sábado, 4 de marzo de 2023

REALIDADES Y FICCIONES

—Revista Literaria—

Nº 53 – Marzo de 2023 – Año XIV

ISSN 2250-4281 – Edición trimestral


Inscripción gratuita como LECTOR
si escribe a zab_he@hotmail.com
indicando nombre y apellido, ciudad y país
(se le avisará cada nuevo número trimestral).
 
“Mariposa en vuelo”
Mónica Villarreal (2022)
(Acrílico sobre papel, 14"x11")

Sumario

• El tornaviaje por Amargura. “La última marinera” de Melacio Castro Mendoza. (Miguel Donayre Pinedo)

• Un gran legado. Crónica de una subgeneración. “Formentera Lady” de Jordi Cussá Balaguer. (Anna Rossell)

• Vidas silenciosas y silenciadas, un testimonio. “Mestiza” de Maria Campbell. (Anna Rossell)

• “Paisaje a medio cuerpo. Antología de poesía erótica” de Gaspar Aguilera Díaz. (Omar Roldán Rubio)

• “El gusano saltarín y otros poemas”, otro logro formal y conceptual de Isaac Goldemberg. (Luis Benítez)

• Los silencios de la memoria. “Otra vez el santo” de Rafael Ramírez Heredia. (Adán Echeverría)

• El “forajido sentimental” y el “libro insigne” (Algunas precisiones sobre Borges y el Martín Fierro). (Fernando Sorrentino)

• Calambur. (Héctor Zabala)

Nuevo colaborador de Realidades y Ficciones:

            Miguel Donayre Pinedo, Iquitos, Perú / Madrid, España

 

 

EL TORNAVIAJE POR AMARGURA

Miguel Donayre Pinedo ©


Estaba en la víspera de mi viaje a Lima y me llegó un mensaje por el wasap. Por recomendación de un amigo, Walter Lingán, me solicitaba la posibilidad de apostillar una novela recién salida del horno. No conocía al escritor, pregunté a uno y a otro, de aquí, de allá y acullá, y más o menos tuve más pistas sobre él.

Melacio Castro Mendoza

El nombre del autor es Melacio Castro Mendoza, peruano, residente en Essen, Alemania. Tiene formación en Ciencias Sociales, Historia y Filosofía, estos datos no son baladíes para la cocina literaria del autor que pesan, y mucho, al pespuntear la novela. En la solapa del libro se describe brevemente su CV literario, se deduce que no hay otras publicaciones de por medio, salvo esta novela. Me cuenta Melacio a micrófono cerrado que pronto publicará un libro de poesía. Siempre de acuerdo con la información del libro, este ha tenido una larga gestación, en los noventa, del 93 al 94, para el acopio de información y un año en la redacción de la misma (entre 2013 a 2014), luego ha permanecido en las barricas del tiempo casi un lustro y pico, además, seguro para ir puliéndolo, es el tramo de más sudores de la novela. Como sabemos entre la escritura y hasta cuando el texto vea a luz hay un largo y sinuoso camino, y la novela, «La última marinera»*, de Castro Mendoza, que ha sido traducida al alemán, así lo confirma.

Es una novela tesis. El autor hilvana un retablo de la historia peruana y en razón de eso va construyendo los personajes y el desencantado relato. La línea de partida es el pueblo, aldea, caserío, llamado Amargura, allí nace la historia en el primer capítulo. Amargura está ahí omnipresente, atraviesa el relato. Se aliña este torrente de historias el baile criollo de la marinera que forma parte de riguroso atrezo.

A través de este pueblo y sus personajes, en la región de La Libertad, que abarca la costa y los Andes de Perú, se desarrolla la novela. Hay un significado de amargura que nos indica que es la aflicción o disgusto, señala el mataburro, significado que motea la historia y los personajes en un país que nos deja esa sensación del nombre del pueblo. Amargura es un pueblo fronterizo, de la costa al pie de monte andino que tiene gran significado. Como muchos pueblos literarios de la saga de Macondo de García Márquez, de Santa María de Onetti, de Antaño de la escritora Olga Tokarczuc, en Amargura, el autor nos hace conocer una parte de la historia pasada y reciente de Perú —sus terminales van desde las personas desaparecidas, líderes sociales hasta el siniestro Vladimiro Montesinos Torres.

En este pueblo literario, cerca de la ciudad de Trujillo, encontramos el clasismo, el racismo, el machismo, la violencia en todos sus extremos, el asfixiante centralismo, como bien sabemos, males tan endémicos y que acorrala y ahoga a la vida social peruana. También en esta aldea síntesis se muestra esa arista del realismo mágico de Perú con las curanderas y visionarias. Es muy curioso que la ciudad de Lima apenas muestre la cara en la novela, para mí es un gran indicador porque es navegar contra ese pesado y escaldado centralismo que abruma a los peruanos. Asimismo, advertir de un hecho significativo: el autor, no vive en Perú sino en Alemania, la escritura es parte de lo que llaman la escritura de la diáspora, del exilio, como señala T. W. Adorno en, «Mínima moralia», para muchos en el exilio la escritura es la patria de la salvación, seguramente lo fue y es para Melacio para entender esa historia amarga de Perú. Así vemos que desde Amargura y Hamburgo hay una conexión con madejas de historias y personajes en este tortuoso peregrinaje.

Es un viaje y un tornaviaje, ahí la fértil tensión. Desde fuera el narrador se imagina a Perú y que más a través de este pueblo que nos inquieta, que nos causa esa aflicción tan vallejiana. Una de las pegas en la novela es que quizás por la formación de historiador del autor pesa mucho en los largos monólogos que le quitan la dinámica a la novela, pero esto no impide que la historia sea parte de ese mosaico, que se construye lentamente en Perú, todos los días desde dentro y desde afuera.

* Castro Mendoza, Melacio. La última marinera. Editorial Adarve, Madrid 2022.

 

 

UN GRAN LEGADO. CRÓNICA DE UNA SUBGENERACIÓN

Anna Rossell ©


Jordi Cussà Balaguer
Formentera Lady
Traducido al catalán por el autor
Sajalín Editores, 2021
 

Un gran legado, esta novela. Que precisamente ahora vea la luz en versión española, de la mano de Sajalín Editores, pocos meses antes de la muerte del autor, refuerza la intención de Jordi Cussà, que quiso dejarla publicada en forma de «compilación de memorias fabulosas […], crónica de una subgeneración».

Jordi Cussà Balaguer
Ya la versión original catalana, que vio la luz en 2015 bajo el sello Labreu Edicions, parece ser producto de la urgencia que presentía su autor. Su alter ego en la novela, Daniel —Niel—, afirma hablando con su editor: «Por eso [por miedo a morir antes de los cincuenta] me he comprometido […] a revisitar el universo de los viejos adictos desde la perspectiva de los cincuenta años. Y de la gente que, a pesar de todos los cálices y todas las hostias, hemos tenido la suerte de sobrevivir al paso por el infierno y… reciclarnos».

El texto, que es «autobiográfico novelado en una sola forma», tal como lo expresa Niel, es un fiel retrato, vivido en primera persona, de una subgeneración adicta a todo tipo de drogas, nacida a principios de los años sesenta del siglo XX. Una adicción múltiple que sumerge a sus víctimas en un infierno, un submundo de la dependencia que las lleva a vivir al filo entre la vida y la muerte, una finísima línea que en cualquier momento pueden traspasar. Conscientes de que cada uno de sus actos representa un disparo en su juego de la ruleta rusa, viven esclavas de la eterna necesidad de estupefacientes de todo tipo, adicción que les deriva a su vez a buscarse la vida en función de su dependencia y para mantenerla.

La novela es una verdadera crónica de esta subgeneración multiadicta. La narración de los hechos comienza en los años ochenta, cuando Niel, el protagonista, y, en general, sus amigos del mundillo no han tocado fondo aún, pero ya van camino de tocarlo, sigue plasmando la vertiginosa espiral en la que todos van cayendo y concluye retratando la fase final de bonanza en la que aterrizan los supervivientes que han conseguido deshacerse de los tentáculos del monstruo devorador.

Un nutrido grupo de amigos y contactos comparten la condena. Ellos serán los protagonistas y autores ficticios de la novela: Anna Susanna, Quique, Àlex, Loleta, Catalina, Cristo, Perla, Layla, Jesús, entre otros, pero sobre todo Niel, Josep, Ona, Àsia, Nicolau, Lupina, Renata, Gràcia —estos últimos participan ficticiamente de la autoría de la novela—. El lector los acompañará en su tormento, en su ansiedad, en su desazón, en su angustia, en su remordimiento, pero también en su alegría, su felicidad, su enamoramiento, su tristeza, su añoranza… Asistirá como convidado de piedra a los acontecimientos de su vida, conocerá sus profesiones: la prostitución, los peligros a los que se expone el traficante, las extremas condiciones de vida de quienes ya no podrán redimirse, las muertes de tantos amigos: Layla, Eugenia (de cáncer, después de más de veinte años de adicción), Guerau, Anna Susanna… la tetraplejia de Joanot… Sus escenarios: Formentera, Ibiza y Cataluña.

Jordi Cussà monta una novela coral para dar voz a los personajes reales que se esconden detrás de los correspondientes nombres ficticios. Cada capítulo, escrito en primera persona por uno de ellos, alternándose, viene introducido por una cita, casi siempre de alguna canción de grupos de referencia para los protagonistas, citas que tienen «un peso narrativo específico», iconos culturales muy diversos.

Y se trata de una novela dentro de otra, pues la que leemos describe el encargo del libro, con las mismas características, por parte del editor Josep Selosca.

Técnicamente Jordi Cussà (1961-2021) se manifiesta como un maestro en el dominio de la lengua. El texto, escrito en una jerga muy popular y fluida, está salpicado de referencias culturales y de reflexiones, como la incursión histórico-filosófica que hacen los amigos al final sobre el tema de la culpa, o la conversación en la que se adentran sobre la escritura ficcionada de la realidad y la autocensura.

La prosa de Cussà es ágil y fresca, y está preñada de imágenes muy originales que rayan en la poesía. El autor sabe condensar todo un mundo en dos palabras y a menudo hace uso de un sutil sentido del humor. El título, Formentera Lady, hace referencia al nombre de una yegua que el protagonista principal, Niel, conoce en Formentera, donde vive dos años, así como al título de una canción de la banda de rock Kim Crimson:

https://www.youtube.com/watch?v=JZrNSROq810&ab_channel=KingCrimson-Topic

Jordi Cussà Balaguer, también dramaturgo, actor y traductor, ha publicado además Cavalls salvatges / Caballos salvajes (2000), considerada de culto, y otras doce novelas, así como libros de relatos y un poemario.

 

 

VIDAS SILENCIOSAS Y SILENCIADAS, UN TESTIMONIO

Anna Rossell ©


Maria Campbell
Mestiza
Traducción de Magdalena Palmer
Editorial Tránsito, 2020, 256 págs.
 
 

Valioso y valiente, este libro de Maria Campbell. Valioso, porque es testimonio de una vida que representa a muchas y retrata ampliamente un paisaje devastador en la historia del colonialismo. Valiente, porque quien escribe lo hace con una gran sinceridad. Así estamos ante un libro que relata una vida silenciosa y silenciada de muchos.

Maria Campbell

La historia de este testimonio se repite lamentablemente como una pesadilla en todas partes y no se da a conocer como se debe en justicia. La autora lo sabe, y sabe que la voluntad de documentarla conlleva honradez si se quiere auténtica. Y no hay duda de que recordar una vida extremadamente difícil es liberador, pero también es un proceso doloroso. Y es valiente porque revela pasajes íntimos personales no siempre cómodos de compartir cuando quien escribe en primera persona es la protagonista de la vida que relata.

Consciente de los sufrimientos y la injusticia a los que están sometidas las comunidades indias y mestizas de los territorios colonizados, Maria Campbell (1940, Saskatchewan, Canadá), de ascendencia escocesa, francesa e indígena, quiso dedicar su vida a la causa de darlos a conocer y reivindicar la cultura y los derechos ninguneados de la comunidad aborigen. Los fundamentos de esta voluntad los puso Campbell escribiendo este libro, que, publicado en 1973 en la lengua original, se convirtió en clave para la literatura indígena canadiense.

La autora, que tiene treinta y tres años en el momento en que comienza a escribir el libro, nos habla de su vida desde donde alcanza su memoria de la infancia. Su familia, numerosa como tantas otras de su entorno, es feliz a pesar de las enormes dificultades que tiene que afrontar para sobrevivir. Maria, la mayor de los ocho hermanos, tiene doce años cuando su madre muere después del último parto (había tenido previamente tres abortos en tres años). Esta circunstancia determinará definitivamente la existencia de Maria, que a partir de ese momento irá a la deriva.

La pobreza, que seguirá aumentando gradualmente, es una constante que determinará el destino de la familia, sin ninguna esperanza de salir adelante, y que hará la existencia más insoportable para una mujer, expuesta aún más a la violencia. La miseria, causa de todos los males, sumada a la ignorancia de la justicia blanca hacia los indios y los mestizos, es una combinación explosiva que desata una catarata de males que azotará a estas comunidades: persecución, discriminación y exclusión, burlas, prejuicios, acoso escolar, amenaza de desgarro familiar por parte de los servicios sociales, alcoholismo, drogas, violencia, violación. Todo ello una amalgama de adversidades fatales provocadas, que equivale a un genocidio por parte de las autoridades coloniales. Frente a este muro insalvable se abre, como un momento milagroso, una tenue luz cuando parecen cuajar algunos movimientos de asociacionismo político de los excluidos para defender sus derechos. Sin embargo, esta esperanza se desvanece antes de consolidarse.

Pero la escritura de Campbell no destila ni un ápice de melodrama; su narrativa es lúcida y despojada de lamentaciones inútiles. Quien escribe sabe que lo necesario son la tenacidad y la lucha feroz, apuntando al objetivo claro para revertir, o al menos enderezar, una situación que parece imposible de cambiar. Porque Maria Campbell salió a flote a pesar de todo. La influencia ejercida sobre ella por la bisabuela Cheechum, una mujer sabia a la que la autora se sentía muy unida por su clarividencia, fuerza y consejo, probablemente la ayudó. La bisabuela, que vivió con la familia hasta poco después de la muerte de la madre, representó para ella un modelo a seguir.

Maria Campbell se convirtió en una activista en defensa de los derechos de los pueblos indígenas y mestizos y fue y es un punto de referencia para los jóvenes artistas y creadores canadienses. Autora de historias para niños métis (grupo étnico de Canadá, resultante de la mezcla de europeos con los nativos americanos de las Primeras Naciones), traductora de narrativa oral en cree (lengua nativa americana con el mayor número de hablantes en Canadá) al inglés, ha recuperado la historia y las tradiciones métis como investigadora en las universidades de Saskatchewan, Manitoba y Alberta. Autora de otros libros y obras de teatro, participa activamente en audiovisuales y programas de radio como guionista o dando voz en lengua cree.

El libro también ha sido publicado en catalán por el sello Club Editor, en traducción de Marta Marín-Dòmine.

 

 

PAISAJE A MEDIO CUERPO. ANTOLOGÍA DE POESÍA ERÓTICA DE GASPAR AGUILERA DÍAZ

Omar Roldán Rubio ©

Ha sido, lo es, un acierto —ejemplo que deberían tomar y ejercer los estados y las editoriales mexicanas—, el que la Secretaría de Cultura de Michoacán y Jitanjáfora Mºrelia Editores hayan decidido hacer una colección de poesía michoacana contemporánea, dentro de la cual aparece este compendio poético del maestro Gaspar Aguilera Díaz quien, aunque nació en Parral, Chihuahua, la mayor parte de su legado literario lo ha realizado en la ciudad de Morelia.

Hablar de esta antología significa para mí una gran responsabilidad, pero también una buena oportunidad para reflexionar sobre el trabajo poético —honda y ricamente erótico— de quien considero es, actualmente, uno de los mejores exponentes de la poesía mexicana.

 

EROS Y THANATOS.

¿Cómo iniciar un soliloquio sobre este Paisaje a Medio Cuerpo sin considerar que todo acto humano es, en esencia, juego erótico y pugna entre la vida y la muerte donde Eros intenta siempre superar a Thanatos?

El erotismo es una expresión cultural, es decir, una forma o varias por medio de las cuales todo pueblo manifiesta su sexualidad. El hecho erótico parte de un inconsciente colectivo concentrándose como ejercicio individual donde la imaginación y la evocación son elementos de suma importancia. Por lo tanto, el erotismo es inherente al hombre y va implícito en todo acto humano que intenta acceder a lo sublime: el amor.

Y es esa búsqueda del amor, a través de Eros, lo que mantiene en el hombre la firme convicción de vencer a la muerte, trasponerla, ir más allá de sí mismo, encararse con el Dios y desafiarlo reclamándole un lugar especial, no en Él sino junto a Él: misticismo profano que pretende la divinidad por el camino de la carne.

El dogma cristiano occidental ha tratado de explicar el misticismo puro del erotismo llamándolo algo así como “pasiones humanas en busca del amor de Dios”, mismas que, por medio del acto sexual, se convierten en la expiación de la carne. Es así como se crea otra corriente mística: la comunión entre el alma humana y lo inasible, mediante el rito sacramental santificado por la iglesia: el matrimonio.

La forma de expresión utilizada por la religión es un lenguaje primitivo, trocado en metáforas mundanas, que usa la figura de Cristo como el Dios encarnado y manipula el deseo sexual como vía para alcanzar el amor divino. Hecho que nos lleva hacia el misterio de la encarnación, instinto natural del ser humano por eternizarse en la divinidad: la reencarnación.

La literatura nos dice otra cosa. En El Cantar de los Cantares, por ejemplo, —como en este Paisaje a Medio Cuerpo—, el erotismo se libera, se exalta como rito erótico en el combate pasional de los cuerpos que se atraen y se repelen, al mismo tiempo, en lúdico proceso amoroso.

Sexo y guerra, fuego de vanidades alimentado por el deseo de dominio; esencia claramente humana de seducir al otro apelando al sometimiento de la pasión por la pasión; místico acto herético hacia la divinización; tránsfuga natural y transición erótica del ser humano en lucha por apagar su propio deseo.

He ahí las dos vertientes místicas de un Todo. Una fundamentada en el Eros luminoso que propone así la consecución del amor de Dios. La otra basada en la naturaleza del ser humano que busca encontrar el amor a través de sí mismo, desde su propia realidad, a partir de la evocación de todo aquello que revela el delicioso ardor del deseo puro y cortesano.

Si el hecho erótico se recrea en el escarceo de los cuerpos, se comprende entonces el ritual que forma parte de la esencia humana, el universo donde se asila Eros en su eterno duelo contra Thanatos: alegoría de la fertilidad, intrínseca batalla compartida donde no hay vencedor ni vencido.

Lo erótico es una condición humana cuya actitud mística conduce a un plano más elevado del simple “estar”. El hombre, mediante el erotismo, intenta “ser”, llenar esa oquedad ancestral que nos habita para encontrar el amor en la divinidad o en la nada: ambivalencia de nuestro propio misterio.

Sin embargo, la lúdica imaginación es incontrolable. A través de ella el hombre desborda su pasión y persigue lo inasible exacerbado por el doloroso trance, no de apagar el deseo —la llama doble, dice Octavio Paz—, sino de avivarlo en el afán de consumirse lenta, flageladoramente en su propio fuego.

El deseo carnal es el profundo símbolo con que se manifiesta el erotismo. Es la manifestación del cuerpo que necesita ser poseído, fustigado —así sea subjetivamente— hasta el límite. Sufrimiento irreprochable que conduce a la adoración, no de un Dios, sino de sí mismo: el Narciso avasallado.

El erotismo es un todo incontenible que aflora, no cuando únicamente nos enfrentamos a un cuerpo tangible u observamos un sugerido sexo que pasa ante nuestros ojos, sino ante cualquier objeto que miramos, tocamos o imaginamos, pues lo erótico se establece tanto en lo visible y palpable, como en lo insinuado.

Toda forma cóncava o convexa, natural o creada por el hombre, nos provoca, consciente e inconscientemente, el tembloroso deseo sexual que nos ha de llevar por el camino del sufrimiento: lúdico proceso pasional que busca no solamente lograr el coito, sino además atrapar la imagen en la libido, transitar en el lento desfogue del ansia que invade el cuerpo tratando de retardar la inminente fuga del deseo para después, ya concluido el asalto, atrapado el objeto, caer en el letargo idealizado de una pantorrilla, un muslo, unos ojos profundos o un sexo que no nos pertenecen —y que justamente deseándolos— para recrearlos eternamente. Acto que se convierte en una sublime emoción, un deseo profundo de poseernos a nosotros mismos.

Por eso el erotismo es liberador y libertario, pues no admite mojigaterías, atavismos o conceptos moralinos embozados de virtud. Siendo esencia naturalmente humana, el acto erótico, que por supuesto es poético, se antepone y supera a toda norma social, moral o religiosa dictada por el hombre.

Hablar entonces de la poesía de Gaspar Aguilera Díaz es disertar sobre la vida y el misterio, con mayor hondura, indudablemente, luego de haberse lanzado, ay, cuántas veces, a esa sima sacramento, a ese vacío interminable que es la existencia —vida y muerte; entrega y abandono; soledad y sufrimiento—, profundidad a la cual se llega, ineludiblemente, solo por la vía del erotismo.

 

 

GASPAR AGUILERA DÍAZ

Nació en Parral (Chihuahua), México, el 20 de octubre de 1947. Falleció el 8 de noviembre de 2021. Narrador y poeta. Estudió Derecho en la Universidad Michoacana. Fue Jefe del Departamento Editorial de Pireni; secretario de Difusión Cultural y miembro del taller literario de la Universidad Michoacana; profesor de bachillerato y del Instituto de Romanística en Salzburgo, Austria. Colaborador de Bohemia, Crítica Política, Dosfilos, La Cultura en México, La Semana de Bellas Artes, Plural, Punto de Partida, Siempre!, Tierra Adentro y Unomásuno. Miembro del SNCA. Premio Tomás Valles Vivar 1990, que otorga la Fundación Cultural Chihuahua, por su trayectoria literaria. Premio Tiempo de Niños 1990 y Presea José Tocavén a la Trayectoria Literaria 1992. Premio Estatal Eréndira en 2008.

 

Obras

Ensayo: Homenaje a José Emilio Pacheco. A veinte años de Morirás lejos (colectivo, Cuadernos del IMIC, 1988). El prisma de Carlos Pellicer (en colaboración con Marco Antonio Regalado y Othón Lara Barba, IMIC/ICOCULT, 1992). Imágenes del viaje. De la literatura, la pintura y la música (Morelia, Jitánfora, 2003). Imago mundi: ensayos sobre literatura iberoamericana (Sahuayo, Universidad de la Ciénaga del Estado de Michoacán de Ocampo / Pelicanus / Sistema Michoacano de Radio y Televisión, 2010).

Novela: Noviembre y pájaros (UAM / Verdehalago, 1999).

Poesía: Informe de labores (Punto de Partida, 1981). Pirénico poemas 1974-78 (IMIC, 1982). Los siete deseos capitales (plaquette, Praxis/Dosfilos/UAZ, 1982). Zona de derrumbe (Katún, 1985). Los ritos del obseso (Premiá/UAZ, El Pez Soluble, 1987). Homenaje a José Emilio Pacheco (Cuadernos del IMIC, 1988). La ciudad y sus fantasmas (UPN, 1992). Tu piel vuelve a mi boca (Joan Boldó i Climent, San Luis Potosí, 1992). Liebe, stadt, und vergessen/El amor, la ciudad y el olvido (Universidad de Salzburgo-Instituto de Romanística, 1994). Diario de Praga (UNAM, El Ala del Tigre, 1996). Poesía de Gaspar Aguilera (Colectivo Artístico Morelia, 1999). Los ritos del obseso. Poesía 1982–1998 (UAM–A/Siglo XXI, Creación Literaria, 1999). Imágenes del viaje. De la Ciudad, la Literatura y la Música (UAS/Ayuntamiento de Culiacán, 2000). Los últimos poemas de Dante (Gob. del Estado de Puebla / Colibrí, As de Oros, 2004). Paisaje a medio cuerpo. Antología de poesía erótica 1977-2005 (Secretaría de Cultura de Michoacán / José Mendoza Lara, 2007). Historia de todas las cosas (Eón, 2011). Coloraturas y silencios (Editorial Lectura, 2011). Presencia del naufragio (Silla Vacía, 2019).

Antología: Un grupo avanza silencioso, antología de poetas cubanos nacidos entre 1958–1972 (2 tomos, UNAM, 1990). Continuación del canto, muestra de poesía michoacana de poetas nacidos entre 1943–1969 (IMC, 1991). Plenitud y fugacidad del encuentro amoroso en la poesía de Octavio Paz (IMCED, 2007). Julio Cortázar. El lenguaje lúdico y la imaginación crítica (Guadalajara, La Zonámbula, 2012). Plexoamérica: Morelia-Valparaíso (Valparaíso, Universidad de Valparaíso, 2013). Breve antología de poesía erótica latinoamericana (Guadalajara, La Zonámbula, 2015). El viaje y sus rituales. Antología del Primer Festival de Poesía 1981 y poetas michoacanos nacidos en la década de los ochenta (Morelia, Secretaría de Cultura de Michoacán, 2016).

 

 

“EL GUSANO SALTARÍN Y OTROS POEMAS”, OTRO LOGRO FORMAL Y CONCEPTUAL DE ISAAC GOLDEMBERG

Luis Benítez ©

Recientemente se publicó en Argentina un nuevo poemario, en edición bilingüe, del reconocido autor peruano residente en los Estados Unidos, Isaac Goldemberg (1945), titulado El gusano saltarín y otros poemas / The leaping worm and other poems [1].

 

La obra

Treinta y dos composiciones poéticas estructuran esta flamante entrega del consagrado poeta peruano, quien eligió como metáfora que recorre toda la obra, se interna en sus espacios y cavidades y resurge una y otra vez en variadas corporizaciones de significado diferente, la figura del gusano, criatura elemental a escala ecológica, pero que en todas las culturas está revestida de poderosos sentidos simbólicos y religiosos.

Ser vivo que por su condición está íntimamente relacionado con la muerte, aparece como mediador entre un mundo y el otro. Es que acentuando este detalle de un detenimiento en el umbral entre dos campos señalados como no contrarios sino complementarios, el poeta acierta a subrayar que —desde ese no lugar paradójicamente tan preciso— es factible una visión más completa del conjunto general, sus interrelaciones e interacciones, aludiendo de ese modo sutilmente sugerido a una continuidad donde los sistemas de opuestos (luz-oscuridad, vida-muerte, vitalidad-atonía, percepción-cerrazón, etc.) son anulados a escala de la conciencia, que se abre a la plena visión de un absoluto posible… posible al menos en el planteo poético establecido por El gusano saltarín y otros poemas.

La compleja propuesta de Goldemberg no desdeña repetidamente el recurso de la puesta en abismo del lector, con una efectividad que sin embargo no aturde ni agobia en ningún momento, sino que, por el contrario, conduce hábilmente a desentrañar las claves fundamentales de la obra, que a partir de allí se abre diáfana y estremecedoramente, exhibiendo los quilates de este trabajo de excepción con el lenguaje.

Es que el poeta posee el raro don de plasmar en sus versos, cortos y contundentes, núcleos de sentidos que se mostrarían enrevesados bajo otros tratamientos discursivos, cuando en el poemario que nos ocupa —gracias a una destacada precisión expresiva— la acertada elección fue la de reflejarlos de un modo lo más directo que fuera posible, sin que la engañosa sencillez de su manifestación escrita reste un ápice a su completa revelación.

Mérito que hace de El gusano saltarín y otros poemas un texto no hermético —al menos para el lector habitual del género— sino la exposición de un universo propio, el del autor, capaz de compartirlo con quien se asoma a sus páginas, guiándolo con claves e indicios que no es preciso subrayar (ahí por donde va el gusano, basta con seguirlo para encontrar la salida) para que el lector dé oportunamente con los pasadizos correctos.

Acentuando también gráficamente la figura del gusano que recorre el volumen y nos impulsa a seguirlo, los versos centrados de Goldemberg son cortos, en ocasiones consistentes en una o apenas dos palabras, y su extensión vertical que no supera una página por poema también remite (nada es casual en poesía) a la figura larval, al modo como el poeta cubista naturalizado francés Guillaume Apollinaire (Wilhelm Albert Włodzimierz Apolinary de Kostrowicki, 1880-1918) agrupa sus versos de manera tal que conforman una imagen que se relaciona con el contenido de lo escrito, en sus célebres Calligrammes.

Corresponde destacar el minucioso trabajo de traslación a la lengua inglesa realizado por la poeta y traductora estadounidense Sasha Reiter (1996), acertadamente incluido en el mismo volumen, así como resulta muy recomendable leer la Nota de la Traductora, que ocupa las páginas 16 a 25, en ambas lenguas.

No menos elogiables son las meridianas palabras del destacado poeta y ensayista peruano Miguel Ángel Zapata (1955), que bajo el título de En los colores del jardín ríe la vida (págs. 9 a 13) prologan esta imprescindible obra de Isaac Goldemberg, que tan brillantemente inaugura el año editorial desde el género poético. Destaca en uno de los párrafos el autor de Poemas para violín y orquesta: “El libro de Goldemberg está repleto de sonido y de sentido. Todo funciona. Cada encabalgamiento está atado al siguiente por vínculos que nos llevan a tratar de entender sus altos vuelos. El gusano saltarín… trae pensamiento, orden y desorden. La filosofía en estos textos deja una clara imagen del transcurso de la vida contra la muerte. A propósito, Giorgio Agamben ha dicho: ‘Siempre he pensado que filosofía y poesía no son dos sustancias separadas, sino dos fuerzas que llevan al campo único del lenguaje en dos direcciones opuestas: el puro sentido y el puro sonido. No hay poesía sin pensamiento, como tampoco hay pensamiento sin un momento poético’. Sentido y sonido son dos constantes en este libro tan lleno de vida como también de muerte”.

 

El autor

El poeta, narrador, ensayista y dramaturgo Isaac Goldemberg nació en 1945 en Chepén, Perú. Reside en Nueva York desde 1964. Algunas de sus publicaciones más recientes son: Libro de reclamaciones (Palma de Mallorca, 2018), Philosophy and Other Fables (Nueva York, 2016), Dialoghi con me e con i miei altri / Diálogos conmigo y mis otros (Roma, 2015), Remember the Scorpion (Los Ángeles, 2015) y Sueño del insomnio / Dream of Insomnia (Nueva York, 2021). Asimismo, es el autor de El gran libro de América judía (antología de 2.240 páginas, 1998). En 1995 su novela La vida a plazos de don Jacobo Lerner fue reconocida por un comité de escritores y críticos literarios como una de las mejores novelas peruanas de todos los tiempos, y en 2001 fue seleccionada por un jurado internacional de críticos literarios —convocado por el Yiddish Book Center de Estados Unidos— como una de las cien obras más importantes de la literatura judía mundial de los últimos 150 años. Su obra fue traducida a varios idiomas e incluida en gran número de antologías de América Latina, Europa y los Estados Unidos. Entre otros reconocimientos, Isaac Goldemberg ha recibido el Premio Nuestro de Novela (1977), el Premio Nathaniel Judah Jacobson (1996), el Premio Estival de Teatro (2003), el Premio de Ensayo Luis Alberto Sánchez (2004), la Orden de Don Quijote (2005), el Premio Tumi a la Excelencia (2014) y el Premio de Poesía del PEN Club del Perú (2015). En 2014, la Casa de la Literatura Peruana en Lima presentó “Tiempos y raíces”, una exhibición/homenaje dedicada a su vida y obra. Goldemberg ha sido incluido en la lista de los “Autores iberoamericanos más estudiados en las universidades de Estados Unidos”, compilada por el Gale Research Institute. Fue director fundador de la Feria del Libro Latinoamericano de Nueva York (1985-1995), catedrático de la New York University (1971-1986) y profesor distinguido de The City University of New York en Hostos Community College (1998-2019), donde fue director fundador del Instituto de Escritores Latinoamericanos y de la revista cultural internacional Hostos Review. Es miembro numerario de la Academia Norteamericana de la Lengua Española y profesor honorario de la Universidad Ricardo Palma, de Lima, Perú.

 

NOTA

[1] El gusano saltarín y otros poemas / The leaping worm and other poems, ISBN 979-8368372303, traducción al inglés de Sasha Reiter, prólogo de Miguel Ángel Zapata, Editorial Buenos Aires Poetry, Buenos Aires, Argentina, 112 pp., 2023.

 

 

LOS SILENCIOS DE LA MEMORIA

Adán Echeverría ©

 
“Uno se engaña creyendo que al observar la vida nada se invierte; eso también es mentira, nada es gratuito, la simple mirada tiene un costo”, escribe Rafael Ramírez Heredia en uno de los nueve cuentos incluidos en el libro Otra vez el Santo. El autor somete a nuestras percepciones la oportunidad de los recuerdos, de sentirnos parte de las narraciones, mirar de nuevo el mundo con los ojos prístinos, mirada eterna hacia los adentros. Detener la marcha para ver el camino que se ha recorrido, las noches y sus luces, parpadeos de luz a través de la memoria.

Y es que en las historias pasadas está la vida. Nos hemos hecho de esa materia que es el tiempo, y los recuerdos de una adolescencia, pubertad, inicio de la adultez, esa época en que somos mayores para juzgar a los padres, para irradiar los deseos por la mujer (por el hombre acaso), pero aún no podemos valernos por nosotros (trabajos de medio tiempo, estudios truncados), y confiamos en los amigos, en la educación callejera de los golpes, miedos y triunfos, retos y camaradería hipócrita.

Rafael Ramírez Heredia
Esa época de la vida en la cual existen ocasiones en que podeos gritar: ¡Soy el rey del mundo!, y sentir que lo podemos todo y lo podemos todo, como diría el poeta. La juventud de impulsos implacables.

Esas memorias son las que vienen a visitarnos mientras leemos Otra vez el santo, colección de cuentos que nos involucra (quizá por el uso de la primera persona) en las historias que Rafael nos expone: un niño mirando de lejos a su padre sin reconocer los ademanes de antaño, de hombre bueno, como si lo mirara por vez primera, como si la noche hubiera cubierto su rostro y aquel héroe ahora le pusiera una última prueba para entender el camino propio, el camino que abre su boca e invita a entrar, y el padre mirando sus pasos; esa nuestra iniciación hacia los conflictos de los que no solíamos percatarnos.

Conmovedora historia donde podemos sentir a cada letra las emociones infantiles que nos indican que no todo será jugar a partir de este momento, que ya no podemos seguir refugiándonos en la falda de mamá mientras papá se va al trabajo, porque por nuestros ojos entran las imágenes que hay que aprender a valorar, y ahí surge ya el adentrarse a la sociedad (esa materia tan insulsa) hacia la vida, que difícilmente podrá abandonar nuestra mente ahora.

La inocencia primera a la que con dificultad regresaremos, inocencia dejada en los estudios, en el saber que se necesita tener la panza llena para luego poder pensar en la creación, que para llenarla habrá que trabajar y ganar dinero, que el dinero no vale ya en este país, que no queda más que mirar la tranza y la sobrevivencia del más fuerte, y luchar por los valores propios, por ser pobre y honesto, rico cabrón, pobre y pendejo, o inteligentemente rico, hasta olvidar esas emociones de acercarse por vez primera a una amiga o amigo y sentir la emoción del deseo, irse de juerga con los cuates con la poca lana que nos dan de gastada, tiempos jóvenes con la inexperiencia marcada en el acné, en el dibujo apenas del bigote.

En todo esto pienso al leer y releer Otra vez el santo, las historias de una juventud que pudieran ser las historias de todos. La jocosidad, el drama, el miedo o el suspenso, todo con la mirada en el tiempo, detenida allá por algún incidente que nos demuestra porqué contarse, porque tener que leerlas.

Todo esto se puede leer entre las líneas de estas nueve historias, o muchas otras, de acuerdo con las vivencias de cada lector. Y ya no hablarse de los logros literarios de Rafael, de ese vértigo de frases cortas, de esa capacidad de atrapar la mente con el ritmo de una voz madura.

Ese descubrir por las tonalidades, la voz natural de un narrador comprometido con su obra, comprometido con el lector a entregar lo máximo de la estructura, irse para adelante, el recurso del flashback que despunta en cada olor, en cada gesto de los personajes, en la melodía de una canción, introducir a los personajes colgados de la historia, elevarnos hasta la ficción y la sorpresa, dominio del lenguaje literario, de la metáfora y el juego de palabras, de recrear los ambientes, mostrar los ademanes, los silencios. Eso nos hace leer esta colección de cuentos, y es el mismo autor quien lo ha dicho antes: la realidad es una, y la realidad literaria siempre será otra.

No se trata de contar recuerdos de juventud, sino reunir las vivencias y crear historias de sentimientos, sensaciones, aventuras, fantasías, puritito poder de la palabra, con las consecuencias que trae la literatura a nuestros ojos, a nuestros paradigmas.

Por eso podemos sentirnos dentro de las historias que allí se nos entregan, y al mismo tiempo podemos sorprendernos y entender lo literario de las mismas.

Ir a una kermés pudiera ser un lugar común en todas nuestras vidas, hemos ido y sentido el cosquilleo de mirar a las niñas pasar caminando en grupitos, y nosotros ya listos para la cacería, allá inventando historias que resalten aquel machismo ya tan vilipendiado, pero siempre recurrente.

Pero ese que puede ser lugar común para todos, se hace literario cuando la historia es contada por alguien que sabe, que tiene los motivos y la experiencia para atraparnos, y mostrar el lado artístico de crear un texto: usar el lenguaje: “Sí, mi amigo, la vida es muy azarosa y uno es navío en aguas bravas, la oscuridad de los divorcios cuesta, quien no lo crea que los nostalgie, como yo, al seguir pensando que lo mejor hubiera sido festinar esto en la oscuridad de un calabozo…”

El uso del lenguaje nos permitirá no solo conocer las historias; un escritor, que se precie de serlo, no solo cuenta historias, construye obras literarias, y acá Rafael construye y enseña, cuenta y recuerda y recordando nos lleva al viaje de nuestras propias vidas, de nuestra pubertad, adolescencia y primera adultez.

Caminar hacia el burdel con el corazón retumbando es caminar hacia la vida, mirar los ademanes no conocidos de papá es madurar, lograr escapar de situaciones comprometedoras es aprender a sobrevivir, desesperarse ante el acoso de una mujer mayor es vivir en carne propia el despertar puntilloso de los cerebros hacia las posibilidades de la traición o de la curiosa y obsoleta fidelidad.

Rafael lo sabe, conoce el pensamiento humano, ha vivido y puede contar, puede enseñarnos la mirada aviesa del conocimiento narrativo, y ya el lector acucioso sabrá descubrir las estructuras que el autor domina e inserta dentro de su trabajo con el único afán de que el lector no abandoné la lectura, y en verdad, que el libro se puede leer sin despegar la mirada.

 

 

 

EL “FORAJIDO SENTIMENTAL” Y EL “LIBRO INSIGNE”

(Algunas precisiones sobre Borges y el Martín Fierro)

Fernando Sorrentino ©

 

Una confusión gratuita

Con alguna frecuencia se oye decir y —lo que es aún peor— se ve escrito que “a Borges no le gustaba el Martín Fierro”. Es probable que quienes emiten este juicio no hayan prestado a las palabras de Borges la atención que siempre merece el mayúsculo escritor: es decir, la atención total. También es posible que, acaso por espíritu hedónico, le atribuyan a Borges las palabras que a ellos les agradaría oír.

Es necesario distinguir cuidadosamente entre las reservas que Borges tiene hacia el personaje Martín Fierro y la devoción que siente hacia la obra literaria Martín Fierro. Con ligereza (tal vez deliberada) se confunden ambos conceptos, y no hay ninguna razón para que esto ocurra. Trataré de ver cómo se origina y se desarrolla esta confusión.

 

Macedonio Fernández, mentor del joven Borges

Macedonio Fernández

Nadie ignora el fervor que por Macedonio Fernández experimentó siempre Jorge Luis Borges, tanto en vida de aquel como después de su muerte, ocurrida en 1952.

Macedonio, nacido en 1874, tenía, por lo tanto, la misma edad de Lugones; era un hombre ya maduro, de alrededor de cincuenta años, en la época en que Borges, joven veinteañero de ilimitada pasión poética y metafísica (que no perdería jamás), acudía, fascinado, a escuchar la palabra de aquel mágico personaje situado fuera del mundo y de su vulgar realidad.

Sin duda, la prosa enmarañada y tropezada en que solía perderse Macedonio no pudo ejercer ningún influjo sobre la cristalina perfección de la escritura borgeana. Sí, en cambio, tuvieron que conmoverlo las ideas y los juegos conceptuales a que era tan afecto su admirado conversador. Construcciones mentales como “Soy tan distraído que iba para allá y en el camino me acuerdo de que me había quedado en casa” (Macedonio, “Correo casero de Recienvenido”, en una carta a Borges) son de la misma estirpe de “sus detractores [...] juraban que nunca había pisado la China y que en los templos de ese país había blasfemado de Alá” (Borges, “La busca de Averroes”). Sería fácil, pero innecesario, aportar otros ejemplos.

Jorge Luis Borges

Lo cierto es que a Borges lo seducían, sobre todas las cosas, la inteligencia y los productos que derivan de ella: el ingenio, el humor, el punto de vista sorprendente, la creación de inesperadas asociaciones de ideas en apariencia incompatibles, la rapidez mental, la paradoja, la polisemia, etcétera. Y Macedonio, que poseía en altísimo grado el don de la inteligencia, sustentaba en aquella época, entre tantos otros, un juicio que, acaso, él dejó caer como al pasar, sin darle ninguna importancia. Pero que Borges, de avidez insaciable, asimiló, hizo suyo y, de acuerdo con su proverbial costumbre, desarrolló, afinó y pulió hasta el extremo de presentarlo como una suerte de verdad inconcusa: la mala índole psicológica, el mal ejemplo ético, del personaje Martín Fierro.

 

Transcurridos nueve o diez lustros de aquellos diálogos, aún recordaba Borges:

[…] cuando alguien le habló [a Macedonio Fernández] del Martín Fierro, dijo: “Salí de ahi con ese calabrés rencoroso”. [1] Pero eso corresponde también a una época en que se veía el Martín Fierro como una compadrada […]. [2]

(No sería extraño que ese alguien aludido en el pronombre indefinido haya sido el propio Borges, a quien con toda seguridad le interesaría sobremanera —¿cómo no iba a interesarle?— conocer la opinión de un hombre que él veneraba sobre una obra que lo impresionaba al máximo.)


Aquí está ya la idea que Borges no olvidó jamás: Martín Fierro visto, no como héroe o como persona éticamente admirable, sino como un individuo rencoroso, quejoso, vengativo, que siente lástima de sí mismo, etcétera, etcétera:

[…] creo que, si hubiéramos resuelto que nuestra obra clásica fuera el Facundo, nuestra historia habría sido distinta. Creo que, razones literarias aparte, es una lástima que hayamos elegido el Martín Fierro como obra representativa. Porque ella no pudo haber ejercido una buena influencia sobre el país. […] pensemos en lo triste de que nuestro héroe sea un desertor, un prófugo, un asesino y una especie de forajido sentimental además, que, sin duda, no existió nunca. Porque yo pienso que esa gente tuvo que haber sido mucho más dura que Martín Fierro. […] no era gente que pidiera lástima, como pide Martín Fierro. Creo que, aunque Martín Fierro fue escrito en 1872, se adelanta ya de algún modo a las peores blanduras argentinas y al peor sentimentalismo argentino. [3]

¿No es este el desarrollo borgeano de la idea del siciliano vengativo o del calabrés rencoroso de Macedonio Fernández? Claro que Borges, cuyo cerebro habitualmente va más allá que el de la mayoría de los mortales, amplía esta visión presentando a Martín Fierro como ejemplo moral negativo para la nación argentina. [4]

 

El falible hombre Martín Fierro y el admirable y admirado poema Martín Fierro

Pero —muy importante— nótese que, en ningún momento, Borges alude a algún demérito literario de la obra: en todos los casos, se está refiriendo a los atributos morales del personaje, jamás a las cualidades estéticas del poema. Más aún, y por si cupiese alguna duda, prestemos atención a la frase razones literarias aparte: en tal contexto, solo puede significar: “Desde el punto de vista estrictamente literario, el Martín Fierro es más importante que el Facundo, pero...”.

 

Hacia el final de su libro El “Martín Fierro”, [5] Borges se ocupa de la controversia que el poema ha desencadenado entre los críticos:

En el capítulo anterior he recopilado algunos juicios críticos. Una simplificación simbólica podría reducirlos a dos: el de Lugones, para quien el Martín Fierro es una epopeya de los orígenes argentinos; el de Calixto Oyuela, para quien el poema solo registra un caso individual. “Justiciero y libertador” es la definición del protagonista que ha estampado Lugones; “hombre con visible declinación hacia el tipo moreiresco de gaucho malo, agresivo, matón y peleador con la policía”, la que Oyuela prefiere. ¿Cómo resolver el debate?

[...] En la controversia que acabo de resumir, se confunde la virtud estética del poema con la virtud moral del protagonista, y se quiere que aquella dependa de esta. Disipada esa confusión, el debate se aclara.

Palabras de Borges: se confunde la virtud estética del poema con la virtud moral del protagonista. Que esta última no goza de su aprobación ya lo ha expresado con todas las letras.

Entonces, cabe la pregunta que constituye el siguiente subtítulo:

 

¿Es verdad que a Borges no le gustaba la obra literaria Martín Fierro?

Salvo los casos patológicos que suelen agruparse bajo el común denominador de masoquistas, en general los seres humanos tendemos a eludir los elementos desagradables y a dejarnos atraer por las cosas que nos proporcionan placer, y a acudir a ellas una y otra vez, y a recordarlas y a recrearlas en nuestros pensamientos y en nuestras conversaciones.

Conocemos el amor con que Borges vuelve una y otra vez a sus afectos: el barrio sur, Ginebra, Chesterton, los cuchillos, los espejos, los laberintos...

...el Martín Fierro.

 

En efecto, Borges ha vuelto una y otra vez al Martín Fierro:

1) “La poesía gauchesca”, en Discusión (1932), dedica su larga parte final a analizar el Martín Fierro. Las ideas son básicamente las mismas que expondrá más tarde en el ya citado El “Martín Fierro” y en el libro del siguiente ítem.

2) En 1955, junto con Adolfo Bioy Casares, preparó los dos volúmenes (edición, prólogo, notas y glosario) de Poesía gauchesca (México, Fondo de Cultura Económica, 1955), donde, naturalmente, se incluye el Martín Fierro.

3) En El hacedor (1960) tenemos la prosa breve “Martín Fierro”, que concluye así: “[...] en una pieza de hotel, hacia mil ochocientos sesenta y tantos, un hombre soñó una pelea. Un gaucho alza a un moreno con el cuchillo, lo tira como un saco de huesos, lo ve agonizar y morir, se agacha para limpiar el acero, desata su caballo y monta despacio, [6] para que no piensen que huye. Esto que fue una vez vuelve a ser, infinitamente; [...] el sueño de uno es parte de la memoria de todos”.

4) El cuento “El fin” [7] (Ficciones, 1944) es, como se sabe, “el fin” posible de la pelea de Martín Fierro con el Moreno, que en su momento impidieron las personas presentes en la pulpería. Una vez más Borges —complacido y feliz— repite la secuencia de Hernández: “Limpió el facón ensangrentado en el pasto y volvió a las casas con lentitud, sin mirar para atrás”.

5) En la “Biografía de Tadeo Isidoro Cruz (1829-1874)” (El Aleph, 1949) hay un pasaje en extremo significativo: “La aventura consta en un libro insigne; es decir, en un libro cuya materia puede ser todo para todos (I Corintos 9:22), pues es capaz de casi inagotables repeticiones, versiones, perversiones”. Superfluo es consignar que ese libro insigne no es otro que el Martín Fierro.

 

Final

Creo que acabamos de ver pruebas más que contundentes sobre la devoción y la admiración que Borges sentía hacia el Martín Fierro como obra literaria, y vimos también que su oposición sólo se limitaba al carácter moral del protagonista.

Que sea ahora el mismo Borges quien, con sus precisas palabras, ponga fin a este trabajo:

Expresar hombres que las futuras generaciones no querrán olvidar es uno de los fines del arte; José Hernández lo ha logrado con plenitud. [8]

 

Notas

[1] Cambiando de gentilicio y de adjetivo, pero no de idea, ya en 1953 Borges había escrito: “Martín Fierro es [...], como dijo festivamente Macedonio Fernández, un siciliano vengativo” (J.L.Borges, El “Martín Fierro”, Buenos Aires, Columba, 1953, pág. 75).

[2] En mi libro Siete conversaciones con Jorge Luis Borges (Buenos Aires, El Ateneo, 1996, pág. 37).

[3] Ídem, págs. 215-216.

[4] Relacionada con esta idea se halla la siguiente: “A veces, he creído que Goethe es una superstición alemana y he pensado también que las naciones eligen clásicos como una suerte de contraveneno, como un modo de corregir sus defectos. Creo que precisamente la indiferencia patriótica de Goethe, el hecho de que él fuera a saludar a Napoleón, el hecho de que creyera —muy erróneamente, a mi entender— que la lengua alemana es el peor material para la poesía: todo esto puede servir para contrarrestar cierta propensión alemana a exaltarse” (Ídem, pág. 234).

[5] Aunque el libro declara “con la colaboración de Margarita Guerrero”, la inconfundible prosa y el uso de la primera persona hacen difícil imaginar que en su redacción haya intervenido otra mano que la de Borges.

[6] Hernández había dicho: “Limpié el facón en los pastos, / desaté mi redomón, / monté despacio y salí / al tranco pa el cañadón” (Martín Fierro, I, vii).

[7] En el “Prólogo” de Artificios (1944), Borges incluye el siguiente comentario: “Fuera de un personaje —Recabarren—, cuya inmovilidad y pasividad sirven de contraste, nada o casi nada es invención mía en el decurso breve del último [se refiere a “El fin”]; todo lo que hay en él está implícito en un libro famoso y yo he sido el primero en desentrañarlo o, por lo menos, en declararlo”.

[8] J.L.Borges, El “Martín Fierro”, pág. 76.

• Este artículo se publicó por primera vez, algo abreviado, en el diario La Nación, Buenos Aires, 5 de noviembre de 2000.

 

 

CALAMBUR

Héctor Zabala ©

 

Se trata de un juego de palabras cuyo nombre proviene del francés calambour. Aunque parezca mentira, he aquí el nombre de un recurso literario no compuesto por raíces griegas.

El Diccionario de la Real Academia Española —además de reconocer ese origen— define al calambur como una agrupación de varias sílabas de modo que alteren el significado de las palabras a que pertenecen, como en Este es conde y disimula. Frase que también se puede entender como Este esconde y disimula.

Según cómo se pronuncie una frase o palabra (sea pausando o no en determinados puntos clave), su valor fonético nos lleva a interpretaciones distintas. Su finalidad es modificar el significado u ocultar un doble sentido.

El calambur está basado en la homonimia (palabras de distinto origen y significado, pero que tienen la misma pronunciación o escritura), en la paronimia (palabras que se asemejan en su sonido, pero que se escriben de forma diferente y tienen significados distintos) y en la polisemia (palabra o signo lingüístico que posee varias acepciones).

Muchos ensayistas refieren como padre del calambur al francés François Georges Maréschal, marqués de Bièvre (Georges de Bièvre), célebre por sus graciosos juegos de palabras en la corte de Luis XVI. En especial, con bromas a costa del embajador de Westfalia (conde de Kalemburg) que, al no dominar el idioma francés, sus frases se prestaban a equívocos.

También hay quienes pretenden derivar el término calambur de palabras de otros idiomas distintos al francés, como el italiano (calamo burlare, burlarse con la pluma), el alemán y hasta el árabe. Pero más allá del origen del término, el calambur, como recurso literario, es anterior al siglo XVIII, con seguridad, ya que se encuentran ejemplos en Luis de Góngora (1561-1627), Francisco de Quevedo y Villegas (1580-1645), así como en otros autores.

 

El calambur se utiliza mucho en acertijos y adivinanzas:

• Y lo es, y lo es, y no me lo adivinas en un mes. (El hilo)

• Lana sube, lana baja, los ladrones la trabajan. (La navaja)

• ¿Qué será?, ¿qué será?, que en la mesa siempre está. (La quesera)

• Por un caminito / va caminando / un animalito / que ya te he dicho. (La vaca)

• Blanca por dentro, / verde por fuera / si quieres que te lo diga, espera. (La pera)

• Oro parece, plata no es. (El plátano)

• Dicen que son de dos, pero solo son de una. (Los dedos)

Te la digo, te la digo, te la vuelvo a repetir; te la digo veinte veces y no la sabes decir. (La tela)

Ya ves, ya ves, tan claro que es. No me la adivinas de aquí a un mes. (Las llaves)

• No pienses en otras cosas, que las tienes en el mar, o las ves llegar furiosas, o las ves mansas llegar. (Las olas)

¡Escapa, escapa! que esto que te digo, aunque no te obligo, te abriga y te tapa. (La capa)

¿Os lo creeréis si os lo digo que esta es su capital? Pero no es esta, os lo digo, sino ruega y lo sabrás. (Oslo y Noruega)

En un puerto hay tres barcos, uno es un crucero, otro un trasatlántico y el otro ya te lo he dicho. (El yate)

Escriba, escriba y comprobará que mi nombre se lo he dicho ya. O bien: Redondo, redondo, fila por fila; quien sepa leer, mi nombre escriba. (La criba)

• Es puma, pero no el animal. Puede flotar y al mismo tiempo volar. (La espuma)

• El lado frío se come y el otro también, la palabra ya te la he dicho, así que dime qué es. (El helado)

• Soy cama y también león; a veces verde, a veces marrón. (El camaleón)

• Detrás de la vaca lleva la o, vive en el mar y es juguetón. (El bacalao)

Mis ojos son par y son dos, ¿de qué color son? (Pardos)

Se abre el telón y aparece una monja en llamas. Se cierra el telón. ¿Cómo se titula la obra? Sorprendida (Sor prendida).

 

También se lo ha usado para burlarse de ciertos nombres o títulos:

• Armando Esteban Quito. (Armando este banquito.)

• Alberto Carlos Bustos. (Al ver tocar los bustos.)

• Serapio Joso. (Será piojoso.)

• Aitor Tilla (Hay tortilla.)

• Alex Tintor (Al extintor.)

• Hola, me llamo Enrique Cimiento. (Hola, me llamo enriquecimiento.)

• Miguel Induráin (Miguelín Duráin.)

• Mi Comandante. (Mico mandante.)

• El Comandante (El coma andante.)

• El conde Escoto, ni es conde, ni Escoto. (El conde Escoto, ni esconde, ni es coto.)

• El militante del IRA. (El militante delira.)

• Elsa Bor de Lencuentro. (El sabor del encuentro.)

•¡Ave!, César de Roma. (A veces arde Roma.)

• Mi vecino esconde. (Mi vecino es conde.)

 

Hay varios casos en literatura:

• Que ya que vuestros pies son de elegía (Que ya que vuestros pies son de lejía [jabón]) (Luis de Góngora)

Con dados ganan condados. (Luis de Góngora)

¿Dije que se llamaba Mariví? Sí, así se llamaba, viento y mar y vi. (Blas de Otero)

• Entre el clavel blanco y la rosa roja, su majestad escoja. (Entre el clavel blanco y la rosa roja, su majestad es coja.) (Atribuida a Francisco de Quevedo cuando se dirigía a la esposa de Felipe IV, reina de España)

• El dulce lamentar de dos pastores. (El dulce lamen tarde dos pastores.) (Garcilaso de la Vega, Égloga I)

• —¿A qué ron te refieres? ¿Acaso, no lo ves?, no tengo ron ni llevo mochila. […] —¿Te parece? Bueno, ya que insistes… te lo diré: soy el viejo Caronte, hijo de Erebo. Y este es el río Aqueronte, el que separa a los vivos de los muertos. (La otra orilla, en El trotalibros y algunos mitos, de H.Zabala).

Quizá, el calambur más conocido en la Argentina sea el de José Hernández en su Martín Fierro: Va… ca… yendo gente al baile. Aparece en el poema antes del enfrentamiento a facón entre el gaucho Martín Fierro y el hombre moreno que acompaña a la mujer. A este sigue otro calambur en ese mismo canto VII de la parte I: Lo conocí retobao, / me acerqué y le dije presto: / Por... rudo… que un hombre sea / nunca se enoja por esto. / Corcobió el de los tamangos / y creyéndose muy fijo: / —“Más porrudo serás vos, / gaucho rotoso”, me dijo.

Este poema relata una historia quizá ficticia, pero bien típica del ambiente social de la pampa argentina de mediados o fines del siglo XIX. La palabra porrudo (no incluida en el Diccionario RAE) debió de ser un insulto durísimo por entonces. Recuerdo que aun de chico (década de 1950) alguna gente todavía decía en Buenos Aires, a modo de duda y desprecio: ¡Ah, con que ese porrudo lo dice? Dejando sentado tácitamente que la porra (pelo largo y a veces desmañado) connotaba haraganería y, por ende, persona poco confiable.

• Tal vez haya otro calambur aunque más disfrazado en el siguiente canto (el VIII) cuando el Martín Fierro dice: como si juera maldito— / Porque el ser gaucho... barajo, / el ser gaucho es un delito. Pues aquí la palabra barajo (de barajar, adivinar o percibir rápidamente palabras o intenciones, según la octava acepción del Diccionario de la RAE para Argentina y Uruguay) también podría interpretarse como una interjección de parte del personaje que querría decir: carajo.

 

Y hay muchos ejemplos más, entre otros:

• Si el rey no muere, el reino muere. (Si el rey no muere, el rey no muere.)

• Mi madre estaba riendo. (Mi madre está barriendo.)

• El pan está hablando. (El pan está blando.)

Yo lo coloco y ella lo quita. (Yo loco, loco, y ella, loquita.)

• Si yo lo quito, ella lo caza. (Si yo loquito, ella locaza.)

¿Por qué lavó la rueda? (¿Por qué la bola rueda?)

• Grandes hitos. (Grandecitos.)

• ¡Vaya semanita! (Váyase, manita.)

• Comensales (Comen sales.)

• Échate (Echa té.)

• Entreno en coche de carreras. (En tren o en coche de carreras.)

• Hilos cruzados. (Y los cruzados.)

• Las obras de ayer. (Las sobras de ayer.)

• Más cara. (Máscara.)

• No se aburra. (No sea burra.)

• Servil, letal, impía. (Servilleta limpia.)

• Si yo viera. (Si lloviera.)

• Todo porque rías. (Todo porquerías.)

• Un té, quiero. (Un te quiero.)

El ser eso no me gusta. (El cerezo no me gusta.)

Y mi voz que madura. (Y mi bosque madura.)

Quedémonos. (Quedé mono.)

Convino. (Con vino.)

¿Quiénes más son aquí? (¿Quién es masón aquí?)

 

 

 Nuevo colaborador

MIGUEL DONAYRE PINEDO

Nació en Iquitos, Perú. Colabora en diferentes revistas y distintos medios de comunicación. Vive en Madrid desde hace más de veinte años, es su purma (barbecho) creativo. 

Tiene los blogs: Notas de navegación https://notasdenavegacion.wordpress.com/ https://barbasdenaufrago.emdhpalestra.org/

Mantiene el muro en Facebook «La ruta literaria de Estanque de ranas» 

https://www.facebook.com/groups/440941513455299

donde se entrelazan publicaciones sobre la memoria histórica, literatura y ecología referente a la Amazonía. Ha publicado el libro de cuentos «Ocaso de los delfines» (2001). Durante su estancia fuera de la floresta ha escrito las novelas «Estanque de ranas» (2006, 2007), «Archipiélago de sierpes» (2009) y «El búho de Queen Gardens Street» (2011), en las que se relata el drama cauchero desde diferentes puntos de vista. En 2012 las novelas publicadas se presentaron bajo la trilogía «El insomnio del perezoso». Ese mismo año vio la luz la novela «Fulgor de luciérnagas» sobre una muerte violenta ocurrida en el parque natural Pacaya-Samiria, en Perú. En 2014 publicó la novela «Turbación de manatíes» sobre la violencia política en la selva norte de Perú. Ha escrito el ensayo «Quebradura. Breviario de viajes» (2021), proponiendo cánones para leer la Amazonía; se entremezcla la experiencia lectora con los viajes.

migueldonayrepinedo@gmail.com

 


REALIDADES Y FICCIONES
—Revista Literaria—

Nº 53 – Marzo de 2023 – Año XIV
ISSN 2250-4281 – Edición trimestral

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COLABORARON EN ESTE NÚMERO:

• Miguel Donayre Pinedo, Iquitos, Perú / Madrid, España
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Noelia Natalia Barchuk, Resistencia (Chaco), Argentina
Mónica Villarreal, Scottsdale (Arizona), Estados Unidos – Monterrey (Nuevo León), México

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“Realidades y Ficciones”
Mónica Villarreal (2014)
acrílico y óleo sobre
papel-lienzo, 30 cm x 30 cm