domingo, 1 de septiembre de 2019

REALIDADES Y FICCIONES
—Revista Literaria—
Nº 39 – Septiembre de 2019 – Año X
ISSN 2250-4281
Inscripción gratuita como LECTOR
si escribe a zab_he@hotmail.com
indicando nombre y apellido, ciudad y país
(se le avisará cada nuevo número trimestral).

“Sueños de mariposa”
Mónica Villarreal (2019)
(Acrílico y pastel sobre papel, 14" x 11")
Serie Mariposas

Sumario
• “La mujer que debía quererme” de Leonardo Moledo. Cuento y análisis. (Héctor Zabala)
• Nuevo poemario del argentino Luis Raúl Calvo, “Deconstrucción de los rostros y otros poemas”. (Luis Benítez)
• Prólogo a “El desencanto del delirio”, poemario de Carmen Álvarez. (Anna Rossell)
• El realismo de la poesía: “Poemas de madrugada”, de Cise Cortés. (Anna Rossell)
• Steinbeck, ¿el menos malo? (Arturo Zafra Moreno)
• Características del espacio del conflicto permanente de la felicidad humana en el comportamiento de algunos personajes. (Yubraska del Carmen Herrera Diamónt)
• Libros malditos: el mundo editorial dentro de las historias fantásticas. (Miguel Ángel Galindo Núñez)
• Nuevos colaboradores de Realidades y Ficciones:
            Arturo Zafra Moreno, Murcia, España
            Yubraska Herrera Diamónt, Caracas, Venezuela
• Nuevo currículo para Realidades y Ficciones:
            Miguel Ángel Galindo Núñez, Guanajuato, México



  
LA MUJER QUE DEBÍA QUERERME
Leonardo Moledo ©

Hace años que vivo entre las paredes de este colegio. Cada tanto, mi padre viene a verme y —en contadas ocasiones— pasa una tarde entera conmigo. La última vez que estuvo aquí, me trajo una gran noticia: “Me es imposible quererte”, dijo, "absolutamente imposible, pero son cosas que sobrevienen con la edad y las preocupaciones.” Se reclinó en el asiento mientras daba una larga chupada a su pipa. “Pero para un niño pequeño es indispensable que lo quieran”, agregó, después de que su mirada se hubiera perdido por un tiempo, “así que, cuando regrese de mi próxima expedición, contrataré a una persona para que te quiera.” Puso su mano sobre mi cabeza y se marchó.
Todo aquel invierno lo pasé pensando cómo sería la persona que mi padre contrataría para quererme. Durante las largas y monótonas clases, o durante los fines de semana, cuando todos mis compañeros se iban con sus padres y el colegio quedaba en silencio y los dormitorios vacíos, me dedicaba a imaginarla y a adornarla con las más hermosas cualidades. Mi padre era explorador, hacía viajes largos y difíciles a los lugares más lejanos, donde descubría montañas nuevas y pájaros extraños, no aquellos repetidos y grises que se observan desde las ventanas del colegio. Nunca había querido contarme nada de sus viajes, y yo los inventaba para mis compañeros, que me escuchaban sin creerme, aunque lograba infundirles cierto respeto, cierto atisbo de mi propia importancia.
Nunca nadie me habló de mi madre.
Cuando llegó el verano, supe que mi padre había vuelto, cargado de riquezas y, fiel a su promesa, un día llegó al colegio, preguntando por mí, la persona encargada de quererme. Cuando la vi, corrí hacia ella alborozado y haciendo grandes fiestas, pero ella se mantuvo fría y distante hasta que habló con el director del colegio, encargado por mi padre de pagarle sus honorarios. Mi padre había sido generoso, y la mujer derramó sobre mí torrentes de cariño inauditos, que me hicieron sentir feliz y orgulloso. Cuando mis compañeros, llegados el fin de semana o las vacaciones, se marchaban con sus padres, me miraban con envidia pensando en las dos o tres horas —en general al anochecer del domingo— que yo pasaría con la mujer que debía quererme.
Nunca me interesó su nombre, la llamé siempre de esa manera: la mujer que debía quererme. Era una mujer de mirada firme, de cuarenta años tal vez —pero cualquier cifra de años me parecía absurda entonces—, flaca y de huesos largos y duros, que fumaba cigarrillos negros y sin filtro, con un olor penetrante que me recordaba el olor ácido del tabaco que fumaba mi padre. Su profesión era querer niños, y —según me dijo— había tardado largos años en perfeccionarse.
Ahora, la mujer que debía quererme —me contó— se ocupaba de muchos niños, a quienes quería tanto como lo permitieran las posibilidades económicas de sus padres. Nunca se cansaba. Siempre estaba presta, y era esta eficiencia en su trabajo, esta capacidad de dar y regular el cariño la que le aseguraba sus elevados honorarios.
Un día, mi padre apareció sorpresivamente en el colegio, y estuvo encerrado durante horas con el director. Luego de eso se marchó después de haber pasado su mano de explorador sobre mi cabeza, y sin hablar una sola palabra. La mujer que debía quererme me explicó que mi padre era jugador y que había perdido en la mesa de juego el producto fabuloso de sus últimos viajes: se quejó de que su sueldo estaba atrasado varios meses, y mi padre no había dicho nada sobre lo que haría. El director del colegio, que me miraba con aire dubitativo, confirmaba lo que ella decía. Y efectivamente, la mujer que debía quererme empezó a ajustar su cariño a la nueva situación de mi padre: durante las tres horas del atardecer del domingo que me correspondían plenamente, se mostraba cortante, me rechazaba, me mantenía lejos y me obligaba a vagar por los corredores y dormitorios vacíos como lo había hecho antes. La mujer que debía quererme se lamentaba amargamente de haber prodigado su cariño durante todos estos meses a cuenta de promesas que no parecerían cumplirse más, y se negaba a seguir queriéndome ni un minuto más, a menos que se le pagara lo que se le debía. El director trataba de calmarla sin mucha convicción ni eficacia.
Pero las cosas cambiaron repentinamente: mi padre se presentó una vez más en el colegio lleno de regalos para el director y con un abultado cheque para la mujer que debía quererme, doblando sus honorarios. Aquella fue la última vez que lo vi: había ganado muchísimo dinero en un casino lejano. Durante un tiempo, la mujer que debía quererme me brindó un caudal de ternura tan intenso que pensé que estaba viviendo en verdad un cuento de hadas, que no podría resistirlo.
Pero el destino se ensañó con mi padre. Cuando volvía de una expedición, los indios atacaron el navío en el que viajaba y le robaron todas sus riquezas. Mi padre se vio obligado a trabajar para otra gente. Durante un tiempo pudo seguir pagando —cada vez menos— a la mujer que debía quererme, cuyo cariño fue disminuyendo hasta desaparecer. Hacia el final solo se dirigía a mí con palabras secas e hirientes como púas, que me hacían huir aterrado hasta el extremo del salón donde pasaba las tres horas del atardecer del domingo.
Hasta que mi padre no tuvo ya más dinero y el cariño de la mujer que debía quererme desapareció del todo. El director trató nuevamente de convencerla de que esperara, pero ella argumentó que debía marcharse; había obtenido un suculento contrato para querer a tres niños que vivían en una casa llena de cuadros y tabiques, y no podía aguardar un solo instante más. El último cheque de mi padre apenas alcanzó para una despedida muy breve y seca. La mujer que debía quererme se fue del colegio para siempre.
El director me llamó y me dijo que esperaría aún los tres meses del verano para ver si mi padre reunía los medios para seguir pagando mi alojamiento, pero que en tanto debía abandonar el dormitorio principal y permanecer en una habitación al fondo, a donde no se permitía entrar a los otros niños. Le expliqué al director que mi padre estaba por descubrir un tesoro en unas islas lejanas, y que cuando regresara todo se arreglaría, y le agradecí su paciencia y generosidad. El director sonrió e hizo un movimiento de cabeza.
Pasé los tres meses en aquella habitación calurosa y pequeña, pero cuando el verano hubo terminado sin que mi padre volviera, comprendí que tenía que marcharme. No recordaba lo que había más allá del colegio, solo me imaginaba una gran llanura cubierta de pastos, una ciudad de donde había venido la mujer que debía quererme, y después las islas donde mi padre buscaba los tesoros.
Me alcanzaron mi ropa en una valija pequeña. Fui hasta la oficina del director, para despedirme. El director me dio la mano y me deseó suerte y felicidad y triunfos en la vida. Me explicó que estaba muy ocupado, que no podía salir de su despacho, y que no podía acompañarme hasta la puerta.


ANÁLISIS DE “LA MUJER QUE DEBÍA QUERERME” DE LEONARDO MOLEDO
Héctor Zabala ©

Este cuento, publicado en la revista argentina El Péndulo (Nº 14) de febrero de 1987, es sencillamente genial. En términos concisos (hay una gran economía de palabras), pero con cinismo cuenta la historia de un chico abandonado a su suerte. Hace gala del absurdo como principal herramienta narrativa: un padre ausente tratando de compensar la orfandad materna (y paterna) sustituyéndola con una profesional “que debe quererlo”. Por supuesto, ese amor es directamente proporcional al monto de sus honorarios. Un amor que se transforma en desamor en cuanto dicho monto toma el carácter de crédito dudoso o incobrable.
Un punto importante es que no hay un solo nombre propio en todo el relato y escasas referencias de tiempo y lugar. Tan anónimos y tan universales son sus personajes. Nunca sabremos quiénes eran, cómo se llamaban, el chico, el padre, la mujer, el director del colegio. El único dato aproximado sería el de la edad de la mujer contratada aunque no es del todo seguro. Tampoco sabremos nunca de qué colegio se trata ni del país en que ocurre y —si somos estrictos— ni del continente. En cuanto a la época, debe situarse en una en que ya existían casinos, lo cual abarcaría desde el siglo XVIII a nuestros días.
Este anonimato no es casual. Apunta a lo insignificantes y descartables que somos los humanos sin un amor genuino que nos contenga, nos cobije.

Al mejor estilo de Ernest Hemingway, podríamos agregar que este cuento sugiere también su historia no contada. Quizás sus historias no contadas. Por ejemplo, qué fue de la madre del chico, un ser nacido naturalmente para quererlo. ¿Acaso murió, lo abandonó, fue asesinada, se volvió loca? ¿Cómo fue que la mujer sustituta se hizo una profesional del amor, casi una prostituta fina no sexual? ¿Por qué el padre, el otro ser nacido para amarlo naturalmente, tampoco puede quererlo?
Pero más allá de la historia particular, el relato —entiendo— apunta a una metáfora más amplia. Una en la que estaría involucrada la historia misma del mundo moderno. La figura del niño carente de afecto sería la imagen de una humanidad huérfana de todo. Conformada por individuos que solo somos simples números, anónimos unos respecto de otros, sin importar bajo qué régimen político, social o económico nos desarrollemos. Individuos que solo valemos por lo que pagamos o puedan sacar de nosotros. Un mundo con instituciones deshumanizadas, desnaturalizadas, no importa si estatales, privadas, educativas, sociales, religiosas o como sean. Se nos asigna un papel socioeconómico como individuos y si no cumplimos acabadamente con ese papel, quedamos fuera del circuito, no existimos.
El último párrafo, cuando el director asevera no tener tiempo de acompañar al chico hasta la puerta de calle, es más que significativo. Lo deja abandonado a toda suerte de peligros pero al mismo tiempo le desea hipócritamente un futuro venturoso. Una conclusión contundente del nivel de desamor, de desnaturalización que hemos alcanzado como especie biológica; ninguna manada de lobos sería tan cruel con un cachorro, por ejemplo. Nos muestra así, descarnadamente, el grado de decadencia a que ha llegado la sociedad humana.


LEONARDO MOLEDO

Leonardo Moledo
Escritor, matemático, periodista y divulgador científico argentino, su nombre completo era Pablo Leonardo Moledo (Buenos Aires, 20/2/1947 – 9/8/2014). Fue profesor en cuatro universidades nacionales (Buenos Aires —UBA—, Entre Ríos, Quilmes y Córdoba), autor de libros de difusión científica y director del Planetario Galileo Galilei de su ciudad natal. Licenciado en Ciencias Matemáticas por la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA, trabajó para el CONICET durante varios años. También cursó Historia en la Facultad de Filosofía y Letras (UBA).

Obras:
Novelas: La mala guita (1976), Verídico informe sobre la ciudad de Bree (1985) y Tela de Juicio (1987).
Teatro: Las reglas del juego (1985) y El regreso al hogar (1987), ambas estrenadas en el Centro Cultural General San Martín.
Cuentos: Incluidos en diversas antologías de ciencia-ficción y publicados en diarios argentinos (Clarín, Página/12) o en revistas como El Péndulo y Minotauro.
Divulgación científica: De las Tortugas a las estrellas (1995), La evolución (1995) [1], El Big Bang (1995) [1], Dioses y demonios en el átomo (1996), Curiosidades del Planeta Tierra (1997), La relatividad del movimiento (1997) [1], Curiosidades de la ciencia (2000), Diez teorías que conmovieron al mundo (I y II) (2006) [2], El café de los científicos, sobre Dios y otros debates (2006) [3], El café de los científicos (II), de Einstein a la clonación (2007) [3], La leyenda de las estrellas (2007), Lavar los platos (2008) [4], Los mitos de la ciencia (2008), El último café de los científicos (2011) [5], Historia de las ideas científicas, de Tales de Mileto a la máquina de Dios (2014) [6].  
Además de los libros, su divulgación científica se completó con notas, columnas y reportajes en varios periódicos. En Página/12, fue director del suplemento de ciencias Futuro, y autor de decenas de contratapas de una original concepción en la comunicación de ideas científicas. Realizó programas en las radios Municipal y Rivadavia, de Buenos Aires. Fue también guionista del ciclo televisivo “Ciencia y Conciencia” (Canal 13, 1989).
Inspiró y condujo el ciclo “Universo Científico” producido por el Ministerio de Ciencia y Tecnología de la Provincia de Córdoba y la Universidad Nacional de Córdoba, que se emitió por el Canal 10 de esa Universidad.
En 1996 escribió una Agenda Científica y la serie de fascículos Un viaje por el universo, ambos editados por el diario argentino Página/12.
Premios: Recibió dos diplomas al mérito de la Fundación Konex: Mejor Figura en la Ciencia-Ficción (1994) y Mejor Figura de la Última Década - categoría Comunicación - Periodismo Argentino (1997).

Referencias:
[1] Para niños.
[2] En coautoría con Esteban Magnani, publicado en España bajo el título Así se creó la ciencia.
[3] En coautoría con Martín de Ambrosio.
[4] En coautoría con Ignacio Jawtuschenko.
[5] En coautoría con Javier Vidal
[6] En coautoría con Nicolás Olszevicki e ilustrado por Milo Lockett. Se trata de una compilación de una colección de cuarenta fascículos de Página/12 publicada desde el 10/10/2012 al 24/7/2013, que desarrolla una historia de la ciencia y sus principales postulados, y propone ser la "primera historia general de la ciencia ensayada en la Argentina en la última media centuria".

Currículo de Héctor Zabala en Suplemento de Realidades y Ficciones Nº 75:


  
NUEVO POEMARIO DEL ARGENTINO LUIS RAÚL CALVO
Luis Benítez ©


Deconstrucción de los rostros y otros poemas
de Luis Raúl Calvo (Ediciones Generación Abierta, 
Buenos Aires, Argentina, 2019)



Luis Raúl Calvo
Los veinticinco poemas que integran este último poemario de Luis Raúl Calvo están divididos en dos secciones: Deconstrucción de los rostros, que incluye a quince de ellos, y la titulada Otros poemas, que suma una decena.
Un aspecto los relaciona y otro los separa.
El primero es el lenguaje empleado por el poeta, bien conocido por quienes somos sus lectores desde hace años. Me refiero a la manera directa que tiene Calvo de comunicarse con quien lee, engañosamente simple, para encubrir y por ende, hacer así más efectiva la comunicación de núcleos de sentido más complejos. 
El registro puede ir desde lo confesional y anecdótico hasta el matiz de la evocación culta, pero en este caso invariablemente subrayando lo que en común con todos los hombres tiene esta última. El recurso mencionado abunda en Deconstrucción…, donde los iconos culturales impregnantes, la mención a figuras de la pintura y la literatura occidentales no invade con su prestigiosa referencia el discurso, sino que alude a aspectos de la experiencia emotiva y conceptual que tienen en esos nombres —Van Gogh, Gauguin, Artaud— una referencia directa. El poeta desglosa luego este aspecto y nos muestra en sus versos cómo el sufrimiento, la creatividad, el dolor, la angustia, las iluminaciones, que corresponden a la vida de todos y cada uno de los hombres, si bien brillan reconocidamente en esos nombres que él menciona, son en verdad patrimonio de toda la humanidad, resultado de la experiencia tanto general como individual, que en estos poemas se combinan.
El aspecto que separa a este grupo de textos de aquellos que componen la segunda sección, la titulada Otros poemas, es que en esta el tono se vuelve más intimista y hasta aborda el recurso de lo paracoloquial, con singular destreza, vamos a remarcar, por ejemplo en el poema Reencuentro.
Desde luego que estas superficiales aproximaciones no agotan todo lo que podemos decir acerca de este poemario, sino que son apenas una introducción, una invitación a leer, que extendemos al lector.

Así escribe Luis Raúl Calvo

Generación Abierta: Treinta años

Tal vez acaso, nos reconoceremos
en las imágenes del tiempo
como una vaga sombra que cubrió
los anchos mares del Atlántico.
Una cruel ironía: las páginas amarillas
serán sólo eso, un reflejo certero
de que hemos vivido el ocaso
de un sueño, la fragmentada realidad
de una vieja utopía, el deseo recobrado
en las antiguas musas del Olimpo.
Muchos ya han partido para reencontrarse
en otros ríos, en otras regiones del alma,
la pasión de la sangre no invade territorios
que separen lo que la belleza une en el silencio.
Quedarán las palabras, sí, al menos
las palabras, desoladas voces de la memoria,
de la fugacidad, del olvido.

Currículo de Luis Benítez en Suplemento de Realidades y Ficciones Nº 64:


  
PRÓLOGO A EL DESENCANTO DEL DELIRIO,
POEMARIO DE CARMEN ÁLVAREZ
Anna Rossell ©





VIVIR A MUERTE

Dicen que la escritura tiene, entre otras, una función catártica. Si esta afirmación es válida en general, mucho más aún en el caso de la poesía, que en su calidad de género intimista propicia más todavía esta posibilidad. El poemario de Carmen Álvarez es una prueba fehaciente de ello.
Carmen Álvarez
El desencanto del delirio, el primero que publica la autora, es un grito desgarrado desde lo más hondo del alma, una exhalación de dolor y rabia largo tiempo contenida que la voz poética libera ahora para redimirse a sí misma. Sin embargo su escritura no agota aquí su gesto, hay en sus poemas, además del ademán de conjuro, la intención de conminar a los lectores a la acción.
Dividido en dos partes, I Muerte al desencanto —poemas dedicados al dolor del mundo— y II Muerte al delirio —producto del tormento personal por el desamor—, El desencanto del delirio es, como los títulos indican, una declaración de guerra a las causas del sufrimiento, un llamamiento a la rebeldía, un emplazamiento al inconformismo ante la agresión en lo social y en lo personal. Denominador común de ambas partes es la negativa de la voz poética al inmovilismo, a dejar que los embates de cualquier naturaleza minen lo que claramente la voz poética considera la dignidad humana.
Así su poesía es a la vez una redención y una denuncia, una acusación de culpabilidad hacia aquellos que, cruzados de brazos e impasibles, permiten el mal y la injusticia, un revulsivo para apaciguar el desconsuelo, pero ante todo para propiciar la actuación como autodefensa para vivir dignamente. Pudiera decirse que el credo que emana de estos poemas es la profunda convicción de que no existe el destino, la seguridad de que solo la actuación del ser humano hace el mundo y la vida como son. Así hay una reclamación implícita a la intervención, una exigencia de la actuación de todos ante la humillación y los desmanes en lo social y la exhortación a vivir el amor, como paradigma de la vida, con la intensidad que reclama y merece, en lo particular. Ambos planos en estricta coherencia con la unidad del alma, pues se nos anuncia: No vale la vida sin vivir a muerte (I, 2).
Paradójicamente, en lo formal la voz poética solo adopta excepcionalmente el imperativo, la amonestación o la increpación, antes bien echa mano de la fina observación para hacer inventario de un malsano estado de cosas que amenaza con arruinar lo más preciado de la existencia humana: Almas atormentadas comen / asfalto como manjares. / Perdón, no tengo tiempo / para que me robes. / Ni para besar a mis hijos, / ni para ayudar a la anciana, / ni para sentirme vivo. / El reloj me estrangula, / me separa de todo (I, 1). Los versos son a menudo sentencias que ponen al descubierto las causas del malestar del mundo, la voz deviene contundente acusación para señalar a los culpables, que saben cómo amasar fortunas a costa de otros o vivir en su campana de cristal sin injerencias contribuyendo a perpetuar un despiadado statu quo: […] / No suda el rico su comida / ni el cardenal su sotana, / llora el sol, injusto brillo (I, 3) y, como ya hiciera Gabriel Celaya, declara la poesía un arma cargada de futuro: Coetáneos en avance hacia el futuro mimado, / armados con versos, metralla en sus manos. / Tomaremos lo nuestro, África grita en pie, / sin pedirlo, pero merecido, / sin llorar lo que hubo detrás (I, 6). O bien: Masticamos las palabras de carne / luchando por y contra las ideas. / Delirios de muerto nacen / comiendo sien y boca. / Rendirse es cosa de mudos (El poder de la palabra, I, 13). El lamento ante la evidente injusticia: Tanta miseria en un fuego / al que nadie manda agua / […] se convierte en ansiado anhelo: […] / Que vuelque este mundo / desigual, injusto, hambriento, / totalitario, racista, / amargo, / misógino, duro y cruel (I, 8).
La voz poética se manifiesta especialmente sensible a la desigualdad y al sufrimiento que provoca la concepción patriarcal del mundo, un tormento vivido en carne propia, contra el que se revuelve y defiende encarnizadamente: […] / No callarán nuestros ojos, es el despertar. / Miserable mundo patriarcal, somos más fuertes. / Olvidaron nuestra alma, rancia Iglesia hipócrita. / Olvidaron nuestros pechos, amamantando tabú. / […] (I, 9). Y señala los verdaderos y encubiertos propósitos de su ideario: […] / y la mierda deforme / del violento crece / maltratando el vientre. / Queréis esclavas, no madres, / queréis sumisas a las mujeres, / queréis nuestros rojos sueños/abortados en vómito represor. / No callaremos nuestros ojos (I, 16).
El decidido compromiso social que refleja la poesía de Carmen Álvarez no se deja obcecar por la fácil y antipoética vía de lo panfletario; su desconsuelo y su ira no provienen de lo ideológico que ha perdido de vista el origen de la desazón, sino que bebe directamente de la fuente que la provoca: el sufrimiento de esa humanidad en la que el sujeto poético se refugia en los momentos de desánimo para no rendirse: […] / Los sueños se apoderan de esta mente, / de esta criatura verde de la madre tierra. / Maldita utopía, tan lejos de las manos. / No te tocaré ni presente bajo mis pies. / Alcanzo ilusiones con los ojos, / perdida en el abrazo de la vida. / Encuentro sosiego en los rincones del ser (I, 11). Sabedora de la importancia de lo que está en juego, su empeño es tenaz en pos de la utopía: […] / Alcanzaremos la luz de cualquier soñado amanecer, / perseguiremos con tesón lo que nos debe la historia / […] / sangra este mundo lleno de esclavos. / Quiero ver llorando a la avaricia / […] / Saquemos a la libertad de su escondite. / Valemos más que nuestras cadenas (I, 14).
Sin embargo el carácter combativo de la voz poética no se agota en lo social. En congruencia con su anunciada exhortación a vivir la vida a fondo también alcanza lo personal. Su incondicional entrega le proporciona la felicidad más sublime o la sume en la desdicha más honda, propicia las experiencias más extremas. Así en Muerte al delirio —un canto a la excelsa felicidad que proporciona el amor en comunión (Entretejer el llanto / y acariciar, de común / acuerdo, la compañía, II, 5) y donde se manifiesta el suplicio de quien aspira a él y no lo alcanza—, la voz manifiesta la fragilidad a la que se expone aquel que está dispuesto a darlo todo y busca su alma gemela: Y veo porque te miro, / y siento porque me hieres, / y mi aliento es sufrimiento. / […] (II, 1). Y también en el terreno íntimo de lo más íntimo sabe de la dificultad que entraña su exigencia: Dibujan mis sueños / todas las caricias del desierto, / inventos contra Tánatos, / sorbos de tiempo huido / […] (II, 4) y el suplicio que entraña la búsqueda: […] / Y vivo en cada cruz / sin aliento, heridas y sed (II, 7). Una búsqueda de cuya culminación depende la vida de la persona amante cuando no es correspondida: Has robado mis ojos y sueñan tu figura. / Increíble destreza esquiva la piel. / Sin sentir el alma desaparece. / Abismos de desesperación son deseo, / agonía del abrazo sin fondo, / […] (II, 8).
En el trato del tema amoroso Carmen Álvarez combina la ternura con el erotismo y es en esta conjunción donde su pluma logra su mejor poesía: […] / No hay flor que no ondee / al viento en la tierra / de mis pechos ardiendo. / […] (II, 9), o bien: […] / Sigue mi lengua tu rastro, / sigue la libertad rebelde en su nicho, / […]. / Aprenderás a amar sin asfixia, / llena de clímax y humedad (II, 10). Pero el apasionamiento de la entrega en la utopía amorosa no ignora el peligro que conlleva la obsesión: la pérdida de la libertad, el bien más preciado: […] / Maldito Cupido haces víctimas / con tu eterno amor romántico / […] / No prometo hacerte el amor dos veces. / Tienes que darme lo que espero: / contagiarme de tu risa, / avanzar creciendo hacia dentro, / empaparte todos los días, / beber de mis sueños, / […]. Y en el ejercicio de esta sagrada libertad y en absoluta coherencia con la valentía y la combatividad de su voz poética, arremetiendo contra todo tabú, prosigue: decirme que todo sobra menos nosotras… (II, 15)



EL REALISMO DE LA POESÍA
Anna Rossell ©

Cise Cortés
Poemas de madrugada,
Amazon, KPD, 2015

Cise Cortés
En la poesía de Cise Cortés, al igual que cuando leemos sus novelas, la primera cualidad que se percibe es la sensible capacidad de observación de la autora, que sabe ver detrás de los pequeños detalles físicos de las personas y los objetos todo un mundo, un mundo que deja de ser físico; en el caso de las personas es el mundo interior, aquel que nos acerca y nos descubre su alma, su sufrimiento, sus temores, su malestar o su felicidad; en el caso de los objetos —de las cosas inanimadas— es el mundo que se desprende de la relación de estos objetos con las personas con las que entran en contacto.
Ya en su primer poema, un poema impactante que nos sensibiliza sobre la práctica de los matrimonios forzados de niñas en muchos países, tenemos en muy pocas líneas un ejemplo de estos dos aspectos cualitativos que acabo de mencionar. El poema comienza así:
No vistas a la novia. / No, déjala que juegue un poco más. / Deja que sus manos recorran / el cuerpo roto de su muñeca, / el barro amargo / con el que quiere alimentarla. / [...] (La novia)
En los dos primeros versos la voz poética ya nos ha puesto en situación, ya nos ha resumido el momento en que se encuentra la protagonista del poema y con “déjala que juegue un poco más” ya nos queda clara la mirada crítica de la voz poética hacia esta boda que trunca una niñez que se encuentra en pleno desarrollo y que alguien está a punto de cortar de raíz. Por otra parte, el recorrido de las manos de la niña por el cuerpo de la muñeca hace patente que su muñeca tiene “el cuerpo roto” y que su alimento es “barro amargo”, lo cual nos vuelve a poner en situación solo con dos o tres palabras, que tienen la prerrogativa de decir entre líneas mucho más de lo que parecen decir: “barro amargo” nos transporta a los barrios más pobres de una ciudad o de un pueblo, a calles sin asfaltar en las afueras suburbiales donde se acumula la pobreza. Pero, además, este barro es “amargo” y es el alimento con que la niña nutre a la muñeca.
Esta capacidad de expresión sucinta en su poesía, pero también en la prosa, como ya decía, esta capacidad de concisión es una de las cualidades que creo que hay que destacar en primer lugar de Cise Cortés. Y no es una cualidad cualquiera. 
Esta muestra del primer poema, que abre un libro de 34, es característica no solo de su estilo, sino también de las temáticas que interesan a la autora, que tiene una profunda conciencia social; su mirada no es introspectiva, es una mirada que se proyecta hacia afuera y descubre los pequeños detalles que observan y denuncian la injusticia y el sufrimiento de la gente humilde, o que observan y denuncian el sufrimiento a secas, pero siempre el sufrimiento de otras personas.
En este sentido es claro que a la voz poética le gusta la descripción: predominan los títulos que lo demuestran: La novia, Regina, Estella, El cortejo, Mujer azul, Plaza, Ermita, Pueblo, Lorca, Pablo, Mendigo, indigente, Viejo, entre otros. En el poema Estella, que la autora escribe con el registro de un cuento infantil o una fábula, leemos: 
Érase una vez / una viejecita en Buenos Aires / que sola deambulaba por las calles. / Su corta figura / achatada por los años / se veía con frecuencia / descansando en las aceras / [...] (Estella)
O bien este otro poema, Mujer azul, que la voz poética termina con una contundencia inclemente, para transmitir la dureza del sentimiento de la mujer que protagoniza el poema:
Te escucho susurrar / con voz deshilachada / evitando despertar / un campo de amapolas. / Tu párpado pintado / habla por tu boca / y anuncias tormentas / interiores. / Porque todo te delata, / tu pelo enmarañado / tus uñas vagas y escondidas / y ese sentir hondo / y partido / sin fin y sin remedio. (Mujer azul)
Y aún otra muestra muy zahiriente: este poema tan sobrecogedor, titulado Son de la noche:
De la noche. / Los hijos son de la noche / y del lento amanecer. / [...] / Han entrado en la legión / de aquellos que se emancipan/con los bolsillos rotos / en suburbios / donde encuentran / todo lo que buscan. / Son de la noche, / y las madres se resisten / y lloran abrazadas en las esquinas / donde miran / el lento amanecer / en el que sus hijos viven. (Son de la noche)
Al igual que puede afirmarse de su primera novela, Pobreza, yo diría que la poesía de Cise Cortés tiene una gran tendencia al realismo como corriente literaria. En uno de los poemas se manifiesta este realismo de manera extrema, cuando la autora hace desaparecer la voz poética objetivadora y deja hablar directamente al personaje; me refiero al poema titulado Locura, en el que leemos solo la voz que supuestamente desvaría, haciendo una radiografía de la locura misma:
¡Vamos! / Vamos deprisa. / ¡No quiero que me toques! / El pájaro se ha ido. / ¡Vamos! / [...] (Locura)
También la descripción de lugares da a entender esta sensibilidad hacia los escenarios humildes que acogen personas humildes. Cuando describe El cortejo nos sentimos directamente trasladados a un lugar abandonado, marginal, austero, excluido y baldío, donde las personas que componen el cortejo fúnebre son espectros que llevan el peso de la dureza de su historia a las espaldas. Leemos:
Cuando el viento / barre los caminos / y el polvo se adhiere a la piel / como el cemento, / tras los árboles, / aparece el lúgubre cortejo. / Son mujeres oscuras / con pechos desgarrados / y anchas caderas paridoras. [...] (El cortejo)
Incluso cuando el poema se concentra en la descripción de un lugar, las personas que forman o habían formado parte de aquel paisaje toman un protagonismo indirecto fundiéndose con este paisaje. La voz poética lamenta el abandono del campo, la decadencia del mundo rural:
Pueblo de luces amarillas. / Todo en ti rezuma / historia de otro tiempo. / Han desaparecido / el pastor y sus ovejas, / de tus montes, el esparto; / de tus campos, / el olivo./ [...] (Pueblo)
O bien cuando habla de Lorca, el pueblo de Murcia que la autora conoce bien:
Lorca trémula y agrietada / como si una vejez prematura / hubiera devastado / tus jardines y palomas. / Tus balcones se desploman / al igual que tus iglesias, / pero el hombre te apuntala / con maderas y con rezos. / [...] (Lorca)
Los poemas de Cise Cortés cuentan historias duras, historias penosas que nos golpean porque están escritas para golpear al igual que golpearon la autora.
Pero, si bien ésta es la tónica predominante en este breve poemario, los registros poéticos que nos ofrece Cise Cortés no se agotan aquí. La voz poética también da a conocer una vertiente reivindicativa de cualidades humanas o de condiciones que cree necesarias para la vida y entonces lo hace en primera persona:
En el poema titulado Tesoro leemos:
Si encontrase una lámpara maravillosa / [...] / pediría al genio que la / habita / un único deseo. / [...] / Sólo pediría un sueño: / despertar en brazos / de la curiosidad. (Tesoro)
O bien este otro, titulado Yo no quiero:
Yo no quiero divorciarme de la vida, / la fragancia de la rosa / es más intensa / en contacto con su espina. / [...] / Quiero el trueno / y el relámpago / para saborear / la calma y el silencio, / y el dolor / y la traición / ¡también los quiero! / [...] / porque yo no quiero divorciarme de la vida... (Yo no quiero)
Como también practica un registro de carácter más filosófico cuando a su cualidad descriptiva añade la de la reflexión, tal como vemos en el poema Islas, donde observa el absurdo y el anonimato de la vida en la gran ciudad:
Vivimos en una isla / de hormigón / de la que nadie / puede redimirnos. / [...] / todos sabemos / que esta isla está blindada / y nuestros brazos / no resisten / largas travesías. / Por eso preferimos / andar descalzos por sus / playas / a pesar de que sangren / nuestros pies / y el sol se oculte triste. (Islas)
El poemario se puede adquirir en Amazon, en versión electrónica.

Currículo de Anna Rossell en Realidades y Ficciones – Revista Literaria Nº 11:
  


STEINBECK, ¿EL MENOS MALO?
Arturo Zafra Moreno ©

A menudo se piensa que un escritor, lo que más quiere sobre todas las cosas, más que cualquier otro impulso o anhelo, es ganar el Premio Nobel. Si una persona decide cometer la locura de dedicarse a la escritura, 'debemos' dar por sentado que aspira a ganarlo y que acaba de emprender el viaje cuyo único fin es ese. Se le considera el mayor galardón posible, el cenit del triunfo en las letras, el mayor prestigio como escritor de culto; colocar un pie en la historia. Y, en cierto sentido, es así. En líneas generales, estemos de acuerdo o no con las decisiones de la Academia Sueca, los galardonados han sido, y son, figuras clave de la literatura, irrevocables y bien situadas para la eternidad.
Sully Prudhomme
El primer laureado con el Nobelpriest (en sueco), en 1901, fue el francés Sully Prudhomme, y dudo que en su momento fuera consciente de la importancia que alcanzaría el conseguir dicho premio. Desde entonces, 114 personas han sido las beneficiadas con dicho honor. Es una cifra significativa, no nos cabe duda, pero por lo escueta que es. 114 escritores, poetas y ensayistas a lo largo de más de un siglo de galas y ceremonias. Tengamos en cuenta que, por ejemplo, en una gran ciudad pueden cohabitar, fácilmente, más de tres mil escritores, manteniéndonos al margen de la longevidad de sus trayectorias y los reconocimientos de las mismas. Sin duda, se trata de una selección muy estricta y bien destilada. Además, a eso le sumamos que, tras los escándalos sexuales acaecidos recientemente en el seno del Comité Nobel, este año debemos dejar de contar y esperarnos al 2019 para saber quién será el beneficiado número 115.
Bob Dylan
Siempre ha habido casos en los que cierta parte de la comunidad académica internacional se ha escandalizado o molestado por los resultados; basta con recordar, retrotrayéndose solo un par de años, cuando la Academia dio a conocer, el día 13 de octubre, que el ganador del Premio Nobel de Literatura de 2016 era el músico estadounidense Bob Dylan, «por haber creado una nueva expresión poética dentro de la gran tradición estadounidense de la canción». Los eruditos de medio mundo se retorcieron en sus sillones ―se calcula, según “estudios independientes”, que los comercios minoristas dedicados a la reparación y venta de pipas para fumar percibieron un 34% más de beneficios en las horas posteriores de saberse la noticia―. La tradición dicta que la entrega de premios debe realizarse el 10 de diciembre del mismo año, ceremonia a la que el compositor no pudo asistir debido a que «otros compromisos no lo hacían imposible». Finalmente, el primer día de abril del 2017, en un encuentro íntimo y sin despliegue de medios de comunicación, Dylan recogió su medalla, diploma y sus más de 900.000 euros (8 millones de coronas suecas), cantidad con la que está dotada el galardón. Y así, Bob Dylan se convirtió en el 12º estadounidense en ganar el Premio Nobel de Literatura ―y las ópticas, por primera vez en el siglo XXI, se encontraron envueltos en un déficit de monóculos―.
Pero este caso no fue el único en el que un estadounidense suscitó acalorados debates y controversias. Vayamos al Nobel de 1962; John Steinbeck.

John Steinbeck: vida y obra
John Steinbeck
John Ernst Steinbeck Jr. (Salinas, California, 27 de febrero de 1902; Nueva York, 20 de diciembre de1968), nació en el seno de una familia humilde. Su padre, John Ernst Steinbeck trabajaba como tesorero en el Condado de Monterrey, y su madre, Olive Hamilton, era maestra de primaria, y fue la que incentivó la pasión por la literatura a su hijo.
El entorno rural y los continuos trabajos en ranchos y campos que desempeñó sirvieron de gran inspiración para Steinbeck, puesto que fue testigo de primera mano de las duras condiciones de vida a la que estaban sometidos los trabajadores. Estas imágenes son recurrentes en sus novelas y cuentos.
En 1919 ingresó en la Universidad de Stanford, donde cursó estudios literarios y, ocasionalmente, biología marina. En 1925 abandonó la universidad, sin que llegase a finalizarla con éxito, y se traslada a Nueva York, con claras intenciones de escribir y vivir de ello, viéndose obligado a alternar diferentes trabajos. En 'la Gran Manzana' trabajó como escritor independiente para el periódico New York American, el cual acabó despidiéndole. Al año siguiente volvió a su California natal para dedicarse de lleno a la literatura.
En 1927 publicó su primera novela, La taza de oro, en la que narra la vida y ¿obra? del bucanero Henry Morgan, sin cosechar mucho éxito. Pero la fama se elevó y consolidó gracias a la desternillante novela Tortilla flat (1935), por la que ganó La Medalla de Oro a la mejor novela escrita por un californiano. Esta novela fue acogida con entusiasmo, ya que despertaba ―y despierta― grandes momentos cómicos y refrescantes; momentos realmente necesarios durante aquellos años debido a la gran depresión que atormentaba a la sociedad norteamericana. Pero el estilo y la intencionalidad afable que ofrecía no fue lo que más le caracterizó posteriormente. A su obra se le suele atribuir el término de realismo social, debido a las temáticas escogidas, con recurrentes críticas a las graves injusticias y la pobreza que padecían ―y padecen― los trabajadores de la industria agrícola, como demostró en En lucha incierta (1936), donde novecientos trabajadores se alzan en una encarnizada huelga contra los abusos de los terratenientes. En 1937 publicó la que sería una de sus novelas más reconocidas; De ratones y hombres. Considerada una «pequeña obra maestra», en parte debido a su corta extensión (apenas 80 páginas).
El prestigio le llegó con su novela homónima y más conocida ―y más extensa―; Las uvas de la ira (1939); protagonizada por la familia Joad que, debido a la colosal sequía denominada Dust Bowl, se ven obligados a trasladarse de su original Oklahoma a los ranchos de California. Esta novela resultó ser una verdadera epifanía, abriendo los ojos a toda la población estadounidense ante una realidad desconsoladora; las dificultades de las víctimas de esta etapa oscura de los años 30, y la poca empatía que mostraban algunos poderosos. Las polémicas que generó fueron proporcionales a las alabanzas y elogios recibidos. El biógrafo Jay Parini lo describió como «uno de los grandes libros enfadados». En 1940 recibió el premio Pulitzer de novela.
Ese mismo año se embarcó en una expedición por el golfo de California, junto a Ed Ricketts, biólogo marino y amigo íntimo del autor. De ese viaje nacieron dos libros: Sea of Cortez: A Leisure Journal of Travel and Research (1941) y The Log from the Sea of Cortez (1951). En 1942 escribió La luna se ha puesto, novela que se centra en la resistencia de un pueblo noruego ante la ocupación de la Alemania nazi. Por dicho libro fue condecorado, en 1945, con la Cruz de la libertad de Haakon VII. Dicha medalla se estableció ese mismo año y Steinbeck fue el primero al que se le otorgó.
En 1943 fue corresponsal durante la II Guerra Mundial, de la que regresó con varias heridas de metralla y un profundo trauma psicológico. A su regreso, colaboró con Alfred Hitchcock, escribiendo el guión para la película Náufragos. Más tarde, al ver la película ya rodada y el resultado final, solicitó que se eliminase su nombre de los créditos, al considerar que la película tenía elementos xenófobos.
A estas alturas, muchos de sus libros habían sido adaptados al cine, con excelentes resultados. Cabe destacar algunas de esas películas: en 1939, Of Mice and Men, dirigida por Lewis Milstone y protagonizada por, entre otros, Burgess Meredith. En 1940, Las uvas de la ira, dirigida por John Ford y protagonizada por Henry Fonda; película ganadora de dos premios Óscar y que, en 1989, fue considerada «cultural, histórica y estéticamente significativa» por la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos, por lo que fue seleccionada para su preservación en el National Film Registry. En 1942, Tortilla Flat, dirigida por Victor Flemming y protagonizada por Spencer Tracy; sin tanta notoriedad como las anteriores, logró una nominación al premio Óscar al mejor actor secundario por la actuación de Frank Morgan.
Con tantos éxitos cosechados no era de extrañar que, en 1947, Steinbeck escribiera la novela La perla, ambientada en México, con un ojo puesto en la gran pantalla. Ese mismo año se rodó la película, convirtiéndose en la primera película en lengua hispanohablante en ganar un Globo de Oro (mejor fotografía), ganando la Mención como la mejor contribución al progreso cinematográfico en el Festival de Venecia, y siendo galardonada con cinco Premios Ariel.
En el viaje a México, con motivo del rodaje de dicha película, Steinbeck se inspiró para la elaboración de un guión basado en la historia del líder revolucionario Emiliano Zapata. De ahí surgió la famosa película, hito del cine, ¡Viva Zapata! (1952), con Marlon Brando encarnando el papel protagonista. Ese mismo año publicaría Al este del Edén, nuevamente llevada al cine por Elia Kazan, director de la película anterior.
La fama y prestigio del autor se encontraba en declive por aquel entonces, ya que con cada nueva publicación los críticos consideraban que su estilo y calidad literaria había disminuido notablemente, y que sus únicas obras buenas fueron las creadas durante la década de los 30 y 40, y con suerte los 50. Al menos, eso es lo que señalaron cuando, en 1960, publicó su libro de viajes titulado Travels with Charley; en el que narra el recorrido que hizo por todo el país de Estados Unidos subido a un pequeño camión y con la única compañía de un caniche, Charley. Las críticas no hicieron más que endurecerse cuando, en 1961, publicó El invierno de nuestro descontento.
En 1962, la 'ira' acumulada por los más críticos dio sus frutos, cuando la Academia Sueca soltó la noticia de que John Ernst Steinbeck Jr era el ganador del Premio Nobel de Literatura.
El 20 de diciembre de 1968, seis años después de haber ganado el Nobel, murió de cáncer de pulmón, debido a su adicción al tabaco.
En total escribió más de 27 obras, concretamente: 6 libros de no ficción, 5 conjuntos de relatos y 16 novelas. Considerado uno de los mayores novelistas norteamericanos del siglo XX, junto a sus contemporáneos Ernest Hemingway (1899-1962), William Faulkner (1897-1962), y su 'predecesor', Sinclair Lewis (1885-1951).

Proceso de elección del Nobel de Literatura:
Alfred Nobel
Antes que nada, pongámonos en situación, haciendo un breve recorrido por el procedimiento llevado a cabo para determinar al ganador del Nobel de Literatura.
La Academia Sueca de la Lengua consta de 18 miembros, de los que 5 son elegidos para conformar el denominado Comité Nobel, que serán los que tengan la obligación de estudiar a fondo cada una de las candidaturas y tendrán la última palabra a la hora de su elección. Además, dentro de sus obligaciones y normas, existe la que les prohíbe hablar sobre las elecciones y todo el proceso, debiendo guardar el secreto y cualquier otra información sensible al respecto durante, al menos, 50 años.
En septiembre del año anterior al premio en cuestión (como en este caso, que sería el mes de septiembre de 1961), la Academia envía invitaciones por carta a unos 600-700 individuos, organizaciones y demás entidades. Igualmente, a pesar de no haber recibido dicha invitación, dejan las puertas abiertas a que cualquier persona u organización pueda tener voz y opinar, siempre y cuando cumpla alguno de estos requisitos:

• Pertenecer a la Academia Sueca de la Lengua u otra organización similar.
• Haber sido galardonado con el Nobel.
• Ser presidente de una sociedad de autores que represente la creación literaria de un país.
• Ser profesor de Lengua o Literatura en una universidad.

En España, por ejemplo, la Real Academia Española (RAE) tiene la potestad para poder enviar su lista de candidatos.
Todos los invitados tienen hasta el 31 de enero para enviar su lista.
Una vez la Academia Sueca ha recibido todo el material, se dispone a estudiar las propuestas y, por votación de todos los académicos, de todos los nombres propuestos deben realizar una lista de entre 15 y 20 escritores. Este proceso puede llevar más de dos meses; hasta abril, más o menos. Después, de esa lista, se vuelve a examinar, esta vez con mayor atención, toda la obra de los elegidos, hasta que seleccionan a 5 aspirantes. Tienen hasta mayo para realizar esta preselección.
Durante los meses de verano se vuelven a estudiar las candidaturas, hasta que, en septiembre de ese mismo año se elige al que, finalmente, será el ganador del Nobel.
En octubre se hace pública la noticia, y avisan al ganador solo unas horas antes, para que se prepare para el aluvión de entrevistas que se le avecina. El resto, los 'finalistas', e incluso las personas cuyos nombres se barajaron desde el principio, no sabrán ni que han sido candidatos, ni en qué puesto han quedado, hasta que pasen los 50 años de obligado hermetismo.
En diciembre se hace la ceremonia de entrega de premios.

'El nobel de la ira':
En octubre de 1962, la Academia Sueca de la Lengua informó que, tras un largo período de elecciones (como hemos visto antes), John Steinbeck resultó ser ganador del Nobel de Literatura de aquel año, por «su escritura realista e imaginativa, combinando el humor simpático y la aguda percepción social». Inmediatamente, la ola de críticas y reproches cayó sobre el autor y, ante todo, sobre el Comité de los premios. Los editoriales de aquella época saltaron al instante, describiéndolo comúnmente como «uno de los mayores errores de la Academia». El New York Times, por ejemplo, opinó lo siguiente: «creemos que es interesante que el laurel no haya sido otorgado a un escritor...cuya importancia, influencia y cuerpo de trabajo ya habían causado una impresión más profunda en la literatura de nuestra época».
50 años después, en el 2012, los documentos se hicieron públicos y la polémica volvió al escenario del siglo XXI. El diario sueco Svenska Dagbladet dio la noticia y el estadounidense The Guardian terminó extendiéndola a nivel internacional. En España, por ejemplo, la noticia recibió mayor importancia por medio del ABC y su suplemento cultural.
Pero no nos adelantemos, y veamos qué fue lo que se supone que ocurrió.
Según los documentos, se seleccionaron más de 66 candidatos aquel año, de los que se redujeron 5 finalistas. De esos cinco, poco a poco se fue descartando a cada uno, por diversas razones, hasta que, por puro 'descarte', quedó solo el nombre de John Steinbeck.
Vayamos a los nombres de los candidatos y las supuestas razones por las que no fueron premiados.
Karen Blixen
En primer lugar, la candidata predilecta de muchos eruditos y algunos miembros del Comité era la danesa Karen Blixen (1885-1962), mundialmente conocida por su libro Memorias de África (1937). Su nombre ya fue propuesto en infinidad de ocasiones, sin que nunca llegase a ganarlo. Uno de los motivos principales era que, aparte de su libro más famoso, el resto de su obra era o bien escasa o, simplemente, de menor calidad. De todas formas, cabe la 'posibilidad' de que no ganase en 1962 porque, básicamente, estaba muerta desde ese mes de septiembre y, tal y como dictan las normas de la Academia, el premio se le debe entregar a una persona viva. No se descarta ninguna opción. Más tarde, el secretario permanente de la Academia Sueca, Peter Englund, lamentó que no se le hubiera entregado antes. Señaló, por ejemplo, que en 1954, cuando ganó Ernert Hemingway, ella se lo merecía más.
Jean Anouilh
En segundo lugar, otro candidato fue el dramaturgo francés Jean Anouilh (1910-1987). En este caso no se dio ningún motivo concreto para su eliminación aunque, según varios artículos, el motivo principal era su nacionalidad. No se trata de nada relacionado con el racismo; más bien, todo lo contrario. Saint-John Perse (1887-1975) ganó el Nobel en 1960 y, según el diario Svenska, Jean-Paul Sartre (1905-1980) a esas alturas ya era considerado como un candidato serio para ganarlo a corto plazo. Efectivamente, así fue; en 1964, la Academia Sueca dio a conocer que el premio Nobel de aquel año sería para Sartre. 
Jean-Paul Sartre
El filósofo, antes incluso de que fuera oficial, en respuesta a los continuos rumores, envió una carta a la institución: «Por razones que me son personales y por otras que son más objetivas, no quiero figurar en la lista de posibles laureados y ni puedo ni quiero, ni en 1964 ni después, aceptar esta distinción honorífica»; y, tras el anuncio, escribió «El escritor que acepta un honor de este tipo genera una asociación con la institución que lo ha honrado. Por lo tanto, el escritor debe negarse a dejarse transformar en una institución, incluso si esto ocurre en las circunstancias más honorables, como en el presente caso». Fue uno de los pocos casos en los que un escritor rechaza el Nobel (dos en toda la historia). A estos motivos debemos añadir que el propio Alfred Nobel (1833-1896) estipuló lo siguiente en su testamento: «Es mi expreso deseo que, al otorgar estos premios, no se tenga en consideración la nacionalidad de los candidatos, sino que sean los más merecedores los que reciban el premio, sean escandinavos o no». Sobra aclarar que estas palabras respondían a un posible impulso patriótico por parte de los delegados, para evitar que sintieran predilección por los autores suecos, aunque también sirve en este caso, si acaso fuera verdad el motivo del posible 'superávit' de escritores franceses.
Robert Graves
En tercer lugar, el poeta británico Robert Graves (1895-1985) fue descartado, según Henry Olsson, miembro del comité de aquel año, porque era, principalmente, un poeta, y no creía que un poeta mereciera el Nobel. Es de extrañar puesto que, antes del 62, varios autores con especial afinidad a la poesía habían sido galardonados; partiendo desde Prudhomme, primer laureado, y pasando por otros como William Butler Yeats (Nobel de 1923), Erik Axel Karlfeldt (Nobel de 1931), Gabriela Mistral (Nobel de 1945) o T.S.Eliot (Nobel de 1948). Además, el propio Olsson tuvo en mente al poeta Ezra Pound (1885-1972) como ganador del Nobel, aunque esa idea se esfumó al instante debido al marcado antisemitismo del autor y su afinidad con las ideas de Benito Mussolini. Para darle más complejidad al asunto, y a tenor de esto último, cabe destacar al Nobel de Literatura de 1920, Knut Hamsun (1859-1952), que durante al auge del fascismo europeo apoyaría a la Alemania nazi y escribiría lo siguiente sobre Adolf Hitler: «Era un guerrero, un guerrero para la humanidad y un predicador del evangelio sobre el derecho de todas las naciones; un reformista del más alto rango y su destino histórico fue precisamente actuar en un tiempo de brutalidad, que finalmente le hizo caer». Y ahora, súmale que, en 1943, enviara su medalla del premio Nobel a Joseph Goebbels, mano derecha de Hitler y uno de los principales promotores del Holocausto.
Lawrence Durrell
En cuarto lugar, Lawrence Durrell (1902-1990) también llegó a la lista final. Fue descartado porque consideraban que su principal obra, la tetralogía El cuarteto de Alejandría, «no era suficiente», por lo que «decidieron mantenerlo en observación para futuros premios». En 1961 ya fue preseleccionado, pero no ganó porque daba «un regusto dudoso... debido a su preocupación monomaníaca con complicaciones eróticas».
Las decisiones dudosas, los más que endebles veredictos, las conclusiones difusas, las palabras de Henry Olsson («no hay candidatos obvios para el Premio Nobel y el comité del premio se encuentra en una situación poco envidiable»),o las de Änders Österling, secretario permanente de la Academia («entre Graves y Steinbeck, creo que la elección es muy difícil: Graves es el más viejo y, al mismo tiempo, menos destacado, mientras que la reputación de Steinbeck es, por supuesto, más popular... Sin embargo, dado que la candidatura de Steinbeck parece tener más posibilidades de obtener un apoyo incondicional, me considero libre de darle prioridad»), han hecho que, actualmente, se considere que John Steinbeck, ganador del Nobel de 1962, lograse la victoria por el mero hecho de ser «el menos malo».
¿Tú qué opinas? ¿De verdad crees que era un premio inmerecido?
Yo, por mi parte, prefiero quedarme con estas palabras:
La Literatura no se promulgó por un pálido y estéril ministerio crítico que canta letanías en iglesias vacías, ni es un juego para elegidos, mendicantes o fanfarrones de anémica desesperanza. La literatura es tan vieja como el discurso; creció fuera de toda necesidad humana, y no ha cambiado excepto para ser más necesaria. Los poetas, los escritores no están aislados ni son exclusivos. Desde el principio sus funciones, deberes y responsabilidades han sido decretadas por nuestra especie.” (Fragmento del Discurso de John Steinbeck al recoger el Premio Nobel de Literatura de 1962)


Currículo de Arturo Zafra Moreno en este Nº 39 de Realidades y Ficciones – Revista Literaria.


  
CARACTERÍSTICAS DEL ESPACIO DEL CONFLICTO PERMANENTE DE LA FELICIDAD HUMANA EN EL COMPORTAMIENTO DE ALGUNOS PERSONAJES
Yubraska del Carmen Herrera Diamónt ©

Toda sociedad es heterogénea sometida a leyes y reglas universales que permiten que cada círculo social estén conectados entre sí. Sociedad es el compendio de naciones, personas, seres, etc., que viven tras leyes comunes, que les permiten desarrollarse, dar y reconocerse en un espacio de “respeto”. Vivir en sociedad, es saber que la vida se vive con los demás. Vivir con los demás quiere decir compartir una serie de fines culturales, recreativos, benéficos, deportivos, económicos, generales en sí, que van moldeando al ser humano en su entorno. Sin embargo, no siempre los parámetros sociales son respetados y acatados. Hay pueblos que se sublevan, con causa o sin ella; el gran alentador de la rebeldía social es un dios nada divino, porque es totalmente mortal y creado por la sociedad; ese dios es conocido como “dinero”, este puede facilitar las transformaciones personales, pero no resuelve las tensiones en las relaciones humanas, al contrario las complica aceleradamente de forma negativa casi siempre. El dinero proporciona felicidades efímeras, aun así quien lo posee desea más y más porque es un aditivo demasiado atractivo y persuasivo.
Puesto que, el dinero es generador de grandes cambios, que cuando se dan por la ceguera o ignorancia de las formas, conlleva a la decadencia del ser. Pues, con el dinero se pretende muchas veces suplantar el verdadero camino hacia la felicidad o ágape del alma. Ese suplantar sin conciencia, genera fragmentación social. En donde todo cae y se deforma, como los valores humanos. Hay que estar claros, que una civilización sin valores se centra en el “tener”, en el vivir superficialmente, en el arraigo a los intereses personales, a relaciones interesadas, a la explotación, al condicionamiento, al consumo desconsiderado, a una seriedad fingida, a la humillación del prójimo, a la búsqueda de empleos basados en “ser alguien”, y por supuesto a ser payasos del gran circo social esclavizado por el “dinero”.
Tal fragmentación es muy bien capturada por la lupa literaria; puesto que la literatura es un sistema que genera o traduce sentidos mediante una interacción lingüística, y parece tomar escenas de la realidad social para darles vida con la magia narrativa. En ella se desprenden en metáforas miméticas, maravillosas desrealizaciones del mundo real.
Ahora bien, un ejemplo de fragmentación del ser tras la búsqueda de la felicidad, está planteado en la novela Delirio. En donde se da un diálogo entre vencedores y vencidos del monstruo social comandado por el dinero. Allí, el ser humano busca la felicidad como el mayor bien conocido, aunque por caminos que algunas veces los hacen volverse presa fácil de la nada, del caos, de la sed de poder. Lo más impresionante, es que Restrepo, tras un juego verbal describe en un pequeño escenario como lo es la sociedad colombiana, la corrupción y malversación de la sociedad universal, entendiendo que, Colombia representa el mundo en Delirio.
[…] estos de la DEA son más podridos que cualquiera, y no sólo Silver se me ponía en cuatro patas sino todos ellos, campeonazos de la doble moral, y también tu padre y tu hermano Joaco, y no vayas a creer que no, porque si antes eran ricos en pesos, fue él, el Midas McAlister, quien les multiplicó las ganancias haciéndolos ricos en dólares, que si por algo lo llaman el Midas es porque todo lo que toca se convierte en oro (Restrepo, 2005: 50-51).
La fragmentación social es como una lepra que poco a poco va dejando caer las caretas de pústulas y escamas del terror, y deja entrever cómo los derechos humanos son vejados por la misma sociedad ambiciosa, donde no importa de dónde proviene el dinero, lo importante es tenerlo así sea con el lavado de dólares, o el tráfico ilegal de estupefacientes. Detrás del narcotráfico, está un enorme porcentaje de víctimas que al ser arrastradas por cataclismos existenciales son exequias vivientes que traen consigo, violaciones, suicidios, homicidios, atracos, sicariatos, es decir toda la lepra que envuelve al mundo actual.
El mundo del narcotráfico y las drogas en la novela Delirio arrastra más sangre que todas las guerras habidas y por haber en este orbe cruel y encarnizado. Qué irónico, unos buscan la felicidad en el dopaje, otros en el dinero que se obtiene por la venta de dopaje. Esta última es la manera más fácil de tener confort, viajes de placer, los mejores trajes y buena imagen social; allí están los llamados delincuentes de “cuello blanco”.
¿Acaso no sabías de dónde sacaban los dólares tu hermano Joaco y tu papá y todos sus amigotes, y tantos otros […] de la sociedad de Bogotá y de Medellín, para abrir esas cuentas suculentas […] en cuanto paraíso fiscal, como si fueran jet set internacional? […] te lo voy a simplificar en dos palabras […] le daban al Midas, en cheques de viles pesos colombianos, cada uno una suma equis que él le hacía llegar a Escobar, y cuando Escobar coronaba su embarque de coca en los USA, les devolvía su inversión de nuevo a través del Midas, pero […], esta vez venían en dólares y con una ganancia espectacular (Restrepo, 2005: 84-86).
Estos delincuentes de cuello blanco, tienen hijos, una vida y una apariencia que cuidar, muchas veces sus hijos ignoran esa turbia entrada de dinero a su familia, cegados por supuestas empresas fantasmas que arman sus padres para aparentar ser una familia de bien. En Delirio la ceguera cae y de allí se desprende la locura del personaje Agustina quien pierde la razón porque a través del Midas McAlister, descubre la falsa en la que ha vivido siempre. Sabiéndose víctima de ese juego macabro de corrupción, se pierde entre uno de los abismos mentales para escapar a su realidad y no sentirse sucia.
Agustina, representa la decepción y locura de algunos de los hijos de la sociedad corrupta y sin escrúpulos, narcotraficante. La fragmentación de la familia Londoño y su pedigrí, que es en sí la fragmentación de la alta sociedad, asesina, malhechora y de falsa seriedad, que es la degeneración de un mundo hostil, que se desmorona.
Por consiguiente en la literatura se puede visualizar la decadencia del mundo, de esta manera se hace necesario explicar que en Delirio: Bogotá y Medellín simbolizan la llamada clase alta de la sociedad mundial fragmentada, el Midas es el vehículo entre la corrupción y el confort, Escobar es la mano derecha de dios padre “el dinero”, USA el banco de cambio de vida por muerte.
Como plantea Yuri Lotman en el texto Semiósfera I, “un símbolo es un signo cuyo significado es cierto signo de otra serie o de otro lenguaje. Cierta expresión significa de una esencia no significa suprema y absoluta” (Lotman, 1996: 101). Por lo tanto la simbolización anterior de Delirio no quiere decir sea verdadera, única e inapelable, sencillamente es un estrato de la realidad que pretende significar algo de ella, vista desde otro ángulo, en donde se le da una definición de roles a cada personaje, haciéndoles significantes y comunicativos, para ser convertidos en signos de la vida social que se quiere trabajar para dar con el espacio del conflicto permanente de la felicidad humana; puesto que “la relación del arte con la realidad sería incomprensible si el arte no des-compusiera y no re-compusiera nuestra relación con lo real” (Ricoeur, 1986: 21), en tal sentido, el arte visto desde el mundo del texto y su laboratorio de formas de la ficción desde la imaginación productora, nos re-crea, atrae y transfigura ese orbe incomprensible que en la novela se nos hace más fácil de comprender.
Claro que yo me inventaba mis propios trucos desesperados de supervivencia social, como la vez que descubrí, entre la ropa guardada de mi padre, una camisa marca Lacoste, molida y descolorida a punta de uso […] nada podía empañar la gloria de mi descubrimiento y con las tijeras […] me di a la tarea de desprender el lagartito aquel del logo, y de ahí en adelante me tomé el trabajo de coserlo diariamente a la camisa que me iba a poner, […] pero no sospechas hasta qué punto el hecho de exhibir ese lagarto Lacoste en el pecho me ayudó a confiar en mí mismo y a llegar a ser el tipo que soy (Restrepo, L, 2005: 243).
Partiendo de la reconstrucción del pasado, el personaje Midas MacAlister deja leer su historia. Historia que leemos y nos lee y que “es historia de hombres que son portadores, agentes y víctimas de fuerzas, instituciones, funciones, y estructuras en las que están insertos” (Ricoeur, 1986: 19) dejando claro que las personas tienden a confundir la felicidad con las seducciones materiales del mundo como la moda, el esnobismo que mantiene la farándula, la aceptación en una élite social, etc. Por lo que, el yo pensante y razonador es esclavizado tras un anhelo de posesión, de riquezas mediante un monopolio económico que sacie la sed consumista. Esa sed hace que el ser humano se aborrezca a sí mismo, en tal debilidad, resulta ser presa fácil del qué dirán, de las apariencias y como una marioneta social se vuelve peón del mundo.
Por otra parte, en la novela mencionada se detectan roles interesantes que describen a la mujer latinoamericana. Entre tantos papeles o roles se puede decir en primer lugar que la mujer es un juguete de distracción masculina, en donde la sobresaturación y la saturación de imágenes de carácter sexual femenina, arrastran la moral y esencia de la mujer por el suelo: “[…] el Midas McAlister tomó la decisión, […] de empezar a juntar dinero vendiendo en el colegio fotos de rubias empelotas” (Restrepo, L, 2005: 246). Es una gran felicidad para el común de los “hombres”, pagar lo que sea por disfrutar de una masturbación mental mientas observan pornografía femenina. En tal sentido, el tiempo parece rotar de manera cíclica, para caer en una Sodoma y Gomorra que solo el fuego del amor podría purificar como hace años. Igualmente, en el ejemplo anterior se detecta esa no aceptación del mestizaje híbrido que caracteriza al pueblo latinoamericano, con la frase “rubias empelotas” se describe a la mujer perfecta, que es aquella que tienen los hombres de poder o de las potencias mundiales, siendo “poder” y “blanco” sinónimos de confort, entonces la mujer perfecta aceptada por el confort es una BARBIE piel blanca de cabellera rubia y cuerpo monumental, pero jamás la mestiza, la mulata, la trigueña, la de cabellera negra por ser sinónimos de servidumbre.
En segundo lugar, la mujer es la obtención de placer al realizar actos de crueldad o dominio, y el sadomasoquismo es una de las salidas actuales de experimentar felicidad, en seres a los que el dinero les ha dado tanto, que no hallan en qué despilfarrarlo, y no hay nada más exquisito para algunos que ver a una mujer ser azotada, hasta quedar sin aliento. Hay mujeres siempre capaces de satisfacer las necesidades caprichosas y pervertidas de hombres que con dinero se creen dueños del mundo y todos sus habitantes, que se excitan al someterlas a flagelación sexual, sin medir sus consecuencias.
[…] de vez en cuando de abajo me llegaba un bramido de la Araña pidiendo sangre, […]. Luego ya vino el desenvolvimiento de la gran función, el vodevil de azotes y ganchos y chuzos y pellizcos y nalgadas, y de repente como que se aquietó aquello […] ¿Está muerta? (Restrepo, L, 2005: 231-233).
Comprender que la felicidad es el fin de toda persona, el sentido de la Ley natural y de todos sus actos. El ser humano es dueño de sus actos, estos son calificables moralmente: buenos o malos. El ser espectador de una tortura es un acto cruel, vil y nauseabundo. Por complacer un capricho dejar que se extinga una vida, es eso felicidad para la Araña en Delirio. Dolores representa a las mujeres que por dinero hacen lo que sea, hasta dejar su vida en el sadomasoquismo o flagelación sexual. Así como lo recrea Restrepo en su obra, este tópico es uno de los grandes auges sociales que van marcando esa fragmentación del ser.
En tercer lugar, la mujer es vista como una pécora, perversa, vergüenza de la familia. Desde el mito bíblico de Adán y Eva, la mujer fue la compañera mala que Dios le da al hombre para que lo incite a pecar cayendo en la tentación para probar el fruto prohibido:
[…] Nicolás, el niño agraciado, escuchaba cómo su padre, descontrolado, le gritaba a Ilse: No hagas eso, cochina, eso es sucio, y lo veía recurrir a la fuerza física, entre energúmeno y transido, para impedir que ella se llevara la mano allá abajo, que era lo peor que podía sucederle a la familia; Cualquier cosa es preferible, lloraba la señora madre, cualquier cosa, hasta la muerte (Restrepo, L, 2005: 325).
La masturbación siempre ha sido aceptada en el hombre como desahogo natural a sus deseos sexuales y es normal que experimente cierta felicidad al tocar sus genitales, pero en la mujer es algo sucio, fuera de lo normal y de aceptación social prácticamente nula, una fémina no puede experimentar ese tipo de felicidad momentánea. Si alguien del sexo masculino se masturba en su niñez o adolescencia es todo un varón, en cambio la mujer es discriminada, en el caso del personaje Ilse, sus padres prefieren padezca de una enfermedad mortal o peor aún verla muerta que masturbándose o tocando sus genitales.
[…] Después de intentar tratamientos variados, los padres se declararon incapaces de controlar a la hija y optaron por encerrarla en su habitación durante horas enteras que poco a poco se fueron convirtiendo en días; […] ella se fue sumergiendo en […] un progresivo volcarse hacia adentro […] era una combinación de introspección y exhibición, de catatonia y masturbación (Restrepo, L, 2005: 324).
En Ilse, se ve a la mujer tabú, esa que hay que esconder porque está poseída por el mal. Julia Kristeva en su texto Sol negro. Depresión y melancolía plantea que “una mujer no tiene pene que perder, pero toda ella —cuerpo y sobre todo alma— se siente perdida bajo la amenaza de castración” (Kristeva, 1997: 74) por lo que Ilse al ser amarrada y en última instancia encerrada en su habitación experimenta una pérdida del objeto erótico que la despedaza y la amenaza, y por consiguiente la vuelve violenta y “permanece siempre contenida en una envoltura psíquica dolorida, anestesiada, como ҅muerta᾿” (Kristeva, 1997: 75), por lo que “en medio de una noche de un invierno irreversible, Ilse se tiró al Rin durante un paroxismo de fiebre para morir ahogada” (Restrepo, L, 2005: 327). Así se convierte en una portadora de Eros y Thánatos, susceptible, frágil ante el mundo que la condena y se sumerge en la nada.
Para culminar con la manifestación femenina presente en Delirio, es menester acotar que son muchos los roles o papeles de la mujer en esta novela, en la que se puede ver a la mujer sumisa y obediente, a la esposa que se hace la ciega ante la infidelidad del marido para no perderlo y evitar un escándalo social, a la mujer erótica, a la mujer infiel que se mete en la cama de su cuñado, a la manipuladora, hasta llegar a la loca que se pierde en sus lagunas mentales para evadir sus conflictos familiares, sociales y maritales como es el caso de Agustina. Es decir, Restrepo describe a un grupo de mujeres que buscan la felicidad en la infelicidad.
No cabe la menor duda de que lo más decisivo de la humanidad es la vida, por ello desde su inicio en su gestación y su final en la muerte todas las etapas son objeto de consideración ética, ya que no es solo el actuar del mortal, sino su misma vida íntegramente considerada; mientras el ser humano se niegue a morir a sus apegos, a sus deseos, a sus necesidades, etc., y tienda a confundir la felicidad con los placeres del mundo, no dejará de vivir un “Delirio” de su propia decadencia.
Sin embargo, hay momentos en que esos seres delirantes y decadentes destapan la caja de Pandora, queriendo o sin querer, y la venda de sus ojos cae para que puedan ver mejor o en algunos casos para volverse Quijotes en destiempo.
[…] el hermano menor volvía hacia nosotros iridiscente, purificado en dolor, blandiendo en su mano derecha las llaves de la destrucción […] sobre la mesita del centro, ante los ojos de todos, […] soltó las fotografías […] las pruebas del desamor del padre, del engaño del padre, […] las fotografías de las tetas de la tía Sofi que había tomado mi padre (Restrepo, L, 2005: 305-307).
El doctor Alejandro Jodorowsky en un artículo Web publicado en el año 2009, referido a la felicidad, plantea que para acceder a ella hay que entrar en la condición de la no esperanza, puesto que cuando se pierde la esperanza, nos libramos del miedo y, cuando nos libramos del miedo, llegamos a la felicidad. En tal sentido, el personaje Bichi de Delirio, al perder la esperanza de ser aceptado por su padre le deja de temer y con seguridad en sí mismo pone al descubierto la falsa moral del “hombre de la familia” que le es infiel a su esposa con la hermana de la misma.
el niño estaba sacando la cara por sí mismo […] era imposible no darse cuenta de que si el padre se atrevía a ponerle la mano encima, esta vez la respuesta del cachorro iba a ser inclemente y a muerte […] el Bichi se guardaba un último as sobre la manga, el de su propia libertad. Cuando vio que en su casa todo estaba perdido, que el marasmo de la mentira se los tragaba enteros, […] salió por la puerta principal […] para no volver más (Restrepo, L, 2005: 386 y 389).
Cuando el ser humano va liberándose de las cadenas que lo sumergen en la desesperación, cuando nada teme y nada desea, descubre que la felicidad no es el dinero, ni un objeto y que no se busca sino que se construye viviendo el hoy, el momento presente, sin planificar el futuro y menos sin detenerse en el pasado, sale por la puerta principal para no volver a pisar la muerte en que se encontraba como lo hizo el Bichi, que decidió dejar de ser el niño maltratado para ser el hombre libre de tensiones y sinsabores, dejó atrás el humo. Como dijera Paúl Ricoeur “somos modos de ser” (Ricoeur, 1999: 25). Bichi o Carlos Vicente hijo realiza una mudanza hacia un mundo posible, transfigurado, una forma distinta de contar su historia, partiendo de un camino por conocer, regido por la aventura pero que, pasa la página de una vida hostil y sin sentido, hacia una por descubrir gracias a la libertad de decisión.
Ahora bien, el conflicto permanente en torno a la felicidad de los personajes de Delirio, se debe a que estos encadenan sus caminos por seguir con una vida de placeres efímeros, de apegos innecesarios, de debilidades y la necesidad de buscar algo mejor en el consumismo desmedido.
Te mostré, […] el gran estilo con que todo lo enciendo y lo apago con sólo oprimir el control remoto, me fumo un cachito de marihuana y […], desde la cama amortiguo las luces y regulo la temperatura ambiente, pongo a tronar mi equipo de Bose, abro y cierro las cortinas, preparo café como por arte de magia, enciendo la chimenea con fuego instantáneo, preparo el baño turco o el jacuzzi para desinfectarme en borbotones de agua cocinarme en vapor hasta quedar libre de polvo y paja […] no sabes cuánta limpieza puede comprar el dinero (Restrepo, L, 2005: 180).
Jodorowsky en su decálogo de la felicidad plantea que, “cuando una persona se apega a algo y lo consigue después inexorablemente querrá más” (www.articuloz.com/meditación-articulos/decalogo-de-la...-61k-2009), el Midas McAlister en Delirio, poco a poco fue consiguiendo escalar posición en el mundo del narcotráfico hasta llegar a obtener el apartamento soñado, con jacuzzi y todo tipo de lujos, su codicia fue devorándolo, haciéndolo más inconformista y más anhelante de poder, de dinero, le fue imposible librarse de ese deseo de posesión y esa cadena en la que decidió atarse le impidió alcanzar la felicidad. Pues, este personaje en su búsqueda de posibilidad de plenitud se queda estancado en el nivel R de razón que es el nivel inteligible en el cual se vuelve súbdito de sus apegos y deseos capitalistas. Las características de este nivel son su carácter temporal, espacial, cambiante y corruptible. Puesto que el ser mientras más desea, más se apega a su mundo exterior y poco a poco va alimentando un hambre indetenible de poder y de tener. Es de saberse que El Mundo Inteligible para el filósofo Platón, es la auténtica realidad. En el mito de la caverna la metáfora del Mundo Inteligible es el mundo exterior al que accede el prisionero cuando pierde las cadenas y sale de la caverna, pero en el personaje el Midas MacAlister, ciertamente se da un doblez, que al pretender salir este de la caverna de la ceguera se adentra a la caverna del capitalismo, del poder, del tener y sigue siendo un ser ciego a ver la luz porque se queda ciego metafóricamente de ambición.
El Midas McAlister […] se concedió un atisbo de melancolía para despedirse por siempre de su BMW, […] de su jacuzzi, […] de su preciosa colección de discos y su ultraequipo de sonido Bose, salió a la avenida cargado con su maletín y su talega de golf, […] y se dirigió, por primera vez en los últimos catorce años, hacia el apartamento de su madre, en el barrio de San Luis Bertrand […] sentados en el sofacito de la sala-comedor, mi mamá y yo nos vemos todas las telenovelas y comemos arroz con lentejas […] que con los dólares que me traje en la talega de golf podemos vivir toda la eternidad y más […] Me he convertido en un oso en hibernación perpetua (Restrepo, L, 2005: 395 y 397).
El Midas terminó huyendo de la justicia, de Pablo Escobar y de varias bandas de narcotraficantes, castró su libertad encerrándose en la humilde vivienda de su madre a quién por el confort y guardar las apariencias mantuvo oculta, olvidada y alejada de sus amigos de la alta sociedad. Como en el mito del eterno retorno volvió a sus orígenes pero sin la libertad de salir a la calle, encerrado en cuatro paredes para no ir preso o ser descuartizado por los narcotraficantes a quienes ofendió y robó. Terminó hundiéndose en su propia ambición, y se conformó con comer arroz con lentejas, siendo la última comida un símbolo de pobreza. Quedó el Midas McAlister dándole vida a la doctrina de los Cínicos del siglo IV a. C., es de saberse que esta doctrina promovió el retorno a la vida natural, donde cada individuo, para ser feliz, debía ser independiente y no poseer absolutamente nada; esto significaría no solo la desaparición de lujos y comodidades artificiales, sino también de la organización social.
Ciertamente este personaje vuelve a su yo natural, se desprende de lujos y comodidades, pero ¿será posible ser feliz escondido y huyendo del mundo?, de seguro este personaje recuperó el tiempo perdido con su madre, pero la felicidad no es un escondite y mucho menos dolor y su relación con el mundo tiene carácter de sufrimiento. Siendo tan grande el planeta Tierra y extremadamente hermoso es un absurdo resignarse a vivir de por vida en un pequeño apartamento sin poder salir de él o saliendo disfrazado y con la intriga de ser descubierto, eso sí que es padecer en vida la enfermedad del temor, del vacío y de dependencia al encierro. Es decir, el Midas McAlister se quedó en el mundo sensible o en el mundo del interior de la caverna.
Ahora bien, los personajes de la novela Delirio, viven en un constante conflicto interno y externo, porque la felicidad la confunden con los placeres del mundo, se dejan llevar por ellos, son envenenados por la gran araña capitalista y mundana que los envuelve en su telaraña para luego devorarlos con todas sus garras hambrientas. Debido a que, la felicidad no se busca se construye con el ser, con la armonía, con el tener en cuenta a los demás, con darle sentido a la propia vida, con respeto, con libertad, con seriedad, con ser partícipes del amor, de los intereses en comunidad y del consumo ético.

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Currículo de Yubraska del Carmen Herrera Diamónt en este Nº 39 de Realidades y Ficciones – Revista Literaria.



LIBROS MALDITOS: EL MUNDO EDITORIAL DENTRO DE LAS HISTORIAS FANTÁSTICAS
Miguel Ángel Galindo Núñez ©

Una de las tantas cosas que caracterizan a la literatura, es su gusto por escribir acerca de sí misma. Eso se podría considerar un acto onanista. La mayoría de los literatos —y muchos lo saben— disfrutan de su egocentrismo, del halago ajeno, y, sobre todo, la fama que va ganando poco a poco. No por nada, todo buen escritor se regodea de haber sido citado en alguna tesis doctoral, o que su libro pertenezca a una editorial de alta monta como lo es Random House Mondadori. En esta perspectiva, no cualquiera puede alcanzar el grado de popularidad entre sus lectores, pues hay muchos escritores perdidos entre las bibliotecas que nunca lograron salir a la vista del público crítico y se mantiene con cinco o diez libros sin un sello editorial decente. La subjetividad ronda este trabajo, pues, si bien, es cierto que en una ciudad pequeña, la única editorial será lo mejor en cuestiones de difusión; cuando la trasladamos a la capital del país, o incluso al extranjero, el nombre no dirá nada.
Para corroborar esto, tenemos muchísima referencia en la cultura popular, sobre todo en la famosa cultura mainstream, donde editoriales como Destino o Plaza Janés publican en español títulos de las famosas novelas infantojuveniles. Todo eso porque surge en el mundo literario la validación del canon, [1] y si no estás en este grupo selecto es muy posible que jamás llegues a ser conocido fuera de tu círculo de amigos.
Esta visión es el punto cruel, pues el trabajo dicho en un congreso solo se limita a ese congreso, y a pesar de haber ido a otro punto del país, y contar con un grado de Maestro; no se sabe nada en absoluto de la persona que está hablando en dicho congreso. Se necesitan varios artículos en revistas, varias horas dando clase —la educación básica no cuenta— y tener una que otra publicación, y si a esto agregamos una beca de cualquier institución que te respalde, entonces ya puedes darte a conocer en el mundo literario.
Este comportamiento ya lo vienen alisado varias personas en Hispanoamérica, La ciudad letrada (1984) [2] y Decadencia y caída de la ciudad letrada [3] son dos libros que nos hacen comprender la manera en que se revalida una obra literaria en nuestro contexto. Pensemos entonces en escritores como Borges o Cortázar, quienes son altamente conocidos en el mundo popular y no se diga en el mundo académico. Ambos han llegado al renombre necesario para que nosotros no dudemos de su existencia, y la escuchada frase de: “Recuerdo un cuento de Borges en el que…”, no requiere más que asentir con la cabeza y decir que seguramente no lo recuerdas, pero que Borges escribió sobre eso.
El mundo literario, como vemos, está lleno de farsantes y de personas a la cuales conviene mantener la imagen del libro por encima de todas las cosas. Decir que algo está publicado es no dudar acerca de esas palabras. Si existe en papel; seguro es verdad. Y como ejemplo claro tenemos Wikipedia, la cual jamás se deberá imprimir, pues la cantidad de papel sería ecológicamente agravante; además de que no tenemos idea del autor que colocó o descolocó esas palabras. Si esto fuera cierto, deberíamos de entrar en crisis existencial, pues, cualquier editorial que tenga abiertas sus puertas para alguien con $5000 dispuesto publicar sus propias novelas, ensayos o poemas, tendría el mismo valor curricular en una tesis que Editorial Cátedra, Siglo XXI, o Porrúa. Si les resulta chocante, es porque hay mucho de verdadero en esta afirmación, y las casas editoriales, así como la publicidad, requieren un nombre de respaldo: Nike y Addidas nos vende su nombre, así como cualquier otra marca nos cobra todo lo que los válida en el mundo mercantil. Nos cobran los editores, la publicidad, la corrección y la traducción; y esos libros que parece que cuestan $2 cada página, rebosan en verificaciones y en estructuras tales que no nos hacen dudar ni un segundo que lo que están publicando es verídico. Podrá parecer triste para muchos y sobre todo para los estudiantes que no cuenten con el dinero suficiente para comprar esas caras ediciones españolas con un prefacio analítico de casi 40 páginas; pero la vida es así, y las instituciones económicas y mercadológicas no cambiarán de la noche a la mañana, sino que perpetúan su estructura, más para que todo mundo quede atrapado en un universo, utópico o distópico, donde la ley sea distinta. Finalmente, dependerá de Estados Unidos, China o alguien de los Emiratos Árabes, hasta que entremos en Fahrenheit 451, Sueñan los androides con ovejas eléctricas, o Un mundo feliz.
Todo esto nos dice cómo funciona nuestra realidad; empero, la literatura debería ser distinta. Lo fantástico nos muestra una cara completamente diferente de las leyes de la naturaleza. Ya lo decía Borges en alguno de sus cuentos, [4] o bien Cortázar. [5] Los cuentos nos fascinan porque quedamos inmersos en ellos. La verosimilitud es tal que comprendemos el modo en que alguien se convierte en ajolote, o se encuentra un mundo mágico en la escalera del sótano, seguramente fue porque el universo conspiró para que no fuésemos nosotros.
Y para ejes similares, me gustaría que reflexionen un poco en torno a si lo ocurrido en los cuentos fantásticos pueden ocurrirle a cualquier persona, y es porque realmente sucede, no son solo un juego de una persona en su escritorio tecleando o rascando el papel con una pluma fuente Parker.
Hoy es imposible encontrarse con el Necronomicón circulando por la biblioteca de Buenos Aires, pese a que Borges colocó una ficha del ejemplar con la leyenda “Perdido”. ¿Es que acaso en algún universo de posibilidades este tomo si existió? Existe para nosotros, porque sabemos que en la literatura, la verosimilitud es nuestra mejor aliada. Pero si esto es cierto, alguien dígame por favor la editorial de Necronomicón, del Libro de arena del Libro salvaje. Sería imposible citar estás creaciones y colocarlas con un nombre y apellido, y dudo llegar a la página legal o índice del Libro de arena. Desmiéntanme si me equivoco, pero cualquier editor con la mínima experiencia en el rango de los libros, habría regresado ese ejemplar que parecería tener la foliación de las páginas propias de Rayuela.
Este libro no cuenta con pies ni cabeza y no se les puede pedir que los tengan, porque en su misma alienación está su preciosura. ¿Alguien se animaría a poner pies de foto a cada uno de los signos rituales que aparecen en el Necronomicón? Estos libros no pasaron por el control de calidad básico de Random House, y es por eso que nos perturba cuando rompen lo que estamos acostumbrados a ver como un libro, sobre todo a los estudiantes de letras. ¿Acaso Abdul Alhazred no cometió ningún error al momento de estar copiando lo susurros del desierto? Nadie le revisó la ortografía ni puntuación, no tuvo un corrector de estilo y ahí tenemos los tres ejemplares perdidos del Necronomicón.
Analizamos varios casos en los que el libro nos descoloca completamente, empezando a sugerencias de varios autores historiadores de la literatura cronológicamente:
En Argentina hay otro gran escritor un tanto ignorado por el público, se trata de Enrique Anderson Imbert, conocido crítico literario que escribió una gran cantidad de cuentos breves. [6] Es escritor, maneja el tema del libro y las posibilidades en su literatura, pues no solamente nos expresa cómo es el mundo editorial y la ciudad letrada, sino también nos coloca un posible universo donde los libros no funcionan como tal.
Otros trabajos —ya tratado el tema— de Anderson Imbert clasifican la literatura y limitan el trabajo creador según la normativa que quieren crear. Uno de sus casos es el de una persona que puede ver a través de un libro, el cual le permite atravesar objetos sólidos para ver lo que hay en el piso (Anderson Imbert, 1999, p. 20). Comprendemos la metáfora del libro como un objeto mágico que nos lleva a otra realidad, es la posible sobreinterpretación que se quiera dar de esta lectura, y sería nula en otros textos. Enrique Anderson Imbert nos plantea la posibilidad de que la literatura no tiene una sola función, sino que te lleva al objeto, estética, la comprensión y a la interiorización absoluta.
Hasta aquí, uno de los textos que mejor plantean esto es el cuento largo “El grimorio”. [7] El protagonista es un conocedor de la literatura —como el mismo Anderson Imbert— quien descubre en una tienda de viejo, un libro escrito por el Judío Errante. El ejemplar no concuerda con la escritura tradicional, son un montón de letras descolocadas sin ningún espacio o signo de puntuación. [8] Lo que parecería un juego catastrófico, resulta ser un libro maldito, pues solamente si se empieza a leer desde el primer carácter, y no se despega la vista. Este ejemplar rompe por completo la ley natural, imprimir un libro así sería un desperdicio de tinta a modo de alegoría, sino que además no cuenta con el clásico prefacio de un autor. Impreso en hojas maltratadas, no tiene en absoluto un respaldo editorial que nos permita discernir si eso no válido y aquí es justamente cuando se empieza a poner en duda la veracidad del texto (El origen […], 2016, p. 47). Toda literatura fantástica no debe ser necesariamente alegoría pues romper ya por completo la norma de metáforas entrelazadas para convertirse en un mensaje reaccionar yo cosa que no se busca del todo en lo fantástico. [9]
Volvemos al caso del rechazo y la extraña causa es el libro: se trata del mismo orden que veremos en “El libro de arena” (1975) de Jorge Luis Borges. Colocarlos juntos parecería una blasfemia, pues ambos escritores no estaban en muy buenos términos; los dos tienen un tema en común que lo emparenta. “El libro de arena” concuerda con el ejemplar negro escrito por el Judío Errante, ambos colocan a un personaje conocedor de la literatura ―muy al estilo de Stephen King― y muy próximos al mundo editorial. Borges y Anderson Imbert destruyen una red causal y, todo eso, para que entendamos que alguien dentro del medio también puede ser sorprendido por lo supernatural. Este pensamiento onanista genera todo lo que ya se había mencionado, no solamente perturbado protagonista, sino además al lector, pues si algo tiene la literatura fantástica, son las emociones con ese sentimiento de ominoso.
“Lo ominoso de la ficción —de la fantasía, de la creación literaria— merece de hecho ser considerado aparte. Ante todo, es mucho más rico que lo ominoso del vivenciar: lo abarca en su totalidad y comprende por añadidura otras cosas que no se presentan bajo las condiciones del vivenciar. La oposición entre reprimido y superado no puede transferirse a lo ominoso de la creación literaria sin modificarla profundamente, pues el reino de la fantasía tiene por premisa de validez de su contenido se sustraiga del examen de realidad” (Freud, 1992, p.248).
¿Es entonces el libro desconocido una catarsis? muy posiblemente. Cuando hablamos de libros improbables, existe la necesidad de hablar de normas APA. Las posibilidades son limitadas, pues es difícil encontrar un libro que no contenga un autor, un editorial, un año; mientras que, en la literatura fantástica abundan, y eso es porque no hay reglas para los temas de lo fantástico. Son solo emociones, y si las emociones viven con nosotros, en nuestro subconsciente, según nos explicó Freud, el humano no tiene límites para expresar toda la posibilidad de tema.
Roger Caillois en su Histoire de la littérature fantastique plantea doce temas posibles para la literatura fantástica, [10] mientras otros autores planteaban siete o tres; pero, generalmente son los mismos tópicos. Por alguna razón, ninguno llega a mencionar libros; pero sí hablan de objetos mágicos. Si estas categorizaciones son válidas, tendría el ídolo que aparece en Cortázar, o en Bioy al mismo nivel que el Grimorio. Y, posiblemente, tengan razón, porque ambos destruyen al protagonista, y llevan la narración a un punto metaartístico, donde el objeto con el que interactúan se vuelve el objeto mismo de la narración. En el cuento de Bioy hay una estatuilla clavada con alfileres que tiene una inscripción que lleva a una fatídica muerte y ceguera para todos los que hayan visto y leído esa inscripción. [11] Hay un punto en el que no convergen del todo, y es exactamente en el que los libros malditos en el relato de Enrique Anderson Imbert y de Borges, están contenido dentro de los números del mismo cuento; es decir, son como citas textuales. El desorden tipográfico y los números de página de El libro de arena, forman parte del mismo cuento, mientras que la estatuilla con alfileres no es parte del texto, solo es descrita y la única manera en que fuese parte de la narración sería que cada ejemplar de La trama celeste viniera con una caja misteriosa, un medallón de una diosa celta, una carta de amor, un ídolo de Anubis y todo lo misceláneo encontrado en el libro de Bioy Casares. Si analizando esto, el ejemplar resultante parecería más un libro de primera infancia. Sería imposible que cada compra que hiciéramos de El Aleph tuviese de regalo, un ejemplar malito con el libro de cuentos.
Se ha estado hablando de El libro de arena de Jorge Luis Borges; pero no se ha mencionado de qué trata, y creo que no es necesario entrar en detalles acerca de la trama principal puesto que es un éxito bastante renombrado, pero lo que sí se puede mencionar es que este cuento maneja la idea de un ejemplar con página inigualable, puesto que no se puede llegar a ella de nuevo y que del mismo modo que los granos de arena son infinitos, infinitas sus combinaciones. La posibilidad de esto es técnicamente imposible, más por el final donde nos dice que un libro infinito debe arde infinitamente. Pero este vaticinio remarca la misma imposibilidad del libro.
Aquí oremos metiendo poco a poco algunas conclusiones que giran en torno a estos dos ejemplares, y que podría funcionar con otras historias como La historia interminable o El libro salvaje, a pesar de ser literatura infantojuvenil y no necesariamente fantástica.
El primer punto que quiero mencionar es que estos libros tienden a destruir por completo la psique de los protagonistas. Son lo ominoso ―Das Unheimlieche― que guían a la destrucción del protagonista.
A partir de esto podemos dilucidar una segunda conclusión: Una historia —según nos ha mostrado la narratología básica—, necesita personajes, y no se diga un protagonista. ¿No es antinarrativo destruir a tu protagonista? Claro que lo es, y la razón es que lo fantástico tiende a degradar, oponiéndose al otro término alemán: Bildungsroman, o novela de crecimiento. El punto más álgido del desarrollo y crecimiento tiene su opositor en lo fantástico.
Continuando: Un libro tiende a enseñar y a dar conocimiento —salvo ejemplos que en el mundo académico conocemos como best sellers—. En la literatura fantástica, los libros tienden a dar conocimientos de otros tipos, y generalmente degradan lo que el protagonista conoce y entiende de su realidad.
Y para acabar con esta lista de conclusiones. Todo esto nos lleva a algo: los libros aparecidos en los cuentos fantásticos tienden a ser la anulación de las leyes de la normalidad. Hice mofa de las normas APA y criterios editoriales justamente porque están rompiendo eso. Lo que todo un académico conoce. Nos causa más terror su imposibilidad en el mercado que el fatídico futuro de leerlos. Y es por esto que los libros representan el hecho fantástico mismo. Son una metáfora sobajada para no convertirse en alegoría, y que represente todo lo que teme el lector académico. Mismo efecto que deben tener los escritores al leer a Anderson Imbert y su caso en “La granada”: “―Alégrate. Tu deseo ha sido otorgado. Escribirás los mejores cuentos del mundo. Eso sí; nadie los leerá” (Anderson Imbert, 1999, p.21).

Referencias:
[1] “En los estudios literarios, el concepto de canon se refiere a un listado de obras maestras y a veces a un listado de autores, de manera que genera así un descanso sobre el valor y los juicios de valor en el campo literario. Por lo tanto, desde su aparición en el siglo IV a. C., el canon […]” (Szurmuk, 2009, p.49).
[2] “Ciudad letrada es una noción híbrida, ya que conjuga à la Foucault diversos niveles de análisis en una totalidad dinámica. Por un lado, nombra el conjunto de instituciones que hacen de la propiedad y administración de la tecnología de la letra la condición de su existencia y funcionamiento, a la vez que la base de su poder y de su prestigio. Entre dichas instituciones se cuentan las diversas reparticiones del estado colonial y nacional (la policía, el sistema judicial, las aduanas, el poder legislativo, el registro civil o registro de las personas, el registro de propiedad, las reparticiones encargadas de censos y estadísticas), las corporaciones educativas, artísticas, comerciales y financieras, las profesiones liberales (medicina, derecho, periodismo, notariado), el clero, los partidos políticos, las sectas, los cenáculos, ciertas organizaciones guerrilleras (los focos), las academias” (Szurmuk, 2009, p.54).
[3] Una nueva interpretación que hace Jean Franco sobre el uso de la literatura en tiempos de cambios sociales y rebeliones. Trata a varios escritores y varias perspectivas. En ellas se interioriza cómo se hace literatura en Hispanoamérica más que una conspiración letrada.
[4] “Largos o breves, esos relatos tienen la característica común de describir insólitas experiencias o de situarse en un clima extraño en el que la realidad prosaica y cotidiana no halla cabida. Todos orillan lo maravilloso, lo mágico, y cabe muy bien aplicárseles el calificativo de esotéricos por su contenido e interior” (Walsh, 1976, p. 7).
[5] Es en ese momento en que lo fantástico y lo real se mezclan de una manera en que ya no es posible distinguirlos; ya no se trata de una irrupción donde los elementos de la realidad se mantienen y hay solamente un fenómeno inexplicable que se produce sino una transformación total: lo real pasa a ser fantástico y por lo tanto lo fantástico pasa a ser real simultáneamente sin que podamos conocer exactamente cuál corresponde a uno de los elementos y cuál, al otro (Cortázar, 2013, p.82).
[6] “El lector asiduo de la narrativa breve de Anderson Imbert reconoce por lo menos dos etapas en esta producción: una primera etapa en la que la creación se funda básicamente en materiales culturales, de manera hegemónica aunque no exclusiva, en el muto y en la posibilidad de transgresiones a las leyes que rigen el mundo físico; una segunda etapa en que los elementos de la tradición cultural entraman con situaciones de la experiencia cotidiana y esta conjunción da lugar a historias singulares, notoriamente atractivas. Los cuentos de la primera etapa corresponden a El mentir de las estrellas (1940), Las pruebas del caos (1946), El Grimorio (1961), El gato de Cheshire (1965), es decir, las colecciones más difundidas de esta obra y El estafador se jubila (1969). [...] Los cuentos que podemos reconocer como de la segunda etapa de la producción cuentística de Anderson Imbert corresponden a La botella de Kelin (1975); Dos mujeres y un Julián (1982); El tamaño de las brujas (1986) y El anillo de Mozart (1990)” (Cruz, 2001, p.282).
[7] “El grimorio” (1961) de Anderson Imbert tiene una diégesis: la historia del Judío Errante. Desde sus inicios, el grimorio envuelve al lector ―tanto el real como el personaje― como una Sherezada. Condenado a recorrer el mundo sin muerte alguna, su vida abarca poco menos de dos mil años. Leer toda su “no-vida” resultaría imposible, pero como todo libro maldito, lleva a la autodestrucción (Anderson Imbert, 2008).
[8] “ixkqrtvsajzultxvobgaretlpgqoooscidhmefwgy…” (Anderson Imbert, 2008, p.132).
[9] En los relatos alegóricos no hay “(…) ninguna irrupción de lo inesperado o de lo mágico en las novelas alegóricas” (Avelar, 1999, p.58), y así sabemos que lo fantástico tienen este tipo de elementos.
[10] “El pacto con el diablo, el alma en pena que exige el cumplimiento de determinada acción para reposar; el espectro condenado a un tránsito desordenado y eterno; la muerte personificada que aparece entre los vivos; lo que es indefinible e invisible, pero que pesa, está presente y mata o perjudica; los vampiros, es decir los muertos que aseguran una eterna juventud succionando la sangre de los vivos; la estatua, el maniquí, la armadura, que súbitamente se animan y adquieren una temible independencia; la maldición de un brujo, que produce una enfermedad espantosa y sobrenatural; la mujer-fantasma, seductora y mortal, que viene del más allá; la inversión de los dominios del sueño y la realidad; la habitación, el departamento, el piso, la casa, la calle borrada del espacio; y, la detención o repetición del tiempo” (Caillois, 1966, p.23-34).
[11] En la historia de Adolfo Bioy Casares hay una curiosa interpretación del dios Anubis, pues ciega a todos los herederos de la familia. La estatuilla tiene una inscripción que advierte que roba los ojos de sus fieles, pero al estar en francés, no se sabe la traducción por los protagonistas (Bioy Casares, 2000).


BIBLIOGRAFÍA
• Anderson Imbert, Enrique. Cuentos II. Obras completas. El gato de Cheshire. Buenos Aires, Corregidor, 1999.
• Anderson Imbert, Enrique. Cuentos selectos. Buenos Aires, Corregidor, 2008.
• Avelar, Idelber. Alegorías de la derrota: la ficción postictatorial y el trabajo del duelo [en línea]. Santiago, Universidad Arcis, 1999. Capítulo 2.4. La alegoría como fin epocal de lo mágico. Recuperado de: www.philosophia.cl
• Bioy Casares, Adolfo. La trama celeste. Madrid, Alianza, 2009.
• Bloom, Harold. El canon occidental. México, Anagrama, 2010.
• Borges, Jorge L. Cuentos completos. México, Lumen, 2012.
• Caillois. Roger. Histoire de la littérature fantastique. París, Galimard, 1966.
• Cortázar, Julio. Clases de literatura. México, Alfaguara, 2013.
• Cruz, Jorge. “Testimonios” en La lógica del crítico en la creación lúdico-poética. Homenaje a Enrique Anderson Imbert. Buenos Aires, Corregidor, 2001.
El origen de un montón de cosas. El libro de las causas y los azares. México, Algarabía Editorial, 2016.
• Ferreiro, Emilia. Pasado y presente de los verbos leer y escribir. México, FCE, 2016.
• Franco, Jean. Decadencia y caída de la ciudad letrada. La literatura latinoamericana durante la guerra fría. Madrid, Debate, 2003.
• Freud, Sigmund. "Lo ominoso" en Obras completas. Vol XVII. Madrid, Amorrortu, 1992.
• Rama, Ángel. La ciudad letrada. Madrid, Fineo, 2009.
• Szurmuk, Mónica y McKee Irwin, Robert (coord.). Diccionario de estudios culturales latinoamericanos. México, Siglo XXI, 2009.
• Walsh, Rodolfo. Antología del cuento extraño 1. Buenos Aires, Hachette, 1976.
• Zschirnt, Christiane. Libros. Todo lo que hay que leer. México, Punto de lectura, 2008.

Currículo de Miguel Ángel Galindo Núñez en este Nº 39 de Realidades y Ficciones – Revista Literaria.



Nuevos colaboradores

ARTURO ZAFRA MORENO

Nació el 3 de julio de 1996 en la provincia de Murcia, España.
De chico escribía pequeñas historias de aventuras. Lo consideraba un simple hobby. Nunca se había planteado dedicarse a la escritura.  Escribía incluso sin apenas leer algún libro. Era un modo de desatar la imaginación. Le encantaba crear personajes valientes, intrépidos, aventureros. Casi siempre sus historias estaban enfocadas en lo bélico, en épocas antiguas como la Edad Media, el Imperio Romano, piratas del siglo XVII. Creaba situaciones típicas de las novelas de aventuras, con magos oscuros, reyes enfrentados, guerras entre dos reinos, damiselas en apuros, barcos infestados de ratas y piratas... un mundo aparte al que conocemos.
Distinciones:
• Finalista del concurso "I Antología de Poesía Contemporánea de Estudios Universitarios".
• Uno de los seleccionados en el concurso "Por Amor a la Poesía".
• Uno de los seleccionados en el concurso "+POESIA" de Ediciones DeLetras.


Más sobre su trayectoria y obras literarias en Suplemento de Realidades y Ficciones



YUBRASKA HERRERA DIAMÓNT

(Caracas, Venezuela, 1980) Su nombre completo es Yubraska del Carmen Herrera Diamónt. Reside en Barquisimeto (Lara), Venezuela.  Profesora especialista en Castellano y Literatura egresada en 2004 de la Universidad Pedagógica Experimental Libertador (UPEL-IPB), Magister Scientiae en Literatura Latinoamericana por la Universidad de los Andes (ULA-NURR) Trujillo (2012), en la actualidad estudia doctorado en Letras en la ULA-Mérida. Tiene publicaciones en colectivo en Venezuela y España, escribe para la revista digital “LetraMujerRevolucionaria”, es miembro del equipo editorial de la revista digital Dissertare del Decanato de Ciencias y Tecnología (UCLA-DCyT). Se desempeña como docente contratada en el Decanato de Ciencias y Tecnología de la Universidad Centroccidental Lisandro Alvarado (UCLA-DCyT).




Nuevo currículo para Realidades y Ficciones

MIGUEL ÁNGEL GALINDO NÚÑEZ

Profesor de Lengua y Literatura de la Universidad de Guadalajara. Egresado de la maestría en Literatura Hispanoamericana en la Universidad de Guanajuato. Ha sido ponente y tallerista en varias instituciones públicas y privadas del país e invitado recurrente del Sistema de Educación Media Superior de la Universidad de Guadalajara para impartir cursos y talleres en Bachillerato.
Fue columnista del periódico AM de Guanajuato. Ha sido colaborador del libro Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances en 2017. Ha colaborado en cuatro ocasiones con la revista literaria argentina Realidades y Ficciones.
Es locutor del podcast Las 9 noches. Miembro y docente del grupo de teatro de sombras Umbra-Fénix. Forma parte activa desde el 2006 del Programa Nacional de Salas de Lectura de la Secretaría de Cultura de México.
En relación al ensayo sobre lo fantástico en Argentina, realizó una estancia de investigación en Buenos Aires donde pudo completar su trabajo de tesis. Ha dado varios cursos y ponencias sobre la literatura fantástica en diversos lugares de México, así como de literatura queer y de cultura popular.
Artículos de este autor en los siguientes números de nuestra revista:




REALIDADES Y FICCIONES
—Revista Literaria—
Nº 39 – Septiembre de 2019 – Año X
ISSN 2250-4281
Exp. RL-2018-52429319-APN-DNDA#MJ del 18/10/2018, Dirección Nacional del Derecho de Autor / República Argentina.

Propietario y Director: Héctor Zabala
Av. Del Libertador 6039 (C1428ARD)
Ciudad de Buenos Aires, Argentina
Currículo en Suplemento de Realidades y Ficciones Nº 75:

Colaboradores

Corrección general:
Noelia Natalia Barchuk Löwer
Resistencia (Chaco), Argentina
Currículo en Suplemento de Realidades y Ficciones Nº 78:

Ilustración de carátula y emblema:
Mónica Villarreal
Scottsdale (Arizona), Estados Unidos
Monterrey (Nuevo León), México
 @mon_villarreal
Currículo en revista Realidades y Ficciones Nº 17:


COLABORARON EN ESTE NÚMERO:
• Héctor Zabala, Ciudad de Buenos Aires, Argentina
• Luis Benítez, Ciudad de Buenos Aires, Argentina
• Anna Rossell, Barcelona (Cataluña), España
Arturo Zafra Moreno, Murcia, España
Yubraska Herrera Diamónt, Caracas, Venezuela
Miguel Ángel Galindo Núñez, Guanajuato, México
• Noelia Natalia Barchuk, Resistencia (Chaco), Argentina
• Mónica Villarreal, Scottsdale (Arizona), Estados Unidos – Monterrey (Nuevo León), México

El listado completo de colaboradores se encuentra a la derecha del blog bajo el acápite COLABORADORES de Revista REALIDADES Y FICCIONES. 


 @RyFRevLiteraria

 @RyF_Supl_Letras

Las opiniones vertidas en los artículos de esta publicación son de exclusiva responsabilidad del autor pertinente.

“Realidades y Ficciones”
Mónica Villarreal (2014)
acrílico y óleo sobre
papel-lienzo, 30 cm x 30 cm