REALIDADES Y FICCIONES
—Revista Literaria—
Nº 60 – Diciembre de 2024 – Año XV
ISSN 2250-4281 –
Edición trimestral
“Minibúho” Mónica Villarreal, 2024 (Mixta sobre panel, 14"x11") |
Sumario
• “Mil brillos apagados”, de Alberto Cisnero. (Luis Benítez)
• La historia se repite porque repetimos la historia. “El desertor” de Siegfried Lenz. (Anna Rossell)
• El destripador. ¿Vivió en la Argentina? La investigación que sugiere que murió “en un hotel de la calle Leandro N. Alem”. (Antonio Las Heras)
• El éxito de ventas del último Sant Jord. “La hija del capitán Groc” de Víctor Amela (Anna Rossell)
• “Una violencia de modales impecables”, de Elizabeth Auster. (Luis Benítez)
• La película Troya a la luz de Homero y otros autores antiguos. (Héctor Zabala)
FERNANDO
SORRENTINO PUBLICADO EN IDIOMA ÁRABE
En el lejano Kuwait, en septiembre de
2024 han aparecido, en lengua árabe, dos nuevos libros de nuestro compatriota
Fernando Sorrentino:
• Carta
a Graciela Conforte de Sicardi, y otros cuentos
• Cuaderno
del ingeniero Sismondi, y otros cuentos
Cabe destacar, que la misma editorial ya
había publicado otros tres libros de este autor.
Sorrentino es un frecuente colaborador
de Realidades y Ficciones.
FERNANDO SORRENTINO
Obras
• La regresión zoológica (Buenos Aires, Editores Dos, 1969).
• Imperios y servidumbres (Barcelona, Editorial Seix Barral, 1972).
• El mejor de los mundos posibles (Buenos Aires, Editorial Plus Ultra, 1976).
• En defensa propia (Buenos Aires, Editorial de Belgrano, 1982).
• El rigor de las desdichas (Buenos Aires, Ediciones del Dock, 1994).
• La Corrección de los Corderos, y otros cuentos improbables (Buenos Aires, Editorial Abismo, 2002).
• Existe un hombre que tiene la costumbre de pegarme con un paraguas en la cabeza (Barcelona, Ediciones Carena, 2005).
• El regreso. Y otros cuentos inquietantes (Buenos Aires, Editorial Estrada, 2005).
• Biblioteca Mínima de Opinión (Santa Cruz de la Sierra, Editora Opinión, 2007).
• Costumbres del alcaucil (Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 2008).
• El crimen de san Alberto (Buenos Aires, Editorial Losada, 2008).
• El centro de la telaraña, y otros cuentos de crimen y misterio (Buenos Aires. Editorial Longseller, 2008. Nueva edición: El centro de la telaraña, y otros cuentos de crimen y misterio. Buenos Aires. Editorial Longseller, 2014).
• Paraguas, supersticiones y cocodrilos (Verídicas historias improbables) (Veracruz - México, Instituto Literario de Veracruz, El Rinoceronte de Beatriz, 2013).
• Problema resuelto / Problem gelöst (edición bilingüe español/alemán, Düsseldorf, DUP, Düsseldorf University Press, 2014).
• Los reyes de la fiesta, y otros cuentos con cierto humor (Madrid, Apache Libros, 2015).
Novelas
• Sanitario centenario (Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 2000).
• Crónica costumbrista (Buenos Aires, Ediciones Pluma Alta, 1992).
Literatura infantil y juvenil
• Cuentos del Mentiroso (Buenos Aires, Editorial Plus Ultra, 1978 —Faja de Honor de la S.A.D.E. [Sociedad Argentina de Escritores]. Reedición (con modificaciones), Buenos Aires, Grupo Editorial Norma, 2002. Nueva reedición (con nuevas modificaciones), Buenos Aires, Cántaro, 2012).
• El remedio para el rey ciego (Buenos Aires, Editorial Plus Ultra, 1984).
• El Mentiroso entre guapos y compadritos (Buenos Aires, Editorial Plus Ultra, 1994).
• La recompensa del príncipe (Buenos Aires, Editorial Stella, 1995).
• Historias de María Sapa y Fortunato (Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 1995 —Premio Fantasía Infantil, 1996—. Reedición: Ediciones Santillana, 2001).
• El Mentiroso contra las Avispas Imperiales (Buenos Aires, Editorial Plus Ultra, 1997).
• La venganza del muerto (Buenos Aires, Editorial Alfaguara, 1997).
• El que se enoja, pierde (Buenos Aires, Editorial El Ateneo, 1999).
• Aventuras del capitán Bancalari (Buenos Aires, Editorial Alfaguara, 1999).
• Cuentos de Don Jorge Sahlame (Buenos Aires, Ediciones Santillana, 2001).
• El Viejo que Todo lo Sabe (Buenos Aires, Ediciones Santillana, 2001).
• Burladores burlados (Buenos Aires, Editorial Crecer Creando, 2006).
• La venganza del muerto y otras aventuras (Buenos Aires, Editorial Alfaguara, 2011).
Antologías (como editor)
• Treinta y cinco cuentos breves argentinos (Buenos Aires, Editorial Plus Ultra, 1973).
• Treinta cuentos hispanoamericanos (1875-1975) (Buenos Aires, Editorial Plus Ultra, 1976).
• Cuentos argentinos de imaginación (Buenos Aires, Editorial Atlántida, 1974).
• Treinta y seis cuentos argentinos con humor (Buenos Aires, Editorial Plus Ultra).
• Diecisiete cuentos fantásticos argentinos (Buenos Aires, Editorial Plus Ultra, 1978).
• Nosotros contamos cuentos (Buenos Aires, Editorial Plus Ultra, 1987).
• Historias improbables. Antología del cuento insólito argentino (Buenos Aires, Editorial Alfaguara, 2007).
• Ficcionario argentino (1840-1940). Cien años de narrativa: de Esteban Echeverría a Roberto Arlt (Buenos Aires, Editorial Losada, 2012).
• Cincuenta cuentos clásicos argentinos. De Juan María Gutiérrez a Enrique González Tuñón (Buenos Aires, Editorial Losada, 2016).
Ensayos
• El forajido sentimental. Incursiones por los escritos de Jorge Luis Borges (Buenos Aires, Editorial Losada, 2011).
Entrevistas
• Siete conversaciones con Jorge Luis Borges (Buenos Aires, Editorial Casa Pardo, 1974. Reedición (con notas revisadas y actualizadas), Buenos Aires, Editorial El Ateneo, 1996. Nueva reedición, Buenos Aires, Editorial El Ateneo, 2001. Reedición, Buenos Aires, Editorial Losada, 2007).
• Siete conversaciones con Adolfo Bioy Casares (Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 1992. Reedición, Buenos Aires, Editorial El Ateneo, 2001. Reedición, Buenos Aires, Editorial Losada, 2007).
• Conversaciones con Jorge Luis Borges (Buenos Aires, Editorial Losada, 2017. Selección de las opiniones de Borges organizadas en nueve temas: “Geografías”, “Astucias literarias”, “Tango”, “Política”, “Colegas argentinos”, “Deportes”, “Escritores españoles”, “Dante Alighieri” y “Trabajos y bibliotecas”).
Premios y distinciones
• Primer Premio de Cuentos otorgado por la revista Testigo (1970).
• Segundo Premio Municipal de Literatura, otorgado por El mejor de los mundos posibles (1976).
• Faja de honor de la Sociedad Argentina de Escritores (SADE), por Cuentos del Mentiroso (1978).
• Primer Premio de Cuentos de la Fundación Arcano (1994).
• Premio Konex, Literatura de Humor, de la Fundación Konex (1994).
• Segundo Premio Municipal de Literatura, por El rigor de las desdichas (1994).
• Premio Fantasía Infantil, por Historias de María Sapa y Fortunato (1996).
• Premio Eduardo Mallea, por el manuscrito de novela inédita Un estilo de vida (1995-1997).
“MIL
BRILLOS APAGADOS”, DE ALBERTO CISNERO
Luis Benítez ©
El dinámico sello argentino Mora Barnacle sigue sumando títulos de relevancia a su ya fornido catálogo, con el lanzamiento de este nuevo poemario del autor local nacido en la Provincia de Buenos Aires en 1975.
Desde la paradoja del título, Mil brillos apagados [1] se propone
sorprendernos página tras página y ciertamente lo logra —y por amplia mayoría—
en la más de una treintena de piezas breves que conforman el volumen.
El poeta y novelista Alberto Cisnero
está dotado de una destacable habilidad para atrapar, en las redes del
lenguaje, aquellos sentidos de las cosas y de las interrelaciones humanas que
nos competen a todos, lo sepamos o no. Por esa razón es tan fácil para el
lector identificarse con mucho de lo que el poeta nos dice explícitamente o nos
sugiere con rápida referencia, sin que el cabal contenido de este último
recurso escape de ninguna manera a nuestra atención.
Cisnero lo consigue de un modo muy
efectivo, alternando muy medidamente un vasto arsenal de procedimientos
escriturales. Entre los que emplea se destaca la alternancia de construcciones
de índole coloquial con referencias cultas, sin que estas últimas impongan su
peso específico invadiendo la serie y desviando la dirección que le ha impuesto
a sus versos el poeta. Todo está bien dosificado para alcanzar el efecto
buscado, no hay ripios ni tropiezos con fuegos de artificio, nada meramente
decorativo empaña el decir de Mil brillos apagados.
Otro medio expresivo que maneja el autor
para alcanzar su logro es un muy ajustado humor, que puede ir en su escala de
grises desde el toque levemente hilarante hasta la ironía más acerba y el
sarcasmo bien afilado, mas siempre cada tonalidad se halla ajustada al
significado último de cada verso.
Esta característica que forma parte
importante de Mil brillos apagados se
encuentra equilibrada por la presencia de la paleta baja que emplea Cisnero
para pintar el lado lóbrego y hasta tenebroso de sus referencias. La inquietud,
la zozobra, la incertidumbre que son moneda común de nuestro tiempo también
están presentes en este dispositivo escritural publicado por el sello argentino
Barnacle y cabe acotar que muy bien subrayadas por Cisnero, como entes pesantes
en todo su discurso poético.
Mil
brillos apagados es toda una tentación para el lector, que con solo hojear
sus páginas seguramente querrá tenerlo en su biblioteca.
El
autor
Alberto Cisnero |
[1] Mil
brillos apagados, de Alberto Cisnero (Mora Barnacle, ISBN
978-987-8952-60-4, 42 pp., Buenos Aires, 2024). https://barnaclemora.wixsite.com/home
LA
HISTORIA SE REPITE PORQUE REPETIMOS LA HISTORIA
Anna Rossell ©
«¿Sabe usted por qué nos sirven de tan poco los recuerdos?», le pregunta el anciano Adomeit al ex soldado Proska cuando aquel acaba de contarle cómo mató a un soldado del ejército enemigo en la guerra que le tocó vivir a él.
La pregunta encierra la afirmación de
que la experiencia nos sirve de poco o nada: la Historia se repite porque los
humanos repetimos la historia.
Siegfried Lenz |
Escrita en 1951 y rechazada por varias
editoriales en 1952, la que era la segunda novela del entonces prometedor autor
quedó olvidada. Solo sesenta y cinco años después ha podido ver la luz,
recuperada entre los manuscritos del legado literario de Lenz, custodiado en
Marbach, y ha sido aplaudida en su país por la crítica, casi sin fisuras.
Y es que El desertor es una novela de guerra atípica: la acción no se
desarrolla en el frente sino en la retaguardia, en una pequeña población donde
el soldado Proska, ha sido destinado a una reducida unidad del ejército alemán
para proteger la línea de ferrocarril. Siegfried Lenz (Lyck, Prusia oriental,
1926 - Hamburgo, 2014), como su protagonista originario de Lyck y desertor,
crea un escenario alejado de la primera línea de fuego, para propiciar un
ambiente distinto entre el puñado de personajes, atrincherados en el bosque a
las órdenes de un cabo zafio. Exceptuando algunos azarosos encuentros con
partisanos, el tiempo transcurre con agobiante y tensa lentitud en un lugar
aparentemente abandonado, donde los soldados se entregan al diálogo existencial
o caen víctimas del desquicio.
Así, a través de las conversaciones
entre Proska y el intelectual del grupo (Kürschner, alias Pandeleche), el autor relativiza el concepto de enemigo,
plantea la reflexión sobre el deber, el juramento, la fidelidad a una causa, la
conciencia, o la culpa inherente a la actuación humana; no cabe duda de que
Lenz quiso escribir un texto antibélico que, en el momento en que decidió
publicarlo, difícilmente pudiera haber sido bien acogido, no solo por el hecho
de que el público alemán no fuera receptivo entonces a temáticas de guerra,
sino porque, en unos años en que la Guerra Fría estaba claramente declarada,
podía comprometer a la editorial apostar por un desertor que abandona el
ejército alemán para pasarse al bando soviético. Las razones del rechazo editorial fueron sin duda políticas y
ajenas a la calidad del texto, que en un principio el sello Hoffmann und Campe
había celebrado con entusiasmo.
Con escrupulosa distancia para extremar al máximo la objetividad, la voz de un narrador omnisciente conduce la trama descriptiva, en la que se intercalan los diálogos de los protagonistas, que en ningún momento caen en el melodramatismo. Tampoco la relación con Wanda, el personaje femenino del bando enemigo, de quien se enamora Proska, adopta este registro ni su contrario. Lenz no solo lo evita, sino que intercala en alguna ocasión el sarcasmo y situaciones rayanas en lo absurdo y lo onírico, que recuerdan algunos cuentos de la posguerra alemana inmediata o cierta escena de la pieza teatral Drauβen vor der Tür (Fuera ante la puerta), de Wolfgang Borchert.
La novela es indudablemente, entre las
de temática bélica, un texto singular; sin embargo, una no puede sustraerse a
la sensación de que, en lo formal, su autor explora caminos novedosos con
cierta reserva. Lenz no aborda con suficiente decisión los diferentes registros
estilísticos que tantea, que son una de las mayores cualidades del texto. El
capítulo final, que da cuenta de la vida seis años después de la guerra, no
deja opción a la esperanza: la camarilla,
como Proska denomina al poder establecido que dirige las vidas del ciudadano de
a pie, vuelve a mover los hilos a su antojo, independientemente del color de la
ideología.
La traducción que publica el sello
Impedimenta incluye una nota editorial del original alemán (ed. Hoffmann und
Campe), que da cuenta de la génesis de la novela, así como de las
modificaciones que realizó el autor sobre la primera versión, siguiendo los consejos
del germanista Otto Görner. La que ha llegado a nosotros es la segunda versión,
en la que Lenz amplió sobre todo la segunda parte, dedicada a la deserción y
redujo la primera, más extensa, sobre los partisanos.
Siegfried Lenz ha obtenido innumerables
y prestigiosas distinciones y es conocido sobre todo por sus narraciones cortas
y sus novelas, si bien también ha publicado ensayo. Muchos de sus textos han
sido llevados al cine.
El autor ha sido ampliamente traducido
al español y alguna de sus obras al catalán.
EL
DESTRIPADOR. ¿VIVIÓ EN LA ARGENTINA?
La
investigación que sugiere que murió “en un hotel de la calle Leandro N. Alem”
Antonio Las Heras ©
Este 31 de agosto, se cumplió un nuevo
aniversario del día en el que apareció la primera víctima —en el año 1888— de
ese desconocido al que se ha dado en llamar “Jack, el Destripador”. Mucho se ha
escrito e investigado sobre el mismo, buscando descubrir quién fue realmente y
cómo pudo escapar a las búsquedas realizadas por los detectives de Scotland
Yard.
Pero lo que no se difunde demasiado es que fue un destacado criminólogo argentino —me refiero al Dr. Juan Jacobo Bajarlía— quien acumuló una serie de evidencias para sostener que este asesino serial vivió y murió en la Argentina. Es más, para Bajarlía inclusive se trataba de un argentino.
Ilustración de Jack, el Destripador, el asesino serial más famoso de la historia, de quien nunca se comprobó su identidad. |
“Al regresar a Buenos Aires, revisando
mi archivo de crímenes —escribe Bajarlía— tuve una evidencia sobre la cual no
me atrevo a escribir todavía. Jack el Destripador, desaparecido de Londres,
había muerto en Buenos Aires, a los 75 años, en un hotel de la calle Leandro N.
Alem, frente a la plaza Mazzini, hoy Roma, una mañana lluviosa de octubre de
1929.”
Mi larga amistad con este criminólogo me
permitió dialogar numerosas veces al respecto. Los encuentros fueron en ese
café de la calle Cerrito —frente al Obelisco— donde solía reunirse con quienes
compartían otra de sus actividades en las que también se destacó: la poesía, la
novela, el cuento y el ensayo. Allí conocí a Héctor Lastra, Enrique Medina y
Jorge Asís; por sólo nombrar algunos.
En febrero de 1976, en el número 3 de la
Ellery Queen’s Mystery Magazine, el ripperólogo y escritor argentino
Juan-Jacobo Bajarlía desarrolla la tesis de que Jack el Destripador habría
muerto en Argentina. Su sospechoso es un tal Alonzo Maduro, financista que
estuvo en Londres, en la época de los crímenes de Whitechapel, tratando de
colocar acciones de una compañía argentina. Con ese fin se presentó en Greesham
House, brokers de Old Broad Street, trabando contacto con un joven secretario,
un tal Griffith Salway, con quien compartió una serie de almuerzos comerciales.
Salway se cruzó con Maduro en Whitechapel, la noche de la muerte de Emma Smith.
Pocos días después, lo escuchó decir que todas las prostitutas debían morir.
Hasta ahí no pasaría de una sospecha, si
no fuera por el descubrimiento que Salway hiciera poco antes del retorno de
Maduro a Buenos Aires, tras frustrarse sus intenciones comerciales: hallazgo
que Salway sólo confesaría en 1952, a su propia esposa, en el lecho de muerte.
Tras la muerte de Mary Kelly, Maduro preparó el regreso a la Argentina, oportunidad en la que Salway lo ayudó a preparar las valijas. En esa tarea, descubrió que uno de los baúles de Maduro tenía un doble fondo, en el que halló un sobretodo gris, un sombrero flexible, un delantal manchado de sangre y un juego de bisturís. Salway se convenció que Alonzo Maduro era Jack el Destripador. La pista de Maduro se pierde ahí. Regresa a Buenos Aires y nada más se sabe. Bajarlía, conocedor de estos hechos, decidió ponerse a investigar.
Este fue el equipo policial que se usó en la década de 1880. La fotografía fue tomada en una exposición sobre Jack el Destripador, en el Museo de Docklands, en Londres. |
En 1979, en otro artículo en la revista Magazine, detalla que la valija tenía
una etiqueta con una dirección “Paseo de Julio (ilegible) Buenos Aires”.
Bajarlía encontró testimonios de que un pintoresco personaje se paseaba entre
los árboles de Paseo de Julio (hoy Leandro N. Alem), entre 1890 y 1910, vestido
con las prendas descriptas por Salway.
Su nombre era Alfonso (y no Alonzo) y su
apellido, tal vez, Maroni. En un artículo posterior publicado en el diario Clarín, de Buenos Aires, durante el año
1988, Bajarlía asegura que el asesino murió a los 75 años, en octubre de 1929,
en una casa frente a la actual Plaza Roma.
Hay un dato adicional: en el libro Jack, the Ripper, Daniel Farson cita una
carta de un tal Barca, de Streatham, que asegura que, entre 1910 y 1920, había
un pub en Buenos Aires, propiedad de Jack, el Destripador. El bar se llamaba
“Sally’s Bar” y el historiador Enrique Mayochi le aseguró a Juan José Delaney
que existía un bar con ese nombre en la calle 25 de Mayo, muy frecuentado por
miembros de la comunidad británica en Buenos Aires y por marineros de paso por
la ciudad.
Si la pista de Alonzo Maduro se pierde
en estos datos, más fructífera es la historia del húngaro Alois Szemeredy.
Alois había estudiado cirugía en su juventud. Luego trabajó como médico
militar, primero en Europa y luego en Argentina, a donde emigró en 1874. Dos
años después vivía en el Hotel Provenza, ubicado en la Calle Cangallo (actual
Perón) 33, hotel del que se fue, aduciendo que había sido víctima de un robo.
Pasó a vivir a unas pocas cuadras de allí, en el Hotel Roma, en Cangallo 323.
En Londres, hay una gran variedad de tours dedicados a Jack el Destripador (AFP). |
A las 9 de la noche del 25 de julio de
1876, Szmeredy se cruzó en la calle Corrientes con Karoline Metz, una joven de
20 años, a quien había conocido en el barco que lo trajo a Buenos Aires.
Conversó con ella, en su alemán natal, y se fueron juntos, al cuarto de ella.
Poco después de las 10 de la noche, el
novio de Karoline, Baptiste Castagnet corrió por la calle Corrientes, gritando
“¡Asesino!”. La policía acudió al cuarto de la chica, en la misma calle
Corrientes, y encontró su cadáver, sobre la cama, con la garganta cortada en el
lado derecho.
También se halló un saco gris, un
cuchillo en su funda, un sombrero de fieltro negro y, en el bolsillo del
abrigo, un reloj de oro. El reloj sirvió para identificar al asesino: Alois
Szmeredy. La noticia del crimen se publicó al día siguiente en The Standard, el diario en inglés de la
comunidad británica.
La noticia agregaba que el asesino había
sido atrapado por la policía argentina, al regresar semidesnudo a su hotel.
Pero era una versión infundada. Szmeredy escapó y durante dos años no se supo
nada más de él, hasta que fue extraditado de Brasil, al ser descubierto en una
fiesta en Río de Janeiro. Llevado a juicio, en abril de 1879 se lo sentenció a
muerte, por robo y asesinato. Todavía estaba vivo en septiembre de 1881, cuando
solicitó un nuevo juicio, del que fue absuelto de todos los cargos, menos del robo
del reloj. El tiempo que estuvo procesado le sirvió como compensación y fue
liberado. Pese a que recibió ofertas laborales, Alois volvió a Budapest en
marzo de 1882, donde fue detenido por desertor. Alegó locura y lo internaron en
un asilo, del que salió para estar al cuidado de su familia. En 1886, el Dr.
Gotthelf Meyer tuvo una entrevista con Alois, para obtener información sobre
las condiciones legales en Sudamérica. Lo describió como un hombre de 45 años,
alto y delgado, cabello castaño, grandes manos, ojos penetrantes y un poblado y
“bello” mostacho.
Elizabeth Stride fue una de las víctimas de Jack el Destripador. Su tumba se encuentra en el cementerio de East London, en Plaistow, en el este de Londres (La Nación). |
Conocemos el final de Alois Szmeredy.
Fue detenido en Viena, el 1° de octubre de 1892, sospechoso de asesinato y
robo. Varios testigos lo reconocieron por su mostacho y Alois confesó sus
crímenes, antes de suicidarse, cuando su proceso judicial aún no había
terminado. Que Alois Szmeredy era un asesino, no quedan dudas. Pero no hay
ninguna prueba de que haya estado en Londres (o en Europa, siquiera) durante el
otoño de 1888.
Una voltereta más. Eduardo Zinna propuso
que Alois Szmeredy y Alonzo Maduro son, en realidad, una sola persona. Su
argumento: ambos nombres suenan similares, sobre todo para un inglés con pobre
conocimiento del castellano. Por lo que Salway pudo “traducir” el apellido
Szmeredy como Maduro. Adam Wood pone en duda esta posibilidad, porque las
descripciones físicas de ambos no coinciden, según los testimonios de aquellos
testigos que los conocieron.
La última pista de Jack, el Destripador
en Buenos Aires, viene de la declaración de un sacerdote irlandés, el padre
Alfred Mac Conastair, que ingresó a la congregación pasionista, tras exiliarse
en Argentina a los 17 años. El padre Mac Conastair le contó al profesor
universitario y escritor Juan José Delaney, en 1989, que guardaba el secreto de
otro sacerdote de la congregación que, en los años 20, había sido capellán en
el Hospital Británico.
Cumpliendo su sacerdocio, este capellán
acudió junto al lecho de un enfermo terminal que, pese a ser de otra religión
(¿protestante, tal vez?), pidió confesarse. El moribundo le reveló que él era
Jack, el Destripador y era el autor de los asesinatos de las prostitutas que
habían enfermado fatalmente a su hijo. Pocos días después, el Dr. Stanley
falleció y fue enterrado en el Cementerio del Oeste, la actual Chacarita.
Esta historia trae reminiscencias de
otra similar, contada por el periodista del Buenos
Aires Herald, Leonard Matters, incluida en su libro El misterio de Jack, el Destripador, editado en 1929. Matters
cuenta que un exdiscípulo de un tal Dr. Stanley, fue convocado de urgencia al
hospital, a la cama 58, donde se encontraba este gravemente enfermo. El médico
llegó a tiempo para que el Dr. Stanley confesara que él era Jack, el Destripador.
Matters alude a otra fuente, Mr. North, que aseguró que cierto médico, cuya
esposa e hijo habían muerto, era el asesino de Whitechapel.
Bajarlía estaba convencido que Jack
había muerto en la Ciudad de Buenos Aires, a los 75 años, en un hotel de la
calle Leandro N. Alem, frente a la plaza Mazzini, hoy Roma, una mañana lluviosa
de octubre de 1929.
No podemos terminar este trabajo sin
recordar que, en 1910, varios detectives de Scotland Yard —con autorización del
gobierno argentino— llegaron a Buenos Aires con la finalidad de hallar rastros
que les permitieran dar con el famoso asesino serial. Se fueron con las manos
vacías.
El doctor Juan Jacobo Bajarlía junto a Antonio Las Heras, doctor en Psicología Social, historiador, escritor y autor de este artículo. |
Nota: El doctor Antonio Las Heras fue designado Personalidad destacada en el ámbito cultural
por la Legislatura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el 23 de octubre de
2024.
EL
ÉXITO DE VENTAS DEL ÚLTIMO SANT JORDI
Anna Rossell ©
Alguien ha escrito que La hija del capitán Groc es el relato de un episodio de la primera guerra carlista “visto a través de los ojos de una niña”. Nada más lejos de la realidad. Estos errores se dan cuando ese alguien, sin haber leído la novela, hace pretendidamente un resumen de ella dejándose llevar por el título. Ciertamente, el título lleva a engaño y corrobora la impresión que el buen lector —el lector crítico— se lleva de la lectura. Claramente, el título se ha elegido para captar la atención del posible comprador del libro sugiriendo una idea que no se corresponde con el contenido. Porque la hija del capitán Groc es para su padre, protagonista de la novela, evidentemente el personaje más entrañable, pero objetivamente es sencillamente un personaje más.
Víctor Amela |
Sería injusto no destacar los aspectos
positivos de la novela; los tiene: La
hija del capitán Groc es un libro de prosa fluida y bien escrito;
especialmente remarcable es el catalán de la franja valenciano-aragonesa que
hablan sus protagonistas, un placer leerlo en la versión catalana. También los
personajes están bien construidos, son verosímiles y tienen su justificación,
salvo uno —el suizo buscador de tesoros—, que no encaja en absoluto en la trama
y desentona. Pero estas cualidades no hacen una novela tan destacable como para
recibir el Premio Ramon Llull 2016 y haber sido uno de los libros más vendidos
de Sant Jordi este año. Ya sabemos que las ventas son fruto de una publicidad
estratégica y nada tienen que ver con la literatura.
“UNA
VIOLENCIA DE MODALES IMPECABLES”, DE ELIZABETH AUSTER
Luis Benítez ©
El pujante sello argentino El Arte de
Leer Ediciones acaba de publicar el primer poemario de la autora local, cuyo
estilo potente y preciso genera una contundente respuesta emocional y
conceptual en sus lectores.
Un rico caudal de sentidos posee Una violencia de modales impecables [1]
de la poeta argentina Elizabeth Auster.
Lector, si estás recorriendo estas
líneas, tienes que saber que te espera un poemario tan contundente como su
mismo título, sólidamente estructurado y del que no puede ser quitada una sola
de las cincuenta y seis piezas que lo componen, pues hacerlo desmoronaría toda
su compacta construcción, tan bien están concatenadas las unas con las otras.
Piezas que, cuando son breves, alcanzan
una concisión casi epigramática, jalonan este acierto de la autora, al tiempo
que se combinan con otras más extensas que vienen a ampliar todavía en mayor
medida la polisemia disparada por las anteriores. Y la economía de recursos,
hábilmente empleada y meditada: no hay en Una violencia de modales impecables
ninguna de esas estruendosas imágenes y metáforas de mero valor decorativo —lo
que en poesía viene a significar ninguno— que tantas veces estropean el discurso
mejor intencionado. Decía Ernest Hemingway que un autor debe saber asesinar a
sus amistades por más queridas que ellas sean, en referencia a la necesidad de
depurar lo escrito de arabescos y filigranas inútiles. Este poemario demuestra
que Elizabeth Auster sí lo sabe hacer, para dejar en hueso sus escritos a fin
de que se trasluzca la médula misma de lo que atrapa en sus versos.
Cada poemario bien logrado es un espejo
donde el lector se mira para “traducir a su propia lengua” cuanto percibe en
las páginas que va recorriendo, para llevar a la interpretación personal lo
manifestado o aludido por el poeta. Se torna coautor, pero siempre y cuando
quien escribió le dé la oportunidad de contar con disparadores de sentidos, le
brinde puntos de partida. Auster es generosa también en este aspecto: su
trabajo atraviesa rápidamente la sensibilidad de quien lo lee, ingresa por una
doble vía, la conceptual en simultáneo con la emocional, y el resultado es un
impacto muy fuerte tanto en el intelecto como en la emotividad, originando una
identificación prácticamente instantánea.
Y cuanto ella nos refiere, nos insinúa o
elude decirnos -la ausencia es la manera más poderosa de que algo esté
presente- va armando en nosotros un dibujo indeleble. Es el de la condición
humana, la suya y la nuestra, la de todos, en un mundo como el actual, el de
todos los días, donde la violencia está aparentemente fuera del sujeto,
acertada estrategia para esconderse mejor dentro de nosotros mismos. De esa
violencia que nos posee, latente o en interacción, parte este poemario para
revelarnos quiénes somos, sobre la base aquella que muchas veces no queremos
ver, aunque nos constituye.
Estas medianas palabras apenas dicen
algo sobre lo que vas a leer, probable lector. Todo lo demás lo agrega
Elizabeth Auster y lo hace, definitivamente, mucho mejor.
La
autora
Elizabeth Auster |
[1] El Arte de Leer Ediciones, ISBN
978-631-00-5374-5, 79 pp., Las Heras, Provincia de Mendoza, Argentina, 2024. https://www.elartedeleer.com.ar/.
El volumen, como libro digital y PDF, puede ser solicitado consignando su
nombre completo y su teléfono al correo electrónico: textualidea@gmail.com
LA PELÍCULA TROYA A LA LUZ DE HOMERO Y OTROS AUTORES ANTIGUOS
Héctor Zabala ©
Troya (Troy, en su versión original
en inglés) es una película épica angloamericana dirigida en 2004 por
Wolfgang Petersen y la participación de Brad Pitt (como Aquiles Pelida), Eric
Bana (Héctor Priámida), Sean Bean (Odiseo de Ítaca), Diane Kruger (Helena de
Esparta), Orlando Bloom (Paris Priámida), Peter O'Toole (rey Príamo), solo para
citar algunos de sus actores principales.
Aunque en la
presentación para el cine dice basarse en la Ilíada de Homero, lo cierto es que incluye además partes de la Odisea, de la Eneida de Virgilio y de otras fuentes antiguas, aunque de manera
muy desprolija.
Por de pronto, la Ilíada concluye con los funerales del
príncipe Héctor, jefe militar de los troyanos, pues, caído este en combate, era
solo cuestión de tiempo que la ciudad cayera también. No olvidemos que Homero
canta a gente de ambos lados del mar Egeo y de sus numerosas islas, quienes
conocían mucho de esa historia a través de aedos trotamundos o de tradiciones
familiares de siglos. El final quedaba sobreentendido, no había necesidad de
que el eximio poeta lo volviera a contar.
Sin embargo, la
película Troya opta por una versión libre (demasiado libre para
mi gusto) pues el guion difiere muchísimo con lo que sabían los antiguos de la
historia de la campaña contra Ilión (Troya), que es eso lo que significa la
palabra Ilíada.
HOMERO Y LA ILÍADA
Homero nos perfila muy bien en la Ilíada los personajes históricos y sus
respectivos anhelos:
• Helena:
Esposa de Menelao, se deja seducir por el príncipe troyano Paris en un hecho
más propio de una adolescente que de una reina respetable. Escapa de Esparta
con cuantiosos bienes personales.
• Menelao
Atrida: Pretende recuperar a su esposa y también el respeto de los otros
reyes aqueos.
• Agamenón
Atrida: General en jefe de todos los ejércitos aqueos contra Troya, hermano
del anterior. Es ambicioso y déspota; los hombres bajo su mando no lo aprecian,
apenas lo soportan. Aprovecha el escándalo del rapto de su cuñada Helena para
convencer a todo el mundo aqueo de hacerle la guerra a la sacra ciudad, con el
fin de saquearla y destruirla.
• Aquiles
Pelida: El “eácida”, rey de Ftía y de los mirmidones. El mejor guerrero de
los aqueos, busca la gloria y con eso la inmortalidad de su nombre.
•
Ayax Telamón: Rey de Salamina, isla cercana a Atenas. De físico enorme, es
el guerrero aqueo más fuerte y hábil después de Aquiles.
• Patroclo:
Hijo de Menecio, amigo de Aquiles y oficial de los mirmidones.
• Odiseo
Laertiada: Rey de Ítaca, isla del mar Jónico, al sudoeste de Grecia. Es el
héroe más astuto de los aqueos. Es quien tiene la idea de construir el caballo
de madera, detalle que se indica en la Odisea.
• Néstor
Neléyada: Rey de Pilos, ciudad al sudoeste del Peloponeso. El más viejo de
los aqueos. Excelente consejero y organizador de las falanges aqueas.
• Paris
Priámida: Llamado también Alejandro. Solo le interesa tener la mujer más
bella del mundo conocido, a quien seduce y rapta. No le importa las
consecuencias que eso puede acarrear a su familia y a su patria.
• Héctor
Priámida: Hermano del anterior, general en jefe del ejército troyano y de
sus aliados. Es el paradigma del patriota, dispuesto a defender hasta la muerte
a su familia y a su pueblo.
• Príamo,
hijo de Laomedonte: Rey ecuánime y bondadoso de Troya, padre de Héctor, Paris y
varios hijos más. Le da la bienvenida a Helena arriesgando a todo su pueblo
tolerando el capricho a su hijo Paris.
• Briseida,
hija de Brises o Briseo: Viuda del rey Mines de Lirneso (ciudad cercana a Tebas
Hipoplacia en la Tróade al este del golfo Adramiteno). Fue capturada por
Aquiles en el transcurso de la guerra de Troya, y le había sido dada como botín
de guerra.
• Criseida:
Hija de Crises, sacerdote de Apolo en el templo de la isla de Ténedos al este
del mar Egeo frente a la Tróade. Era prima de Briseida, pues Brises y Crises
eran hermanos. También capturada por Aquiles, le había sido dada a Agamenón
como botín.
• Casandra:
Hija de Príamo, sacerdotisa de Apolo. Profetiza la caída de Troya, por la
desgracia de cobijar a Helena, y advierte que el caballo de madera es una
trampa, pero nadie le cree.
• Andrómaca:
Cónyuge de Héctor. Excelente esposa y madre, toda una dama que aguanta con
valor las vicisitudes de una guerra.
Más allá de que el historiador Heródoto
(Halicarnaso, 484 a.C. - Turios,
425 a.C) haya dudado de que Helena fuera a estar alguna vez en la ciudad
de Ilión (Troya), pues razonó que la hubieran devuelto a Menelao antes de
soportar un asedio horroroso de diez años (él pensaba que Helena siempre había
permanecido en Egipto), tanto la película Troya
como Homero en la Ilíada, coinciden
en que la guerra fue consecuencia del rapto no resuelto. Pero debe ser en una
de las pocas cosas básicas en que están de acuerdo.
UNA PREGUERRA DEMASIADO DUDOSA
La película comienza con un acierto:
ubicar las acciones alrededor del año 1200 a.C. La guerra de Troya (en
realidad, la segunda guerra, pues
según un catálogo de libros de la perdida biblioteca de Alejandría habría
habido dos, una cuando Príamo, rey de Ilión, era joven y esta cuando ya era
anciano) se ha fijado circa de los años 1194 al 1184 a.C., según el parecer de
diversos historiadores y arqueólogos,
Pero, lamentablemente, el sometimiento de los tesalios al rey de hombres, Agamenón Atrida, parece ser puro invento de los guionistas del film. Uno puede consultar cualquier enciclopedia especializada y no va a encontrar los nombres de Triopes, supuesto “rey tesalio”, ni de su campeón, Boagrio. Este último nombre refiere a un río de Beocia, ni siquiera de Tesalia. Tampoco aparece el héroe Boagrio en la mitología griega ni se tiene noticia de un supuesto enfrentamiento individual de este con Aquiles, tal como se muestra en los primeros tramos de la película.
Fig. 1. Film Troya. El supuesto campeón Boagrio enfrentando a Aquiles. Nótese que se presenta al enfrentamiento individual sin armadura, ni siquiera con casco. |
No conformes
con este invento, los realizadores del film hacen que el campeón tesalio se
presente sin armadura (es más, casi sin ropa) a combatir contra Aquiles que
lleva armadura completa. El Pelida termina con el rival en su primer ataque.
Boagrio parece más un luchador de catch
as catch can que un verdadero guerrero de la edad de bronce (ver figura 1).
La escena es muy estética, pero para nada creíble.
En el Catálogo de las naves (Ilíada) figuran algunos contingentes
tesalios como aliados de Agamenón (vgr. de Yolcos, Fílace, Feras y Piraso; ver Iliada, rapsodia II, versos 695-715),
pero la importante ciudad de Larisa en Tesalia y todos los pelasgos combatieron
a favor de los troyanos (II, versos 840-843).
Cabe suponer
que Agamenón nunca sometió a los tesalios en su totalidad como sugiere la
película (ni tampoco a ninguna parte de ellos): de haberlo hecho habría tenido
a su disposición miles de caballos para sus carros de guerra. De hecho, no
había un “rey de Tesalia” (como se asegura en el film), pues esta región no
estaba unificada bajo un único monarca, sino que se trataba de ciudades-estado
como ocurría en el resto del mundo helénico.
Para colmo, las
escenas fílmicas referidas a esta supuesta guerra previa entre Agamenón y “el
rey de Tesalia” están llenas de errores. Los tesalios utilizan grandes
contingentes de infantería al igual que sus rivales argivos y aparecen unos
poquísimos oficiales montados a caballo. Todo esto aunque Tesalia era famosa
por la cría de caballos y en gran parte llana como para poder maniobrarlos.
Solo Agamenón y el rey rival disponen de sendos carros de guerra. Sin embargo,
los caballos no son para nada briosos, creo que los animales utilizados en sus
carros de reparto por los lecheros que alcancé a conocer en mi infancia tenían
más energía que estos “corceles” del film (ver figuras 2 y 3).
Si bien en
algunos bajorrelieves de origen arqueológico se ven carros con ruedas de cuatro
rayos (también los hay de mayor número), Homero sugiere que poseían ocho rayos
al hacer su analogía con los carros divinos (Ilíada, V, 723).
Fig. 2. Film Troya. Agamenòn y su auriga contra el supuesto "rey de Tesalia".. Nótese que la lanza del carro supera por error el largo de los caballos y estos no son nada briosos. |
Los carros de guerra de los antiguos
aqueos y troyanos, según Homero, disponían de una lanza muy corta de la que
partían los correajes que uncían a los caballos, sujeción para nada ceñida,
sino más bien suelta. Esta forma singular de arnés le daba mucha maniobrabilidad
al carro, al punto que ser auriga por aquellos años no era oficio para
cualquiera: requería habilidad extrema para mantener la verticalidad del
carruaje cuando los corceles galopaban al máximo y era necesario un inmediato
cambio de frente. En la película, las lanzas de los carros de guerra, por el
contrario, superan el largo de los caballos (ver figuras 2 y 3), algo más
propio de una pesada carreta de carga que de un rápido carro de combate.
Fig. 3. Film Troya. Triopes, supuesto "rey de Tesalia" con su auriga en el carro de guerra. Nótese que la lanza del carro supera por error el largo de los caballos y estos no son nada briosos. |
UN TRATADO DE PAZ ALGO DUDOSO
En el film, Héctor y Paris Alejandro,
hijos del rey Príamo, van a Esparta para convenir un tratado de paz y en tales
circunstancias el menor de los dos hermanos rapta a Helena, esposa de Menelao.
Sin embargo, los versos
288 al 292 de la rapsodia VI de la Ilíada
dicen: Mientras tanto bajó ella [Hécuba,
madre de Héctor y Paris] al fragante
aposento, allí donde / se guardaban los peplos bordados que hicieron las
siervas / que se trajo una vez de Sidón el deiforme Alejandro / en el mismo
viaje, a través de la mar anchurosa, / en que a Helena se trajo también, la de
padres muy nobles.
Es decir, el rapto de
Helena, según Homero, fue durante un viaje de negocios realizado por Paris a
Sidón (Fenicia), cosa mucho más creíble que en medio de una embajada especial a
Esparta para firmar un tratado de paz.
Homero no menciona que
Héctor haya viajado con Paris y ambos se hayan traído a Helena en el mismo
barco como nos cuenta la película. Eso no tiene ningún sentido. Un hombre tan
responsable como Héctor no se hubiera permitido ser cómplice de semejante locura,
y mucho menos en oportunidad de una visita diplomática.
Por otra parte, no hay
ningún antecedente antiguo que nos hable de algún enfrentamiento previo entre
Esparta y Troya que justificara el pretendido tratado de paz.
UNA PTÍA DEMASIADO MARÍTIMA
Ftía o Ptía era una
región de Tesalia meridional gobernada por Aquiles, pero la Ilíada sugiere que no tenía acceso al
mar, que estaba más bien como “escondida” detrás de montañas. Veamos.
Aquiles enrostra al
ambicioso Agamenón las siguientes palabras, haciendo alusión a los troyanos: No han robado mis vacas y no me robaron
corceles, / ni en la fértil Ptía jamás mi cosecha arrasaron / pues levántanse
muchas montañas umbrosas entre ellos / y nosotros, y entre ambos se extienden
las ondas sonoras (I, 154-157). Probablemente, se refiera al monte Otris,
que no se encuentra muy cerca del mar.
Sin embargo, en la película, Ptía (Phtia, en inglés) es una especie de promontorio o isla que tiene mar hacia todas partes (ver figura 4).
Fig. 4. Film Troya. Ftía en Tesalia meridional. La imagen no se corresponde mucho con lo descrito por Homero en la Ilíada (rapsodia I, versos 154 a 157). |
LAS PRIMERAS ACCIONES DE LA GUERRA
CONTRA TROYA
En la película, Aquiles con sus
mirmidones toma la costa tróade el primer día de la campaña, algo que no se
compadece con la buena táctica, pues los desembarcos siempre se intentan
masivos a fin de asegurarse la cabeza de playa con un mínimo de bajas. De paso,
lo hace contra la voluntad de Agamenón, el comandante máximo. Esta avanzada
prematura del Pelida no aparece en la Ilíada.
En esta, tampoco se menciona que haya existido un templo de Apolo en dicha
costa egea a unos seis kilómetros de la ciudad de Troya, tal como si se tratara
de un templo dedicado a Poseidón.
Y
en este templo inventado, a un jefe prudente como Héctor los realizadores de la
película lo hacen caer en una emboscada pueril donde muere todo su contingente
a manos de Aquiles y sus hombres. Todo esto para justificar un diálogo entre
ambos héroes. Rodeado Héctor por los mirmidones, Aquiles no solo no lo toma
prisionero ni lo mata, sino que lo deja volver a Troya porque “la guerra
comenzará mañana” (sic).
La
Ilíada nos dice que quien primero
desembarcó en las playas de Troya fue el héroe Protesílao de Fílace, que en
cuanto saltó de la nave fue muerto por un dárdano (II, 695-710). No fue Aquiles
al frente de sus mirmidones, de ninguna manera, el que primero pisó tierra
troyana.
Hay otros
errores notables en la película, como el de mostrar una fuerte caballería
montada de parte de los troyanos. Si bien al príncipe Héctor se lo llama el
domador de caballos (no es al único que se lo apoda así), en la Ilíada no hay tal cosa, solo carros de
guerra. La de Troya fue esencialmente una guerra de hoplitas contra hoplitas,
es decir de infantería. A esto se agregaba cierta cantidad de carros para
conducir a los héroes al combate o bien para facilitar la organización de las
falanges de un extremo a otro. Pero no hay sugerencia en el texto de Homero
sobre jinetes armados y montados al estilo de los cuerpos de caballería que en
tiempos posteriores utilizaran generales como Alejandro Magno (siglo IV a.C) y
hasta épocas tan modernas como el siglo XIX o principios del XX de nuestra era.
Creo también
que en el film es un error que Agamenón se encuentre a derecha de su auriga
mientras “el rey tesalio” está a izquierda del propio, cuando con seguridad
habría una costumbre generalizada entre todos los reyes aqueos impuesta como
norma protocolar.
Si lo pensamos
bien, el ataque de los aqueos a Troya era de esperarse. Raptar a una reina no
era poca cosa. En aquel tiempo (y mucho después también), no era como hoy que
uno toma un avión hacia cualquier parte del mundo y se queda unas horas de
visita para luego tomar otro de regreso. No, los visitantes se alojaban semanas
o meses y compartían la mesa del noble que los recibía en su palacio, creándose
así un lazo de confianza tal, que bien podría asimilarse al de un padre con un
hijo. Insultar esa confianza era violar
las normas de hospitalidad del anfitrión, detalle tan caro a la religión
olímpica que equivalía a un sacrilegio.
Era de esperar,
por ende, la reacción de Menelao, apoyado por su poderoso hermano Agamenón
(entre ambos dominaban el Peloponeso). Por otra parte, mercaderes que llegaban
a Troya con seguridad debieron comentar que se preparaba una gigantesca alianza
aquea para vengar la enorme afrenta.
De ahí que otro
error del film es que los civiles dispersos por los campos acudan a refugiarse
en la ciudad de Ilión (Troya) entrando por la puerta principal, puerta por
donde también sale la caballería troyana para ir a combatir a los invasores
aqueos.
Reconozco el gran
esfuerzo de los realizadores para dar imágenes estéticas: patriotismo militar
por un lado y desesperación civil por el otro. El problema es que desde el
punto de vista táctico no son para nada creíbles. En la película, todo parece
muy improvisado de parte de los troyanos, pese a que habían tenido tiempo más
que suficiente para prepararse. Ninguna fuerza de caballería montada (en el
caso de que entonces la hubiese habido, aunque a nadie le consta) saldría al
galope a formarse en paralelo delante de la muralla troyana, siendo que el
enemigo se encontraba desembarcando todavía a unos seis kilómetros de
distancia. Ningún oficial experimentado sometería a los caballos a un
agotamiento tras galopes innecesarios; cuanto mucho saldrían siempre al
trotecito y en perfecta formación. Un rey prudente como Príamo y un jefe
experto como Héctor habrían ordenado con mucha antelación que los civiles del
campo debían entrar por puertas distintas a la que usarían los militares en sus
salidas contra el enemigo.
De paso, cabe señalar
otro error. Las murallas de Troya se levantan sobre un llano demasiado uniforme
en la película, cosa que no se compadece con la arqueología del lugar ni con la
tradición histórica de la época, que buscaba colinas donde levantar ciudades
por un elemental sentido de defensa. A tres cuarto de hora de la película,
Héctor ve las naves aqueas en el horizonte desde un balcón de su palacio, no
desde las altas torres de vigilancia de la ciudad. En la escena no parece que
la costa troyana estuviera a seis kilómetros, como nos asegura la arqueología,
sino a mucho menos.
Otro error es
que Homero en la Ilíada se la pasa
cantando de las negras naves de los
aqueos, entre otras la de Aquiles, pero en el film esta nave y muchas otras se
ven de color castaño (ver figura 5).
Fig. 5. Film Troya. Nave aquea Nótese que no es negra, como dice la Ilíada, sino de color castaño. |
UN SACRILEGIO INAUDITO
En la película se comete otro error
gravísimo haciéndole decapitar a Aquiles la estatua de Apolo y permitiendo que
sus hombres maten a todos los sacerdotes de su templo.
Ningún aqueo habría
hecho eso. Apolo por entonces era un dios adorado por muchos helenos. Incluso
tenía templos en Delos, en Crisa y en Ténedos, como mínimo. Un hecho como el
que se ve en esa escena fílmica habría sido un acto sacrílego, pasible de castigo
por parte de su superior, digno del oprobio de su gente y hasta de la maldición
de la clase sacerdotal propia.
En la Ilíada, por el contrario, Aquiles
aparece como muy respetuoso de Apolo, con temor reverencial hacia ese dios.
Incluso es el principal partidario de devolver a la joven Criseida a su padre
Crises, sacerdote de esa deidad.
Es más, el respeto
religioso de Aquiles en el texto homérico no se limita solo a Apolo, sino que
se extiende a todos los dioses. Esto
queda confirmado claramente en los versos 216 a 218 de la rapsodia I, cuando el
propio héroe declara: “Necesario es, ¡oh,
diosa!, acatar vuestras órdenes / todas. Pues sin duda es mejor, aunque mi
corazón esté airado; / que benignos se muestran los dioses a quien los acata.”
En cambio, en
el film se quiso dar la idea de un Aquiles “superado”, de un tipo que se las
sabe todas. Por ejemplo, cuando se pone en sus labios durante su diálogo con
Briseida estas palabras: “Sé mucho más de
los dioses que tus sacerdotes, yo los he visto”, haciendo obvia referencia
a su madre Tetis. Pero todo este escepticismo, pretendidamente ingenioso de los
guionistas, olvida que un héroe micénico tenía que ser un ejemplo a seguir por
sus subordinados y que el respeto religioso no era un asunto menor.
SOBRE UN PAR DE PRIMAS Y CÓMO NOS AHORRAMOS UNA ACTRIZ BONITA Y UN VIEJO
SACERDOTE
La Ilíada
nos cuenta (I, 365-369 y II, 688-694) que Aquiles capturó a Briseida en Lirneso
al conquistar la ciudad de Tebas Hipoplacia (Tróade); de ninguna manera en un
templo costero de las playas egeas troyanas como aparece en el film.
La isla de
Ténedos se encuentra frente a la Tróade, hacia el sur, apenas a unos 16
kilómetros de la playa troyana donde atracaron las naves aqueas. Todo esto
refiere al actual territorio de Turquía, al noroeste de Asia Menor. De ahí, que
la distancia entre Ténedos y el campamento aqueo fuera factible de hacerse a
pie en menos de un día. Según la Ilíada (I,
8-32), Crises fue a reclamarle a Agamenón la devolución de su hija Criseida,
petición a la que este rey no solo se negó, sino que además lo amenazó de muerte
en caso de volverlo a ver por ahí. En su camino de regreso, el sacerdote invoca
a Apolo (I, 34-42) y se desata una peste en el campamento aqueo (I, 43-52) que
diezma las fuerzas argivas.
En la película Troya, Criseida no existe y Crises tampoco, y Briseida es una virgen
sacerdotisa de Apolo (?) que sirve en el templo que los guionistas nos ponen
arbitrariamente en las playas egeas muy cercanas a Troya. Porque para inventar
sin necesidad, hay que inventar en grande, eso sí.
Y no conforme
con esta desviación del texto homérico, en el film se comete otro error mayor:
la captura de Briseida ocurre el primer día de la campaña, aunque Homero es muy
claro al sugerirnos que Criseida y Briseida fueron capturadas por Aquiles y sus
mirmidones ya avanzada la guerra. Según la Ilíada,
Aquiles no se niega a luchar desde la noche del primer día de la invasión
sino mucho después. De lo contrario, no hubiera tomado y saqueado a Tebas
Hipoplacia, por pedido del propio Agamenón durante el curso de la guerra.
Para colmo, en
la película, Briseida es prima de los hijos del rey Príamo (así la saluda Paris
al encontrarse con ella en ocasión de presentar a Helena a la corte troyana),
parentesco que no aparece en ningún texto antiguo. Tampoco Briseida era una
doncella, como nos pretende contar el film, sino la joven viuda del rey Mines
de Lirneso, según la antigua tradición griega.
La Ilíada nos dice que como consecuencia de
la peste desatada en el campamento aqueo, Aquiles reúne en asamblea a todos los
jefes (I, 54) y de común acuerdo deciden que Agamenón devuelva a Criseida a su
progenitor para aplacar las iras del dios Apolo (I, 141-147). Odiseo se encarga
de devolverla sana y salva, sin mediar rescate, ofreciendo un gran holocausto
de reses al dios (I, 308-317). Pero luego Agamenón, en un acto de despotismo y
perversidad, obliga al jefe de los mirmidones a que le entregue en compensación
a Briseida y eso provoca la cólera de Aquiles (I, 345-348). Como resultado,
Aquiles decide no participar más con sus soldados en la guerra hasta que le
devuelvan a su amada, cuestión bien descrita en las rapsodias I y II de la Ilíada.
Fig. 6. Rose Byrne |
Cabe aclarar que Briseida y Criseida no solo fueron parte de la historia contada por Homero en su poema, sino que después quedaron como arquetipos de la belleza helénica. Briseida era una hermosa joven (I, 323), rubia (II, 689); en tanto que Criseida, una preciosa morocha de tez blanca. En la elección de la actriz morocha que hace de Briseida, la australiana Rose Byrne —que trabaja muy bien, incluso eclipsando el papel de Helena—, por ende, se comete otro error fílmico respecto de la tradición literaria griega. Los realizadores ni siquiera se molestaron en teñirla adecuadamente de rubia (ver figuras 6 y 7).
Fig. 7. Film Troya. Briseida (Rose Byrne) y Aquiles (Brad Pitt)
Como se puede ver, solo Aquiles es rubio, pese a lo que diga la Ilíada.
MUERTES DE HÉROES QUE NO CORRESPONDEN, SEGÚN HOMERO Y OTROS AUTORES ANTIGUOS
En la Ilíada se relata el enfrentamiento individual entre Paris Alejandro
(el príncipe que raptó a Helena y dio motivo a la guerra) y Menelao, rey de
Esparta, marido de aquella (III, 314-382).
La Ilíada
nos cuenta que Menelao desarmó a su rival y lo arrastró por el suelo tomándolo
del casco crinado, que la propia correa y el casco ahogaban así al troyano,
todo con miras de acabar con su vida (III, 369-372). La correa se corta y
Homero poéticamente le da el crédito de esa rotura a la diosa Afrodita (III,
374-375), accidente que aprovecha Paris para escapar y refugiarse en la ciudad.
Los guionistas
de la película, en cambio, no se conforman con esa huida cobarde del príncipe
troyano, sino que intentan una lucha más dramática que la cantada en la Ilíada, aunque el poema ya de por sí es
bastante dramático. Inventan que Menelao hirió a Paris en el muslo izquierdo,
hecho que no aparece en la Ilíada ni
en ningún otro texto antiguo. Pero omiten que a Menelao se le rompe la espada
en cuatro pedazos al golpear el casco del troyano, según el texto homérico
(III, 361-363).
En el film
tampoco se mide el campo del duelo ni se cumplen los juramentos de práctica
(con libaciones y sacrificios) ni se hace comparecer como garantía al rey
Príamo ni se sacan suertes de un casco para determinar el orden del lanzamiento
de las jabalinas, cuestiones bien detalladas por Homero en esa misma rapsodia
III. Y para colmo, lo hacen intervenir a Héctor, que no se entiende por qué
está en un campo donde solo debieron quedar los dos contendientes (ver Ilíada, III, 245-325). Y Héctor,
violando los juramentos (¡otro acto sacrílego!), mata a Menelao para evitar la
muerte inminente de su hermano. Pero esta muerte prematura de Menelao,
inventada por los guionistas, no le permitiría entender al espectador cómo
cuernos este rey recibirá, ya terminada la guerra, en la ciudad de Esparta a
Telémaco, que venía inquiriendo noticias sobre su padre Odiseo, detalle bien
descrito en la Odisea de Homero en la
rapsodia IV.
No conformes
con matar a Menelao, los guionistas nos matan también a Ayax Telamonio o Ayax
el Mayor, rey de Salamina, isla cercana a Atenas. En efecto, en el film el
príncipe Héctor lo mata en combate,
cosa que no aparece en la Ilíada. En
la rapsodia VII de este poema, la lucha entre Héctor y Ayax se da a través de
otro duelo individual, donde se vuelve a demarcar el campo y a cumplir con los
juramentos y ritos de práctica. Los dos campeones no logran sacarse ventaja y
esto lleva a decidir la suspensión del combate al avecinarse la noche. Quedan
amigos o, al menos, como reconocidos y respetables adversarios uno del otro. Y
coronan su amistad intercambiando regalos.
Pero de creerse
en la película, el espectador que se interese por las obras de Sófocles, no
entenderá cómo pudo escribir este autor su tragedia Ayax, en la que se cuenta que este héroe aqueo, concluida la guerra
de Troya y tras un acto de locura porque no le fue concedido el honor de
heredar las armas del difunto Aquiles, termina suicidándose con la espada que
gentilmente le regalara el troyano Héctor. ¡Así, nos enteramos que un muerto
puede suicidarse tranquilamente después de morir en combate!
Casi al final
de la película, los guionistas nos matan también al mismísimo Agamenón cuando
los aqueos logran penetrar en la ciudad de Troya, tras el ardid del caballo de
madera descrito por Homero en la Odisea.
Esta muerte de
Agamenón dentro de Troya es ignorada por cuanto texto griego antiguo se quiera
consultar. Así que todo espectador interesado en las obras de Esquilo, de
Sófocles y de Eurípides no entenderá, en su calidad de lector de estos
clásicos, cómo es que la esposa de Agamenón y hermana de Helena, la reina
Clitemnestra, logra asesinar a su marido al volver a casa (¿se puede matar a un
muerto?, ¡parece que sí!). Ni tampoco entenderá por qué Electra y Orestes,
hijos de Agamenón, se toman el trabajo de vengarse de su madre y del usurpador
del trono micénico, su tío Egisto, amante de su madre. La muerte de Agamenón a
manos de Egisto y Clitemnestra también es relatada por Homero en la Odisea (III, 247-312).
Otro error
fílmico evidente es el lugar de la muerte de Aquiles. Los realizadores
acertaron en hacerlo morir de un flechazo en el talón, disparado por Paris.
Pero se sabe que el héroe cayó en las puertas Esceas, no dentro de la ciudad de
Troya.
Durante la
evacuación cinematográfica de Troya, Paris se saluda con Eneas como si se
tratara de un primo lejano que acaba de conocer, cuando la rapsodia V de la Ilíada nos muestra que era un destacado caudillo
dardanio, conocido por todos los troyanos, muy cercano al príncipe Héctor.
Según otros textos griegos, Eneas estaba casado con Creúsa, una de las hijas de
Príamo, por lo que habría sido cuñado de Paris en vez de primo de este.
En el film,
Paris se sale con la suya, se queda con Helena y ambos logran huir quien sabe
dónde. Así que todo espectador de la película que luego se interese por la Odisea, no entenderá cómo Helena se
sienta muy oronda al lado de su esposo Menelao (que la terminó perdonando) para
recibir en palacio al joven Telémaco, hijo de Odiseo, que solicitaba noticias
sobre su padre.
Después de ver
que en la película mueren Agamenón, Menelao y Ayax Telamónico, tres héroes que
llevaban el peso de la guerra, además de Aquiles, uno se pregunta… ¡si no
habrán sido los troyanos los que ganaron la guerra y si Homero más todos los
autores griegos de la antigüedad nos mintieron descaradamente!
—Revista Literaria—
Nº 60 – Diciembre de 2024 – Año XV
ISSN 2250-4281 – Edición trimestral
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Currículo en revista Realidades y Ficciones Nº 40:
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Corrección general:
Noelia Natalia Barchuk Löwer
Resistencia (Chaco), Argentina
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Currículo en Suplemento de Realidades y Ficciones Nº 88:
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Currículo en revista Realidades y Ficciones Nº 17:
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COLABORARON EN ESTE NÚMERO:
• Noelia Natalia Barchuk, Resistencia (Chaco), Argentina
• Anna Rossell, Barcelona (Cataluña), España
Currículo en Realidades y Ficciones – Revista Literaria Nº 11:
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• Luis Benítez, Ciudad de Buenos Aires, Argentina
Currículo en Suplemento de Realidades y Ficciones Nº 64:
https://colaboraciones-literatura-y-algo-mas.blogspot.com.ar/2015/03/suplemento-64-realidades-y-ficciones-en.html
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• Antonio Las Heras, Ciudad de Buenos Aires, Argentina
Currículo en Realidades y Ficciones – Revista Literaria Nº 45:
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alasheras@hotmail.com
El listado completo de colaboradores se encuentra a la derecha del blog bajo el acápite COLABORADORES de Revista REALIDADES Y FICCIONES. A la fecha, comprenden 111 colaboradores desde la fundación de la revista.
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“Realidades y Ficciones” Mónica Villarreal (2014) acrílico y óleo sobre papel-lienzo, 30 cm x 30 cm |
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