–Revista Literaria–
Nº 14 – Septiembre de 2013 – Año IV
ISSN 2250-4281
Nº 14 – Septiembre de 2013 – Año IV
ISSN 2250-4281
Inscripción
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indicando
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(se le
avisará cada nuevo número trimestral).
Sumario:
Narrativa
• “El
muro” de Jean-Paul Sartre. Cuento y análisis. (Héctor Zabala)
• Vender
la piel del oso antes de cazarlo: Martin Mosebach, “El príncipe de la niebla”.
Reseña. (Anna Rossell)
Poesía
(Luis Benítez)
• Sobre
el poemario “La Esquina
Rota ” de Luis Julio González Platón.
Ensayo
(María del Carmen Castañeda Hernández)
• Pedro
Páramo: Una lectura deconstructiva.
Y
algo más…
• Entrevista
a Galo René Pérez. Biografía y bibliografía del entrevistado. (Patricia
Eguiguren E.)
• El
teatro como representación de una ciudad. (Agustín Arosteguy)
Nuevos
colaboradores de Realidades y Ficciones (currículos):
• Patricia
Eguiguren E., Quito, Ecuador
•
Noelia Natalia Barchuk Löwer, Resistencia (Pcia. Chaco), Argentina
Narrativa
EL MURO
Jean-Paul Sartre ©
Nos
arrojaron en una gran sala blanca y mis ojos parpadearon porque la luz les
hacía mal. Luego vi una mesa y cuatro tipos detrás de ella, algunos civiles,
que miraban papeles. Habían amontonado a los otros prisioneros en el fondo y
nos fue necesario atravesar toda la habitación para reunirnos con ellos. Había
muchos a quienes yo conocía y otros que debían de ser extranjeros. Los dos que
estaban delante de mí eran rubios con cabezas redondas; se parecían; franceses,
pensé. El más bajo se subía todo el tiempo el pantalón: estaba nervioso.
Esto duró
cerca de tres horas; yo estaba embrutecido y tenía la cabeza vacía; pero la
pieza estaba bien caldeada, lo que me parecía muy agradable, hacía veinticuatro
horas que no dejábamos de tiritar. Los guardianes llevaban los prisioneros uno
después de otro delante de la mesa. Los cuatro tipos les preguntaban entonces
su nombre y su profesión. La mayoría de las veces no iban más lejos –o bien a
veces les hacían una pregunta suelta: “¿Tomaste parte en el sabotaje de las
municiones?”, o bien: “¿Dónde estabas y qué hacías el 9 por la mañana?” No
escuchaban la respuesta o por lo menos parecían no escucharla: se callaban un
momento mirando fijamente hacia adelante y luego se ponían a escribir.
Preguntaron a Tom si era verdad que servía en la Brigada Internacional :
Tom no podía decir lo contrario debido a los papeles que le habían encontrado
en su ropa. A Juan no le preguntaron nada, pero, en cuanto dijo su nombre,
escribieron largo tiempo.
–Es mi
hermano José el que es anarquista –dijo Juan–. Ustedes saben que no está aquí.
Yo no soy de ningún partido, no he hecho nunca política.
No
contestaron nada. Juan dijo todavía:
–No he
hecho nada. No quiero pagar por los otros. Sus labios temblaban. Un guardián le
hizo callar y se lo llevó. Era mi turno:
–¿Usted
se llama Pablo Ibbieta?
Dije que
sí.
El tipo
miró sus papeles y me dijo:
–¿Dónde
está Ramón Gris?
–No lo
sé.
–Usted lo
ocultó en su casa desde el 6 al 19.
–No.
Escribieron
un momento y los guardianes me hicieron salir. En el corredor Tom y Juan
esperaban entre dos guardianes. Nos pusimos en marcha. Tom preguntó a uno de
los guardianes:
–¿Y
ahora?
–¿Qué? –dijo
el guardián.
–¿Esto es
un interrogatorio o un juicio?
–Era el
juicio –dijo el guardián.
–Bueno.
¿Qué van a hacer con nosotros?
El
guardián respondió secamente:
–Se les
comunicará la sentencia en la celda.
En
realidad, lo que nos servía de celda era uno de los sótanos del hospital. Se
sentía terriblemente el frío debido a las corrientes de aire. Toda la noche
habíamos tiritado y durante el día no lo habíamos pasado mejor. Los cinco días
precedentes había estado en un calabozo del arzobispado, una especie de
subterráneo que debía datar de la
Edad Media ; como había muchos prisioneros y poco lugar se les
metía en cualquier parte. No eché de menos mi calabozo: allí no había sufrido
frío, pero estaba solo; lo que a la larga es irritante. En el sótano tenía
compañía. Juan casi no hablaba: tenía miedo y luego era demasiado joven para
tener algo que decir. Pero Tom era buen conversador y sabía muy bien el
español. En el subterráneo había un banco y cuatro jergones. Cuando nos
devolvieron, nos reunimos y esperamos en silencio. Tom dijo al cabo de un
momento:
–Estamos
reventados.
–Yo
también lo pienso –le dije–, pero creo que no le harán nada al pequeño.
–No
tienen nada que reprocharle –dijo Tom–, es el hermano de un militante, eso es
todo.
Yo miraba
a Juan: no tenía aire de entender. Tom continuó:
–¿Sabes
lo que hacen en Zaragoza? Acuestan a los tipos en el camino y les pasan encima
los camiones. Nos lo dijo un marroquí desertor. Dicen que es para economizar
municiones.
–Eso no
economiza nafta –dije.
Estaba
irritado contra Tom: no debió decir eso.
–Hay
algunos oficiales que se pasean por el camino –prosiguió–, y que vigilan eso
con las manos en los bolsillos, fumando cigarrillos. ¿Crees que terminan con
los tipos? Te engañas. Los dejan gritar. A veces durante una hora. El marroquí
decía que la primera vez casi vomitó.
–No creo
que hagan eso –dije–, a menos que verdaderamente les falten municiones.
La luz
entraba por cuatro respiraderos y por una abertura redonda que habían
practicado en el techo, a la izquierda, y que daba sobre el cielo. Era por este
agujero redondo, generalmente cerrado con una trampa, por donde se descargaba
el carbón en el sótano. Justamente debajo del agujero había un gran montón de
cisco; destinado a caldear el hospital, pero desde el comienzo de la guerra se
evacuaron los enfermos y el carbón quedó allí, inutilizado; le llovía encima en
ocasiones, porque se habían olvidado de cerrar la trampa.
Tom se
puso a tiritar.
–Maldita
sea, tirito –dijo–, vuelta a empezar.
Se
levantó y se puso a hacer gimnasia. A cada movimiento, la camisa se le abría
sobre el pecho blanco y velludo. Se tendió de espaldas, levantó las piernas e
hizo tijeras en el aire; yo veía temblar sus gruesas nalgas. Tom era ancho,
pero tenía demasiada grasa. Pensé que balas de fusil o puntas de bayonetas iban
a hundirse bien pronto en esa masa de carne tierna como en un pedazo de
manteca. Esto no me causaba la misma impresión que si hubiera sido flaco.
No tenía
exactamente frío, pero no sentía la espalda ni los brazos. De cuando en cuando
tenía la impresión de que me faltaba algo y comenzaba a buscar mi chaqueta
alrededor, luego me acordaba bruscamente que no me habían dado la chaqueta. Era
muy molesto. Habían tomado nuestros trajes para darlos a sus soldados y no nos
habían dejado más que nuestras camisas – y esos pantalones de tela que los
enfermos hospitalizados llevan en la mitad del verano. Al cabo de un momento
Tom se levantó y se sentó cerca de mí, resoplando.
–¿Entraste
en calor?
–No,
maldita sea. Pero estoy sofocado.
A eso de
las ocho de la noche entró un comandante con dos falangistas. Tenía una hoja de
papel en la mano. Preguntó al guardián:
–¿Cómo se
llaman estos tres?
–Steinbock,
Ibbieta y Mirbal –dijo el guardián.
El
comandante se puso los anteojos y miró en la lista:
–Steinbock…
Steinbock… Aquí está. Usted está condenado a muerte. Será fusilado mañana a la
mañana.
Miró de
nuevo:
–Los
otros dos también –dijo.
–No es
posible –dijo Juan–. Yo no.
El
comandante le miró con aire asombrado.
–¿Cómo se
llama usted?
–Juan
Mirbal.
–Pues
bueno, su nombre está aquí –dijo el comandante–, usted está condenado.
–Yo no he
hecho nada –dijo Juan.
El
comandante se encogió de hombros y se volvió hacia Tom y hacia mí.
–¿Ustedes
son vascos?
–Ninguno
es vasco.
Tomó un
aire irritado.
–Me
dijeron que había tres vascos. No voy a perder el tiempo corriendo tras ellos.
Entonces, naturalmente, ¿ustedes no quieren sacerdote?
No
respondimos nada. Dijo:
–En
seguida vendrá un médico belga. Tiene autorización para pasar la noche con
ustedes.
Hizo el
saludo militar y salió.
–Que te
dije –exclamó Tom–, estamos listos.
–Sí –dije–,
es estúpido por el chico.
Decía
esto por ser justo, pero no me gustaba el chico. Tenía un rostro demasiado fino
y el miedo y el sufrimiento lo habían desfigurado, habían torcido todos sus
rasgos. Tres días antes era un chicuelo de tipo delicado, eso puede agradar;
pero ahora tenía el aire de una vieja alcahueta y pensé que nunca más volvería
a ser joven, aun cuando lo pusieran en libertad. No hubiera estado mal tener un
poco de piedad para ofrecerle, pero la piedad me disgusta; más bien me daba
horror. No había dicho nada más pero se había vuelto gris: su rostro y sus
manos eran grises. Se volvió a sentar y miró el suelo con ojos muy abiertos.
Tom era un alma buena, quiso tomarlo del brazo, pero el pequeño se soltó
violentamente haciendo una mueca.
–Déjalo –dije
en voz baja–, bien puedes ver que va a ponerse a chillar.
Tom
obedeció a disgusto; hubiera querido consolar al chico; eso le hubiera ocupado
y no habría estado tentado de pensar en sí mismo. Pero eso me irritaba. Yo no
había pensado nunca en la muerte porque no se me había presentado la ocasión,
pero ahora la ocasión estaba aquí y no había más remedio que pensar en ella.
Tom se
puso a hablar:
–¿Has
reventado algunos tipos? –me preguntó.
No
contesté. Comenzó a explicarme que él había reventado seis desde comienzos de
agosto; no se daba cuenta de la situación, y vi claramente que no quería darse
cuenta. Yo mismo no lo lograba completamente todavía; me preguntaba si se
sufriría mucho, pensaba en las balas, imaginaba su ardiente granizo a través de
mi cuerpo. Todo esto estaba fuera de la verdadera cuestión; estaba tranquilo,
teníamos toda la noche para comprender. Al cabo de un momento Tom dejó de
hablar y le miré de reojo; vi que él también se había vuelto gris y que tenía
un aire miserable, me dije: “empezamos”. Era casi de noche, una luz suave se
filtraba a través de los respiraderos y el montón de carbón formaba una gran
mancha bajo el cielo; por el agujero del techo veía ya una estrella, la noche
sería pura y helada.
Se abrió
la puerta y entraron dos guardianes. Iban seguidos por un hombre rubio que
llevaba un uniforme castaño claro. Nos saludó:
–Soy médico
–dijo–. Tengo autorización para asistirlos en estas penosas circunstancias.
Tenía una
voz agradable y distinguida. Le dije:
–¿Qué
viene a hacer aquí?
–Me pongo
a disposición de ustedes. Haré todo lo posible para que estas horas les sean
menos pesadas.
–¿Por qué
ha venido con nosotros? Hay otros tipos, el hospital está lleno.
–Me han
mandado aquí –respondió con aire vago.
–¡Ah!
¿Les agradaría fumar, eh? –agregó precipitadamente–. Tengo cigarrillos, y hasta
cigarros.
Nos
ofreció cigarrillos ingleses y algunos puros, pero rehusamos. Yo le miraba en
los ojos y pareció molesto. Le dije:
–Usted no
viene aquí por compasión. Por lo demás lo conozco, le vi con algunos fascistas
en el patio del cuartel, el día en que me arrestaron.
Iba a
continuar, pero de pronto me ocurrió algo que me sorprendió: la presencia de
ese médico cesó bruscamente de interesarme. Generalmente cuando me encaro con
un hombre no lo dejo más. Y sin embargo, me abandonó el deseo de hablar; me
encogí de hombros y desvié los ojos. Algo más tarde levanté la cabeza: me
observaba con aire de curiosidad. Los guardianes se habían sentado sobre un
jergón. Pedro, alto y delgado, volvía los pulgares, el otro agitaba de vez en
cuando la cabeza para evitar dormirse.
¿Quiere
luz? –dijo de pronto Pedro al médico. El otro hizo que “sí” con la cabeza:
pensé que no tenía más inteligencia que un leño, pero que sin duda no era ruin.
Al mirar sus grandes ojos azules y fríos, me pareció que pecaba sobre todo por
falta de imaginación. Pedro salió y volvió con una lámpara de petróleo que
colocó sobre un rincón del banco. Iluminaba mal, pero era mejor que nada: la
víspera nos habían dejado a oscuras. Miré durante un buen rato el redondel de
luz que la lámpara hacía en el techo. Estaba fascinado. Luego, bruscamente, me desperté,
se borró el redondel de luz y me sentí aplastado bajo un puño enorme. No era el
pensamiento de la muerte ni el temor: era lo anónimo. Los pómulos me ardían y
me dolía el cráneo.
Me sacudí
y miré a mis dos compañeros. Tom tenía hundida la cabeza entre las manos; yo
veía solamente su nuca gruesa y blanca. El pequeño Juan era por cierto el que
estaba peor, tenía la boca abierta y su nariz temblaba. El médico se aproximó a
él y le puso la mano sobre el hombro como para reconfortarlo; pero sus ojos permanecían
fríos. Luego vi la mano del belga descender solapadamente a lo largo del brazo
de Juan hasta la muñeca. Juan se dejaba hacer con indiferencia. El belga le
tomó la muñeca con tres dedos, con aire distraído; al mismo tiempo retrocedió
algo y se las arregló para darme la espalda. Pero yo me incliné hacia atrás y
le vi sacar su reloj y contemplarlo un momento sin dejar la muñeca del chico.
Al cabo de un momento dejó caer la mano inerte y fue a apoyarse en el muro,
luego, como si se acordara de pronto de algo muy importante que era necesario
anotar de inmediato, tomó una libreta de su bolsillo y escribió en ella algunas
líneas: “El puerco –pensé con cólera–, que no venga a tomarme el pulso, le
hundiré el puño en su sucia boca.”
No vino
pero sentí que me miraba. Me dijo con voz impersonal:
–¿No le
parece que aquí se tirita?
Parecía
tener frío; estaba violeta.
–No tengo
frío –le contesté.
No dejaba
de mirarme, con mirada dura. Comprendí bruscamente y me llevé las manos a la
cara; estaba empapado en sudor. En ese sótano, en pleno invierno, en plena
corriente de aire, sudaba. Me pasé las manos por los cabellos que estaban
cubiertos de sudor; me apercibí al mismo tiempo de que mi camisa estaba húmeda
y pegada a mi piel: yo chorreaba sudor desde hacía por lo menos una hora y no
había sentido nada. Pero eso no había escapado al cochino del belga; había
visto rodar las gotas por mis mejillas y había pensado: es la manifestación de
un estado de terror casi patológico; y se había sentido normal y orgulloso de
serlo porque tenía frío. Quise levantarme para ir a romperle la cara, pero
apenas había esbozado un gesto, cuando mi vergüenza y mi cólera desaparecieron;
volví a caer sobre el banco con indiferencia.
Me
contenté con frotarme el cuello con el pañuelo, porque ahora sentía el sudor
que me goteaba de los cabellos sobre la nuca y era desagradable. Por lo demás,
bien pronto renuncié a frotarme, era inútil: mi pañuelo estaba ya como para
retorcerlo y yo seguía sudando. Sudaba también en las nalgas y mi pantalón
húmedo se adhería al banco.
De
pronto, habló el pequeño Juan.
–¿Usted
es médico?
–Sí –dijo
el belga.
–¿Es que
se sufre… mucho tiempo?
–¡Oh!
¿Cuando…? Nada de eso –dijo el belga con voz paternal–, termina rápidamente.
Tenía
aire de tranquilizar a un enfermo de consultorio.
–Pero yo…
me habían dicho… que a veces se necesitan dos descargas.
Algunas
veces –dijo el belga agachando la cabeza–. Puede ocurrir que la primera
descarga no interese ninguno de los órganos vitales.
–¿Entonces
es necesario que vuelvan a cargar los fusiles y que apunten de nuevo?
Reflexionó
y agregó con voz enronquecida:
–¡Eso
lleva tiempo!
Tenía un
miedo espantoso de sufrir, no pensaba sino en eso; propio de su edad. Yo no
pensaba mucho en eso y no era el miedo de sufrir lo que me hacía transpirar.
Me
levanté y caminé hasta el montón de carbón.
Tom se
sobresaltó y me lanzó una mirada rencorosa: se irritaba porque mis zapatos
crujían. Me pregunté si tendría el rostro tan terroso como él: vi que también
sudaba. El cielo estaba soberbio, ninguna luz se deslizaba en ese sombrío
rincón y no tenía más que levantar la cabeza para ver la Osa Mayor. Pero ya no
era como antes; la víspera, en mi calabozo del arzobispado, podía ver un gran
pedazo de cielo y cada hora del día me traía un recuerdo distinto. A la mañana,
cuando el cielo era de un azul duro y ligero pensaba en algunas playas del
borde del Atlántico; a mediodía veía el sol y me acordaba de un bar de Sevilla
donde bebía manzanilla comiendo anchoas y aceitunas; a mediodía quedaba en la
sombra y pensaba en la sombra profunda que se extiende en la mitad de las
arenas mientras la otra mitad centellea al sol; era verdaderamente penoso ver
reflejarse así toda la tierra en el cielo. Pero al presente podía mirar para
arriba tanto como quisiera, el cielo no me evocaba nada. Preferí esto. Volví a
sentarme cerca de Tom. Pasó largo rato.
Tom se
puso a hablar en voz baja. Necesitaba siempre hablar, sin ello no reconocía sus
pensamientos. Pienso que se dirigía a mí, pero no me miraba. Sin duda tenía
miedo de verme como estaba, gris y sudoroso: éramos semejantes y peores que
espejos el uno para el otro. Miraba al belga, el viviente.
–¿Comprendes
tú? –decía–. En cuanto a mí, no comprendo.
Me puse
también a hablar en voz baja. Miraba al belga.
–¿Cómo?
¿Qué es lo que hay?
–Nos va a
ocurrir algo que yo no puedo comprender.
Había
alrededor de Tom un olor terrible. Me pareció que era más sensible que antes a
los olores. Dije irónicamente:
–Comprenderás
dentro de un momento.
–Esto no
está claro –dijo con aire obstinado–. Quiero tener valor, pero es necesario al
menos que sepa… Escucha, nos van a llevar al patio. Bueno. Los tipos van a
alinearse delante de nosotros. ¿Cuántos serán?
–No sé.
Cinco u ocho. No más.
–Vamos.
Serán ocho. Les gritarán: ¡Apunten! Y veré los ocho fusiles asestados contra
mí. Pienso que querré meterme en el muro. Empujaré el muro con la espalda, con
todas mis fuerzas, y el muro resistirá como en las pesadillas. Todo esto puedo
imaginármelo. ¡Ah! ¡Si supieras cómo puedo imaginármelo!
–¡Vaya! –le
dije–, yo también me lo imagino.
–Eso debe
producir un dolor de perros. Sabes que tiran a los ojos y a la boca para
desfigurar –agregó malignamente–. Ya siento las heridas; desde hace una hora
siento dolores en la cabeza y en el cuello. No verdaderos dolores; es peor: son
los dolores que sentiré mañana a la mañana. Pero, ¿después?
Yo
comprendía muy bien lo que quería decir, pero no quería demostrarlo. En cuanto
a los dolores yo también los llevaba en mi cuerpo como una multitud de pequeñas
cuchilladas. No podía hacer nada, pero estando como él, no le daba importancia.
–Después –dije
rudamente–, te tragarás la lengua.
Se puso a
hablar consigo mismo: no sacaba los ojos del belga. Éste no parecía escuchar.
Yo sabía lo que había venido a hacer; lo que pensábamos no le interesaba; había
venido a mirar nuestros cuerpos, cuerpos que agonizaban en plena salud.
–Es como
en las pesadillas –decía Tom– Se puede pensar en cualquier cosa, se tiene todo
el tiempo la impresión de que es así, de que se va a comprender y luego se
desliza, se escapa y vuelve a caer. Me digo: después no hay nada más. Pero no
comprendo lo que quiero decir. Hay momentos en que casi llego… y luego vuelvo a
caer, recomienzo a pensar en los dolores, en las balas, en las detonaciones.
Soy materialista, te lo juro, no estoy loco, pero hay algo que no marcha. Veo
mi cadáver: eso no es difícil, pero no soy yo quien lo ve con mis ojos. Es
necesario que llegue a pensar… que no veré nada más, que no escucharé nada más
y que el mundo continuará para los otros. No estamos hechos para pensar en eso,
Pablo. Puedes creerme: me ha ocurrido ya velar toda una noche esperando algo.
Pero esto, esto no se parece a nada; esto nos cogerá por la espalda, Pablo, y
no habremos podido prepararnos para ello.
–Valor –dije–.
¿Quieres que llame un confesor?
No
respondió. Ya había notado que tenía tendencia a hacer el profeta, y a llamarme
Pablo hablando con una voz blanca. Eso no me gustaba mucho; pero parece que
todos los irlandeses son así. Tuve la vaga impresión de que olía a orina. En el
fondo no tenía mucha simpatía por Tom, y no veía por qué, por el hecho de que
íbamos a morir juntos, debía sentirla en adelante. Había algunos tipos con los
que la cosa hubiera sido diferente. Con Ramón Gris, por ejemplo. Pero entre Tom
y Juan me sentía solo. Por lo demás prefería esto, con Ramón tal vez me hubiera
enternecido. Pero me sentía terriblemente duro en ese momento, y quería
conservarme duro.
Continuó
masticando las palabras con una especie de distracción. Hablaba seguramente
para impedirse pensar. Olía de lleno a orina como los viejos prostáticos.
Naturalmente, era de su parecer; todo lo que decía, yo hubiera podido decirlo:
no es natural morir. Y luego desde que iba a morir nada me parecía natural, ni
ese montón de carbón, ni el banco, ni la sucia boca de Pedro. Sólo que me
disgustaba pensar las mismas cosas que Tom. Y sabía bien que a lo largo de toda
la noche, dentro de cinco minutos continuaríamos pensando las mismas cosas al
mismo tiempo, sudando y estremeciéndonos al mismo tiempo. Le miraba de reojo,
y, por primera vez me pareció desconocido; llevaba la muerte en el rostro.
Estaba herido en mi orgullo: durante veinticuatro horas había vivido al lado de
Tom, le había escuchado le había hablado y sabía que no teníamos nada en común.
Y ahora nos parecíamos como dos hermanos gemelos, simplemente porque íbamos a
reventar juntos.
Tom me
tomó la mano sin mirarme:
–Pablo,
me pregunto… me pregunto si es verdad que uno queda aniquilado.
Desprendí
mi mano, y le dije:
–Mira
entre tus pies, cochino.
Había un
charco entre sus pies y algunas gotas caían de su pantalón.
–¿Qué es
eso? –dijo con turbación.
–Te
orinas en el calzoncillo.
–No es
verdad –dijo furioso–, no me orino. No siento nada.
El belga
se aproximó y preguntó con falsa solicitud:
–¿Se
siente usted mal?
Tom no
respondió. El belga miró el charco sin decir nada.
–No sé
que será –dijo Tom con tono huraño–. Pero no tengo miedo. Les juro que no tengo
miedo.
El belga
no contestó. Tom se levantó y fue a orinar en un rincón Volvió abotonándose la
bragueta, se sentó y no dijo una palabra. El belga tomaba algunas notas.
Los tres
le miramos porque estaba vivo Tenía los gestos de un vivo, las preocupaciones
de un vivo; tiritaba en ese sótano como debían tiritar los vivientes; tenía un
cuerpo bien nutrido que le obedecía. Nosotros casi no sentíamos nuestros
cuerpos –en todo caso no de la misma manera. Yo tenía ganas de tantear mi
pantalón entre las piernas, pero no me atrevía; miraba al belga arqueado sobre
sus piernas, dueño de sus músculos– y que podía pensar en el mañana. Nosotros
estábamos allí, tres sombras privadas de sangre; lo mirábamos y chupábamos su
vida como vampiros.
Terminó
por aproximarse al pequeño Juan. ¿Quiso tantearle la nuca por algún motivo
profesional o bien obedeció a un impulso caritativo? Si obró por caridad fue la
sola y única vez que lo hizo en toda la noche. Acarició el cráneo y el cuello
del pequeño Juan. El chico se dejaba hacer, sin sacarle los ojos de encima;
luego, de pronto, le tomó la mano y la miró de modo extraño. Mantenía la mano
del belga entre las dos suyas, y no tenían nada de agradable esas dos pinzas
grises que estrechaban aquella mano gruesa y rojiza. Yo sospechaba lo que iba a
ocurrir y Tom debía sospecharlo también; pero el belga no sospechaba nada y
sonreía paternalmente. Al cabo de un rato el chico llevó la gruesa pata gorda a
su boca y quiso morderla. El belga se desasió vivamente y retrocedió hasta el
muro titubeando. Nos miró con horror durante un segundo, de pronto debió
comprender que no éramos hombres como él. Me eché a reír, y uno de los
guardianes se sobresaltó. El otro se había dormido, sus ojos, muy abiertos,
estaban blancos.
Me sentía
a la vez cansado y sobrexcitado. No quería pensar más en lo que ocurriría al
alba, en la muerte. Aquello no venía bien con nada, sólo encontraba algunas
palabras y el vacío. Pero en cuanto trataba de pensar en otra cosa, veía
asestados contra mí caños de fusiles. Quizás veinte veces seguidas viví mi
ejecución; hasta una vez creí que era real: debí de adormecerme durante un
minuto. Me llevaban hasta el muro y yo me debatía, les pedía perdón. Me
desperté con sobresalto y miré al belga; temí haber gritado durante mi sueño.
Pero se alisaba el bigote, nada había notado. Si hubiera querido, creo que
hubiera podido dormir un momento: hacía cuarenta y ocho horas que velaba,
estaba agotado. Pero no deseaba perder dos horas de vida: vendrían a
despertarme al alba, les seguiría atontado de sueño y reventaría sin hacer ni
“uf”; no quería eso, no quería morir como una bestia, quería comprender. Temía
además sufrir pesadillas. Me levanté, me puse a pasear de arriba abajo y para
cambiar de idea me puse a pensar en mi vida pasada. Acudieron a mí, mezclados,
una multitud de recuerdos. Había entre ellos buenos y malos –o al menos así los
llamaba yo antes–. Había rostros e historias. Volví a ver la cara de un pequeño
novillero que se había dejado cornear en Valencia, la de uno de mis tíos, la de
Ramón Gris. Recordaba algunas historias: cómo había estado desocupado durante
tres meses en 1926, cómo casi había reventado de hambre. Me acordé de una noche
que pasé en un banco de Granada: no había comido hacía tres días, estaba
rabioso, no quería reventar. Eso me hizo sonreír. Con qué violencia corría tras
de la felicidad, tras de las mujeres, tras de la libertad. ¿Para qué? Quise
libertar a España, admiraba a Pi y Margall, me adherí al movimiento anarquista,
hablé en reuniones públicas: tomaba todo en serio como si fuera inmortal.
Tuve en
ese momento la impresión de que tenía toda mi vida ante mí y pensé: “Es una
maldita mentira”. Nada valía puesto que terminaba. Me pregunté cómo habría
podido pescar, divertirme con las muchachas: no hubiera movido ni el dedo
meñique si hubiera podido imaginar que moriría así. Mi vida estaba ante mí
terminada, cerrada como un saco y, sin embargo, todo lo que había en ella
estaba inconcluso. Intenté durante un momento juzgarla. Hubiera querido
decirme: es una bella vida. Pero no se podía emitir juicio sobre ella, era un
esbozo; había gastado mi tiempo en trazar algunos rasgos para la eternidad, no
había comprendido nada. Casi no lo lamentaba: había un montón de cosas que
hubiera podido añorar, el gusto de la manzanilla o bien los baños que tomaba en
verano en una pequeña caleta cerca de Cádiz; pero la muerte privaba a todo de
su encanto.
El belga
tuvo de pronto una gran idea.
–Amigos
míos –dijo–, puedo encargarme, si la administración militar consiente en ello,
de llevar una palabra, un recuerdo a las personas que ustedes quieran.
Tom
gruñó:
–No tengo
a nadie.
Yo no
respondí nada. Tom esperó un momento, luego me preguntó con curiosidad.
–¿No
tienes nada que decir a Concha?
–No.
Detestaba
esa tierna complicidad: era culpa mía, la noche precedente había hablado de
Concha, hubiera debido contenerme. Estaba con ella desde hacía un año. La
víspera me hubiera todavía cortado un brazo a hachazos para volver a verla
cinco minutos. Por eso hablé de ella, era más fuerte que yo. Ahora no deseaba
volver a verla, no tenía nada más que decirle. Ni siquiera hubiera querido
abrazarla: mi cuerpo me horrorizaba porque se había vuelto gris y sudaba, y no
estaba seguro de no tener también horror del suyo. Cuando sepa mi muerte,
Concha llorará; durante algunos meses no sentirá ya gusto por la vida. Pero en
cualquier forma era yo quien iba a morir. Pensé en sus ojos bellos y tiernos.
Cuando me miraba, algo pasaba de ella a mí. Pensé que eso había terminado: si
me miraba ahora su mirada permanecería en sus ojos, no llegaría hasta mí.
Estaba solo.
Tom
también estaba solo, pero no de la misma manera. Se había sentado a horcajadas
y se había puesto a mirar el banco con una especie de sonrisa, parecía
asombrado. Avanzó la mano y tocó la madera con precaución, como si hubiera
temido romper algo, retiró en seguida vivamente la mano y se estremeció. Si
hubiera sido Tom, no me hubiera divertido en tocar el banco; era todavía
comedia irlandesa, pero encontraba también que los objetos tenían un aire raro;
eran más borrosos, menos densos que de costumbre. Bastaba que mirara el banco,
la lámpara, el montón de carbón, para sentir que iba a morir. Naturalmente no
podía pensar con claridad en mi muerte, pero la veía en todas partes, en las
cosas, en la manera en que las cosas habían retrocedido y se mantenían a
distancia, discretamente, como gente que habla bajo a la cabecera de un
moribundo. Era su muerte lo que Tom acababa de tocar sobre el banco.
En el
estado en que me hallaba, si hubieran venido a anunciarme que podía volver
tranquilamente a mi casa, que se me dejaba salvar la vida, eso me hubiera
dejado frío. No tenía más a nadie, en cierto sentido estaba tranquilo. Pero era
una calma horrible, a causa de mi cuerpo: mi cuerpo, yo veía con sus ojos,
escuchaba con sus oídos, pero no era mío; sudaba y temblaba solo y yo no lo
reconocía. Estaba obligado a tocarlo y a mirarlo para saber lo que hacía como
si hubiera sido el cuerpo de otro. Por momentos todavía lo sentía, sentía
algunos deslizamientos, especies de vuelcos, como cuando un avión entra en
picada, o bien sentía latir mi corazón. Pero esto no me tranquilizaba: todo lo
que venía de mi cuerpo tenía un aire suciamente sospechoso. La mayoría del
tiempo se callaba, se mantenía quieto y no sentía nada más que una especie de
pesadez, una presencia inmunda pegada a mí. Tenía la impresión de estar ligado
a un gusano enorme. En un momento dado tanteé mi pantalón y sentí que estaba
húmedo, no sabía si estaba mojado con sudor o con orina, pero por precaución
fui a orinar sobre el montón de carbón.
El belga
sacó su reloj y lo miró. Dijo:
–Son las
tres y media.
¡Puerco!
Debió de hacerlo adrede. Tom saltó en el aire, todavía no nos habíamos dado
cuenta de que corría el tiempo; la noche nos rodeaba como una masa informe y
sombría, ya no me acordaba cuándo había comenzado.
El
pequeño Juan se puso a gritar. Se retorcía las manos, suplicaba:
–¡No
quiero morir, no quiero morir!
Corrió
por todo el sótano levantando los brazos en el aire, después se abatió sobre
uno de los jergones y sollozó. Tom le miraba con ojos pesados y ni aun tenía
deseos de consolarlo. En realidad no valía la pena; el chico hacía más ruido
que nosotros, pero estaba menos grave: era como un enfermo que se defiende de
su mal por medio de la fiebre. Cuando ni siquiera hay fiebre, es más grave.
Lloraba.
Vi perfectamente que tenía lástima de sí mismo; no pensaba en la muerte. Un
segundo, un solo segundo, tuve también deseos de llorar, de llorar de piedad
sobre mí mismo. Pero lo que ocurrió fue lo contrario: arrojé una mirada sobre
el pequeño, vi su delgada espalda sollozante y me sentí inhumano: no pude tener
piedad ni de los otros ni de mí mismo. Me dije: “Quiero morir valientemente”.
Tom se
levantó, se puso justo debajo de la abertura redonda y se puso a esperar el
día. Pero, por encima de todo, desde que el médico nos había dicho la hora, yo
sentía el tiempo que huía, que corría gota a gota.
Era
todavía oscuro cuando escuché la voz de Tom:
–¿Los
oyes?
–Sí.
Algunos
tipos marchaban por el patio.
–¿Qué
vienen a jorobar? Sin embargo no pueden tirar de noche.
Al cabo
de un momento no escuchamos nada más. Dije a Tom:
–Ahí está
el día.
Pedro se
levantó bostezando y fue a apagar la lámpara. Dijo a su compañero:
–Un frío
de perros.
El sótano
estaba totalmente gris. Escuchamos detonaciones lejanas.
–Ya
empiezan –dije a Tom–, deben hacer eso en el patio de atrás.
Tom pidió
al médico que le diera un cigarrillo. Pero yo no quise; no quería cigarrillos
ni alcohol. A partir de ese momento no cesaron los disparos.
–¿Te das
cuenta? –dijo Tom.
Quería
agregar algo pero se calló; miraba la puerta. La puerta se abrió y entró un
subteniente con cuatro soldados. Tom dejó caer su cigarrillo.
–¿Steinbock?
Tom no
respondió. Fue Pedro quien lo designó.
–¿Juan
Mirbal?
–Es ese
que está sobre el jergón.
–Levántese
–dijo el subteniente.
Juan no
se movió. Dos soldados lo tomaron por las axilas y lo pararon. Pero en cuanto
lo dejaron, volvió a caer.
Los
soldados dudaban.
–No es el
primero que se siente mal –dijo el subteniente–; no tienen más que llevarlo
entre los dos, ya se arreglarán allá.
Se volvió
hacia Tom:
–Vamos,
venga.
Tom salió
entre dos soldados. Otros dos le seguían, llevaban al chico por las axilas y
por las corvas. Cuando quise salir, el subteniente me detuvo:
–¿Usted
es Ibbieta?
–Sí.
–Espere
aquí, vendrán a buscarlo en seguida.
Salieron.
El belga y los dos carceleros salieron también; quedé solo. No comprendía lo
que ocurría, pero hubiera preferido que terminaran en seguida. Escuchaba las
salvas a intervalos casi regulares; me estremecía a cada una de ellas. Tenía
ganas de aullar y de arrancarme los cabellos. Pero apretaba los dientes y
hundía las manos en los bolsillos porque quería permanecer tranquilo.
Al cabo
de una hora vinieron a buscarme y me condujeron al primer piso, a una pequeña
pieza que olía a cigarro y cuyo olor me pareció sofocante. Había allí dos
oficiales que fumaban sentados en unos sillones, con algunos papeles sobre las
rodillas.
–¿Te
llamas Ibbieta?
–Sí.
–¿Dónde
está Ramón Gris?
–No lo
sé.
El que me
interrogaba era bajo y grueso. Tenía ojos duros detrás de los anteojos. Me
dijo:
–Aproxímate.
Me
aproximé. Se levantó y me tomó por los brazos mirándome con un aire como para
hundirme bajo tierra. Al mismo tiempo me apretaba los bíceps con todas sus
fuerzas. No lo hacía para hacerme mal, era su gran recurso: quería dominarme.
Juzgaba necesario también enviarme su aliento podrido en plena cara. Quedamos
un momento así; me daban más bien deseos de reír. Era necesario mucho más para
intimidar a un hombre que iba a morir: eso no tenía importancia. Me rechazó
violentamente y se sentó. Dijo:
–Es tu
vida contra la suya. Se te perdona la vida si nos dices dónde está.
Estos dos
tipos, adornados con sus látigos y sus botas, eran también hombres que iban a
morir. Un poco más tarde que yo, pero no mucho más. Se ocupaban de buscar
nombres en sus papeluchos, corrían detrás de otros hombres para aprisionarlos o
suprimirlos; tenían opiniones sobre el porvenir de España y sobre otros temas.
Sus pequeñas actividades me parecieron chocantes y burlescas; no conseguía
ponerme en su lugar, me parecía que estaban locos.
El gordo
bajito me miraba siempre azotando sus botas con su látigo. Todos sus gestos
estaban calculados para darle el aspecto de una bestia viva y feroz.
–¿Entonces?
¿Comprendido?
–No sé
dónde está Gris –contesté–, creía que estaba en Madrid.
El otro
oficial levantó con indolencia su mano pálida. Esta indolencia también era
calculada. Veía todos sus pequeños manejos y estaba asombrado de que se
encontraran hombres que se divirtieran con eso.
–Tienes
un cuarto de hora para reflexionar –dijo lentamente–. Llévenlo a la ropería, lo
traen dentro de un cuarto de hora. Si persiste en negar se le ejecutará de
inmediato.
Sabían lo
que hacían: había pasado la noche esperando; después me hicieron esperar
todavía una hora en el sótano, mientras fusilaban a Tom y a Juan, y ahora me
encerraban en la ropería; habían debido preparar el golpe desde la víspera. Se
dirían que a la larga se gastan los nervios y esperaban llevarme a eso.
Se
engañaban. En la ropería me senté sobre un escabel porque me sentía muy débil y
me puse a reflexionar. Pero no en su proposición. Naturalmente que sabía dónde
estaba Gris; se ocultaba en casa de unos primos a cuatro kilómetros de la
ciudad. Sabía también que no revelaría su escondrijo, salvo si me torturaban
(pero no parecían ni soñar en ello). Todo esto estaba perfectamente en regla, definitivo
y de ningún modo me interesaba. Sólo hubiera querido comprender las razones de
mi conducta. Prefería reventar antes que entregar a Gris. ¿Por qué? No quería
ya a Ramón Gris. Mi amistad por él había muerto un poco antes del alba al mismo
tiempo que mi amor por Concha, al mismo tiempo que mi deseo de vivir. Sin duda
le seguía estimando: era fuerte. Pero ésa no era una razón para que aceptara
morir en su lugar; su vida no tenía más valor que la mía; ninguna vida tenía
valor. Se iba a colocar a un hombre contra un muro y a tirar sobre él hasta que
reventara: que fuera yo o Gris u otro era igual. Sabía bien que era más útil
que yo a la causa de España, pero yo me cagaba en España y en la anarquía: nada
tenía ya importancia. Y sin embargo yo estaba allí, podía salvar mi pellejo
entregando a Gris y me negaba a hacerlo. Encontraba eso bastante cómico: era
obstinación. Pensaba: “Hay que ser testarudo”. Y una extraña alegría me
invadía.
Vinieron
a buscarme y me llevaron ante los dos oficiales. Una rata huyó bajo nuestros
pies y eso me divirtió. Me volví hacia uno de los falangistas y le dije:
–¿Vio la
rata?
No me
respondió. Estaba sombrío, se tomaba en serio. Tenía ganas de reír, pero me
contenía temiendo no poder detenerme si comenzaba. El falangista llevaba bigote.
Todavía le dije:
–Tendrían
que cortarte los bigotes, perro.
Encontré
extraño que dejara durante su vida que el pelo le invadiera la cara. Me dio un
puntapié, sin gran convicción, y me callé.
–Bueno –dijo
el oficial gordo–, ¿reflexionaste?
Los
miraba con curiosidad como a insectos de una especie muy rara. Les dije:
–Sé donde
está. Está escondido en el cementerio. En una cripta o en la cabaña del
sepulturero.
Era para
hacerles una jugarreta. Quería verles levantarse, apretarse los cinturones y
dar órdenes con aire agitado.
Pegaron
un salto:
–Vamos
allá. Moles, vaya a pedir quince hombres al subteniente López. En cuanto a ti –me
dijo el gordo bajito–, si has dicho la verdad, no tengo más que una palabra.
Pero lo pagarás muy caro si te has burlado de nosotros.
Partieron
con mucho ruido y esperé apaciblemente bajo la guardia de los falangistas.
Sonreía de tiempo en tiempo pensando en la cara que iban a poner. Me sentía
embrutecido y malicioso. Los imaginaba levantando las piedras de las tumbas,
abriendo una a una las puertas de las criptas. Me representaba la situación
como si hubiera sido otro, ese prisionero obstinado en hacer el héroe, esos
graves falangistas con sus bigotes y sus hombres uniformados que corrían entre
las tumbas: era de un efecto cómico irresistible.
Al cabo
de una media hora el gordo bajito volvió solo. Pensé que venía a dar la orden
de ejecutarme. Los otros debían de haberse quedado en el cementerio:
El
oficial me miró. No parecía molesto en absoluto.
–Llévenlo
al patio grande con los otros –dijo–. Cuando terminen las operaciones militares,
un tribunal ordinario decidirá de su suerte.
Creí no
haber comprendido. Le pregunté:
–Entonces,
¿no me… no me fusilarán?
–Por
ahora no. Después, no me concierne.
Yo seguía
sin comprender. Le dije:
–Pero,
¿por qué?
Se
encogió de hombros sin contestar y los soldados me llevaron. En el patio grande
había un centenar de prisioneros, mujeres, niños y algunos viejos. Me puse a
dar vueltas alrededor del césped central, estaba atontado. Al mediodía nos
dieron de comer en el refectorio. Dos o tres tipos me interpelaron. Debía de
conocerlos pero no les contesté: no sabía ni dónde estaba.
Al
anochecer echaron al patio una docena de nuevos prisioneros. Reconocí al
panadero García. Me dijo:
–¡Maldito
suertudo! No creí volver a verte vivo.
–Me
condenaron a muerte –dije–, y luego cambiaron de idea. No sé por qué.
–Me
arrestaron hace dos horas, dijo García.
–¿Por
qué?
García no
se ocupaba de política.
–No sé –dijo–,
arrestan a todos los que no piensan como ellos.
Bajó la
voz:
–Lo
agarraron a Gris.
Yo me
eché a temblar:
–¿Cuándo?
–Esta
mañana. Había hecho una idiotez. Dejó a su primo el martes porque tuvieron
algunas palabras. No faltaban tipos que lo querían ocultar, pero no quería
deber nada a nadie. Dijo: “Me hubiera escondido en casa de Ibbieta pero, puesto
que lo han tomado, iré a esconderme en el cementerio”.
–¿En el
cementerio?
–Sí. Era
idiota. Naturalmente ellos pasaron por allí esta mañana. Tenía que suceder. Lo
encontraron en la cabaña del sepulturero. Les tiró y le liquidaron.
–¡En el
cementerio!
Todo se
puso a dar vueltas y me encontré sentado en el suelo: me reía tan fuertemente
que los ojos se me llenaron de lágrimas.
ANÁLISIS DE “EL MURO” DE JEAN-PAUL SARTRE
Héctor Zabala ©
Esta
narración (en francés Le
mur),
escrita el mismo año que finalizó la Guerra Civil Española, forma parte de su obra
homónima que comprende además: “La
cámara”
(La chambre), “Eróstrato” (Érostrate), “Intimidad” (Intimité) y “La infancia de un jefe” (L'enfance
d'un chef).
No
son pocos quienes culpan a la ambición económica de provocar guerras. Sin
embargo, si se mira con cierta agudeza la historia humana, cualquiera podría ver
como una bendición que las guerras sean casi siempre por motivos económicos. Las
que obedecen a otras causas son mucho peores.
En
efecto, si bien toda guerra es cruel, un perspicaz escritor, Roger Shinn [1],
dijo en alguna oportunidad que “las
guerras religiosas tienden a ser más fieras que las demás” y enseguida dio esta
explicación: “cuando la gente
pelea por territorio para obtener ventaja económica, sólo lo hace hasta que ya
no vale la pena seguir costeando la lucha, y entonces transige”. Es decir, toda guerra iniciada
por causas económicas termina también por causas similares.
Entiendo
que en ese aspecto lo que pasa con las religiosas hay que hacerlo extensivo a las guerras de origen ideológico, social y racial: tienden también a no
terminar nunca y a tornarse muy crueles. Un conflicto bélico como el de la Guerra Civil Española
(transfondo del cuento) caería dentro de esta categoría: guerras en las que
predominan las causas no económicas; para el caso las ideológicas, sociales y
religiosas.
La
pregunta sería entonces: ¿por qué una guerra religiosa, social, racial o
ideológica es más feroz que una de corte económico? Sencillamente porque en las
no económicas se tiende a no respetar al enemigo. Aquí, el adversario es el individuo
“inferior”, que no merece vivir, que debe ser exterminado. No se pelea para
quitarle un bien material sino para liquidarlo definitivamente.
Algo
de esto se sugiere en el cuento de Sartre. Ambos bandos no sólo se odian,
también se desprecian. Se hace un cortísimo interrogatorio a los prisioneros y
eso es todo el juicio. Se llenan papeles para dejar constancia, nada más. El
fusilamiento ya está decretado de antemano porque se trata de una guerra de
exterminio. Y aunque la narración no lo diga, la historia nos cuenta que del
otro lado, en el bando republicano, también se hacía lo mismo.
El
relato es muy interesante. Grafica descarnadamente lo que piensa y sufre un reo
condenado a la pena capital. Incluso es muy llamativo que tanto el irlandés Tom
Steinbock como el
narrador Pablo Ibbieta, que a priori se suponen ateos, crean que después de la
muerte hay un más allá. Se conforman con decirse que no están preparados para
entender eso, pero en realidad buscan recíprocamente no confesarse sus negaciones
a creer que allí termine todo. Se trata de una esperanza, una inútil y última esperanza
que, avergonzados, no pueden reconocerse de viva voz.
También
nos muestra el fanatismo de este tipo de guerras. A quien captura poco le
importa si el prisionero es culpable o no, lo que desea es matar, escarmentar,
y, por las dudas, más que menos. Es el caso de Juan, un adolescente cuyo único
pecado consistía en ser hermano de un militante, y pese a que todos supieran
que jamás había sido miliciano ni se interesara por la política. Hay aquí un
mensaje perverso: ¡ojo, que también
matamos a los familiares de milicianos! De paso, se evitan así venganzas
posteriores.
El
panadero García es un caso similar o quizá peor ya que ni siquiera podían endilgarle
familiar republicano alguno. Aquí el mensaje va en aumento, se llegó a la etapa
de: quien no está con
nosotros, está contra nosotros.
Volviendo
al protagonista, se observa en Pablo una evolución (o mejor, una involución) a
medida que pasan las horas. Desde un militante convencido de sus ideales, se va
convirtiendo en un pobre tipo obsesionado sólo con su propia muerte. Al fin ya
nada le importa, ni el futuro de España, ni la República , ni el
anarquismo, ni siquiera Concha, su novia, a la que hasta apenas ayer todavía
amaba.
Y
como morir es inevitable, opta por aferrarse a lo único que le queda: su orgullo.
Quiere mostrarse duro, ser duro, no para hacer gala de sus ideales sino para no
darles el gusto a los enemigos, digamos de puro terco nomás.
Su
sentido de la justicia se altera por completo. Lejos de preguntarse, como aquel
ladrón crucificado junto a Jesús en el Gólgota, ¿pero éste qué hizo para que lo castiguen como a nosotros?, se vuelve insensible y no sólo
no se compadece del adolescente Juan sino que hasta le toma fastidio. Ni
siquiera le cae simpático su camarada irlandés. Hay hasta un dejo de prejuicio
en algunos pasajes, sobre todo cuando Tom le pregunta si quiere un confesor, a
lo que él concluye con desprecio: “pero parece que todos los irlandeses son así”. Lo que equivale a decir: sí, muy pro republicanos, pero al final
terminan siendo tan chupacirios como los falangistas.
En
el caso del irlandés, parece haber un cierto sentimiento de culpa. Quizá su
formación religiosa, que Pablo sagazmente parece detectar, lo haga suponer la
necesidad de pagar por las muertes que provocó a otros seres humanos aunque se
trate de enemigos, muertes de las que intenta hablar en algún pasaje del
relato. De ahí que tienda al masoquismo al imaginar ejecuciones horribles,
dolorosas (a la manera de la
Inquisición o como un Infierno previo en la Tierra ); y también al
sadismo, al contarlas a sus compañeros de infortunio.
También
hay cierto sadismo en el médico belga, cuya finalidad de acompañarlos en sus
horas finales no es por humanidad sino estrictamente científica: tomar nota de
las reacciones de los prisioneros ante la proximidad de una muerte inminente,
tanto de las físicas (de ahí lo de controlar las pulsaciones a Juan) como de
las psicológicas. Trata de hacerlo con disimulo para no generarse conflictos
con gente que nada tiene que perder, pero parece regodearse en la desgracia
ajena, al menos por momentos.
El
resto de los personajes –guardianes, oficiales, soldados, y hasta falangistas–
se allana a un comportamiento burocrático. Nadie parece estar interesado más
allá de lo suyo, de lo que le compete.
Y
al final, la gran paradoja. Hastiado de todo, Pablo ve la posibilidad de jugar
una broma a sus captores y termina siendo el causante de la muerte de la única
persona, Ramón Gris, hacia la que todavía sentía un dejo de admiración y
respeto. Además, seguramente hay que ver un indicio del final en el pasaje en
el que el mismo Pablo nos dice: “si hubieran venido a anunciarme que podía volver tranquilamente a mi
casa, que se me dejaba salvar la vida, eso me hubiera dejado frío”.
[1]
Roger L. Shinn (1917-2013), quien fuera profesor de ética social en el Union
Theological Seminary de Nueva York.
Jean-Paul Sartre (París, Francia, 21/6/1905-15/4/1980). Fue un
prolífico filósofo, novelista, dramaturgo, crítico literario, activista
político, biógrafo y exponente del existencialismo y del marxismo humanista. En
1964 rechazó el Premio Nobel de Literatura explicando por carta a la Academia Sueca que
tenía por regla declinar todo reconocimiento o distinción porque los lazos
entre el hombre y la cultura debían desarrollarse directamente, sin pasar por
las instituciones. Fue pareja de la escritora Simone de Beauvoir.
Su
obra:
Novelas: La náusea (La nausée), 1938; El muro (Le mur), 1939; Los caminos de la libertad (Les
chemins de la liberté), 1945; La suerte está echada (Les
jeux sont faits),
1947.
Teatro: Barioná, el hijo del trueno (Bariona, ou le fils du tonnerre), 1940; Las moscas (Les mouches), 1943; A puerta cerrada (Huis clos), 1944; La puta respetuosa (La putain respectueuse), 1946; Muertos sin sepultura (Morts sans sépulture), 1946; Las manos sucias (Les mains sales), 1948; El Diablo y el buen Dios (Le Diable et le bon
Dieu), 1951;
Kean, 1954; Nekrassov, 1955; Los secuestrados de Altona (Le Sequestres d'Altona), 1959; Las Troyanas (Les Troyennes), 1965.
Crítica literaria: Baudelaire, 1946; San Genet: comediante y mártir (Saint Genet
comédien et martyr), 1952; El idiota de la familia (L'idiot de la famille), 1972, un estudio sobre
Flaubert; Un teatro de
situaciones (Un théâtre de situations), 1973.
Autobiografías, Memorias,
Entrevistas:
Las palabras (Les mots), 1964, autobiografía de su
infancia; La esperanza vigente
(L'Espoir maintenant), 1980, entrevistas con Benny Lévy; Carnets de la drôle de guerre (Apuntes de la
guerra falsa),
1983-95 (póstuma); Cartas
al Castor y algunas otras (Lettres au Castor et à quelques autres), I y II, 1983 (póstuma).
Ensayos: Situaciones (Situations), 1947-1976. Comprende: I. El hombre y las cosas (L'Homme et les choses), 1947; II. ¿Qué es la literatura? (Qu'est-ce que la
littérature?),
1948; III. La República del silencio:
estudios políticos y literarios (La République du silence: Etudes politiques et
littéraires),
1949; IV. Literatura y arte (Littérature
et art),
1964; V. Colonialismo y
neocolonialismo (Colonialisme et néo-colonialisme), 1964; VI. Problemas del marxismo I (Problèmes du marxisme
I), 1964; VII. Problemas del marxismo II (Problèmes du
marxisme II),
1965; VIII. Alrededor del 68
(Autour de 68),
1972; IX. El escritor y su
lenguaje... (L'écrivain et sa langue...), 1972; X. Autorretrato a los setenta años (Autoportrait à
soixante-dix ans),1976.
Ensayos políticos: Reflexiones sobre la cuestión judía
(Réflexions sur la question juive), 1946; Conversaciones sobre política (Entretiens sur la politique), 1949; El caso Henri Martin (L'Affaire
Henri Martin), 1953); Una
razón para ser revoltoso (On a raison de se révolter), 1974, con Pierre Victor y
Philippe Gavi; Promoción para los intelectuales (Plaidoyer pour les intellectuels), 1972.
Obras filosóficas: La imaginación (L'imagination), 1936; La trascendencia del ego (La transcendance de
l'ego), 1938;
Bosquejo de una teoría de
las emociones (Esquisse d'une théorie des émotions), 1939; Lo imaginario. Psicología fenomenológica de la
imaginación (L'imaginaire. Psychologie phénoménologique de l'imagination), 1940; El ser y la nada (L´être et le néant), 1943; El existencialismo es un humanismo (L'existentialisme
est un humanisme),
1945; Cuestiones de método
(Questions de méthode), 1957; Crítica de la razón dialéctica I - Teoría de los ensambles prácticos
(Critique de la raison dialectique I - Théorie des ensembles pratiques), 1960; Cuadernos por una moral (Cahiers pour une
morale),
1983 (póstuma); Crítica de la
razón dialéctica II - La inteligibilidad de la historia (Critique de la raison
dialectique II - L'intelligibilité de l'histoire), 1985; Verdad y existencia (Vérité et existece), 1989 (póstuma).
Otras obras: Los juegos están hechos (Les jeux sont faits), 1947; El engranaje (L'Engrenage), 1948; El escenario Freud (Le Scénario Freud), 1984 (póstumo); Tifus (Typhus), 2007, escrita en 1943 durante la
ocupación nazi y editada por Gallimard.
VENDER LA PIEL DEL OSO ANTES DE
CAZARLO
Anna Rossell ©
Martin
Mosebach, El príncipe de la niebla,
Trad.
de José Aníbal Campos,
Acantilado,
Barcelona, 2012, 357 págs.
Tomando como punto de partida un hecho histórico de la Alemania Guillermina
y ubicando la acción en los últimos años del siglo XIX, Martin Mosebach (1951,
Frankfurt del Meno, Alemania) pergeña una fábula que es a la vez un retrato de
época y de todos los tiempos, en tanto que saca a la palestra actuaciones
universales del comportamiento humano. Éste es el mayor mérito de una novela
que airea los entresijos de la mentalidad y la actuación del prototipo del
estafador moderno, tan real en los años de aquel cambio de siglo como en la
actualidad.
Martin Mosebach |
De Mosebach, autor prolífico, que cultiva casi todos los
géneros, se han publicado, además, en España, en el sello El Tercer Nombre, El temblor
(2008) y La
luna y la niña (2009).
Poesía
SOBRE EL POEMARIO “LA ESQUINA ROTA ”
Luis Benítez ©
Desde España nos llega la flamante edición del poemario La Esquina Rota
(Ed. Devenir, Madrid, 2013), del autor madrileño Luis Julio González
Platón, quien es licenciado en Filología
Clásica por la
Universidad Complutense y ha publicado traducciones de
clásicos latinos –Ovidio y Cicerón–; de poetas portugueses como Luiz de Camoes,
Fernando Pinto do Amaral, Antonio Ramos Rosa, Rui Belo y Filipa Leal, y del
autor francés Marcel Schwob, de quien tradujo una fascinante selección de
cuentos. Ha publicado una novela de viajes, El camino del Duero,
al igual que también han sido premiados y publicados algunos de sus relatos.
Luis González Platón |
Y González Platón sale más que airoso de la prueba, ya que
su La Esquina
Rota permite dar la vuelta abandonando por un
momento este mundo preocupado por otras supuestas prioridades y volver a entrar
en el viejo barrio de los sentimientos para compartir los sueños y las desdichas
y también las pequeñas/grandes felicidades de los amantes, siempre acechados
por el pasado, el futuro y la conciencia de que todo está llamado a culminar:
tanto la vida, como el amor tienen un término. Una sombra que la poesía puede
invocar y también rechazar, cuando la vierte en las páginas la destreza y el
talento de autores como éste. Un libro que esperamos siempre y casi siempre,
sin saberlo.
Así escribe Luis González Platón
(sin título)
Besándonos llegamos hasta las raíces del mundo,
a las noches oscuras en las que el hombre
recorría las selvas.
Un beso es un viaje que nos lleva al comienzo,
al magma que latía en una Tierra joven.
Con el beso nuestros miembros se extienden,
taladran la tierra buscando el centro
con un deseo salvaje y prehistórico,
con el ardor planetario del fuego.
En un beso, reunimos la caverna y la casa,
el gruñido animal y el lenguaje que nos salva.
En un beso, dos seres tan antiguos
se renuevan por amor frente al mundo.
(sin título)
¿Y qué hacer con la cicatriz
que queda sepultada en las miradas?
¿Cómo vivir con el regusto amargo
que dejan los besos enterrados?
Los abrazos tienen espinas
y las bocas, navajas que rasgan las heridas
que el ruiseñor curaba.
Frente al tiempo, serenos,
afirmados en el amor;
y el río nos libera
del error y la culpa.
Ensayo
PEDRO PÁRAMO: UNA LECTURA DECONSTRUCTIVA
María del Carmen Castañeda Hernández
©
Universidad
Autónoma de Baja California
Sobre la obra Pedro
Páramo
de Juan Rulfo (México,
1955)
Los
mitos desenmascaran nuestra psique, nuestro subconsciente y nuestra naturaleza
humana. El mito no era, en sus inicios, un procedimiento artístico, pero poseía
un carácter inconsciente y eminentemente artístico. La aparición de la
conciencia estética conduce al fin de la conciencia mitológica. Como la obra de
arte, el mito es una creación autónoma del espíritu, y es precisamente por ese
acto de creación como se llega a la revelación y no por el tema o los sucesos
que manifiesta. De modo que mito y literatura están estrechamente ligados. El
mito se presenta en forma literaria y la literatura representa al mito.
La
vigencia de los mitos puede relacionarse con el auge de la novela histórica en
la literatura occidental a partir de la segunda mitad del siglo XX. Sin
embargo, el contexto contemporáneo, marcado por el signo existencial, deja
atrás su huella en el tratamiento del mito, al recrearlo para formular, a
través de sus simbolismos, los infortunios, tribulaciones y las pasiones del
presente.
La
palabra “mito” deriva del griego mythos, que significa “palabra” o “historia”.
“Mito” tiene un significado distinto para el religioso, para el literato, para
el antropólogo, o para el sociólogo. Esta es, sin lugar a dudas, una de las
funciones del mito: la ambigüedad y la contradicción.
El
mito no expresa un mensaje único, preciso y congruente. La mitología es una
explicación del mundo que recurre principalmente a la metáfora como estrategia
creativa. De manera que los relatos se adaptan y evolucionan de acuerdo al
ambiente, a la época y al contexto.
En
Pedro Páramo, Rulfo presenta una interpretación simbólica de un mundo en la que
actualiza modelos colectivos, los transforma e incorpora a su imaginario y
elabora, a partir de estos, su obra. En la novela se insinúa el combate silencioso
de la extraña moralidad de sus personajes, siempre enfrentados a lo que los
griegos llamaban “decisiones trágicas”.
Claude
Lévi-Srauss (1987) considera al mito como fenómeno del lenguaje, y plantea que
pertenece a dos categorías: lengua y habla. El mito, en tanto que narración
histórica del pasado, es diacrónico e irreversible en el tiempo, y en tanto que
instrumento de explicación del presente y del futuro, es sincrónico y
reversible, posee dos dimensiones: la horizontal, necesaria para su lectura y la
vertical, necesaria para su comprensión.
Tomando
esto en cuenta podemos proponer que la dimensión horizontal en Pedro Páramo, es
decir su dimensión histórica, es la Revolución Mexicana ,
la Guerra Cristera
y los efectos que éstas causaron en los pueblos de Jalisco. Indiscutiblemente
existe en la novela una preocupación social y política, un hilo conductor que
es la soledad y el desamparo de un mundo convulso, injusto, violento.
La
dimensión vertical en la obra está dada por los múltiples discursos que se yuxtaponen
y alternan en el espacio textual, en función de los personajes y de la
estructura de la obra.
Según
Joseph Campbell (1998) el mito tiene cuatro funciones principales: la mística,
que abre el corazón y la mente a la transcendencia; la cosmogónica, que se
relaciona con el cosmos; la sociológica, cuando el mito se utiliza para validar
un determinado sistema social; y la pedagógica, que está orientada a guiar a
los individuos de modo armónico a través de las crisis de la vida. Asimismo
plantea que los mitos expresan una verdad metafísica, sociológica y psicológica
del ser humano.
Siguiendo
esa misma línea, Carlos Fuentes sugiere uno de los abordajes más controvertidos
e interesantes de Pedro Páramo: el estudio mítico del texto en donde los
personajes funcionan como arquetipos:
Había que esperar a que, en 1947, Agustín Yañez escribiese la primera
visión moderna del pasado inmediato de México en Al filo del agua y a que en
1953, al fin, Juan Rulfo procediese, en Pedro Páramo, a la mitificación de las
situaciones, los tipos y el lenguaje del campo mexicano, cerrando para siempre –y
con llave de oro– la temática documental de la revolución (1980: 161).
No
obstante, desde mi perspectiva, lo que se presenta en la novela no es la
mitificación de las situaciones, sino la deconstrucción de los mitos.
Los
sufrimientos, las pruebas y los obstáculos que atraviesan los personajes
generan un oscurecimiento del conflicto, así como una multiplicación de
sentidos de los elementos del folklore, del “color local”, pues los símbolos
predominantes de la sociedad patriarcal se subvierten, creando desconcierto en
el lector, deconstruyendo su pensamiento organizado en esquemas y patrones,
para liberarlo de estos modelos preconcebidos.
Si
consideramos a Pedro Páramo desde el punto de vista de la mitocrítica, podemos
pensar que el viaje que realiza Juan Preciado es un viaje simbólico, el “viaje
del héroe” que es una tradición arquetípica, un conjunto de acciones
entretejidas a partir de imágenes que representan el inconsciente colectivo
como lo denomina Jung.
Como
parte del rito de iniciación Abundio lo introduce al mundo de los muertos
porque en Comala nadie hay vivo. Indiscutiblemente los personajes no están
basados en la realidad, son encarnaciones de arquetipos, mitos o símbolos.
Fuentes
señala que en el ingreso de Juan Preciado al mundo de los muertos encontramos
el mito de “la búsqueda del padre”:
...ese joven Telémaco que inicia la contra-odisea en busca de su padre
perdido, ese arriero que lleva a Juan Preciado a la otra orilla, la muerta, de
un río de polvo, esa voz de la madre y amante, Yocasta-Eurídice, que conduce al
hijo y amante, Edipo-Orfeo, por los caminos del infierno, esa pareja de
hermanos edénicos y adánicos que duermen juntos en el Iodo de la creación para
iniciar otra vez la generación humana en el desierto de Comala, esas viejas
virgilianas Eduviges, Damiana, la
Cuarraca-, fantasmas de fantasmas, fantasmas que contemplan
sus propios fantasmas, esa Susana San Juan, Electra al revés, el propio Pedro
Páramo, Ulises de piedra y barro... todo este trasfondo mítico permite a Juan
Rulfo proyectar la ambigüedad humana de un cacique, sus mujeres, sus pistoleros
y sus víctimas y, a través de ellos, incorporar la temática del campo y la
revolución mexicanos a un contexto universal (1980: 16).
Juan
Preciado desciende al infierno de Comala en su propia aventura, con su
“barquero Caronte” representado en la figura de Abundio. En Comala no hay otro
poder que el del cacique: “nuestras madres nos malparieron en un petate aunque éramos
hijos de Pedro Páramo” (Rulfo 1973:10).
La
contradicción de esta paternidad sin freno es que se manifiesta en sequía. A
medida que el cacique se apodera de más tierras y más mujeres, la región se
transforma en un yermo. Sin embargo, Pedro Páramo no se presenta como el
arquetipo del dictador, dos tragedias lo hacen vulnerable: la muerte de su hijo
Miguel y la pérdida de la única mujer que amó, Susana San Juan.
Así
Rulfo nos muestra a Juan Preciado como la tergiversación del mito de Telémaco
ya que su búsqueda es bien diferente: Telémaco es un conquistador que busca a
Ulises porque ha sido un buen padre y lo necesita. Además, Penélope, su madre,
es un personaje sumiso que ha esperado pacientemente el regreso de Ulises, el
padre.
Juan
Preciado, por el contrario, es un ser vencido y sin identidad que busca a un
padre al que ni siquiera ha conocido, enviado por una madre dominante y
rencorosa, que le manda a encontrar la muerte al final de la búsqueda
espiritual de su propia identidad.
El
mito puede reencarnar en varios personajes diferentes y estos personajes, al
mismo tiempo, pueden simbolizar diversos mitos. De este modo la magna mater se
encarna en sucesivas representaciones: Doloritas, Eduviges, Damiana Cisneros,
la hermana incestuosa y Dorotea.
Estos
cinco personajes de la novela no son sino la inversión de un arquetipo. Estas
mujeres no reproducen modelos de la realidad, son la alteración del mito, ya
que ninguna de ellas cumple exactamente con las funciones de la madre
arquetípica.
Para
Joseph Campbell (1998) la madre significa la seguridad, la protección, mientras
que el padre es el guía y el iniciador de los misterios de lo desconocido. El
padre es el intruso en el paraíso niño-madre, es el enemigo arquetípico, y
desde ese momento, para el inconsciente todos los enemigos son símbolos del
padre. De aquí la compulsión irresistible de hacer la guerra: el impulso de
destruir al padre está continuamente transformándose en violencia pública.
A
lo largo de la novela aparecen los mitos relacionados con la vida, la
fecundidad y los ritos agrícolas, en oposición a los de la muerte. Así
observamos a la luna y la lluvia como motivos recurrentes que representan la
fertilidad, el mundo materno, regenerador, vital.
Mircea
Eliade (1984) considera que la luna es la fuente de la fertilidad y preside al
mismo tiempo el ciclo menstrual. Personificada se convierte en "el amo de
las mujeres".
La
hacienda de Pedro Páramo se llama “La Media Luna ” por lo que una vez más encontramos la
transgresión del mito, ya que es Pedro, el hombre, el que se ha convertido en
el “amo”.
De
acuerdo con Yvette Jiménez de Báez (1994) la influencia de la simbología
cristiana y la repercusión del discurso bíblico es evidente en Pedro Páramo.
Susana San Juan es una notoria referencia de la transformación del personaje de
San Juan Bautista. El agua es la base del bautismo, un elemento purificador de
los pecados que da la bienvenida a un nuevo miembro de la comunidad cristiana.
Sin
embargo, para Susana San Juan, y para el resto de Comala, que aparece como
personaje colectivo en la novela, el agua es un símbolo del deseo y el placer,
en contraste con la purificación espiritual del agua bautismal.
Susana
San Juan también va a representar la alteración del arquetipo de la Mujer. La idealización
de Susana se da desde las primeras evocaciones de Pedro Páramo, confiriéndole
atributos extraordinarios, completamente inalcanzables e intocables, ya que
está lejos, en la pura imagen del recuerdo:
A centenares de metros, encima de todas las nubes, más, mucho más allá
de todo, estás escondida tú, Susana. Escondida en la inmensidad de Dios, detrás
de su Divina Providencia, donde yo no puedo alcanzarte ni verte y a donde no
llegan mis palabras (Rulfo 1973: 116).
Esta
evocación prefigura y conforma la imagen venerada de Susana. La mujer posee los
atributos esenciales de la virgen católica: belleza, hermosura, pureza, y por
lo tanto se torna inalcanzable, intocable, inmaterial.
Pedro
Páramo afirma: “¿Sabías, Fulgor, que es la mujer más hermosa que se ha dado
sobre la tierra? Una mujer que no era de este mundo”. (Rulfo 1973:183)
Hasta
cuando es encontrada y traída a la fuerza a “La Media Luna ”, su imagen
idealizada persiste en el recuerdo del cacique y por eso él la observa con
asombro y fascinación a pesar de estar vieja, enferma y loca:
Se me perdían los ojos mirándote. Los rayos de luna filtrándose sobre
tu cara. No me cansaba de ver esa aparición que eras tú. Suave, restregada de
luna; tu boca abullonada, humedecida, irisada de estrellas; tu cuerpo
transparentándose en el agua de la noche. (Rulfo 1973:193)
Paul
Ricoeur (1976) habla del mito de la caída de Adán, estableciendo tres niveles
de omisión al mandato divino: la mancha, el pecado y la culpa. El primer nivel
constituye una idea del mal como algo externo al ser humano, el segundo como
una interiorización del mal y el último como el reconocimiento del delito. Es
este tercer nivel el que desencadena el proceso de recuperación de la gracia.
Los
personajes rulfianos no escapan al complejo de culpa y al remordimiento. La concepción
de la culpa como mancha resulta evidente en Donis y su hermana, amantes
incestuosos, a quienes ni el obispo perdona; sobre todo en la hermana, en la
que el pecado aparece como mancha: “¿No me ve el pecado? ¿No ve esas manchas
moradas como de jiote que me llenan de arriba abajo?” (Rulfo 1973:55).
El
Padre Rentería representa al poder religioso y es uno de los ejes actanciales
del relato. Sin embargo en lugar de ser la autoridad moral se muestra lleno de
ansiedad y desasosiego:
Todo esto que sucede
es por mi culpa –se dijo–. El temor de ofender a quienes me sostienen. Pero
esta es la verdad; ellos me dan mi mantenimiento. De los pobres no consigo
nada; las oraciones no llenan el estómago (Rulfo 1973:76).
Comala
es la representación de un tiempo sincrónico que a su vez se convierte en un
espacio atemporal, un territorio vacío, donde confluyen mito e historia. Un
mundo donde los contrastes, las fuerzas opuestas se resisten, se asedian, se
hostigan y se atraen. Un espacio en donde el tiempo pasado se marca por la
lluvia, la lluvia como motivo recurrente que marca la catástrofe de Comala y la
convierte en mito: Comala el reino de los muertos.
El
universo literario de Rulfo está construido por un mundo de murmullos en un
pueblo fantasma que adquiere la condición de personaje colectivo. Es este mundo
sugerido por el autor, en donde las raíces profundas de lo mexicano y su
idiosincrasia se presentan con un matiz profundamente poético.
Carlos
Fuentes (1990) sitúa a Pedro Páramo en la tradición literaria occidental pero
Martin Lienhard no está de acuerdo con esta propuesta y opina, en cambio,
insertarlo en la tradición de la cosmogonía náhuatl, así lo relaciona con
Quetzalcóatl:
Pensamos que la presencia subterránea del mito de Quetzalcóatl es el
efecto de unos mecanismos intertextuales todavía poco conocidos. El o los
textos subyacentes a Pedro Páramo no son en este caso forzosamente textos
literarios más antiguos, e incluso no son forzosamente textos verbales.
Planteamos la hipótesis de que las mitologías, las prácticas rituales y otras
prácticas sociales, tanto de los antiguos habitantes de México como de los
campesinos actuales, indios o mestizos pobres, constituyen uno o varios
sistemas, tejidos o “textos” que pueden manifestarse, de modo fragmentario y
metamorfoseado, en un texto narrativo actual. (1992: 845)
El
planteamiento de Lienhard podría considerarse desacertado si se tratara de una
lectura indigenista del texto de Rulfo sin tomar en cuenta la distancia o las
características de las culturas del occidente de México, pero podría
considerarse acertado, si al estudiar esos pueblos prehispánicos del sur de
Jalisco concluyéramos que participaron de la cosmovisión de los pueblos del
centro de México.
Otra
posible interpretación, que sería otra subversión del mito, es la de considerar
a Quetzalcóatl como el guía de Juan Preciado bajando al reino de los muertos,
Mictlán, en busca de su padre.
Fuentes
afirma:
Novela misteriosa,
mística, musitante, murmurante, mugiente y muda, Pedro Páramo concentra así
todas las sonoridades muertas del mito. Mito y Muerte: ésas son las
"emes" que coronan todas las demás antes de que las corone el nombre
mismo de México: novela mexicana esencial, insuperada e insuperable, Pedro
Páramo se resume en el espectro de nuestro país: un murmullo de polvo desde el
otro lado del río de la muerte. (1990: 156)
Conclusiones:
La
novela de Rulfo es susceptible de múltiples interpretaciones que responden a la
extraordinaria riqueza del texto pero me parece muy importante esta
reinterpretación en donde se manifiesta la deconstrucción de los mitos
clásicos.
Juan
Preciado fracasa totalmente en su intento, y deja de identificarse con las
funciones del héroe clásico: ni se venga, ni recupera su herencia, ni tiene una
morfología especial, ni ningún rasgo extraordinario, ni una inteligencia
superior; no funda ciudades, ni porta armas que lo caracterizan y su muerte no
es violenta. Sin embargo, tiene una muerte singular, su final es indudablemente
sobrenatural, abrazado a la "magna mater" en una tumba en el fantasmagórico
mundo de Comala.
Pedro
Páramo, su padre, es un poderoso cacique. Nada escapa a los actos del cacique,
incluso el desierto representa su voluntad. Pedro Páramo es "el rencor
vivo", que vive entre mujeres secas, que sueñan que dan a luz.
Los
mexicanos siempre hemos tenido una relación especial con la muerte.
La
misma mitología precolombina está basada en la creencia de que el mundo había
sido creado a través de la sangre y el sacrificio de los dioses.
Rulfo
utiliza los patrones míticos para poder manifestar sus ideas de forma universal
y llegar con más fuerza a sus lectores. Una vez hecho esto, devela su verdadera
intención: deconstruye el mito para utilizarlo como herramienta para provocar
una reflexión y una reacción. La intención de Rulfo es, pues, cambiar el
"status quo", transformar y transgredir la realidad.
Quisiera
terminar con una cita de Hugo Bauzá a propósito de los personajes de Rulfo:
El héroe clásico nos
conmueve no por lo que posee de divino, sino por lo que posee de mortal; esa
condición de efímero es la que lo aproxima a nosotros y merced a la cual lo
sentimos cerca. Incluso más, por lo semejante de algunas de sus acciones o bien
por un juego de espejos o proyecciones, estas figuras heroicas muchas veces nos
ayudan a despertar el heroísmo que anida en cada uno de nosotros. (1998:123)
BIBLIOGRAFÍA
• Bauzá,
Hugo (1998): El mito del héroe.
Morfología y semántica de la figura heroica. Fondo de Cultura Económica,
Buenos Aires.
• Campbell,
Joseph (1997): El héroe de las mil
caras. Fondo de
Cultura Económica, México.
• Eliade,
Mircea (1984): Tratado de historia
de las religiones.
Biblioteca Era, España.
• Fell,
Claude (1992): Juan Rulfo. Toda la
obra (edición crítica). Unesco (Col. Archivos), México.
• Fuentes,
Carlos (1980): La nueva novela
hispanoamericana.
Joaquín Mortiz, México.
• Fuentes,
Carlos (1990): Valiente mundo nuevo. Narrativa Mondadori, España.
• Jiménez
de Báez, Yvette (1994): Juan
Rulfo: del páramo a la esperanza. Fondo de Cultura Económica, México.
• Jung,
Carl Gustav (1979): El
hombre y sus símbolos. Ed. Aguilar, España.
• Jung, Carl Gustav; Jaffé, Aniela
(1964/2005). Recuerdos, sueños,
pensamientos.
Editorial Seix Barral, Barcelona.
• Martin Lienhard (1992): “El substrato arcaico en Pedro Páramo:
Quetzalcóatl y Tláloc”, en Juan Rulfo. Toda la obra, Ed. crítica,
coordinada por Claude Fell: CSIC (Colección Archivos, 17), Madrid.
• Lévi-Strauss,
Claude (1987): Mito y significado. Madrid, Alianza.
• Medina,
Dante (1989): Homenaje a Juan
Rulfo. Ed. U.
de G., Guadalajara.
• Ricoeur,
Paul (1976): Introducción a la
simbólica del mal.
Trad. María Teresa La Valle
y Marcelo Pérez Rivas. Ed. La
Aurora , Buenos Aires.
• Rulfo,
Juan. (1973): Pedro Páramo. Fondo de Cultura Económica,
México,
Y algo más…
ENTREVISTA
A GALO RENÉ PÉREZ
Patricia Eguiguren E. ©
• ¿Qué importancia ha tenido la estilística dentro de
la crítica literaria ecuatoriana?
Depende
desde qué punto de vista juzguemos lo que es la estilística. Se ha
escrito poco aquí y, casi siempre –claro– bajo el
influjo de lo extranjero. Pero cultores de
métodos para juzgar a través del estilo la creación literaria, creo que no
siempre han sido
buenos y verdaderamente ha habido pocos.
•
Pero usted es uno de los cultores de la estilística dentro de la crítica
literaria en el Ecuador...
Si no
tomamos bajo los términos estrictamente explicados de la teoría o preceptiva
literaria, sino juzgando el estilo de modo personal, sí creo que el juicio de
la obra literaria necesariamente tiene que desembocar en la apreciación del
estilo. No creo que se pueda creer que el desorden en la frase, en las
ideas sobre todo, por falta de dominio y de claridad, el desorden en el cauce
mismo de la inspiración íntima en busca de originalidad, pueda justificarse. Yo no
creo en los escritores que confían
demasiado en la improvisación. Creo que
la improvisación es una especie de pereza intelectual. El autor sabe que
tiene que exigirse; ser el primer
crítico de sí mismo. Yo
aprendí a amar el estilo con las buenas lecturas, no propiamente con las normas
de la preceptiva. Siempre
he pensado que más bien la gramática frena y adultera el sentido mismo de
la creación literaria. Estoy de
acuerdo con lo que decía Ortega y Gasset: hay que
conocer la gramática para salvarse de la gramática, hay que
hacer un salto a la torera frente a las normas gramaticales. La gramática
viene a ser una especie de albañilería, de traslación de materiales ajenos, de
ordenamiento primario, frente a
lo que es el arte propiamente literario,
que es un asunto de arquitectura, de otra jerarquía; y el estilo viene a ser el
fruto de capacidades innatas y de una gran disciplina intelectual. Sin lo
ingénito y sin los rigores que uno van adquiriendo con la experiencia,
difícilmente se puede ser un dominador del estilo.
Hay que
conocer la gramática, dominarla, pero no dejarse subyugar por ella. A
Montalvo, a quien tanto amo, admiro y he estudiado, le hago la objeción de que
a veces cayó en una especie de santurronería del idioma, arrepintiéndose de
ciertas audacias léxicas, que
hicieron su estilo mucho más potente y seductor. Me acuerdo que en “Las Catilinarias” había
empleado el término “prescindencia” y en medio del fervor y de la belicosidad
con que estaba tratando el tema, pedía justificación a gramáticos como José
Cuervo, diciéndole que como la derivación de presidir es “presidencia”, creyó
que de prescindir podía
tomar “prescindencia” y la usaba.
El estilo
está por sobre eso; es lo que
decía Juan Ramón Jiménez, que es la
combinación de fondo y de forma, pero no una combinación artificiosa, sino que
la jerarquía del pensamiento determinaba también el encanto de la forma y que
venía a resultar entonces que la forma es lo que la luz a la estrella, o sea
que dimanaba de la capacidad de pensar también la capacidad estética.
•
¿Cuál es su opinión acerca de la frase de Buffon: “el estilo es el hombre”?
Estoy de
acuerdo con eso. Absolutamente. Cuando
uno estudia, lee, se apasiona por ciertos autores que son magistrales dentro de
la creación universal, se da cuenta perfectamente de que lo que hay de fuerza
personal, lo que hay de carácter, de autenticidad, de identidad
en lo que se escribe; parte del
punto de vista de lo que es uno mismo, de lo que lleva dentro de sí, en su
sensibilidad, en su imaginación, en su conciencia, en sus experiencias, donde
entran también las lecturas. De manera, que el estilo es el hombre.
El buen lector tiene cierto tacto, cierta sutileza para saber la
procedencia aun con
un solo párrafo. Uno pone su propia pasión en lo que escribe. Estoy
de acuerdo con Alfonso Reyes, cuando aseguraba que casi toda página de
comentario biográfico de un tercero, viene a convertirse en una
autobiografía. Cualquiera que sea el tema, la vida de uno, la pulsación
interior, la fuerza con que ve y siente las cosas del mundo, está precisamente
poniendo el sello propio, la proyección de sí mismo en lo que escribe. De
lo contrario, son remedos ajenos, y de eso está viciada la literatura de muchas
partes y de todos los tiempos. El asunto no está en querer apartarse o en
querer imitar, sino en ser uno mismo, y entonces el fruto resulta también un
fruto con caracteres de distinción, de personalidad indiscutible.
• Para
resumir, ¿podríamos decir entonces que ha habido una
corriente crítica de orientación preferentemente estilística en Ecuador?
Seguramente
sí, porque aquí en el país las obras no se han caracterizado por tener una suma
apreciable de ideas, sino más bien son obras en las
que hay cierta aberración, cierta obsesión extremada por cautivar por lo menos
con la forma. Lo que ha habido es orfandad “ideativa”, como
denominador común de la obra
literaria ecuatoriana. Entonces,
generalmente, se ha juzgado por la impresión que producen los hallazgos
formales. No es una literatura donde uno pueda disfrutar de una prosa de
ideas, si nos referimos estrictamente a la prosa; lo que en otros lugares no ha
sucedido. Si uno
lee autores en los que se conjugan el pensamiento y la idea clara con las
sugestiones de forma, la crítica penetra en el sentido de lo que se dice. La
crítica ecuatoriana ha sido, como
muchas de las críticas de los países vecinos, una crítica que ha juzgado
también la obra desde el punto de vista de los efectos sociales. Ortega y
Gasset decía que juzgar la obra
literaria por sus
consecuencias sociales es como
juzgar al hombre por su sombra. Es decir que no necesita la obra de
los efectos producidos para que
se la juzgue en sí misma. Y como la
literatura hispanoamericana ha tenido que ser por necesidad una literatura
enzarzada en la problemática social, no se ha podido dejar a un lado el juicio
sobre eso. Cuando escribí mi obra “Historia y crítica de la novela hispanoamericana”, me he
dado cuenta clara de que cuando dio sus primeros vagidos la novelística, a
comienzos del siglo XIX, aquí en América, ya tuvo esta propensión a la
denuncia, a señalar los defectos y problemas que se vive en las sociedades
hispanoamericanas. Entonces,
la ubicación del autor en su tiempo, dentro de la problemática social, ha
tenido que estar implícita en la crítica literaria; de lo contrario no se
entiende a un autor. Si uno se pone a juzgar la literatura romántica,
idealizadora, que ha falsificado la
realidad, encuentra que ni aun en esos casos está totalmente desarraigada del
medio. Es el caso de “María”, de
Jorge Isaac, donde se respira el paisaje propio, el medio. Inclusive Juan
León Mera, con su
alma cristiana, con su
influencia francesa del Romanticismo, con su inclinación hacia lo exótico,
incluso él, en uno de sus capítulos describe los estados sicológicos de Cumandá en su
fuga por la selva. Y luego está también el
episodio trágico de las españolas frente al asalto indígena de una hacienda. Uno de
los personajes femeninos habla de que quisiera arrancarle los ojos al déspota,
latifundista español que los ha subyugado tanto. Esas son
ya muestras de que estaba el germen, a pesar de todo su falseamiento.
•
¿Cuál sería, en definitiva, la función de la crítica estilística?
Yo creo
que es una función valiosamente docente, indispensable, porque nuestros autores
están siempre sometidos al yugo de los cambios, no de las
novedades, sino de las
novelerías de la creación extranjera y entonces no tienen ningún escrúpulo en
sacrificar los principios del estilo, que son los que dan eternidad
a la obra literaria. Siempre
recuerdo lo que decía ese gran autor francés, Marcel Proust: la
metáfora es tan indispensable que con ella se abroquela la obra en busca de
permanencia. Y es que en realidad, el estilo que se construye con
elementos como el
que acabo de mencionar es la
carta de autenticidad del autor, porque no tiene la manipulación que se hace
con las palabras, con las estructuras, con la técnica y que asimilan ellos de
prisa, para creerse incorporados a determinado movimiento; pueden pasar por
alto la mirada del crítico honrado, del que sabe que no
hay estilo por incapacidad de
gestarse un estilo. Las cosas
que uno admira de Picasso, hechas con un sentido de respeto a la anatomía, de
justeza en la reproducción del detalle, de perfección formal, revelan que todo
lo que hizo con el cubismo, y con
todas las impulsiones de renovación, estaban
basadas en una conciencia de lo que estaba haciendo.
La obra
que uno crea despierta en diferentes horizontes, ante diferentes tipos de
críticos con sus posiciones personales, pero no deja de producir esa obra la
coincidencia de esos juicios; se orientan hacia lo mismo que el autor ha
querido hacer, revelando que la nota estilística siempre va a ser descubierta
por el crítico y exaltada en la medida en que sea la manifestación de la capacidad
creadora. De manera que esa
orientación estilística es fundamental como cosa de la crítica para los
escritores, o que están iniciándose o en que han caído en la perversión de la
pura imitación, que resultan cosas grotescas.
•
Desde ese punto de vista, ¿podríamos
decir entonces que no ha sido superada la crítica estilística en Ecuador, o si
lo ha sido de alguna forma, por qué o por quiénes?
La
crítica estructural que sí ha tenido sus cultores y sus aciertos también ha
caído en exageraciones. Uno de los que se ha reído de ese tipo de crítico
ha sido Gabriel García Márquez. Ha manifestado que ha llegado a tal
extremo lo que se especula sobre su obra que le
hacen pensar y decir aquello que ni ha
pensado ni ha dicho. Tuve
alumnos norteamericanos, cuando enseñaba en los Estados Unidos, que tenían la
misma propensión: a encontrar en las lecturas cosas que seguramente ni sospechó
el autor de las páginas juzgadas.
Creo que
la crítica debe ser ejercitada con un sentido de comprensión y hasta de
afinidades con el autor que uno juzga. Asistí alguna vez a un seminario
en el cual la mesa estaba integrada sólo por críticos. Fui muy temeroso,
porque nunca me he considerado un crítico profesional, y entonces estaban,
entre los pocos que recuerdo, Enrique Anderson Imbert, Gullón,
Emir Rodríguez Monegal, Ángel Rama...
Quise –porque felizmente me tocó hablar un poco después– escuchar cosas
nuevas, que para mí podían ser cosas extrañas, para defender de algún modo lo
que yo pensaba sobre el juicio crítico y me di cuenta de que ninguno tenía nada
especial sobre lo que debe realmente ser la crítica. Todos decían que lo
que debe ser la crítica es algo como dar luz verde al lector para que pueda
entrar por las vías de acceso a la obra ajena. Entonces, dogmas críticos
yo creo que no se pueden establecer. Lo que uno debe es escribir con un
sentido de creación. El
crítico debe ser un creador. Si el
crítico no es un creador, lo que escribe no va a tener seguramente ninguna
trascendencia, porque uno tiene que tratar de recrear, de crear por sí mismo,
sea que esté interpretando, sea que esté juzgando, inclusive para hacerse
merecedor del nivel de la condición del autor a quien se juzga. He
señalado el gran error de Eugenio Espejo, cuando pretendiendo ejercitar una
profesión de crítico, se burla de los versos que no entendió de Juan
Bautista Aguirre. Comenta
lo que dice el padre Aguirre con sorna, tratando de hallar absurdos en aquello
que ahora, en nuestro tiempo, se ve que eran aciertos líricos. Eso le
fastidiaba y no entendía Espejo (“sierpe de rizada plata”) y el que
quedó mal por no haberse puesto a la altura de lo juzgado, fue él. El
mismo ejemplo siguió Marcelino Menéndez y Pelayo para despreciar lo que no era
de comprensión corriente. Cuando Gonzalo Zaldumbide juzgó mi libro “Cinco rostros en la poesía”, de tal
manera recargó el acento de la exaltación de mi creación, que dijo que yo
estaba dando lo que me sobraba. Y estaba en un error, porque él tampoco
admitía muchas veces las formas poéticas de un autor como Pablo Neruda.
•
¿Qué significa, esencialmente, “lo literario” para la crítica estilística
ecuatoriana? En otras palabras, ¿cómo se ha conformado el ámbito de “lo
literario” dentro de esta corriente crítica?
La verdad
es que los autores que norman el juicio dan más o menos una definición común de lo
literario, que es la
creación de belleza. No
importa el género: puede ser novela, poesía, drama, ensayo; no importa la
temática, lo que importa para reconocer la condición literaria de lo que se ha
publicado es el sentido estético de la creación; sin éste, sin el instinto del
buen gusto, sin la sensibilidad, sin la aptitud para lo bello, cualquiera que
lo intente está negado para hacer literatura. La
literatura tiene que ser una manifestación que tenga imantación para el lector
común; una imantación que nace del encuentro de la palabra precisa, de la
inspiración para hacer el giro que conviene dentro de lo poético, de lo
dramático o de la prosa; tener una facultad congénita para amar la belleza del
vocablo y para poder -como
decía Alfonso Reyes- librar
con éxito el combate con el ángel. Y lo que decía José Enrique Rodó: las
palabras son seres vivos que nos huyen, que nos esquivan y que nosotros debemos
saber cómo apuntar la pluma para someterlas.
A veces
un solo verso, una frase, una página son capaces de revelar la grandeza de un
autor. Cuando uno lee “Borges y yo”, de Jorge
Luis Borges, en veinte líneas se da cuenta de todo lo que tiene de
extraordinario Borges para la expresión literaria.
•
¿Cuáles son los alcances metodológicos de la crítica de orientación estilística
en nuestro país?
Creo que
hemos estado hablando de eso. En primer lugar, la persona que desarrolle este
tipo de tema, con sentido didáctico, tiene que buscar que el método esté dado
por la claridad de las ideas. Si no tiene clara la concepción de lo que
es el estilo, si no tiene clara la condición, bastante difícil de unificar por
la dispersión de influencias y los caprichos de tantos autores, hallar el
método demanda esa claridad de pensamiento, de entendimiento de lo que es la
realidad de la creación. Si no
tiene esa capacidad, difícilmente va a ser atractivo, convincente, persuasivo
su método y para ello tiene que siempre tener un absoluto convencimiento de que
el estilo es una definición primordial de los atributos del escritor. Eso
es una verdad como un templo, es un corolario indiscutible.
•
¿Qué críticos o
ensayistas, cuya orientación sea preferentemente estilística, pueden
considerarse representativos dentro de la crítica literaria en nuestra nación
(aparte de usted)?
En lo
personal, he escrito con sentido crítico durante mi ejercicio de columnista de
diarios o para revistas extranjeras que me han pedido juicios literarios o de
arte sobre diversos autores. Me ha gustado, aunque no sea más abundante,
la creación propia. Aquí en el país uno de los críticos que a mí me despejó el
horizonte para entender cuál debe ser el papel de la crítica, fue Gonzalo
Zaldumbide. Hice con él amistad mientras fui estudiante universitario, y
me di cuenta del rigor que empleaba para juzgar a los demás. Aun
extremaba esos rigores, porque para él Unamuno, literariamente, era un autor
que no salía de la medianía. Y lo
propio pensaba de Azorín. Llegué a
discutir hasta los extremos de la exaltación irrespetuosa y temprana, cuando
oía ese tipo de juicios. Pero era
porque él tenía una obsesión muy clara, muy consciente, muy apasionada por los
valores insustituibles del estilo. Y fue por
eso el gran descubridor de Juan Bautista Aguirre y de
autores franceses a los que también se acercó
atraído por el estilo; y de los
hispanoamericanos que se convirtieron, desde luego, en discípulos de la
creación literaria de Montalvo; hablo de todos los autores modernistas, porque él
fue el fundador del Modernismo, aunque no se lo haya reconocido antes. Quien
lee a Rubén Darío, quien lee a Rodó, quien lee a todos los prosistas del
cuento, del ensayo, de la crónica, del modernismo hispanoamericano, los
encuentra emparentados con Montalvo, primero por haber tomado la creación como
un hecho de una profesión verdadera, humana, como cualquier otra, que demandaba
todo lo que uno podía tener dentro de sus capacidades de la vida; y luego por
la universalidad temática y luego, sobre todo, por
el gusto del estilo. Nadie ha habido como Montalvo en todo
el siglo XIX que hubiera sido un gestor de la obra a
través de la pasión por el estilo. Se lo llamó “Príncipe de la prosa en lengua
castellana” y se lo llamó así por parte de los más grandes críticos de esa
época (y eso han seguido sosteniendo personalidades de
nuestro siglo, como el propio Unamuno) es decir,
que la orientación estilística nos la dio él como creador, y también como
crítico. Él fue un crítico estupendo de Cervantes, con uno de sus siete
tratados: el de Buscapié y creo
que no alcanzó a entender lo nuevo, que se vino inmediatamente después de él,
porque no entendió el naturalismo, que ya estaba despuntando, inclusive entre
personalidades amigas de él, como Emilia Pardo Bazán.
No entendió eso, pero dejó por lo menos esa inquietud de orientación en el
juicio, a través de la estilística. Aquí en
el Ecuador ha escrito el profesor Gustavo
Alfredo Jácome ensayos de estilística, tal vez con mucho
sentido de la norma a la que él ha estado acostumbrado como pedagogo, como
normalista, como creador de gramáticas, etc., pero no con esa intuición, con
esa percepción que tiene el verdadero creador.
•
¿Tal vez Miguel
Sánchez Astudillo?
El padre
Miguel Sánchez Astudillo tuvo una formación humanística, como la tuvo el padre
Aurelio Espinosa Pólit, pero ninguno de los dos está a la altura de los autores
juzgados. Se compara a veces al padre Aurelio Espinosa Pólit, en prosa,
con Gonzalo Zaldumbide y yo creo que hay una gran distancia entre ellos. Y el
padre Sánchez Astudillo, a quien traté porque concurría los domingos a lo que
nosotros llamábamos las “misas laicas”, a conversar con Gonzalo Zaldumbide,
como discípulo del padre Espinosa Pólit, tenía en su mente ciertas normas de
juicio, pero siempre con pasión por el estilo, por entender el sentido vital
que tiene el estilo en la creación y que debe ser el punto céntrico desde el
cual desplegar toda la corola de los razonamientos críticos, cuando se entra en
el juicio de una obra.
• ¿Se
podría incluir a Alejandro Carrión, al menos con parte de su obra, dentro de
estos autores que hacen crítica estilística?
Indudablemente,
sí. Porque Alejandro Carrión fue un gran lector, una
persona que estuvo siempre pulsando las novedades de los buenos autores
europeos y que investigó la literatura ecuatoriana. De manera que es mucho más
agudo, más ágil que lo que fueron sus antecesores, Isaac Barrera y Augusto
Arias.
• ¿Y quizá Alfonso
Carrasco Vintimilla?
Lo he
leído muy ocasionalmente, pero la crítica actual manifiesta esa actitud; da
gusto encontrar juicios que ya no se quedan en la pura impresión y que tampoco
están dictados ni por la preferencia discernidora, extremadamente injusta, que
es también en lo que se cae, ni tampoco por los cánones aprendidos sin mayor
asimilación. Hay
inquietud, porque estos autores leen no sólo con abundancia, sino que leen lo
nuevo y con buen juicio. No podría realmente decir cuántos de ellos, pues
hay algunos que están en pleno trabajo: Carvajal, Carrasco, etc.
• ¿Existen
aquí en nuestro país autores representativos que se hayan dedicado a hacer
crítica de tipo preferentemente estilístico, así como Manuel Corrales ha hecho
con el estructuralismo?
Manuel
Corrales Pascual se ha dedicado al tipo de crítica estructuralista. Él
también tiene formación jesuítica, con lecturas de clásicos, con gran
conocimiento de la literatura griega, con experiencia docente. Autores
como Amado Alonso, que desentraña con tanta penetración, con tanto acierto, o
como Dámaso Alonso... el uno explica a Góngora con claridad, con análisis,
con un sentido de acierto que difícilmente es comparable;
y el otro penetra justificando
todo lo que puede haber parecido simple arbitrariedad, simple capricho en Pablo
Neruda; los dos sí son verdaderos ejemplos de cómo se ha orientado una crítica
estilística. Y Alfonso
Reyes, con su experiencia literaria, sobre todo. A mí me gusta mucho más
que la crítica de Octavio Paz, que también es muy inteligente y penetrante, lo
que hizo Alfonso Reyes, a quien él reconoce como su maestro.
• En
Occidente, ¿se ha superado la crítica estilística?
No creo. Es muy
antiguo esto. Yo veo en críticos como Sainte Beuve que van
al tuétano mismo del gusto
estilístico de la obra. Son
orientadores hasta ahora.
• En
una entrevista hecha hace más de veinte años, para la obra “Situación
del relato ecuatoriano”, usted
hablaba de que deberíamos ser exigentes en la crítica, ir directamente al
texto, objetivarla, etc. ¿Cómo
se defiende la crítica estilística de la acusación principal de subjetivismo?
Indudablemente
hay subjetivismo porque se
necesita cierta disposición, no sólo mental, sino sensible y sensitiva para
penetrar en toda la urdimbre de lo estilístico y estoy seguro de que hay
autores que demandan ese instrumento de penetración de carácter estilístico
para ser entendidos. Ese es el caso de César Vallejo, que no puede ser
juzgado de modo objetivo; escapa a
cualquier intento de razonar sobre la lógica que pueda tener la expresión
poética de César Vallejo. Es imposible acomodar el razonamiento lógico:
no hay ningún tipo de norma para el juicio de él ni de Pablo Neruda. Se
necesita la percepción estilística, que está dada por esa conjunción de
imaginación, sensibilidad, talento, experiencia, de lo que es el fenómeno
literario.
• ¿Podríamos
añadir a esta crítica subjetivista un toque de “cientificidad”,
de objetividad para volverla más científica?
Es
imposible de evitar en el ámbito de la creación. Aun en aquellas creaciones más
desinteresadas de lo social, aquellas creaciones que están bajo el denominador
de “literatura pura”, aun en esos casos uno halla la respuesta a un ambiente de
época, de medio, de circunstancias, en que el autor viene a ser algo como una
caja de resonancia, sin que haya abdicación del propio juicio; por ejemplo, si
uno juzga la poesía de
un determinado siglo, uno va a
encontrar, a pesar de lo estrictamente
lírico, subjetivo, estético, por lo menos la proyección de la filosofía de la
época. Uno rastrea en la obra escrita, sin posibilidad de
dejar de hacerlo, lo que es el fondo mental, el fondo filosófico de la época.
Se necesitaría un alma inmune al impacto de las
cosas sociales y humanas para
escapar a la realidad; todos respondemos a eso. Es imposible que eso se dé;
sería como una traición; tenemos demandas sobre las que estamos obligados a
escribir. Si escribo una biografía de un
personaje de una determinada época, me doy cuenta de que aun esos hombres -que no
ejercieron la profesión literaria o si la ejercieron, lo hicieron sin hacer referencia a esa
influencia del medio en que vivieron- son una
respuesta a ese medio. Y los
genios más característicos de Hispanoamérica, han sido genios que han
respondido a las
exigencias de su tiempo: Sarmiento,
Martí, Montalvo... figuras claves para comprender nuestro mundo han sido el
barro a quienes moldeó su época; sin su época no se les puede entender.
• Hace
más de veinte años, en “Situación
del relato ecuatoriano”, muchos escritores y otras personalidades concordaban
en que no existía prácticamente crítica literaria en nuestro país. ¿Cree usted
que ha cambiado esta situación, ha mejorado? ¿Podríamos decir que ha
habido un avance significativo en el quehacer crítico literario en los últimos
treinta años?
Creo que
la crítica ha sido denostada, muchas veces injustamente por los creadores, que no se dan
cuenta de que en ella hay la
misma fuerza creadora que en la obra que se juzga. Creo que el crítico
debe ser, ante
todo, un escritor y si es un escritor, merece no ser ni desdeñado ni denostado
ni desconocido por los propios autores. Generalmente se usa esa
referencia despectiva para hablar de la crítica. Yo creo
que con sus deficiencias, como también la tiene la obra creadora, ha habido
crítica en el Ecuador y seguirá habiéndola. Ya en la
época colonial, en el Ecuador se aventuró a hacer
crítica Eugenio Espejo. Anderson Imbert cree que
no ha habido un analista mejor de la cultura colonial que Eugenio Espejo, pues a
pesar de sus deficiencias y sus hierros, él fue un precursor de la crítica y
así comienza ésta. Luego, durante el periodo colonial, los apuntamientos
críticos no han sido precisamente sobre literatura, sino sobre el pensamiento. Y en eso
Rocafuerte entendió bien lo que estaba aconteciendo en Estados Unidos para
hacer su gran ensayo. Sigue habiendo crítica. Ahora, ha habido
una crítica en la época republicana, que es la de Juan León Mera, con ciertos
signos dogmáticos por su
posición religiosa. Él eliminó, por ejemplo, todo lo que era verso en
Juan Montalvo y él escribió unos romances estupendos en su creación del ensayo
de una obra inimitable, en los Capítulos que se le olvidaron a Cervantes: “Romances a la muerte de Don Quijote”, que
están escritos con buen gusto, con mucha soltura; había escrito, además, otros poemas en
la juventud, como “La juventud se va”, que
merecían ser incluidos en la antología, pero su posición religiosa le obligó a
prescindir de él. Se ha
hecho, por tanto, cierto tipo de crítica con cierta posición dogmática o
personal; a eso no se ha renunciado. Luego
Montalvo también fue un crítico; para mí un ensayo de valoración de Cervantes y
de don Quijote, con gran conocimiento de la literatura humorística hasta su
tiempo: “El Buscapié”, y luego
la crítica se hizo ya en los años posteriores con las obras de Crespo Toral, del padre
Espinosa Pólit, de
Isaac Barrera, que tiene mucha información, mucho de historia y poco de
juicio. Augusto Arias, un poco barroco, da también su panorama de la
literatura ecuatoriana con datos interesantes y trabajos
también individuales; finalmente, está Gonzalo
Zaldumbide, que para mí ha sido el crítico de juicio más certero y, sobre
todo, dueño de un lenguaje
rico en belleza. Leí
alguna vez una carta de Alfonso Reyes a Gonzalo Zaldumbide en la que decía
que él era la cabeza mejor formada de América. Eso decía Alfonso Reyes y, en
realidad, hizo buena crítica, pero también tenía su posición. Me gustaba
su rigor, que llegaba al extremo de creer que no se debía estimular el
desarrollo de las letras en el país, porque se caía en la incentivación del
culto de lo mediano. Que el
verdadero escritor tenía que dejar que los libros se
hagan camino por sí mismo. César
Dávila Andrade también era riguroso en toda la bondad de él; era de juicios
inexorables en materia literaria. Yo le traté mucho, por eso
sé cómo reaccionaba. La crítica de Benjamín Carrión, abundante, siempre
con el deseo de dar el espaldarazo, también ha sido una contribución que no se
puede discutir de ningún modo. También
está Ángel Felicísimo Rojas con sus estudios sobre la
novela ecuatoriana...
• Una última
pregunta: ¿podríamos decir que hay correlación entre el avance de la literatura
como creación y el de la crítica?, ¿o a veces se desfasan un poco ambos campos? ¿Corresponde
este progreso, de alguna forma, al desarrollo de la propia literatura en
nuestro país?
La verdad
es que ha habido un desarrollo eminentemente mayor de un género: el de la
narración: novela y cuento. Se lee
menos poesía y más narraciones, pero eso ha estado impulsado por la tendencia
fenicia de los editores. Ellos
saben que rinden más beneficios la creación y difusión de las creaciones
narrativas. Ellos han
hecho realmente ganancias inmensurables con fenómenos,
como el del “boom”. Montaron tal
organización editorial sobre el “boom” que
fueron sepultando a la generación del pre-boom,
que en mi concepto personal, es quizá más valiosa que la del “boom”.
Claro que no podemos desconocer a García Márquez, a Julio Cortázar, a Vargas
Llosa, a Donoso, a Fuentes...
son valores indiscutibles, pero en el pre-boom,
están Jorge Luis Borges, Ernesto Sábato, Alejo Carpentier, Miguel Ángel
Asturias, Mariano Azuela... figuras clásicas de nuestras literatura a las
cuales el fenómeno editorial trató de opacar para poner en primer plano a la
literatura del “boom”, que tendrá que ir también quedando en lo fundamental.
Eso, respecto a la creación. Asistí a un congreso en Sitges, en donde
estaba Julio Cortázar y en donde se iba a tratar sobre su obra. Me retrasé porque el
avión llegó tarde a Barcelona, y ya había comenzado el acto. Y empecé a
oír cosas espantosas que me obligaron a pedir la palabra desde el público (no
sabían que yo era uno de los invitados), para hacer mis objeciones a lo que
estaba oyendo. En primer
lugar, todo degeneró en el asunto político de los
desterrados por las dictaduras de Hispanoamérica. Y entre
esos complotados se puso a un amigo a quien aprecio muchísimo, que es Ernesto
Sábato. Yo tomé la palabra para defenderlo porque conocía
mucho el caso personal de él. Dos
argentinos que trabajaban en La Sorbona estuvieron
para homenajear a Julio Cortázar y yo tuve que decirles, con el
máximo énfasis, que
estaban absolutamente equivocados y que yo había podido advertir que había una
suerte de pseudo-desterrados
que hallaban una manera de vivir denunciado
a las dictaduras de sus
países en vez de enfrentarlas dentro de los propios países y que habían hallado
un modo de vivir que ni siquiera habían recibido de las propias dictaduras,
sino que lo habían buscado. Y el
público estuvo de
acuerdo conmigo. No sabían
quién era yo, pues no
me había identificado. Y luego,
ya en la participación, hubo
quienes hablaron de los géneros literarios y prescindieron del ensayo, porque el
énfasis se marca en el asunto
narrativo de la novela. Yo aclaré
que el ensayo es un género tal vez más rico, más tradicional y con
personalidades realmente clásicas, que son imperecederas dentro del horizonte
intelectual, no solo de Hispanoamérica. Y recordé
los casos de los grandes ensayistas hispanoamericanos, ensayistas del
Romanticismo, de la época colonial, de la época republicana, del siglo XIX, de
nuestro tiempo..., por ejemplo, uno de los premios Nobel,
Octavio Paz, a pesar de que cultivó
también otros géneros. Y por
allí, un ecuatoriano, que estaba
también invitado, dijo que quería responder
al ecuatoriano que los estaba atacando, porque no se había hablado todavía del
género del ensayo. De manera
que junto a estas otras creaciones que se toman como preponderantemente
literarias, está también el ensayo literario y en él hay figuras que siguen al
mismo ritmo que este tipo de creadores de la novela y unos pocos dentro de la
poesía. Esa es la verdad.
Quito, 15 de marzo
de 2006.
Ensayista, crítico literario, poeta,
biógrafo y catedrático universitario. Hijo de Eduardo Pérez Cevallos y Etelvina
Cruz, casado con doña Laura Granja; se graduó de abogado en la Universidad Central
del Ecuador.
Formó parte del grupo Madrugada. Fue
Subsecretario de Educación Pública, Secretario General del Consejo de Gobierno,
Presidente de la Casa
de la Cultura
Ecuatoriana y Director de la Academia Ecuatoriana
de la Lengua.
El escritor Renán Flores Jaramillo
expresó que “Es posible que no exista
otra obra sobre el tema de la envergadura de esta ‘Historia crítica de la novela hispanoamericana’ en el resto de
nuestro continente, porque nadie que haya tenido importancia o influencia
dentro de este campo ha quedado fuera, lo que le confiere el ser uno de los
trabajos más completos que existen sobre la materia.”
Bibliografía:
Poemas de Octubre
(1946); Desvelo y vaivén del navegante
(1949); La poesía de Gabriela Mistral
(1950); César Vallejo, poeta de América
(1952); Formas del hecho delictivo
(1953); Cuadernos de arte y poesía
(1955); Tornaviaje; andanzas (1958); Cinco rostros de la poesía: Miguel
Hernández, García Lorca, César Vallejo, Barba-Jacob, Neruda (1960); Rumbo a la Argentina (1963); La viviente poesía de Whitman (1966); Pensamiento y literatura del Ecuador:
crítica y antología (1972); Historia
crítica de la novela hispanoamericana (1977); Prosa escogida (1978); La Casa de la Cultura Ecuatoriana ,
1975-1979: presidencia de Galo René Pérez (1979); Historia y crítica de la novela hispanoamericana (1982); El Desarrollo del Ecuador: perspectivas
(1982, con Gonzalo Cordovez); Confesión
insobornable (1986-87); Novelistas y
narradores: La Colonia
y la República
(1989, con Rodrigo Pachano Lalama y Eduardo Samaniego y Álvarez); Un escritor entre la gloria y las borrascas:
Vida de Juan Montalvo (1990); Con
Ernesto Sábato en Buenos Aires (1991, con Ernesto Sábato); Poesía modernista (1992); Sin amores ni llantos: Vida de Manuelita
Sáenz (1997); Literatura del Ecuador
(cuatrocientos años): crítica y selecciones (2001); Agua que se va por el río: vida autocompletada (2007).
EL TEATRO COMO REPRESENTACIÓN DE UNA
CIUDAD
Agustín Arosteguy ©
Para hacer teatro sólo hace falta un espacio
vacío,
un actor que lo atraviese y un
espectador que lo observe
Peter Brook
Introducción
En la actualidad, el teatro en
Buenos Aires constituye un verdadero fenómeno, con pocos antecedentes en el
mundo por la calidad y cantidad de espectáculos que conforman su cartelera.
Buenos Aires, toda ella, es una ciudad que ama hasta el paroxismo la actividad
teatral, haciéndola tan propia que se podría trazar un mapa para entender o,
mejor dicho, explicar Buenos Aires. Es una ciudad que a pesar de los
potenciales enemigos del teatro (cine, shoppings, televisión, internet y
videojuegos) ha sabido no sólo proteger a sus teatros sino también aumentarlos.
Hoy por hoy, se puede llegar a conocer a Buenos Aires y a sus barrios desde una
perspectiva teatral, y desde ahí explicar la realidad social, económica,
política y cultural. Sería muy interesante como programa turístico, porque de
él seguramente se desprenderían características, perfiles y hasta se podría
describir la personalidad, primero de cada barrio porteño, y luego de la ciudad
en su conjunto.
A pesar de las diversas crisis que
ha tenido la Argentina ,
no han podido con el teatro, sino todo lo contrario. De cierta forma lo han
potenciado y lo han hecho crecer hacia nuevas maneras de entenderlo. Citando a
Ricardo Bartís: “La falta de dinero no
paraliza al teatro si éste logra explotar la precariedad como consigna estética
e ideológica, como nueva riqueza
de la pobreza”. En este sentido, la frase que de las crisis se puede salir
fortalecido si se aprovecha la oportunidad, deja de ser una verdad de Perogrullo
para convertirse en hecho fáctico. Por lo cual, estamos de acuerdo con Jorge
Dubatti cuando dice que el teatro actual no sólo es resistencia, sino también y
sobre todo, resiliencia, es decir capacidad de construir en tiempos de adversidad.
Según Néstor Suárez Ojeda y Mabel Munist, siguiendo con Dubatti, “la
resiliencia es una condición humana que ha sido estudiada por médicos y
científicos, y tomando la palabra de los ingenieros y arquitectos que la
aplican para referirse a los materiales de la construcción, la han definido
como la capacidad humana para sobreponerse a las adversidades y construir sobre
ellas. Es decir que hay dos conceptos importantes: el primero es esa virtud de
enfrentar y sobreponerse a las desgracias; y el segundo es ser capaz de
fortalecerse y salir transformado a partir de ellas”. Entonces Dubatti concluye
diciendo: “En este sentido el teatro resiste contra la pauperización y la
fragilidad, contra el avance del empobrecimiento”.
Buenos Aíres como terreno teatral ha
sufrido muchos cambios a lo largo de los últimos años y de las crisis, algunas
más críticas que otras, pero sin lugar a dudas han influido en las
características que conforman lo que se podría llamar un perfil teatral
identitario. Dentro de este panorama, en Buenos Aires se podría dibujar un
singular mapa teatral que va desde Palermo y el Abasto, hasta San Telmo, con
sus salas más eclécticas y de menor capacidad porque son bares o casas
restauradas y acondicionadas como pequeños teatros; para luego concentrarse en
la arteria principal que es la Avenida Corrientes , en donde conviven el teatro
comercial por antonomasia con otras propuestas más arriesgadas (Centro de la Cooperación , Teatro
del Nudo) y con el teatro público tan arraigado en la sociedad.
De esta forma se puede decir que el
teatro en la actualidad sigue siendo una actividad muy fecunda en Buenos Aires
y en la Argentina ,
ya que se continúa adaptando y actualizando constantemente, siempre con nueva
dramaturgia, directores y actores que revitalizan y proyectan la actividad
teatral tanto a nivel nacional como internacional.
A continuación, comenzaré hablando
sobre los tipos de circuitos teatrales que existen en Buenos Aires.
1. Circuitos
Buenos Aires registra una intensa
actividad teatral. Se estrenan obras constantemente en sus tres circuitos:
oficial, comercial e independiente.
1.a. Circuito Oficial: Está compuesto por el Complejo
Teatral General San Martín (de ahora en adelante CTGSM), el Teatro Colón y el
Teatro Nacional Cervantes principalmente. Se representan obras clásicas y
también versiones innovadoras del teatro universal y la lírica.
CTGSM: El
Complejo Teatral de Buenos Aires está compuesto por los cinco teatros
dependientes de la
Secretaría de Cultura, que son: San Martín, Alvear, Regio, de
la Ribera y
Sarmiento. De esta manera cruzan Buenos Aires desde el barrio de Palermo
(Teatro Sarmiento), pasando por Chacarita (Teatro Regio), luego bajando por la Avenida Corrientes
(Teatro Alvear y el Teatro San Martín) para terminar en el barrio de La Boca (Teatro de la Ribera ). En el Complejo
sobre todo se programan teatro, danza, cine y música.
Teatro Colón - fachada |
Teatro Colón - interior |
Teatro Nacional Cervantes: La inauguración del Cervantes, el 5
de setiembre de 1921, tuvo una doble significación. Por un lado, para el país,
constituyó un verdadero acontecimiento cultural y social que convocó a
artistas, intelectuales, políticos y, por cierto, a lo más granado de la
sociedad de principios de siglo. Por otro, fue la cristalización del sueño más
anhelado de la actriz española María Guerrero y su esposo Fernando Díaz de
Mendoza, matrimonio que no sólo empeñó su voluntad y toda su energía, sino su
fortuna personal para concretar el proyecto de construir en Buenos Aires el
estupendo coliseo.
El Teatro Cervantes cuenta con tres
ámbitos para la representación teatral y otros espectáculos: a) La Sala María Guerrero es
la principal. De clásico diseño "a la italiana", tiene capacidad para
860 espectadores.
b) La Sala Orestes
Caviglia, llamada hasta 1996 Argentina, funcionó originalmente como confitería
y bar. Luego fue ganada como otro ámbito para las representaciones teatrales.
Propicia para obras de cámara y espectáculos de carácter intimista, tiene
capacidad para 150 espectadores.
c) La Sala Luisa Vehíl,
inspirada en el Salón María Luisa del Palacio de Oriente de Madrid, tiene
capacidad para 120 espectadores sentados. Es también conocida como Salón
Dorado. Esta sala no tiene escenario ni platea, pero permite su
acondicionamiento de acuerdo con las necesidades del espectáculo, conferencia u
otro tipo de acontecimiento que se desee celebrar.
1.b. Circuito Comercial: Tiene su centro en la Avenida Corrientes
donde se presentan comedias musicales, espectáculos de tango, revistas y
versiones locales de obras representadas en todo el mundo. Entre los más
importantes se encuentran el Lola Membrives, Astral, Complejo Teatral La Plaza (CTLP), Metropolitan,
Ópera, Gran Rex.
Lola Membrives: Todo empezó en la segunda mitad de 1936, cuando el empresario español
Juan Reforzo, esposo de la actriz Lola Membrives, se hizo cargo del Teatro
Cómico para conducirlo por su primera época dorada. Recién en 1949 la actriz y
su esposo lograron comprar el Teatro, y le cambiaron el nombre a Lola
Membrives.
Por su escenario han pasado grandes
personalidades, entre otros podemos nombrar desde: Luis Arata, Eva Franco, Tita
Merello, Eva Duarte, Miguel de Molina, Niní Marshall y Libertad Lamarque, hasta
Mirtha Legrand, Nélida Lobato, Sergio Renán, Raúl Lavié, Susana Giménez,
Enrique Pinti, Norma Aleandro y Guillermo Francella.
El teatro presenta tanto obras de
teatro como producciones musicales.
Astral: Se
especializa en una programación de género revisteril. También suelen ofrecerse
espectáculos infantiles, shows musicales de artistas populares y obras
musicales de corte español.
CTLP: Se
trata de un complejo concebido para eventos y congresos en el marco de una
plaza rodeada de restaurantes, bares y locales comerciales. Cuenta con un
auditorio y cinco salas, donde se llevan a cabo especialmente representaciones
de obras teatrales (pertenecientes al circuito comercial), pero también
eventos, conferencias y distintos tipos de exhibiciones. Las cinco salas llevan
el nombre de grandes personalidades de la cultura del mundo: Pablo Neruda,
Alfonsina Storni, Julio Cortázar, Pablo Casals y Pablo Picasso. Posee
estacionamiento propio.
Gran Rex: Es
el teatro por excelencia de los espectáculos musicales. Todos los años recibe a
los artistas más consagrados del orden nacional e internacional. Su capacidad
es para 3.300 espectadores. Entre otros han tocado allí: Lou Reed, Lenine,
Caetano Veloso, Gilberto Gil, Joaquín Sabina, Michael Buble, Björk.
1.c. Circuito Independiente: También conocido como "teatro off" o circuito
alternativo se concentra en el barrio del Abasto y se extiende a los barrios de
Palermo y San Telmo. Se suelen representar obras de vanguardia, realizadas por
jóvenes creadores en espacios remozados para salas teatrales, por lo general
pequeñas, pero con una importante rotación de público, particularmente joven.
Las salas más reconocidas son: El camarín de las musas, Espacio Callejón,
Abasto Social Club, Callejón de los deseos, La carbonera, Celcit, el Piccolino,
Chacarerean Theatre, Centro Cultural de la Cooperación (CCC).
El Camarín de las Musas: Se inauguró a fines de 2001 adoptando el título de la
primera obra teatral que allí se realizó. El teatro posee cuatro salas en donde
se llevan a cabo diferentes actividades: SALA PB 960, tiene una capacidad para
64 personas; SALA Subsuelo, tiene una capacidad para 50 personas; SALA Planta
Baja 956, con capacidad para 86 personas; SALA de Audiovisuales, con capacidad
para 80 espectadores. El camarín ofrece una cartelera nutrida y muy variada,
además de ciclos de cine.
Chacarerean Theatre: En lo que fuera una antigua carpintería del barrio de Palermo el 17 de
enero del 2003 se inaugura este espacio. Manteniendo la estructura edilicia
original, conformada por un espacio de líneas simples y materiales nobles, el
reciclaje incorporó un fondo de escenario transparente que permite ver el cielo
y un añoso árbol característico de la zona.
El formato teatro-bar posibilita la
degustación, antes y después de los espectáculos, de los mejores salames de
Tandil y Balcarce, los quesos caseros, el pan de campo, las empanadas norteñas
y otras comidas criollas.
Es un espacio que permanece abierto
todo el año con una muy buena programación teatral y musical.
CCC: Fundado
en 1998, el CCC se instaló en un edificio construido especialmente en la Avenida Corrientes
1543 de la ciudad de Buenos Aires. El edificio, cuya superficie supera los 4.500 metros cuadrados ,
cuenta con murales de prestigiosos pintores argentinos. Posee varias salas de
uso múltiple con equipamientos especiales, camarines y depósitos, además de una
sala destinada a exposiciones de artes plásticas, varias aulas, una planta
destinada a biblioteca y otra de puestos de trabajo para los 300 jóvenes
becarios investigadores.
El mismo Centro posee su propia
editorial en donde se publican cuadernos y libros con las investigaciones
generadas por los becarios. Entre los temas de investigación predominan el arte
(teatro, artes escénicas, cine, títeres, danza, varieté) y las ciencias sociales
(cooperativismo, economía política, tango, salud, educación).
Dentro del complejo de salas del
centro se realiza una intensa actividad teatral. Entre otros, actuaron y/o
dirigieron en ellas: Eduardo Pavlovsky, Norman Briski, Mauricio Kartun, Pompeyo
Audivert, Cristina Banegas, Los Macocos, Ricardo Capellano, Ana María Bovo,
Enrique Dacal, Laura Bove, Julio Ordano, Marcelo Katz y Enrique Federman.
2. Asociaciones y festivales
2.1. Asociaciones
a) Alternativa Teatral: Es un espacio autónomo e independiente que aporta las
herramientas disponibles en la realidad actual para ponerlas al servicio y
difusión del Teatro Independiente. No persigue fines de lucro y en principio es
sustentado por el aporte voluntario de las personas que lo conforman. Por lo
cual, es un sitio privado que no tiene relación alguna con organismos oficiales
o privados, es decir, no recibe subsidios ni ningún tipo de ayuda económica.
El objetivo es proporcionar los
medios tecnológicos y publicitarios a aquellos que normalmente no los tienen
disponibles, potenciando por sobre todas las cosas el hecho creativo.
b) La Asociación Argentina
de Actores (AAA): Es
una asociación sindical, profesional y mutual de la Argentina que reúne a
los actores de todo el país. Fue fundada el 18 de marzo de 1919.
c) Asociación Argentina de Empresarios Teatrales (AADET): En el año 1918 tuvo lugar la
originaria entidad bajo el título de Sociedad Argentina de Empresarios
Teatrales (SADET). Desde entonces hasta nuestros días es la única en el país
que agrupa a los empresarios y productores de esta atípica actividad,
manteniendo su personería gremial y mutual.
El objetivo primordial que justifica
su existencia es el mantenimiento del hecho vivo del teatro y la música, la
resolución de todo tipo de posible conflicto que pueda resultar obstáculo para
su desarrollo y una férrea convicción de compromiso como parte indivisible en
la faz cultural de la ciudadanía.
d) Asociación de Teatristas Independientes para niños y adolescentes
(ATINA): Es una
asociación civil sin fines de lucro, fundada en el mes de julio de 2002, en la Ciudad de Buenos Aires.
Esta asociación nuclea a directores, actores, escenógrafos, músicos,
periodistas, dramaturgos, investigadores y todas aquellas personas que
desarrollen su actividad dentro del teatro para niños y adolescentes, con el
fin de trabajar para el desarrollo del mismo en todo el país, y establecer y
fortalecer vínculos con el teatro para niños y adolescentes de todo el mundo.
Desde el año 2005 ATINA es la representante de ASSITEJ Internacional en
Argentina.
2.2. Festivales
a) Festival de las Siete Puntas: Con el auspicio del Instituto Nacional del Teatro, entre el
22 y el 25 de julio de 2010 se realizó en la provincia de Corrientes la segunda
edición del Festival de Teatro de las Siete Puntas, que ese año tuvo carácter
nacional. Las funciones se desarrollaron en la sala teatro de la Biblioteca Mariño
y el Teatro de la Ciudad ,
ambas de la ciudad de Corrientes. Además, hubo actividades especiales para
todas aquellas personas vinculadas a la actividad teatral.
b) Festival Internacional de Teatro de Formosa: Anualmente el Gobierno de Formosa
organiza junto con el Instituto Nacional del Teatro y el Centro de
Experimentación Artística Utopía 2000, el Festival Internacional del Teatro de la Integración y el
Reconocimiento, en el Cine-Teatro Italia de la ciudad. Este festival reúne a
elencos de Paraguay, Chile, Brasil, Bolivia, Uruguay, Ecuador, España y
Argentina.
c) Festival Internacional de Teatro de Buenos Aires (FIBA): El FIBA nació en 1997 como un
espacio de exposición de las expresiones más importantes del arte escénico
contemporáneo. Tanto los espectáculos nacionales como internacionales tuvieron
un lugar de privilegio en este festival que se constituyó rápidamente en uno de
los más importantes de América Latina.
Cada dos años este encuentro
condensa la diversidad artística expresada en las nuevas búsquedas estéticas y
tendencias del teatro, la danza, las artes visuales y sonoras, etc. Los grandes
innovadores de la escena teatral y de danza pasan por Buenos Aires,
posibilitando a los artistas locales una reflexión sobre su propia producción y
al público en general, el placer de ver obras de gran calidad.
Además de la programación
internacional, el FIBA ha contado con una variada selección de espectáculos
nacionales que han podido ser exhibida y desde allí proyectada a la escena
internacional.
3. Movimiento económico o repercusión económica del teatro
Que el teatro (al igual que otras
actividades culturales) mueve dinero y fomenta el consumo y la inversión no es
ninguna novedad. Para observar el movimiento económico que gira alrededor del
teatro no hay más que ver el ejemplo del Paseo La Plaza , ubicado en Avenida
Corrientes 1660, Capital Federal. En donde además de la amplia y variada oferta
teatral, coexiste una especie de galería comercial donde se pueden encontrar
restaurantes, disquerías, negocios de ropa, regalos y artesanías, entre muchos
otros.
Para reflejar el movimiento
económico que supone la actividad teatral, me remito a dos encuestas que miden,
cada una de distinta manera, la repercusión que tiene el teatro en la sociedad.
En primer lugar, el espacio
Alternativa Teatral (AT) ofrece una gran cantidad de datos no solo del 2010
sino de años anteriores correspondientes a diferentes aspectos que hacen a la
actividad teatral. Si bien comienza desde 1947, no es hasta el año 2000 en
donde se encuentra los primeros datos completos. Centrándonos en el año 2010, a partir de dichos
datos nos permite conocer la siguiente información:
Espectáculos:
Cantidad de espectáculos que se estrenaron o repusieron.
Espacios: Cantidad
de espacios o teatros que tuvieron al menos un espectáculo.
Personas: Cantidad
de personas agregadas a la base de datos, ya sea espontáneamente o porque
participaron en algún espectáculo.
Reservas: Cantidad
de localidades que fueron servidas por el sistema de reservas de Alternativa
Teatral (AT).
Eventos: Cantidad
de eventos con espectáculos vinculados que se realizaron.
Notas: Cantidad
de notas e informes publicados por AT.
Críticas: Cantidad
de críticas publicadas por AT.
Mensajes en los foros: Cantidad de mensajes publicados en los foros de AT.
Castings y convocatorias: Cantidad de castings y/o convocatorias publicados en AT.
Links: Links
a otros sitios publicados en AT.
Los dos ítems iniciales,
Espectáculos y Espacios, se subdividen en: Off, Comercial, Oficial y Sin
definir. Siendo el Off el aspecto más importante con respecto a la cantidad de
espectáculos y, a su vez, el espacio que tuvo la mayor cantidad de espectáculos
en lo que va del año. Luego los siguientes aspectos muestran números totales.
Estas estadísticas, si bien muestran
los datos correspondientes a Buenos Aires, se amplían a todo el país y también
a algunos países de Latinoamérica (Chile, Uruguay, Brasil) y de Europa (Alemania,
Italia, España).
Analizando las estadísticas de los ítems
Espectáculos y Espacios, respectivamente, obtenemos las siguientes
composiciones:
Espectáculos: Off: 2671 (93%); Comercial: 126
(4%); Oficial: 64 (2%); Sin definir: 18 (1%). Total: 2879.
Espacios: Off: 784 (94%); Comercial: 30 (4%);
Oficial: 11 (1%); Sin definir: 11 (1%). Total: 836.
Ambas
secuencias reflejan la predominancia que posee el circuito Off tanto en número
de espectáculos como en la cantidad de espacios. Pero esto no quiere decir que
los circuitos restantes sean menos importantes –porque todos lo son–, sino que
corresponden a la realidad actual de la elección que se hace al momento de ver
teatro.
En
segundo lugar, la
Asociación Argentina de Empresarios Teatrales (AADET) ofrece
las estadísticas semana por semana de los primeros cinco espectáculos de teatro
y de música, ordenados por recaudación, aunque no se especifica el monto de
dicha recaudación. Estos datos se obtienen de los bordereaux declarados por los
mismos teatros.
A
continuación se presenta la
Tabla 1, correspondiente sólo a la actividad teatral del 19
al 25 de julio del 2010 por ser el asunto de este trabajo. En ella se pueden
visualizar a partir del valor máximo y mínimo de las entradas, y del número de
funciones realizadas, los cinco primeros espectáculos que obtienen mayores
ingresos en dicha semana. En la misma página web (http://www.aadet.org.ar/estadisticas.asp)
se pueden descargar las estadísticas desde la semana del 4 al 11/04/2010 hasta
la semana del 19 al 25/07/2010, como también las estadísticas de los
espectáculos musicales.
Productor
|
Precio en $
|
Func.
|
Espectáculo
|
Ingr.
|
|
Gran Rex / Cordero, Cavallo y
Lautaret S.A. / Cris Morena Group
|
250
|
43
|
11
|
Casi Ángeles
|
1
|
Teatro Opera / T4F
Entretenimientos S.A.
|
220
|
20
|
8
|
La bella y la bestia
|
2
|
Astral / Nontron Sacfia S.A.
|
80
|
20
|
14
|
Cantando con Adriana
|
3
|
El Nacional / Ignacio
Laviaguerre
|
140
|
70
|
6
|
Más respeto que soy tu madre
|
4
|
Metropolitan / Adrián Suar /
Pablo Kompel
|
150
|
65
|
6
|
Los Reyes de la risa
|
5
|
Totales
|
45
|
Tabla 1. Estadísticas teatrales de
la semana del 19 al 25/07/2010.
Fuente: Asociación Argentina de
Empresarios Teatrales (AADET).
4. Escuelas e instituciones dedicadas a la enseñanza
En Buenos Aires existe una amplia
oferta para estudiar teatro o hacer cursos relacionados a éste. De esta manera
se pueden encontrar hasta grados y posgrados. Paralelamente a esta educación
más formal que se brinda desde las universidades, coexisten institutos como
Andamio 90 y talleres que se enfocan a la cuestión más práctica del teatro,
llevados adelante por actores y/o directores.
A continuación, citamos y
describimos cursos que brindan algunas universidades, institutos y talleres
relacionados con el teatro:
El Instituto Universitario Nacional
del Arte (IUNA) ofrece:
Licenciatura en Dirección Escénica,
con una duración de cinco años.
Licenciatura en Composición
Coreográfica (mención Danza-Teatro), que dura cuatro años.
Profesorado en Arte en Teatro, que dura
tres años y medio.
Especialización y Maestría en
Dramaturgia, que dura dos años.
Con respecto a las universidades
encontramos que existe una oferta tanto de la universidad privada como de la
universidad pública. Entre las primeras podemos nombrar: la Universidad de Palermo
tiene una licenciatura en Dirección Teatral con una duración de cuatro años; la Universidad del
Salvador posee dos licenciaturas, la primera en Artes del Teatro y la segunda,
en Arte Dramático, ambas con una duración de cuatro años; la Universidad John
F. Kennedy ofrece una licenciatura en Artes y Ciencias del Teatro con una
duración de cuatro años. Entre las segundas, existe en la Universidad de Buenos
Aires un posgrado en la
Facultad de Filosofía y Letras con el título de Magister en
Estudios de Teatro y Cine Latinoamericano y Argentina, que dura dos años.
Luego existen innumerables talleres
que están dirigidos más a la actuación teatral que a la formación teórica del
arte escénico. Este tipo de talleres lo brindan actores y/o directores, y tanto
el número de asistentes como la duración de los cursos varían, dependiendo de
la persona. A su vez, los tipos y especificidades de cada taller varían
radicalmente, dependiendo de quién lo dirija. De esta forma: Julio Chávez,
Emilia Mazer, Alejandra Boero, Soledad Villamil, Rubén Szuchmacher, Manuel
Callau, Ricardo Bartís, entre muchos otros, imparten su propio taller de
actuación y formación actoral.
5. Bibliografía y webgrafía
http://www.alternativateatral.com/propuesta.asp
- Alternativa Teatral, consultado
en el 24/7/2010.
http://www.actores.org.ar/
- Asociación Argentina de Actores (AAA), consultado el 28/7/2010.
http://www.aadet.org.ar/quienessomos.asp
- Asociación Argentina de Empresarios Teatrales (AADET), consultado el 28/7/2010.
http://atina.org.ar/Atina2009/institucional.html
- Asociación de Teatristas Independientes para niños y adolescentes (ATINA), consultado
el 28/7/2010.
http://www.centrocultural.coop/quienes-somos.html
- Centro Cultural de la
Cooperación (CCC), consultado el 28/7/2010.
http://www.chacarereanteatre.com.ar/sds/principal.htm
- Chacarerean Theatre, consultado el 28/7/2010.
http://www.teatrosanmartin.com.ar/htm/institucional/teatros0.html
- Complejo Teatral de Buenos Aires (CTBA), consultado en el 27/7/2010.
http://www.paseolaplaza.com.ar/home.php
- Complejo Teatral La Plaza ,
consultado el 27/7/2010.
“Reflexiones sobre lo nuevo en el teatro argentino actual”, de Jorge Dubatti.
•http://www.dramateatro.com/joomla/index.php?option=com_content&view=article&id=65:reflexiones-sobre-lo-nuevo-en-el-teatro-argentino-actual&catid=5:ensayos&Itemid=9
- Dramateatro Revista Digital. Publicado el 2/9/2008, Venezuela, consultado el
24/7/2010.
http://www.elcamarindelasmusas.com/webpages/salas
- El Camarín de las Musas, consultado en el 28/7/2010.
http://guia-buenos-aires.miguiaargentina.com.ar/escuelas-de-teatro/buenos-aires/empresas-guia.html
- Escuelas de Teatro en Buenos Aires, consultado en el 24/7/2010.
y http://www.aadet.org.ar/estadisticas.asp
- Estadísticas teatrales para el punto 3, consultado el 31/7/de 2010.
http://www.festivaldeteatroba.gob.ar/home09/web/es/fiba/index.html
- Festival Internacional de Buenos Aires, consultado el 28/7/2010.
http://www.inteatro.gov.ar/2008/noticias_list.php?cat=2
- Festivales Nacionales de Teatro, consultado en el 28/7/2010.
http://www.teatroastral.com.ar/ - Teatro
Astral, consultado el 27/7/2010.
http://www.teatrocolon.org.ar/index.php?id=historia
- Teatro Colón, consultado el 27/7/2010.
http://es.wikipedia.org/wiki/Gran_Rex
- Teatro Gran Rex, consultado el 27/7/2010.
http://www.lolamembrivesteatro.com.ar/historia.html
- Teatro Lola Membrives, consultado el 27/7/2010.
http://www.teatrocervantes.gov.ar/sitio/site/teatro/historia.php
- Teatro Nacional Cervantes, consultado el 27/7/2010.
https://www.buscouniversidad.com.ar/carrera-actuacion.html - Universidades de Teatro, consultado el 24/7/2010.
Nuevos colaboradores
PATRICIA EGUIGUREN E.
Nacida en Quito, estudió en la Pontificia Universidad
Católica del Ecuador. Obtuvo su licenciatura en Ciencias de la Educación , con
especialización en Letras y Castellano. En la misma universidad cursó sus
estudios en el ciclo doctoral de Literatura y, más tarde, en la maestría de la
misma carrera. Dictó clases en la Universidad de las Américas, de 2005 a 2008, y desde 1998
hasta la actualidad es catedrática de la Universidad Internacional
del Ecuador. Ha publicado varios ensayos de crítica literaria en revistas de
Ecuador y Colombia. Desde 1995 se especializa en corrección de estilo,
especialmente de obras de connotados escritores ecuatorianos, como Luis Aguilar
Monsalve, Estela Parral de Terán y Alba Luz Mora. Ha dictado varias
conferencias sobre literatura ecuatoriana a estudiantes de Wabash College y
Hanover College (Indiana, USA), así como conferencias sobre idioma español a
estudiantes de IES Abroad (Institute for the International Education of
Students). Participó como ponente en el I Congreso Internacional de Literatura,
realizado en Cuenca, en el 2007 y en varias ocasiones, con ensayos sobre la
literatura ecuatoriana.
NOELIA NATALIA BARCHUK LÖWER
Nacida un 19 de enero, en
Resistencia (Provincia del Chaco), Argentina, es la nueva correctora general de
la revista y el suplemento literarios de REALIDADES Y FICCIONES, en reemplazo
de Liliana Lapadula, que ha tenido que renunciar por problemas de índole
personal y a quien agradecemos su valiosa colaboración de mucho tiempo.
El currículo de Noelia Natalia
Barchuk Löwer se encuentra en nuestra Revista Nº 13 – http://revista-realidades-y-ficciones.blogspot.com.ar/2013/06/proximamente-revista-n-13.html
REALIDADES Y FICCIONES
–Revista Literaria–
Nº 14 – Septiembre de
2013 – Año IV
ISSN
2250-4281
Exp.
5054185 Dirección Nacional del Derecho de Autor
Propietario y
Director: Héctor R. Zabala
Av. Libertador 6039
(C1428ARD)
Ciudad de Buenos
Aires, Argentina
Héctor Zabala
(dirección y narrativa)
Ciudad de Buenos Aires, Argentina
(currículo en http://colaboraciones-literatura-y-algo-mas.blogspot.com/
- Suplemento Nº 56)
Colaboradores
Luis Benítez (poesía)
Ciudad de Buenos Aires, Argentina
(currículo en http://colaboraciones-literatura-y-algo-mas.blogspot.com/
- Suplemento Nº 22)
Agustín Romano
(ensayo)
Ciudad de Buenos Aires, Argentina
(currículo en http://www.polisliteraria.blogspot.com/)
Noelia Natalia Barchuk
Löwer (corrección general)
Resistencia (Chaco),
Argentina
(currículo en Realidades y Ficciones Nº 13)
Tomás Stefanovics
Montevideo, Uruguay –
Münich, Alemania
(currículo en
Realidades y Ficciones Nº 7)
Gustavo Flores Quelopana
Lima, Perú
(currículo
en Realidades y Ficciones Nº 8)
María
Isabel Amor Illanes
Las
Condes (Santiago), Chile
(currículo en
Realidades y Ficciones Nº 9)
Liliana Lapadula
San Martín (Pcia.
Buenos Aires), Argentina
(currículo en
Realidades y Ficciones Nº 9)
Agustín Arosteguy
Balcarce (Pcia. Buenos
Aires), Argentina - Bilbao (País Vasco), España
(currículo
en Realidades y Ficciones Nº 10)
Francisco Angulo Lafuente
Madrid, España
(currículo
en Realidades y Ficciones Nº 10)
Anna Rossell
Barcelona (Cataluña),
España
(currículo
en Realidades y Ficciones Nº
11)
Felipe Acuña Lang
Santiago, Chile
(currículo en Realidades y Ficciones Nº 11)
María del Carmen
Castañeda Hernández
Tijuana (Baja
California), México
(currículo en Realidades y Ficciones Nº 12)
Santiago Sevilla
Vallejo
Madrid, España
(currículo en Realidades y Ficciones Nº 12)
Lidia Morales Benito
Salamanca (Castilla y
León), España
(currículo en Realidades y Ficciones Nº 13)
Patricia Eguiguren E.
Quito, Ecuador
(currículo en Realidades y Ficciones Nº 14)
Demasiado largo
ResponderEliminarImposible seguirlo
Los escritos en bloggin deben de ser cortos
no hay tiempo para leer como si fuera un libro
saludos
REALIDADES Y FICCIONES es una revista literaria que utiliza como soporte un blog, pero no es un blog común y corriente. Sin querer entrar en poñémica, creo que los más de 3400 lectores registrados demuestran que sí es posible seguirla.
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