escucha su melodiosa, reposada voz, en ningún momento sensiblera, recitando sus
propios poemas, textos densos y contundentes: Soliloquio de preceptos en pentagramas de sílice, / mi vida andada
cubrirá la piel / y la aprendida bañará la greda en ríos / de una sola lágrima.
/ Quien quiera nuevas huellas en el coraje de mi crónica / le componga un
réquiem a mi biografía. (Epitafio nº 2 en Si bemol) [1]. Su
léxico descarnado contrasta con la paz y la armonía que transmite el recitado y
el desplazamiento reposado, que la cámara de Fortuny subraya, buscando efectos
combinatorios de arte conceptual en movimiento. Voz y música, ésta de Fortuny,
ejecutada por él, buscan una lograda simbiosis con la palabra a través de
estridencias, crujidos, disonancias a base de instrumentos varios —armónica,
mortero metálico, gong, guitarra…—, clara muestra de su gusto por la
experimentación y su interés por el esoterismo y las religiones comparadas.
Fortuny nos brinda también su voz recitando sus propios poemas, como los de
Raméntol igualmente categóricos, que gustan del lenguaje y la imagen sexual, y
de los que destacan muy especialmente los versos finales, de una impactante
rotundidad:
[…] al caer en el
útero veremos raíces y troncos, / comprenderemos el léxico de la humedad, la
ortografía del musgo, / encontrando el palo cerrado en la basura y cayéndonos
los ojos como al ciervo quieto. / Cuando los siquiatras pacen en los campos / y
el negro semen de la codicia me emborracha como a los árboles / se alzan los
muros y las cruces que conducen al olor del fuego, / de la llama ardida tantas
veces. / Como un montón de tallos clausurados por el aire, / que son cobijo
blasfemo, y como la madre que se peina bajo las aguas, / en la pureza de la
gangrena. / No hay medicación para soportar la existencia. (El negro semen de la codicia)
DVD El luto de los colores & Metáfora en busca del lenguaje único |
El mismo concepto viene corroborado en la segunda parte, El luto de los colores, grabada en el
barrio del Raval de la ciudad condal, cuyo principal protagonista es Vendrell,
pintor y poeta, que, en una entrevista en movimiento, nos permite asistir al
proceso pictórico del nacimiento de un cuadro de impresionante colorido y
trazo, al tiempo que nos describe su modo de trabajo, su estilo de vida y su
idea del arte. Vendrell entiende la pintura como una extensión de la poesía: “sacar
mi poesía fuera, pero de un modo más visual”, algo que atestiguan las
artísticas portadas de sus poemarios, una verdadera obra pictórica que se
extiende hasta la contraportada. Al igual que Raméntol y Fortuny, busca nuevos
lenguajes a través del arte, para el que le interesa especialmente el tema
orgánico —su cuerpo está artísticamente tatuado— y en el que convive lo
surrealista con lo figurativo.
La tercera parte, la Galería ,
presenta una relación de instantáneas, bellísimas fotos fijas, que reiteran la
idea del lenguaje único de un interarte polifacético y orgánico en el que
conviven y se relacionan naturaleza y artificio, ser vivo y objeto, para
incitar nuestra imaginación y brindarnos, en este casamiento interactivo, a
través de los objetos —usados como meros trampolines para la idea—, una viva
muestra de arte conceptual, en el que los propios artistas devienen parte
integrante de su obra de arte y de la idea.
CD Bluesía |
Por otra parte, el CD titulado Bluesía, que delata claramente la intención de hibridación artística
de Oxímoron en su búsqueda de aquel lenguaje único, trabaja ahora con la
palabra y la música como únicos elementos para su experimentación. El álbum no
especifica la autoría de los textos recitados al son de la música de armónicas
y guitarra —Cesc Fortuna—, a menudo dialogando, mientras las voces de Marian
Raméntol y Jaume Vendrell recitan, alternándose. También este hecho es
revelador de la voluntad del grupo de ofrecer su trabajo como un todo compacto
en el que la distinción de sus componentes carece de importancia. No obstante,
quien haya leído u oído anteriormente la poesía de los autores, identificará
qué texto pertenece a cada cual; su sello es inconfundible, a pesar de la
solidez de su denominador común, que les consolida como grupo.
A diferencia del recitado del videolibro, ahora las voces
suenan majestuosas, amenazadoras a veces, con clara intención de subrayar con
silencios, pausas o acentos ciertos momentos del poema, que tiende a lo
escatológico, a lo descriptivo en clave surreal, a lo tremendista, casi a lo
apocalíptico. Recita Raméntol invocando a la madre: […] Vendrás con tu Dios entre los dientes / para que pueda ejecutarle /
con las balas marinas que me queden / […]. O bien Vendrell: […] la semilla es un nudo en la garganta, /
que me ahoga y apuesta por desvelarme / en el punto álgido del sueño / sin
haber hallado al hombre / que calza mis zapatos. / ¿Hacia dónde se dirige? /
¿Hay algo que responda al grito de las piedras? […]. La única similitud entre
promesas y progreso / son las tres primeras letras.
Al igual que en el videolibro, la música de autoría y
ejecución de Cesc Fortuny tiene personalidad propia; no es en ningún momento un
mero acompañamiento de fondo, sino que tiene el mismo protagonismo de los
textos, ofrece un marco donde estos se encuadran y se desarrollan; sus sonidos
sugieren a quien escucha imágenes asociativas del mismo o similar ámbito
semántico que las palabras recitadas. Sintomático para la personalidad de
Oxímoron es el hecho de que elijan para uno de los poemas, Promesas, la versión musical de El
blues de les bestias, de la película SandWoman,
de Samuel Sebastian que se resume como sigue: SandWoman es la historia sobre una mujer escritora de 35 años,
cuyas peores pesadillas están repletas de fantasmas y de espíritus necrófagos
que la invaden, hasta el punto de no distinguir realidad de imaginación. Su
marido, de 40 años, es un asesino que explica a su mujer todos sus crímenes
para que así consiga la inspiración para escribir su novela, un libro sobre la
pasión y la muerte. Una tarde, la mujer comienza a ser transformada en una
bestia, y poco a poco se da cuenta de que el personaje principal de su novela,
la mujer muerta, la está poseyendo.
[1] Las divisiones de los versos son las que la autora de esta reseña supone,
a partir de las pausas que le ha sugerido la audición del recitado; los autores
no adjuntan al videolibro los textos escritos.
Currículo de Anna Rossell en:
http://revista-realidades-y-ficciones.blogspot.com.ar/2012/12/blog-post.html
(Revista RyF Nº 11)
INFORMACIÓN VERSUS
COMUNICACIÓN
(La imaginación liquidada)
José Antonio Cedrón ©
Un periodista uruguayo nos contó que en su pueblo natal, de
cinco mil habitantes, había liga de básquet con seis equipos, torneos de “Papi
fútbol” con otros tantos, campeonatos de ajedrez, dos grupos teatrales, cine de
jueves a domingo, vecinos en la vereda. Vida.
Hace años que no se juega a nada, cerró el cine, los grupos
de teatro desaparecieron; el club social reemplazó al ajedrez por tres
televisores con videos, y si uno se cae en la calle a la diez de la noche no lo
encuentran hasta el otro día.
La televisión cubre más expectativas sin esfuerzo de
imaginación que la radio cuando no tenía competencia. Información versus
comunicación, y en el envés una distracción semejante a la perplejidad del
nieto de Mastroianni en Todos estamos
todos bien o al autismo de Dustin Hoffman en Rain man.
* * *
A mediados de 1992, en pleno despegue de esa nave que nos
proyectaría al primer mundo a través del TLC, todavía los jóvenes mexicanos
veían 2500 horas de televisión al año mientras pasaban 600 en la escuela.
Parecería que el aumento de audiencia fuera proporcional al descenso de los
promedios.
A diferencia de otras religiones, este milagro no necesita
que García Márquez le ponga una sábana para elevarse, tiene otros operadores
que no cobran por acceder al cielo, sino a un satélite. Se trata de “poner tus
ojos en lo más alto”.
* * *
Ni se te ocurra
pararte
Un breve seguimiento casero durante cuarenta días a la
programación de Televisión Azteca y Televisa, me enseñó como 170 formas de
matar y otras tantas de morir. El despliegue incluyó armas de todo tipo y una
generosa lección de individualismo como sinónimo de éxito y triunfo. Sin
embargo, como se vio durante la
Guerra del Golfo, y luego con la de los Balcanes, la muerte
real no es un accidente, sino un espectáculo que puede convertirse en guión y
venderse por puntos de rating a todo el planeta. Para reafirmar que la realidad
supera a la ficción, aquí como en las series también ganó el más alto, el más
blanco, el más fuerte.
Un regreso a las fuentes de esas lecciones racistas del cine
americano que mamamos desde las pantallas de todas las salas de barrio —a lo
largo y a lo ancho— de nuestro patio trasero. Y aunque se vea en colores, la
construcción del hilo argumental es fiel al blanco y negro, por eso, los indios
siguen siendo bárbaros, los negros inferiores, los mestizos incompletos, y
todos sospechosos.
Para que no haya dudas acerca del mensaje histórico, la
adaptación a los tiempos por parte de los guionistas consistió en hacerlos
cambiar de “profesión”, nunca de condición.
De esta suerte, podría explicarse que Emilio Azcárraga Milmo
nos redescubra que “México es un país de una clase modesta muy jodida”, por eso
es “una obligación llevarle diversión y sacarla de su triste realidad y de su
futuro difícil”. La pantalla reemplaza a la vida.
A fin de cuentas, además de la tele, los “jodidos” tienen a
su alcance la lotería, los pronósticos deportivos, el melate, la raspada, la
bolita, quinielas, los concursos de don Francisco y compañía, los horóscopos de
Walter Mercado, la “excelencia” envasada de Miguel Ángel Cornejo, y hasta las
terapias de punta de Cristina Saralegui, Rocío Sánchez Azuara, Carmen Salinas o
el consultorio peruano de Laura en América, entre tantos otros que ofrecen sus
servicios profesionales.
El azar es lo más democrático que les queda. Es cuestión de
acertar.
* * *
Un director de noticieros me dijo socarronamente “el público
duda del que duda; si tú no cambias, él cambia de canal” (y se pierden los
anunciantes).
Según la función formadora de los medios, el público opina
por repetición con la seguridad de la ignorancia que recibe de este enfoque
educativo.
Al árbol de la miseria le cambiaron las ramas y las hojas,
por eso las traducciones no se pueden leer sin eufemismos: “países en vías de
desarrollo”, “gente sin recursos”, “carenciados”, “umbrales de pobreza”,
“empleo informal”. Lenguaje que clasifica y habla de los otros y por los otros,
pero nunca a los otros. Como en las religiones, se expresa en imperativo. La
función traduce códigos, instituciones, moral determinada, una ideología.
Neutraliza de un modo más sutil: por compulsión. Si no fuera otra cosa más que
un juego macabro, podría interpretarse que las palabras dicen lo que quieren
decir, en tanto no lo dicen, “sino todo lo contrario”.
Podemos inferir que por efecto de un reciclaje continuo la
posibilidad de conocimiento se convierte en un espacio de ningún saber.
En suma, alimentan nuestra ignorancia a sabiendas que el
“contenido”, según parece, es parte inherente de nuestras desgracias.
Así desfilan ilusionistas, lectores de manos, testigos de
ovnis como de Jehová, benefactores de solterías condenadas a la eternidad,
conductores de cualquier cosa erigidos en defensores de la “opinión pública”,
que “asisten” a invitados que se denigran con o sin consentimiento de que los
“ventaneen”, con tal de que usted, que está del otro lado, “la pase bien”.
* * *
El travetismo de parpadeo subliminal, la máscara, la
declamación glamorosa, la autovanagloria ritual y la utopía consumista no encuentran
piso en la realidad porque el lenguaje monopoliza por sí mismo hasta la
inhibición cualquier otra consideración, en aras de una audiencia caótica como
proclive a ser clonada por inventos mercadotécnicos, más atentos a la
escenografía y el impacto que al razonamiento.
Todo este juego de sustituciones que responde a la dinámica
de implantación del neoliberalismo globalizador —a la que habría que sumarle
resignación y deserción, según el caso— tiene lugar en un territorio como
Latinoamérica, donde las mayorías (210 millones de pobres, según la CEPAL ) apenas pueden
decodificar, no leer. Después descubrimos que no eran solo ellos.
Por lo pronto, la televisión nos protege y nos reúne para
que todos juntos prefiramos compartir en familia cómo odian y aman y lloran o
se matan los otros en la pantalla, a cambio de caerse en una calle de nuestras
ciudades sin ley.
La opción tiene consenso. Una madre dijo: “No señor, si a mi
hijo lo pongo a leer, le doy un libro, al rato pide salir de la casa. Con la
tele estoy segura de que está adentro y no le pasa nada” (¿nada?).
El mercado, a través de los medios, nos reitera que las
voluntades ajenas juegan un papel cada vez más preponderante en la vida y el
destino individual. De su lado, gobiernos y estados apuestan su responsabilidad
a lo mismo hasta reducir sus roles a un espectáculo más para lucimiento de los
guionistas del show business. La globalización casera lo resume en una frase
ritual: “echarle ganas”.
* * *
Después de que nos trajeron a dios hace 500 años, las transnacionales
desembarcaron con un nuevo pensamiento único para el altar del sincretismo, que
valida no solo la coexistencia sino que revela la visión del mercado
globalizador en su estrecha relación con todo y todos aquellos a los que pueda
unificar bajo sus leyes: objetos deportivos, religiosos, comida, bebida,
cosechas no tradicionales, pesos, estaturas, comportamientos y palabras para
justificarlos; condiciones para “estar en el mundo”, como dice un comercial. De
lo contrario de nada vale tocar madera o ser bendecido. Si algo queda al azar
es porque no es rentable.
Entre otras cosas, la globalización de los medios a través
de su cobertura planetaria unifica en el consuelo, en tanto muestra que las
desgracias no son patrimonio de un país o de una región, sino de todos, lo que
permite a grandes segmentos de la población reconocerlas como una especie de
fenómeno “natural”, no social, producto de una misma liturgia política con
orden y forma establecidos.
De un tiempo a esta
parte
La educación, por múltiples factores y entre ellos una
sobrecarga de exigencia por parte de los mercados productivos, se ha vuelto
cada vez más instrumental y acumulativa; en términos de conocimiento se traduce
en información, no en reflexión.
Hoy se habla de excelencia para responder a la demanda de
una maquinaria productiva de la cual, en México, el 58% está en manos de
empresarios que no terminaron el segundo año de secundaria. Una verdadera
cirugía cosmética de política educativa, para una clase media y alta que no se
afilia a círculos de lectores, sino al Price Club.
Según Jorge González en su libro La cultura en México, entre 1998 y 1999 seis de cada diez hogares
mexicanos no compró ningún tipo de libro. La cuarta parte de los profesionales
mexicanos no ha visitado nunca una biblioteca pública, y seis de cada diez
nacionales tampoco ha estado nunca en una.
La enseñanza es una isla; en la costa continental los
“descubridores”, quienes van a evaluar, diagnosticar y delimitar nuestro
progreso; en la otra orilla los aldeanos.
En un país donde se enmarcan más diplomas de cualquier cosa,
los pedagogos, los especialistas, las vacas sagradas, los gurús, no están
excluidos del hábito. Lo sofistican, lo disfrazan, lo enmascaran para que no se
note, pero la realidad, terca como un músculo eternamente joven, sobrevive a
toda suerte de cosméticos.
La educación sigue siendo informativa, piramidal,
dependiente; tal vez por eso, una de las “virtudes” del subdesarrollo consiste
en elegir no lo que necesitamos, sino aquello que nos volverá parecidos a los
que no necesitan lo que nosotros. A costa de aceptar que la llamada modernidad
es un destino pobre para alcanzar a través de la imitación. No obstante,
insistimos en ser actores protagonistas de una obra ajena, pero somos comparsa.
* * *
Diego Arria, gobernador de Caracas durante la primera
presidencia de Carlos Andrés Pérez en la década de los 70, le compró a los
húngaros autobuses Ikarus con fuelle para modernizar el transporte público de
la ciudad. Cuando llegaron al país y los pusieron en marcha, no alcanzaron a
completar el recorrido porque su tamaño le impedía dar vuelta en las esquinas
de las calles estrechas de esa ciudad endiablada.
Poco tiempo después estaban abandonados en los deshuesaderos
oficiales por falta de mantenimiento y utilidad verdadera, hasta que terminaron
vendiéndose por piezas. Tal vez por todo esto, el tercer mundo es el mundo de
repuesto de los otros dos.
Todos pagamos por ver, sin querer ver: Diego Arria dejó el
cargo para postularse a la presidencia, que se le ofreció a todo color y en
horario triple A. Sus anunciantes lo vendían como “el hombre del cambio que
necesitamos”. No la obtuvo porque el mismo subdesarrollo tenía otras barajas en
el mazo, y le cambió la jugada.
Pero este Arria tenía antecedentes: se vestía como Robert
Redford cuando era galán; bajo el sol caraqueño un día tropezó en la calle y
tuvo una caída sin consecuencias, pero le sirvió de pretexto: desde entonces
modeló una colección de bastones por toda la ciudad. La importancia de tal
acontecimiento lo devolvió a la pantalla chica del arte efímero.
Arria no era un político, era pedagogo, un invento de la
tipicidad.
Se perdió en los pasillos sombríos de la historia porque la
democracia también tiene su Siberia de desechables con qué justificar el
reemplazo. Como en los canales de televisión, cuando baja el rating se cambia
el producto y conserva a sus anunciantes.
Los líderes inventados no son tocables, sino famosos y
deseables por la necesidad de inserción en la saturada escala de valores;
pronto, devienen ventrílocuos.
* * *
Como el futuro puede ser recordado, hace diez años, antes de
los tratados de “integración comercial” y la transformación del Estado en
empresa, en los países subdesarrollados había 130 millones menos de pobres que
ahora; la educación y la salud públicas cubrían más del 60% de la población,
hoy reservadas a quienes puedan pagarlas. Para los “jodidos” queda el Teletón.
La diversidad engañosa. Pedagogía del asistencialismo multimedia como enfoque
renovador y globalizador de los nuevos “usos y costumbres”. Su acatamiento es
la conservación entrampada de una diferencia basada en la desigualdad de
oportunidades, de crecimiento, de desarrollo, de derechos de dignidad, en la
falta de reconocimiento del otro como persona.
En el centro del caos regresa la utopía; la obstinada señora
rema a contracorriente del anunciado “fin de la historia”.
Tal vez nos queda organizarnos con algo posible, para que
esta sobrevivencia —apenas material para millones de personas— no nos impida
respuesta de conservación espiritual y poética; es decir, respuestas que solo
tenemos y podemos ofrecer como especie.
O de otro modo, ¿qué hacemos con lo que hicieron de
nosotros, para que no nos perdonen porque no creemos en la culpa?
Este trabajo forma parte del libro La realidad miente más, de próxima
aparición.
Currículo de José Antonio Cedrón en esta misma Revista RyF Nº
25.
Email: cedronjota@yahoo.com.mx
Nuevos colaboradores
PABLO
ROMERO GARCÍA
Reside en Montevideo, Uruguay. Profesor de Filosofía,
egresado del Instituto de Profesores Artigas (IPA), completó su formación
académica con la
Licenciatura en Filosofìa (FHCE, Universidad de la República ). Fundador y
coordinador del proyecto cultural Arjé, es editor responsable de la revista
homónima. Se desempeña como docente de Filosofía de educación secundaria, como
docente en Teoría y Práctica de la Argumentación en la Universidad Católica
y como docente de Filosofía de la Diplomatura en Gestión Cultural de la Fundación Itaú.
Ensayista y articulista en medios locales y extranjeros, es autor del libro Asueto de las máscaras (2007). Participa
asiduamente en los medios de comunicación, tanto en radio, televisión como en
la prensa escrita, habiendo sido columnista de Filosofía en Radio El Espectador
(programa "La segunda mañana"), en el canal televisivo Tevé Ciudad
(programa "Ciudad Más") y en el semanario Voces.
JOSÉ
ANTONIO CEDRÓN
Nació en Buenos Aires, Argentina, donde comenzó a publicar
en la década de los años 70, e integró la mesa directiva de la Agrupación Gremial
de Escritores Argentinos. Reside en Cuernavaca, México.
Vivió durante una década exiliado en diversos países de
Latinoamérica. En Venezuela trabajó como docente (educación básica) y en la
revista “Los Libros”. En México fue coordinador de Bibliotecas de Investigación
en el Archivo Histórico de Puebla. Luego trabajó cinco años en la Universidad Autónoma
de Puebla.
Seleccionó y compiló los cuatro tomos del libro Sucesión rectoral y crisis en la izquierda,
y es autor del capítulo sobre Haití en el libro América Latina, Herida y Rebelde, y del documento Guatemala: el proceso de diversificación del
movimiento revolucionario visto por el PGT.
En los años 90, en la ciudad de México, fue coordinador de
Ediciones del diario “Unomásuno” y se desempeñó como editor de la revista “Este
País”. Publicó los poemarios La tierra
sin segundos, De este lado y del otro, Actas, Vidario, y el reportaje
novelado El Negocio de la Fe.
Parte de su obra fue traducida al francés, inglés, portugués
y catalán.
Obtuvo el II Premio Concurso Cincuentenario del Periódico
Alberdi, en Buenos Aires; la
Primera Mención Honorífica Premio Latinoamericano de Poesía
Rubén Darío, en Nicaragua; Mención Premio Carlos Pellicer para obra publicada
en México; y el Premio Nacional de Poesía de México, Sinaloa.
Trabajos suyos fueron musicalizados en Argentina, México,
España, Nicaragua y Costa Rica. Realizó espectáculos de café-concert con poemas
y canciones y grabó discos con la participación de los músicos Carlos Díaz
Caíto, Rolo Taubas, Nobilis Factum, Helio Huesca, Ofilio Picón, Nimbus Jazz,
Raquel Oyola, Marianne Friederichs, Delia Caffieri, Adrián Goizueta y el Grupo
Experimental, entre otros.
Es coautor de libros de texto de español para la Secretaría de Educación
Pública, educación secundaria a distancia para adultos.
Trabajó en el área de Educación e Investigación Artísticas
del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA) durante cuatro años.
Como docente, impartió en el Diplomado de Creación Literaria
de la Sociedad
General de Escritores de México (Sogem), y tuvo a su cargo la
cátedra Lengua y Comunicación para maestros que cursan Docencia en Artes en el
Centro Morelense de las Artes (CMA) de Cuernavaca.
REALIDADES Y FICCIONES
—Revista Literaria—
Nº 25 — Junio de 2016 — Año VII
ISSN 2250-4281
Exp. 5259276 del 21/10/2015, Dirección Nacional del Derecho de Autor /
República Argentina.
Av. Libertador 6039 (C1428ARD)
Ciudad de Buenos Aires, Argentina
(currículo en http://colaboraciones-literatura-y-algo-mas.blogspot.com/
- Suplemento Nº 56)
Colaboradores
Corrección
general:
Noelia
Natalia Barchuk Löwer
Resistencia
(Chaco), Argentina
(currículo
en revista Realidades y Ficciones Nº 13)
Mónica
Villarreal
Scottsdale
(Arizona), Estados Unidos
Monterrey
(Nuevo León), México
@mon_villarreal
(currículo
en revista Realidades y Ficciones Nº 17)
Luis Benítez (poesía)
Ciudad de Buenos Aires, Argentina
(currículo en http://colaboraciones-literatura-y-algo-mas.blogspot.com.ar/2015/03/suplemento-64-realidades-y-ficciones-en.html
- Suplemento Nº 64)
Agustín Romano (ensayo)
Ciudad de Buenos Aires, Argentina
(currículo en http://www.polisliteraria.blogspot.com/)
Anna Rossell
Barcelona (Cataluña), España
(currículo en Realidades
y Ficciones Nº 11)
Tomás Stefanovics
Montevideo, Uruguay / Münich, Alemania
(currículo en Realidades y Ficciones Nº 7)
Gustavo Flores Quelopana
Lima, Perú
(currículo en
Realidades y Ficciones Nº 8)
María
Isabel Amor Illanes
Las Condes
(Santiago), Chile
(currículo en Realidades y Ficciones Nº 9)
Liliana Lapadula
San Martín (Pcia. Buenos Aires), Argentina
(currículo en Realidades y Ficciones Nº 9)
Agustín Arosteguy
Balcarce (Pcia. Buenos Aires), Argentina / Bilbao (País Vasco), España
(currículo en
Realidades y Ficciones Nº 10)
Francisco Angulo Lafuente
Madrid, España
(currículo en
Realidades y Ficciones Nº 10)
Felipe Acuña Lang
Santiago, Chile
(currículo en
Realidades y Ficciones Nº 11)
María del Carmen Castañeda Hernández
Tijuana (Baja California), México
(currículo en
Realidades y Ficciones Nº 12)
Santiago Sevilla Vallejo
Madrid, España
(currículo en
Realidades y Ficciones Nº 12)
Lidia Morales Benito
Salamanca (Castilla y León), España
(currículo en
Realidades y Ficciones Nº 13)
Patricia Eguiguren E.
Quito, Ecuador
(currículo en
Realidades y Ficciones Nº 14)
María Amelia Díaz
Castelar (Pcia. Buenos Aires), Argentina
(currículo en
Realidades y Ficciones Nº 15)
Vivina Perla Salvetti
Porlamar (Isla de Margarita, Nueva Esparta), Venezuela / Villa Ballester
(Pcia. Buenos Aires), Argentina
(currículo en
Realidades y Ficciones Nº 15)
Reneé Acosta
Chihuahua (Chihuahua), México
(currículo en
Realidades y Ficciones Nº 16)
Marcos Rodrigo Ramos
Moreno (Pcia. Buenos Aires), Argentina
(currículo en
Realidades y Ficciones Nº 16)
Pablo Cassi
San Felipe (V Región), Chile
(currículo en
Realidades y Ficciones Nº 16)
Daniel Abelenda
Carmelo (Colonia), Uruguay
(currículo en
Realidades y Ficciones Nº 16)
Lucero Balcázar
México D.F., México
(currículo en
Realidades y Ficciones Nº 16)
Asmara Gay
México D.F., México
(currículo en
Realidades y Ficciones Nº 17)
Cristian Emanuel Vitale
(currículo en
Realidades y Ficciones Nº 17)
Peter Tase
Berat (Albania) / Milwaukee
(Wisconsin), Estados Unidos
(currículo en
Realidades y Ficciones Nº 17)
Josep Anton Soldevila
Barcelona (Cataluña), España
(currículo en
Realidades y Ficciones Nº 18)
Goya Gutiérrez Lanero
Castelldefells (Barcelona, Cataluña), España
(currículo en
Realidades y Ficciones Nº 18)
Alberto Ramponelli
Buenos Aires, Argentina
(currículo en
Realidades y Ficciones Nº 18)
Miguel Ángel Galindo Núñez
Guanajuato (Guanajuato), México
(currículo en
Realidades y Ficciones Nº 18)
Leo Castillo
Barranquilla (Atlántico), Colombia
(currículo en
Realidades y Ficciones Nº 18)
María Eugenia Caseiro
(currículo en
Realidades y Ficciones Nº 19)
Jorge Aloy
Buenos Aires, Argentina
(currículo en
Realidades y Ficciones Nº 19)
Fernando
Sorrentino
Buenos Aires, Argentina
(currículo en
Realidades y Ficciones Nº 20)
Fernando
Chelle Pujolar
Mercedes, Uruguay / Cúcuta (Norte de Santander), Colombia
(currículo en
Realidades y Ficciones Nº 20)
José Francisco Sastre García
Valladolid (Castilla y León), España
(currículo en
Realidades y Ficciones Nº 20)
Joaquín Pi Yagüe
Madrid, España
@jjoapi
(currículo en
Realidades y Ficciones Nº 21)
Pablo Andrés Villegas Giraldo
Caldas (Antioquia), Colombia
(currículo en
Realidades y Ficciones Nº 21)
Enrique Jaramillo Levi
Panamá, Panamá
(currículo en Realidades y Ficciones Nº 22)
Ángel Gavidia Ruiz
Trujillo, Perú
(currículo en Realidades y Ficciones Nº 22)
Estela Barrenechea
Ciudad de Buenos Aires, Argentina
(currículo en Realidades y Ficciones Nº 23)
Alberto Julián Pérez
Rosario (Pcia. Santa Fe), Argentina / Lubbock (Texas), Estados Unidos
(currículo en Realidades y Ficciones Nº 23)
Maximiliano Reimondi
Mar del Plata (Pcia. Buenos Aires), Argentina
(currículo en Realidades y Ficciones Nº 23)
Livia Díaz
Xalapa (Veracruz), México
(currículo en Realidades y Ficciones Nº 24)
Pablo Romero García
Montevideo, Uruguay
(currículo en Realidades y Ficciones Nº 25)
José Antonio Cedrón
Buenos Aires, Argentina / Cuernavaca, México
(currículo en Realidades y Ficciones Nº 25)
@RyFRevLiteraria
@RyF_Supl_Letras
Las opiniones vertidas en los artículos de esta publicación son de
exclusiva responsabilidad del autor pertinente.
Los felicito por este espacio de construccion cultural , de sostenimeinto de identidad y palabra literaria, descubrir a Jorge Leonidas Lucero me parecio maravilloso....
ResponderEliminar